Cultura
Pérez Simón, de par en par
03.04.11 - 02:00 -
El industrial asturmexicano abre a EL COMERCIO la residencia que reserva para su colección de arte, una de las mejores del mundo
Amplios salones y jardines, luminosos ventanales y obras de arte allí donde se pose la vista. Así son las seis residencias en las que reposa la colección de Pérez Simón en México
Byron sale a recibirnos. Byron no es el poeta, aunque por el entorno y la decoración, el espectro del lord inglés no desentonaría en absoluto. En realidad es un pastor alemán que tampoco desentona porque los jardines por los que corre son amplios y verdes como los de Asturias y porque se le supone un carácter de vigía como a los policías que armados también nos esperan a la puerta. Estamos en el puritito centro de la Ciudad de México, donde en medio del caos, los edificios altos y en apariencia desordenados, surge un «remanso de paz», un lugar hermoso y esculpido al detalle, tal y como lo soñó su propietario. Estamos apunto de entrar en el conjunto residencial que el asturmexicano Juan Antonio Pérez Simón adquirió para dar cobijo a su magna colección de arte y que también le sirve como sede de la fundación que preside y que lleva las siglas de su nombre: Juntos Actuando por la Superación (JAPS).
Todo empezó entorno a un ahuahuete, árbol gigante cuya etimología viene del maya 'atl', que significa agua y 'huehuetl', que quiere decir viejo. Algo así como «los árboles de los ancianos, el árbol que nunca envejece», explica Juan Antonio Pérez Simón. En esa búsqueda constante de las raíces a través de los paisajes naturales que le trasladan a su Asturias natal, el industrial compró un solar con varios edificios en el centro del DF y a partir de ahí construyó un museo privado al que accedemos invitados por la Fundación Príncipe de Asturias durante su visita a México. Ya dentro, la vista no encuentra nunca reposo si no es sobre una obra de arte.
Aquí aguardan a ser admiradas, si no han sido prestadas a algún museo, lo que sucede habitualmente, hasta 1.750 obras de gran factura. Ejemplos de las principales escuelas y movimientos artísticos occidentales y orientales desde el siglo XIV hasta nuestros días. Por algo califican los expertos esta colección de «enciclopédica».
La llamada bodega del complejo residencial da buena cuenta de lo que nos encontraremos en el recorrido por las mansiones. Cuatro pisos de lujo y esplendor, en el que los retratos de Pérez Simón, junto a su familia, sobre todo con sus nietos Jorge y Josefina, son lo único cotidiano que salta a la vista. El resto es excepcional. Guaguin, Chagall, Siqueiros, Sorolla, Dalí, El Greco, Canogar, Manolo Valdés, Genovés, Eduardo Arroyo, Romero de Torres, Picasso, Leonora Carrington... La lista de ejemplos es interminable y comparte paredes con vitrinas cargadas de porcelanas chinas, antigüedades portuguesas, sedas adamascadas, alfombras persas... Todo ha sido adquirido atendiendo a los gustos personales de Pérez Simón, que además ordenó colocar cada pieza según el estilo de la estancia o de la casa en sí misma. Sucede con Versalles, la mansión bautizada así porque da a la avenida mexicana del mismo nombre y no por otras aspiraciones. La pintura holandesa, por ejemplo, ocupa una estancia bucólica, romántica, mientras que los retratos de personalidades como Napoleón Bonaparte decoran las paredes de una sala de juntas.
Pero de las joyas artísticas que atesora Pérez Simón se ha escrito ya mucho. Suele decir que no tiene obra favorita, que cada una responde a un momento personal, que con cada una conserva un vínculo. Por eso hablan de sus pasiones y también de sus obsesiones. La perpetuidad, el paso del tiempo. Sus victorias aladas de las que tiene varios ejemplos le recuerdan que son figuras pasajeras. Y Napoleón le impresiona. Del emperador francés posee Pérez Simón retratos en distintos momentos de su vida, y también esculturas, pero hay una que le sobrecoge especialmente, un Bonaparte en su lecho de muerte del que suele comentar que «es la pieza más especial de la serie porque si se pierde de vista ésta perdemos el sentido de todo».
En Versalles hay dormitorios completamente equipados, pero nunca han sido utilizados ni por Pérez Simón ni por su familia. Y eso que en esta mansión, considerada la mejor de cuantas se conservan de la época del Porfiriato (1877-1911) y en cuya fachada luce el escudo de Asturias, celebró el empresario su sesenta cumpleaños y la pedida de su hija María José. Es la casa de las recepciones y fiestas y también de los recuerdos, porque en una de las cocheras aún conserva los coches que fueron propiedad de su padre, uno de ellos en el que precisamente falleció.
Guarda también otros objetos de colección como un piano que perteneció a Agustín Lara, una serie de búhos de la suerte, mariposas, figuritas prehispánicas y también vinos, que conserva en una cava refrigerada todo el año a la temperatura exigida por la etiqueta y donde a veces recibe a los amigos. Pero si algo es bien recibido en esta casa es la nueva obra de arte que llega tras la subasta o la que regresa tras haber sido cedida a otro museo. En la bodega hay un taller con seis especialistas dedicados sólo a analizar el estado en el que entran o salen esas obras, a conservarlas y seguir estudiándolas. Cuentan que Pérez Simón presume de conocer todas las obras que posee, aunque sus ayudantes se temen que «le gustan tanto que corre el riesgo de verlas en algún museo tras prestarlas y querer volver a comprarlas».
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