sábado, 4 de enero de 2025
De Reverte a Lalachús, Del Teso afina....RECOMENDADO.
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La monarquía, la Iglesia y la mosca de la fruta
Este fin de año de Lalachús nos hizo recordar a otra especie resistente a la radiactividad del autoritarismo, la Iglesia.
Por
Enrique Del Teso
3 enero 2025
Enrique Del Teso
Es filólogo y profesor de la Universidad de Oviedo/Uviéu. Su último libro es "La propaganda de ultraderecha y cómo tratar con ella" (Trea, 2022).
No quiero dar ideas, pero, según parece, un holocausto nuclear no sería el fin de la vida. La mosca de la fruta y las hormigas, entre otros, soportarían el chaparrón radiactivo. Y también las plantas. Parece ser que las que sobrevivieron en Chernóbil se adaptaron a la radiactividad en tres años. Si nos asomamos por las grietas de la democracia, veremos fuera un paisaje tóxico de impiedad y autoritarismo cada vez más extenso. V-Dem utiliza 400 indicadores de democracia para describir el estado de todos los países del mundo. Su informe de 2022 señala que el 72% de la población mundial vive en un sistema autoritario. Esa era la cifra aproximada en 1986. La democracia es una rareza en el planeta que se va encogiendo. Pero, como pasa con el holocausto nuclear, y sigo sin querer dar ideas, parece que el infierno autoritario no sería el fin de la felicidad. Hay instituciones, grupos e individuos que se adaptarían bien a tal ecosistema. Los síntomas están a la vista.
El autoritarismo solo puede avanzar con apoyo social. Eso no lo hace bueno ni justo. Solo por si ayuda a entendernos, el terrorismo necesita siempre tres patas: financiación, apoyo social e ideología compulsiva. Que tenga apoyo social no hace bonito un tiro en la nuca o un camión atropellando gente. Siempre hay valores compartidos que pueden ser muy movilizadores. El apoyo social se logra anclando la dictadura en esos valores compartidos. Para la mayoría son vicios la cobardía, la hipocresía, la pereza, la indignidad, el servilismo, el despilfarro o el parasitismo. Y son virtudes sus opuestos, la valentía, la franqueza, el esfuerzo, la dignidad, la rebeldía, el ahorro o la laboriosidad. Que la segunda lista se asocie con el autoritarismo y la primera con la democracia será señal de que el fascismo arraiga.
La democracia es una rareza en el planeta que se va encogiendo
La forma de aceptar y hasta de apetecer la merma de derechos y libertades es concentrando el ataque, no en el derecho, sino en el servicio que lo gestiona y, específicamente, en los profesionales de ese servicio. No se ataca el derecho a la educación, sino a los centros de enseñanza y, en concreto, a sus profesionales (el enemigo, dicen; los adoctrinadores, deliran) y así parece rebeldía contra privilegiados mantenidos lo que en realidad es un ataque al derecho a la educación. El procedimiento con la democracia en su conjunto es parecido. No se ataca la democracia, sino a sus gestores, los políticos. No se trata de que se ataque a unos políticos que sean en verdad una oligarquía y de bajo nivel. Se trata de denigrar la acción política en sí misma, predicar como corrupción la mera existencia de la política y los políticos, mezclándolos en el consabido «todos son iguales». La cosa es asociar la democracia con los políticos y a los políticos con la cobardía, la hipocresía, la pereza, la indignidad, el servilismo, el despilfarro y el parasitismo. Y hay que anclar la dictadura en valores compartidos a través de la manipulación propagandística, asociando la valentía, la franqueza, el esfuerzo, la dignidad, la rebeldía, el ahorro o la laboriosidad con algún Trump, rebelde y que va de frente; o con un sedicente tecnócrata, como Musk, que él sí que sabe.
O con el rey. Pablo Batalla analiza con agudeza la propaganda nada sutil que utiliza la figura del rey como la antítesis virtuosa de la indignidad de los políticos. Es decir, como propaganda para el autoritarismo. Tras deambular por el trono sin relato, por fin consiguieron una hoja de servicios con la dana de Valencia. Un rubio alto, erguido, firme, jugándosela, representándonos, dijo Pérez Reverte; un tipo templado y valiente que contrastó con unos políticos miserables, añadió. Manuel Vilas lo comparó con Carrillo y Suárez el 23 F, cuando unos militares pegaban tiros en el Congreso. Nada menos. Y es que, dijo, no es cuestión de política, va en el alma, los que tienen miedo y los que no lo tienen. Los cobardes, a los que no soporta, y los valientes. Como él, que, dice, se hubiera mantenido allí, aunque le abrieran la cabeza. Impresionante. Reverte y Vilas no importan más que como chisporroteos del murmullo que erizó la propaganda. El rey, alto y rubio, y no elegido, digno. Los políticos, elegidos, miserables y pequeños. Lo cierto es que el rey no tuvo delante energúmenos fascistas con una pala llamándolo asesino, derrochando odio y llegando a golpearle. ¿Cree Reverte que los profesionales que protegen al rey no hubieran activado el protocolo de seguridad si lo amenazaran a él? El protocolo siempre incluye sacar al protegido del escenario. ¿De verdad cree Revere que dejarían al Rey que se la jugase? ¿Cree Vilas que aquello era un tebeo de Roberto Alcázar y Pedrín, una cosa de cobardes y valientes? ¿Fueron indignos los que se echaron al suelo ante los disparos el 23 F? ¿Eran unos capones todos aquellos policías del País Vasco que, en tiempos de ETA, miraban bajo el coche a ver si tenían una bomba, en vez de arrancar como valientes? ¿Es gallina el que se protege o se aturde por disparos o explosiones? Esto es situar el autoritarismo en los valores compartidos. El rey estuvo bien dos veces. Una fue cuando le dijo a un increpador: ¿qué querías, que me quedara allí? Ahí simbolizó el gesto del país. Y la otra fue cuando le dijo a un individuo que rugía contra la democracia: «No hagáis caso a todo lo que se publica porque hay mucha intoxicación informativa. Hay personas interesadas en que el enfado crezca, ¿para qué? Para que haya caos. Hay mucha gente interesada en esto». Algunos mejor hubieran escuchado lo que dijo el alto y rubio en vez de ser parte de la intoxicación.
Felipe VI en la visita a Paiporta.
Lo cierto es que la Monarquía, como la mosca de la fruta, sobreviviría bien en un giro a la dictadura. Sobrevivir bien quiere decir que sobreviviría sin modificaciones esenciales en su organización y funcionamiento. La alternativa a la democracia no es el caos. Hay un Rey alto y rubio que garantiza que la ausencia de libertades no será el fin de la felicidad.
Y el fin de año de Lalachús nos hizo recordar a otra especie resistente a la radiactividad del autoritarismo, la Iglesia. La Iglesia lleva desde siempre reclamando respeto a su falta de respeto y que seamos tolerantes con su intolerancia (las derechas siempre se llevaron bien con las contradicciones; ahí tenemos a Feijoo queriendo convencer a Junts de que derribe a Sánchez por haber pactado con Junts). Los ofendiditos de ultraderecha ponen una denuncia contra todo Cristo de TVE por una estampa que mostró Lalachús. Dicen que ofende sentimientos de toda España, aunque no ofendió a nadie, ni siquiera a ellos. A ellos Lalachús les ofende por otros motivos. Y la cúpula de la Iglesia se une a los ultras en tan estrafalaria ofensiva inquisitorial. Hace solo cuatro meses, el propio Argüello, desde las alturas eclesiales, había «puesto en contexto» los cánticos del alcalde borrachuzo de Vita en los que, con melodía gregoriana, hacía chanza de encontrar a una niña el bosque, bajarle la braguita y echarle el primer caliqueño. Que empezamos a ser una sociedad excesivamente puritana, dijo. El contraste entre la chorrada de la estampa de la vaca de Grand Prix con la bufonada del borrachuzo, presidiendo como preside Argüello una institución que viene protegiendo como una banda a muchos sacerdotes que anduvieron por décadas echando caliqueños a niños, ilumina como un relámpago las prioridades de la Iglesia (que no del catolicismo). Esta vez toca, porque es reciente. Pero no es la primera vez. Allá por 2012, Rouco Varela dijo que, si se le cobra el IBI a la Iglesia, tendrán que sacarlo de los fondos de Cáritas. La Iglesia hace como cualquiera de nosotros. Si falta dinero, hay que quitar los gastos más superfluos. De nuevo mostró cuáles son las prioridades de la Iglesia: lo más social y digno que tiene la Iglesia, ahí donde la Iglesia está más con los humildes, es lo primero que sobra. Lo dijo Rouco, no yo. La Iglesia sobreviviría en una dictadura tan bien como la monarquía y como la mosca de la fruta a un holocausto nuclear. Las instituciones, los grupos y los cortesanos que mejor se adaptarían a un holocausto autoritario son en realidad la avanzadilla de ese holocausto, la humedad que va entrando de esa inundación. Salvo que los paremos. Ninguna intentona fascista puede progresar sin nosotros.
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