domingo, 16 de abril de 2023
Del Fontán al Naranco.....Todo lo que perdimos de la 2ª República...
El Ateneo Popular y la efervescencia cultural en el Oviedo de la Segunda República
Clases medias y trabajadoras impulsarían un denso tejido asociativo que ofrecía educación, cultura, deporte y ocio.
Por
Diego Díaz Alonso
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Ilustración: Nortes
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Diego Díaz Alonso
Diego Díaz Alonso
Historiador y activista social. Escribió en La Nueva España, Les Noticies, Diagonal y Atlántica XXII. Colabora en El Salto y dirige Nortes.
“Con diferencia grande sobre la propia Vizcaya, es Asturias letrada en la proporción más grande de España. Las Casas del Pueblo (que son más de ciento cincuenta en tan pequeña provincia) tienen el carácter esencial de centros de cultura. En todas ellas, aunque solo posean una sola estancia, esta está tapizada de libros y de mapas. Funcionan en Asturias cuarenta y cuatro Ateneos culturales y treinta cinco bibliotecas circulantes”, exponía en otoño de 1937 Matilde Torre. La tragedia se mascaba en Asturias, y en vísperas de la caída del Frente Norte, la diputada cántabra escribía en las páginas de El Socialista la elegía de unos ateneos asturianos que “celebraban como fiesta extraordinaria la adquisición del volumen número mil, y para hacer ese número escogen la obra de un autor español contemporáneo, al que invitan solemnemente a dar una conferencia con ese motivo”.
Tras la victoria del Ejército franquista la mayoría de estos centros culturales serían clausurados por las autoridades franquistas y muchos de sus promotores y directivos acabarían encarcelados o fusilados, como Leopoldo Alas, rector de la Universidad y último presidente del Ateneo Popular de Oviedo, tras el Ateneo Obrero de Gijón, la segunda mayor entidad de esa ilustración popular asturiana en la que habían ido floreciendo en la región desde finales del siglo XIX. Dos habían sido sus fuerzas impulsoras, la pequeña burguesía republicana, y la clase obrera autodidacta, un proletariado deseoso de disfrutar de una cultura que las clases dominantes le habían negado.
Ángel Mato ha estudiado bien la historia del Ateneo Popular de Oviedo en su monumental investigación “La Atenas del Norte. Ateneos, sociedades culturales y bibliotecas populares en Asturias (1876-1937)“, un libro fundamental para conocer el movimiento cultural que llevó a Asturias a ser calificada como “la provincia de los Ateneos”. Un tejido sociocultural de una enorme densidad, en opinión de Mato, solo por debajo del existente en las provincias catalanas, siempre caracterizadas por una muy desarrollada sociedad civil y movimiento obrero.
Leopoldo Alas Argüelles.
El Ateneo Popular de Oviedo había sido fundado en 1925, bajo la dictadura de Primo de Rivera, por “una docena de amigos”, en el piso del profesor Leopoldo Alas. Surgía para crear un foco de pensamiento progresista, ocio y cultura en la ciudad. Sus impulsores serían sobre todo ovetenses de clase media, si bien la asociación también contaría con presencia de empleados, trabajadores de cuello blanco y miembros de las clases obreras y populares.
El catedrático de Química Benito Álvarez Buylla, el político socialista Teodomiro Menéndez y el propio Alas Argüelles compondrían la primera junta directiva de la asociación, que el 17 de mayo se presentaba públicamente en un acto en el paraninfo de la Universidad de Oviedo.
Portada de El Carbayón.
La entidad, que se definía como “sociedad científica, literaria y artística”, retomaba la tradición de la Extensión Universitaria y la Casa del Pueblo, los dos grandes espacios de la cultura popular del Oviedo de principios del siglo XX. Ahora se añadían a las conferencias y cursos, de taquigrafía o de idiomas – francés, inglés y esperanto-, nuevas ofertas de ocio y cultura, como un cineclub, un grupo de montaña, un club de ajedrez, exposiciones artísticas o una biblioteca, el servicio más exitoso del Ateneo, y que llegaría en su mejor momento a prestar más de 9.000 libros al año.
“La biblioteca llegaría en su mejor momento a prestar 9.000 libros al año”
La primera actividad del Ateneo, una conferencia del abogado republicano Álvaro de Albornoz, sería suspendida por la autoridades gubernamentales, teniendo que ser sustituida por otra del jurista Rafael Altamira, precisamente uno de los impulsores de la Extensión Universitaria.
En los años siguientes la nómina de invitados a los actos del Ateneo va a ser impresionante. Valle Inclán, Pio Baroja, Alejandro Casona o Ramón Pérez Ayala serán algunos de los escritores invitados a las conferencias de la asociación, que se iría moviendo por diferentes sedes en distintos puntos de Oviedo.
A partir del 14 de abril de 1931, con la proclamación de la Segunda República, el Ateneo Popular va a gozar de plena libertad para sus actividades, así como de un importante respaldo económico por parte del Ayuntamiento. Todo ello va a impulsar su crecimiento. Había comenzado con 320 socios, pero llegaría a superar el millar de asociados.
“En septiembre de 1932 el Ateneo organizaría una de sus actividades más celebradas: una función de La Barraca de García Lorca en el Fontán”
En septiembre de 1932 el Ateneo organizaría una de sus actividades más celebradas: una función de La Barraca de García Lorca en la Plaza del Fontán. Tanto la prensa conservadora como progresista de la capital asturiana se harían eco de la representación del grupo de teatro del poeta y dramaturgo granadino. Así, el diario socialista Avance hablaría de la función como “una fiesta encantadora, por cuya organización está siendo felicitado el Ateneo de Oviedo” y calificaba a La Barraca de “simpática farandula” que “está recorriendo España en misión de cultura y aliento”. También El Carbayón saludaría el acto, hablando de “una representación al estilo clásico” en “la típica plaza del Fontán”, a la que Lorca se había referido como “un verdadero marco donde Cervantes estaría en su propio ambiente”.
Representación de La Barraca en el Fontán. Diario Región.
Una composición política plural
Republicanos y socialistas hegemonizarían la directiva del Ateneo Popular. Algo que se refleja en la lista de conferenciantes políticos, en la que destacan socialistas como Luis Jiménez de Asúa, uno de los “padres” de la Constitución de 1931, o Fernando de los Ríos, ministro de la República. Entre los invitados sin embargo también habría personalidades con otras filiaciones políticas, como el anarquista gijonés Eleuterio Quintanilla, el escritor vanguardista Ernesto Giménez Caballero, uno de los pioneros del fascismo en España, o el psiquiatra ultraderechista Antonio Vallejo Nájera. Los comunistas expulsados del PCE Joaquín Maurín y Andreu Nin, fundadores y dirigentes del POUM, también impartirían conferencias en el Ateneo, en cuya directiva estaba el abogado trotskista José Loredo Aparicio. Los temas eran variopintos, y podían ir desde cuestiones científicas como la salud mental, a la vida y obra de la revolucionaria alemana Rosa Luxemburgo, el constitucionalismo contemporáneo o la unidad europea.
Si bien desde sus inicios el Ateneo había buscado cierta transversalidad, manteniendo entre sus directivos a algunas personalidades del republicanismo conservador o de la derecha moderada, a partir de 1934 la hegemonía de la izquierda se hace muy evidente con la presidencia del periodista Javier Bueno. El director del diario socialista Avance, identificado con las posiciones más revolucionarias en el seno del PSOE y la UGT, va a llevarse a la directiva a algunos de los mejores periodistas de su redacción, como Juan Antonio Cabezas y Ovidio Gondi. Experimentado polemista, Bueno criticaría la racanería de las instituciones con los ateneos y asociaciones culturales, en contraposición a las ayudas económicas que otorgaban a las sociedades de festejos.
El periodista Javier Bueno.
La Revolución del 34 y la posterior represión afectarían al Ateneo. Encarcelado Bueno por su participación en la fallida huelga general revolucionaria, el republicano Félix Miaja, alcalde de Oviedo en 1932, le sustituiría en el cargo de presidente. En la directiva entraría también Pablo Miaja, maestro, renovador pedagógico, y apenas dos años más tarde uno de los responsables de la evacuación de centenares de niños asturianos durante la Guerra Civil.
Leopoldo Alas Argüelles sería el último presidente del Ateneo, clausurado tras el golpe de Estado. Los militares golpistas le fusilarían en febrero de 1937. Dos años más tarde sería el turno de su predecesor en la presidencia del Ateneo, Javier Bueno, ejecutado en septiembre de 1939. Otros directivos y miembros del Ateneo también deberían partir al exilio, como Teodomiro Menéndez, Ovidio Gondi, o Pablo Miaja. Félix Miaja, otro de los presidentes, también sería condenado a muerte, pero finalmente se conmutaría esta pena por otra de cárcel.
Los ateneos de barrio y la efervescencia cultural del Oviedo republicano
Los cinco años de la Segunda República serán de una intensa actividad cultural en la capital asturiana, con una población entonces de unos 75.000 habitantes. Junto a hitos como la inauguración del monumento a Clarín en 1931, la actuación de La Barraca en 1932, o las multitudinarias jiras al monte Naranco promovidas por la Sociedad de Amigos del Naranco, destaca la formación de un rico tejido cultural en los barrios y pueblos del concejo. Esta sería pues la gran novedad del periodo republicano: la irrupción de las clases populares ovetenses en la vida asociativa de la ciudad.
Monumento a Clarín, inaugurado por Ayuntamiento y Universidad en 1931.
Ángel Mato ha documentado el nacimiento durante la Segunda República de hasta 14 ateneos y sociedades culturales en barrios y pueblos de Oviedo, La Argañosa, El Cristo, La Tenderina, Campo de Los Reyes, San Claudio, Olloniego, La Manzaneda, La Corredoria, Las Caldas y Caces y Trubia, así como de entidades temáticas, Biblioteca Proletaria Carlos Marx, Centro Castellano o Círculo Ferroviario de Cultura y Recreo.
Por barrios, Trubia, la gran concentración fabril y proletaria de la capital asturiana, destacaría por la densidad de su tejido asociativo. En 1933 se funda en esta localidad campesina e industrial el Ateneo Obrero de Trubia, cuya finalidad sería “apartar a la juventud del charlestón y de la taberna, cultivando el espíritu con la lectura de autores de fama mundial y escuchando la elocuente plática de catedráticos universitarios”. Llegaría a tener 190 asociados.
En ausencia de políticas públicas de ocio y cultura, este tipo de entidades como el Centro Cultural de El Cristo o la Sociedad Cultural y de Recreo de Colloto, se convertirían en la única alternativa a disposición de las clases populares para disfrutar de la lectura, el teatro o la música. Asociarse a ellas permitía a las clases trabajadoras disfrutar a precios accesibles de la lectura, la práctica deportiva o el excursionismo. Varias de estas asociaciones se integrarían en 1932 en la Federación de Centros Culturales de Asturias.
La fábrica de armas de Trubia, Oviedo, a principios del siglo XX.
El Partido Comunista de España, una fuerza muy dinámica en el Oviedo de los años 30, y que pugnaba por conquistar audiencia entre las clases trabajadoras de la capital asturiana, jugaría un papel muy destacado en el impulso de algunas de estas entidades. El historiador Jorge Uría ha documentado la presencia comunista en el Centro Cultural y Deportivo La Tenderina, la Agrupación Artística Ovetense o la charanga Los Guaracheros.
“El ateneo Popular de La Argañosa llegaría a contar con casi 200 socios”
El Ateneo Popular de La Argañosa sería el caso más destacado de esta apuesta del PCE por la generación de espacios de educación, cultura, ocio y sociabilidad en los barrios proletarios. El ferroviario Juan Ambou, uno de los líderes de la Revolución del 34 en Oviedo, sería uno de los promotores del Ateneo de La Argañosa a finales de 1933. Ángel Mato destaca que se constituyó a partir de gente muy joven, ferroviarios sobre todo, y con una presencia mayor de mujeres que otras entidades de este tipo. Las mujeres tendrían incluso un espacio propio dentro de este Ateneo que nacía para “adquirir la cultura que hoy por hoy les está reservada a los ricos”.
Juan Ambou, uno de los fundadores del Ateneo
El Ateneo ofrecía clases, tanto elementales como secundarias, impartidas de manera voluntaria por maestros, cursos, sesiones de cine, biblioteca y conferencias. Contaba también con grupo excursionista, musical y de ajedrez. Las bebidas alcohólicas y los juegos de naipes estaban prohibidos.
Imagen de Oviedo en los años 30. Antonio Passaporte ‘Loty’ / Fototeca de Patrimonio Nacional
La asociación de La Argañosa llegaría a contar con casi 200 socios. En vísperas de 1934 serviría para esconder armas de los revolucionarios, que tendrían en el barrio de los ferroviarios uno de sus principales bastiones.
El triunfo del golpe de Estado en julio de 1937 pondría fin a una vida sociocultural que estaba eclosionando en los barrios obreros ovetenses y de otras muchas ciudades y pueblos de España. Solo con el final de la dictadura parte de ese impulso asociativo volvería a resurgir en forma de asociaciones culturales y vecinales.
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