domingo, 15 de agosto de 2021
Y detrás de la O.N.U........
La cumbre de sistemas alimentarios, rehén de trasnacionales e instituciones financieras
15 agosto 2021 08:00
En el segundo semestre de 2021, el Secretario General de la ONU convocará una cumbre sobre los sistemas alimentarios, en el marco de la Década de Acción para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de aquí a 2030. Avanzar en cada uno de los 17 objetivos depende hasta cierto punto de sistemas alimentarios más saludables, sostenibles y equitativos.
Para el Centro Europa-Tercer Mundo (CETIM) el desafío más preocupante es que la Cumbre parece centrarse únicamente en un enfoque de los sistemas alimentarios basado sobre las soluciones de la economía de mercado -que se han mostrado incapaces de resolver los problemas relacionados con el hambre, las desigualdades y la crisis climática- e ignora las soluciones sostenibles de los sistemas alimentarios campesinos como la agroecología
La agroecología es un enfoque fundado en la búsqueda del
equilibrio ecológico de los medios agrícolas, así como un motor de justicia
social y de empoderamiento de las comunidades rurales locales, la cual está
inscrita en la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los
Campesinos y de Otras Personas que Trabajan en las Zonas Rurales..»
Es un hecho que, desde el principio, el proceso de
concepción de la Cumbre se ha caracterizado por la opacidad y el control de las
empresas transnacionales agroalimentarias. Varias transnacionales, algunas/os
«expertos/as», conocidos en realidad por ser defensores de la agricultura
industrial, y algunos estados poderosos están guiando su contenido, mientras
los movimientos y organizaciones rurales han permanecido hasta ahora fuera del
proceso, relegados al papel de figurantes.
Parecería que no hay voluntad de incluir a las
organizaciones que abogan por el rediseño de los sistemas alimentarios de una
manera verdaderamente sostenible e igualitaria.
Por su parte, el movimiento campesino internacional, La Vía
Campesina ha elaborado un análisis titulado «Una Cumbre bajo asedio. La Cumbre
de la ONU sobre Sistemas Alimentarios 2021″, en la que denuncia estas
maniobras.
Siguiendo la trayectoria actual, el proceso de construcción
de la Cumbre permitiría al sector de la agroindustria ejercer una influencia
determinante e indebida en un espacio público multilateral para amoldarlo a sus
propios intereses comerciales estratégicos y legitimarse como líder y diseñador
de los sistemas alimentarios. El objetivo es que el sector mantenga esta
posición de fuerza para proteger y aumentar sus beneficios y los dividendos a
los accionistas.
Para muestra basta un botón. Cabe recordar que la Cumbre es
una iniciativa conjunta del secretario general de la ONU y el Foro Económico
Mundial (FEM). No es ningún secreto que este último es un espacio diseñado por
y para las empresas transnacionales y las instituciones financieras
internacionales, con el apoyo clave de unos pocos estados poderosos y algunas
grandes entidades «filantrópicas».
Es el centro estratégico de las iniciativas dirigidas a la
privatización de los servicios públicos y a la mercantilización/financiación de
todos los sectores productivos y de los recursos naturales, incluidos por
supuesto, los sistemas alimentarios.
Por ello, no sorprende el nombramiento de la Dra. Agnes
Kalibata como enviada especial del Secretario General de la ONU para supervisar
la Cumbre. Kalibata es la actual presidenta de la Alianza para una Revolución
Verde en África (AGRA), una organización que está en el centro de la polémica y
las críticas de los movimientos sociales africanos por su apoyo a la promoción
de modelos agrícolas industriales y altamente intensivos.
La elección de esta «experta» muestra cómo se
articulan los intereses particulares del sector agroindustrial con la voluntad
de controlar y «capturar» la Cumbre a su favor. , lo que es sinónimo
de preocupación para muchas organizaciones.
La Cumbre parece centrarse sólo en un enfoque de los
sistemas alimentarios basado en las soluciones de la economía de mercado -que
han demostrado ser incapaces de resolver los problemas del hambre, la
desigualdad y la crisis climática — mientras que se ignoran las soluciones de
los sistemas alimentarios campesinos sostenibles, como la agroecología
La agroecología es un enfoque basado en la búsqueda del
equilibrio ecológico en los entornos agrícolas, pero también como impulsor de
la justicia social y el empoderamiento de las comunidades rurales locales. El
propio Relator especial de la ONU sobre el derecho a la alimentación, Michael
Fakhri, se ha mostrado preocupado por los preparativos de la Cumbre, ya que, en
su opinión, está dando prioridad «a un tipo de política, a saber, la
agricultura intensiva sostenible, también conocida como la nueva revolución
verde».
Para el experto de la ONU, tanto la intensificación
sostenible como la intensificación industrial se basan en procesos y
tecnologías con uso intensivo de capital, lo que refleja el statu quo de la
economía política actual del sistema alimentario.
La alimentación: un
tema central para el desarrollo (in) sostenible
Las políticas impuestas a nivel económico y social desde
hace varias décadas, en el marco de la globalización neoliberal, son el origen
del aumento de la pobreza y de la exacerbación de las desigualdades. La crisis
sanitaria internacional relacionada con la pandemia de Covid-19, ha agravado
esta situación.
A la vez que esta crisis se ha revelado ser el prisma de un
modelo de desarrollo único que genera pobreza, desigualdad, discriminación,
violaciones masivas de los derechos humanos y múltiples crisis sistémicas
(democrática, política, económica, social, financiera, medioambiental,
alimentaria, sanitaria y cultural).
Esto se debe a la naturaleza de las prerrogativas del
sistema económico dominante basado en la competitividad, la búsqueda del
crecimiento económico a toda costa y el máximo beneficio para las élites
económicas. Las decisiones tomadas han debilitado las prerrogativas públicas,
que son esenciales, en beneficio unilateral del sector privado y han reducido
los recursos presupuestarios asignados al sector público (especialmente en los
ámbitos de la sanidad, la agricultura campesina, la educación, la cultura,
etc.).
En consecuencia, los Estados se ven privados de los
principales medios y recursos políticos que les permitirían aumentar la
capacidad de resiliencia y respuesta ante choques como el de la actual
pandemia.
Desarrollo
sostenible, la gran falacia
En el actual contexto, las condiciones para un modelo de
desarrollo verdaderamente sostenible desde el punto de vista económico, social
y medioambiental se ven aún más socavadas. Lo mismo ocurre con los Objetivos de
Desarrollo Sostenible (ODS) estipulados por la Agenda 2030, y en particular con
los objetivos relativos a los derechos económicos, sociales y culturales
(especialmente los objetivos no 1, 2, 3, 4, 6, 8, 10), que se ven
inexorablemente afectados desde el principio.
Ante la pandemia, resulta especialmente preocupante el
agravamiento de la crisis alimentaria a nivel mundial. Según las proyecciones
de la FAO, la mayoría de los indicadores de hambre y malnutrición muestran un
deterioro de la situación como consecuencia de la crisis sanitaria
internacional. A los 750 millones de personas que sufrían de inseguridad
alimentaria severa a finales de 2019 podrían sumarse más de 100 millones de
personas en 2020.
En lo que se refiere al hambre y la malnutrición
«moderada-grave», las cifras se elevan a más de 2.000 millones de
personas. Paradójicamente, la mayoría de las personas que pasan hambre son las
que trabajan en zonas rurales y que producen alimentos.
Estos resultados son consecuencia directa de la estructura
y del funcionamiento de los actuales sistemas alimentarios, construidos en
función de los intereses de las grandes empresas transnacionales de la
agroindustria y en detrimento del campesinado familiar y las comunidades
rurales.
El tema del Foro Político de Alto Nivel del Eocos 2021
indica la voluntad de contribuir a orientar a nuestras sociedades hacia la
construcción de un camino inclusivo y eficaz para la consecución de la Agenda
2030 y hacia modelos de desarrollo sostenible, especialmente frente a la crisis
sanitaria internacional.
Pero la construcción de este camino tiene que pasar
imperativamente a través la promoción de sistemas agrícolas resilientes,
sostenibles e igualitarios, basados en la soberanía alimentaria y en la
promoción y el respeto de los derechos de las y los campesinas/os.
Pero para lograr estos objetivos, es esencial que los
Estados inviertan en la agricultura y protejan las zonas rurales y el
campesinado familiar, promoviendo al mismo tiempo la cooperación internacional
multilateral. Contrariamente, este evento onusiano multilateral podría y
debería ser, una oportunidad para fortalecer nuestros sistemas alimentarios,
para dirigir nuestras sociedades hacia una recuperación sostenible después de
la pandemia del COVID-19 y para alcanzar los objetivos de la Agenda 2030.
Sin embargo, sostiene el CETIM, su integración es
fundamental porque permite anteponer las necesidades humanas a las económicas y
comerciales de la comunidad empresarial. Es una forma de recordar un principio
tan simple como «la vida antes que el beneficio». Además, esta
integración obligaría a los Estados a actuar para cambiar y democratizar los
sistemas alimentarios, de modo que estén diseñados para satisfacer las
necesidades de la humanidad.
Las anteriores crisis alimentarias, y en particular la de
2008, nos han demostrado que el sector empresarial y agroalimentario no son la
solución al hambre y la malnutrición, ni a la consecución de los ODM. Al
contrario, a menudo son la raíz del problema: abogan por sistemas agrícolas
dedicados a la exportación, destruyendo las prerrogativas de la agricultura
alimentaria, aumentando así la desnutrición de los pequeños productores de
alimentos.
Abogan por sistemas basados en el monocultivo, lo que tiene
consecuencias nefastas para la biodiversidad, la calidad del suelo, la
alimentación y los aportes nutrientes de las poblaciones locales; invierten en
la especulación bursátil sobre los productos agrícolas y los recursos
naturales, provocando crisis financieras y alimentarias, dramáticas para los
pueblos, mientras que los accionistas se llenan los bolsillos.
Es inaceptable que un acontecimiento tan importante como la
Cumbre de las Naciones Unidas sobre los Sistemas Alimentarios se deje en manos
de estos sectores, cuyas prioridades agravan la crisis sanitaria de Covid-19 y
la alimentaria.
El impacto de la pandemia en los sistemas alimentarios ha
sido considerable: las cadenas agrícolas mundiales se han visto gravemente
perturbadas, las desigualdades dentro del mundo rural y entre los centros
rurales y urbanos se han ampliado aún más, y la inseguridad alimentaria, que ya
venía creciendo antes de la crisis sanitaria, ha aumentado, incluso en las
ciudades.
La crisis ha puesto de manifiesto las desigualdades en los
sistemas alimentarios mundiales y la falta de resiliencia de estos sistemas. Ha
llegado el momento de cambiar esta situación mediante la remodelación de los
sistemas alimentarios, emprendiendo cambios profundos y estructurales.
En conclusión, los Estados miembros de la ONU tienen el
deber de terminar con el dominio de las empresas transnacionales y las
instituciones financieras en todos los espacios multilaterales de la ONU; está
en juego la integridad de la ONU como organización multilateral de interés
público, así como de su credibilidad, independencia e imparcialidad.
Decía Seneca” ¿hasta cuándo toda una flota de navíos
aportara, y no solo de un mar las provisiones para nuestra mesa? El toro sacia
su apetito con el pasto de poquísimas mojadas; una sola selva basta para muchos
elefantes; el hombre para alimentarse explota mar y tierra”. Pero no es el
hambre de nuestro vientre que causa los deseos inmoderados, sino la vanidad de
los ricos y poderosos contrarios a la naturaleza en su afán de riqueza.
Eduardo Camín. Periodista uruguayo acreditado en la ONU- Ginebra Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).
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