lunes, 7 de agosto de 2017

Buscando disculpas al regalo...

Banco Santander tendrá que hacer un esfuerzo mayor que aquel al que se enfrentó cuando rescató Banesto para que Banco Popular vuelva a ser rentable, más allá de las operaciones corporativas inmobiliarias con las que pretende sanear el balance a toda carrera. Además de los 18.000 millones de euros en depósitos que huyeron del grupo financiero por temor a que la quiebra los atrapase, la entidad presidida en aquel momento por Emilio Saracho vio también cómo perdía créditos por 12.000 millones en apenas seis meses.
El dato es, según fuentes del sector, muy revelador porque, como en cualquier banco, los ingresos futuros dependen en gran medida de la cartera crediticia. Según las cifras oficiales, cuando Santander se hizo con el Popular, los préstamos a la clientela ascendían a 82.589 millones, frente a los 90.773 millones a 30 de marzo y los 94.038 millones a 31 de diciembre de 2016. Si la comparación se extiende a 12 meses atrás, la pérdida del grupo participado por Allianz, Credit Mutuel, Antonio del Valle y las familias vinculadas al Opus Dei​ se va hasta casi los 18.000 millones, ya que a 30 de junio de 2016 los créditos a la clientela eran de 99.983 millones.
Ruth Ugalde Ruth Ugalde

Estas cifras son lo que Santander y Popular llaman créditos netos, porque en los brutos, sin los denominados ajustes por valoración, las cifras se elevan a 100.859 millones al cierre del primer semestre, a 104.296 millones a 31 de marzo y a 106.873 millones al concluir el ejercicio 2016. Fuentes oficiales del comprador explican esta pérdida tan cuantiosa de cartera crediticia por los incrementos de provisiones para insolvencias, las operaciones mayoristas a corto plazo ('repos') y la estrategia que había adoptado el equipo de Saracho de no aumentar la base de préstamos dadas sus dificultades para dotarlos convenientemente.
De los 100.859 millones brutos que Popular tenía a 30 de junio, casi 96.000 millones eran de clientes privados y el resto —4.700 millones—, vinculado a las administraciones públicas. Dentro del sector privado, 35.294 millones eran créditos hipotecarios y otros 35.527, concedidos en forma de préstamos personales. A nombre de pymes y autónomos había unos 33.550 millones.
Esta política no solo dañó los resultados de la institución durante los seis primeros meses del año, especialmente en un momento de bonanza económica y expansión del crédito, sino que la dejaron tocada para los próximos trimestres. Los 18.000 millones perdidos hubieran supuesto importantes ingresos por comisiones para el futuro de la entidad, ya en manos del Santander, motivo por el cual el nuevo dueño incluyó un detalle muy relevante en la oferta lanzada el pasado 13 de julio para compensar a los afectados por la intervención del Popular.

La letra pequeña de la compensación

Para poder recibir el bono al 1% con el que recuperar la inversión realizada en acciones del banco desde la ampliación de capital de junio de 2016, los interesados deberán mantener “una relación comercial equivalente a la que tenían” en el momento de la suscripción de la emisión o de la adquisición de las obligaciones subordinadas. Es decir, que si los clientes, además de retirar sus depósitos, hubieran cambiado el préstamo a otra entidad, deberían tener líneas de financiación similares para acogerse a esta propuesta de fidelización.
De los 100.859 M brutos que Popular tenía a 30 de junio, casi 96.000 M eran de clientes privados y el resto, vinculado a las administraciones públicas
Para solventar la crisis de liquidez, Santander inyectó en las horas posteriores a la toma del Popular 13.000 millones para atender las últimas solicitudes de salida de depósitos. En apenas tres semanas, consiguió que 4.000 millones volvieran a su balance. Pero para recuperar la confianza crediticia, el equipo de Rodrigo Echenique deberá hacer un gran esfuerzo comercial tras la parálisis de meses atrás. Para ello, como se denomina en el sector, tendrá que 'robar' los particulares buenos con agresivas promociones, como la que el propio banco puso en marcha el pasado año para quitar hipotecas a sus competidores.
La tarea no es sencilla, porque expandir la cartera crediticia requiere de fuertes coberturas, especialmente en los préstamos al consumo, miradas con lupa por parte del Banco Central Europeo (BCE). Especialmente en estos momentos, cuando los bancos vuelven a financiar con alegría la compra de viviendas de primera y segunda resistencia ante el nuevo auge del ladrillo. Un 'boom' que están liderando las propias entidades al ser las máximas accionistas de compañías como la renovada Metrovacesa.

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