Felipe VI. / Luis Grañena
Felipe VI. / Luis Grañena En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí Querido rey Felipe: Siendo las fechas que son y siendo usted rey no debería sorprenderle recibir una carta en la que alguien como yo le explique que este año los españoles hemos sido muy buenos súbditos. Tanto que, un año más y a pesar del enorme palmarés de escándalos de corrupción que salpican a la institución que representa, hemos vuelto a pagar hasta el último céntimo del presupuesto millonario de la Casa Real. Por ello, y siendo conscientes de que, al contrario que Melchor, Gaspar y Baltasar, usted no es tanto de dar como de recibir, queremos pedirle algo. Se trata de un regalo muy sencillo que a usted no le costaría gran cosa y a nosotros nos haría mucha ilusión: haga el trabajo por el que le pagamos. Por si no lo recuerda, su trabajo consiste en saludar y en sonreír. Fin. ¿Cuándo tiene usted que saludar? Pues cuando el Gobierno democráticamente elegido por la ciudadanía española se lo ordene. ¿Y dónde tiene que sonreír? De nuevo, donde le diga el Gobierno. Y sin rechistar. Recientemente ha vuelto usted a ser noticia por no hacer bien su escaso trabajo. En los últimos días, las tertulias de prensa se llenaban de rumores que finalmente usted ha terminado confirmando. Parece ser que le incomodaba enormemente asistir al acto inaugural que el Gobierno elegido democráticamente ha organizado para celebrar los 50 años de la muerte del dictador Franco y la posterior llegada de la democracia. Así que ha esgrimido usted problemas de agenda para no estar presente. Es entendible. Por mucho que usted represente a una institución obsoleta en la que se sigue vendiendo la idea de rey como ser casi divino, todos a día de hoy sabemos que es usted un tipo que tiene jaquecas, que mea, caga y se escaquea del trabajo cuando puede, como todo hijo de vecino. Es lógico que intente quitarse de en medio ante un evento como este, teniendo en cuenta que la inmensa mayoría de quienes le gritan por la calle Viva el Rey son votantes de partidos surgidos del propio franquismo. Es comprensible que, siendo usted una persona de derechas, como ha dejado entrever en numerosas ocasiones, fracasando de paso en su deber de mantener una imagen de neutralidad, le moleste tener que participar de un acto que celebra la muerte de Franco. Es de entender que, habiendo heredado usted el trono de su padre, y este a su vez del dictador, sienta que no pinta nada celebrando la muerte de ese hombrecillo al que le debe la plaza fija. Que todo esto sea lógico y comprensible no quita que a buena parte de los plebeyos que le pagamos su sueldo, su incomodidad nos importe más bien poco. Nos importa más el artículo 64 de la Constitución, que viene a decir que es usted un muñeco caro cuyo trabajo es ir allá donde el presidente del Gobierno o los ministros le ordenen. Querido rey Felipe: haga usted el trabajo por el que le pagamos o lárguese Dicen quienes le conocen que usted es un tipo al que le gusta la política, que es tanto como decir de un mimo que le gusta hablar por los codos. Los gustos son libres, pero las obligaciones no lo son tanto. Por eso el mimo al que le gusta hablar se encarga de guardar silencio cuando ejerce como mimo. Y usted, que es rey, lo último que puede hacer es política. Si no le gustan los actos que un Gobierno democráticamente elegido ha organizado para brindar con champagne caro por los 50 años de la muerte del dictador, se jode, va, saluda y sonríe. Si a usted no le gusta que los líderes independentistas organicen referéndums con urnas de cartón, se calla la boca y evita dar lecciones de legalidad democrática con discursos políticos televisados, igual que se la calló cuando Ayuso vulneró el artículo 43 de la Constitución y dejó sin protección sanitaria a 7.291 personas que murieron siendo vetadas en hospitales. Si el Gobierno considera, por el motivo que sea, que usted no debe inaugurar el año judicial, pues se queda en palacio sin hacer ruido en lugar de filtrar su malestar como un quinceañero castigado en su cuarto. Si a usted no le gusta el actual Gobierno salido de las urnas, detesta la ley de amnistía o la colonia que usa Pedro Sánchez, nos importa más bien poco. De nuevo: se jode, posa en las fotos con la mejor de sus sonrisas –que para eso la pagamos– y no monta un bochornoso numerito de caras largas para agradar a los ultras que acosan a su propia familia. Querido rey Felipe: haga usted el trabajo por el que le pagamos o lárguese. Hágase autónomo como tantos y tantos españoles y conviértase en su propio jefe. Tendrá toda la libertad del mundo para decidir lo que le gusta hacer y lo que no. Tendrá toda la libertad que no tiene siendo rey en una democracia parlamentaria. A ver si se entera de una vez. Que vivan Melchor, Gaspar y Baltasar.
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