martes, 17 de febrero de 2009

Darwin 1809/2009.

Doscientas años de Darwinismo....y ainda.

Darwin contra el diseño inteligente



El 12 de febrero de 1809 nacía en Shrewsbury (Reino Unido) Charles Darwin. Con sus trabajos, la historia de la ciencia y del pensamiento ya no volverían a ser las mismas. Su teoría de la evolución por selección natural puso patas arriba los cimientos científicos y las creencias de siglos. Darwin cambió radicalmente la mirada que dirigimos al mundo. El Cultural arranca la celebración de los 200 años del nacimiento del científico inglés -y los 150 de la publicación de su libro más importante, El origen de las especies- desde la excelencia. Francisco J. Ayala, Antonio García-Bellido, Juan Luis Arsuaga y Antonio Fernández-Rañada profundizan en su legado en un año que vendrá cargado de homenajes, reediciones y exposiciones como La evolución de Darwin, que podrá verse en el Museo de Ciencias Naturales organizada por la Fundación Santander.


Este 2009 es un aniversario doble en los anales de la ciencia. Es el 200 aniversario de Charles Darwin, fundador de la teoría de la evolución, quien nació el 12 de febrero de 1809. Se cumplen, además, 150 años desde la publicación de El origen de las especies, el libro más importante de Darwin y en el que demuestra la evolución y diversificación de los organismos a través del tiempo, los millones de años transcurridos desde que las primeras formas de vida aparecen sobre la Tierra.

Pero Darwin consiguió algo mucho más importante para la historia de las ideas que demostrar la evolución. Darwin descubrió la selección natural, el proceso que explica el diseño de los organismos, su complejidad, diversidad y maravillosos ingenios, como el ojo para ver y la mano para coger. Charles Darwin fue hijo y nieto de médicos distinguidos. El 27 de diciembre de 1831, unos meses después de su graduación en la Universidad de Cambridge, Darwin zarpó, como naturalista, a bordo del HMS Beagle en un viaje alrededor del mundo que duró hasta octubre de 1836. Con frecuencia desembarcaba en las costas para realizar viajes prolongados al interior con el objeto de recoger especímenes de plantas y animales. El descubrimiento de huesos fósiles pertenecientes a grandes mamíferos extinguidos en Argentina y la observación de numerosas especies de pájaros pinzones en las Islas Galápagos estuvieron entre los acontecimientos que convencieron a Darwin de que los seres vivos evolucionan a través del tiempo y se diversifican en respuesta a las circunstancias diferentes de los entornos. La cuestión que se planteaba es cómo explicar esa evolución. En 1837, un año después de regresar de su viaje alrededor del mundo en el Beagle, Darwin descubre la selección natural. A partir de entonces y hasta su muerte en 1882, su vida estaría dedicada a sustanciar la selección natural y sus postulados acompañantes, principalmente la difusión de la variación hereditaria y la enorme fertilidad de los organismos, que sobrepasan con mucho la capacidad de los recursos disponibles. Copérnico, Galileo, Newton y otros científicos habían descubierto los principios fundamentales que explican los fenómenos de la naturaleza física, como por ejemplo, la trayectoria de proyectiles y las revoluciones de los planetas alrededor del sol, por medio de leyes tales como f = m x a (fuerza = masa x aceleración). Pero la revolución copernico-newtoniana había dejado fuera de la ciencia el origen y diversificación de los organismos. Los seres vivientes, se pensaba, no eran explicables por procesos naturales porque los organismos y sus órganos están diseñados para servir funciones específicas. El gran teólogo inglés William Paley había propuesto argumentos aparentemente contundentes en su Teología natural, publicada en 1802. Paley arguye, por ejemplo, que el ojo humano es un aparato tan complejo como un reloj o un telescopio, con varias partes que deben ajustarse de forma precisa para lograr la visión.

Procesos naturales
Paley explora la diversidad de organismos y de sus órganos y las relaciones entre animales de diferentes especies, y entre organismos y sus entornos, y arguye que en cada caso es evidente que están diseñados con precisión para servir funciones diversas. El diseño universal de los organismos era, para Paley, prueba convincente de haber sido diseñados por un Creador omnipotente. La teoría de la selección natural de Darwin demuestra que, por el contrario, el diseño de los seres vivientes se explica como resultado de procesos naturales, como la variación hereditaria y la reproducción diferencial de los organismos, sin necesidad de recurrir en cada caso a una intervención específica por Dios.

Hoy en día, la teoría de la selección natural participa de muchos conocimientos biológicos, procedentes de la genética, ecología, embriología, biología molecular y otras disciplinas biológicas, y está fundamentada en teorías matemáticas, algunas muy avanzadas y otras desarrolladas específicamente para resolver problemas de la evolución. Pero el meollo de la teoría, tal como fue propuesta por Darwin, es simple. Se basa en la observación (más tarde explicada científicamente por la genética) de que se dan en los organismos variaciones hereditarias que surgen espontáneamente y que pueden ser beneficiosas o perjudiciales a los organismos. Como pregunta retóricamente Darwin: “¿Podemos dudar de que los individuos que poseen alguna ventaja sobre otros, por leve que sea, tendrían mayor probabilidad de sobrevivir y procrear a los de su clase, y que cualquier variación perjudicial será rigurosamente destruida?” Darwin añade: “A esta preservación de las variaciones favorables y al rechazo de las variaciones perjudiciales, yo lo llamo Selección Natural”.

Respuestas al “diseño inteligente”
En la década de 1990, varios autores en Estados Unidos y otros países han resucitado el argumento de Paley a partir del diseño. Los que proponen el llamado “diseño inteligente”, que en su mayoría no son ni biólogos ni científicos, afirman de nuevo que ciertas características, como el ojo humano, o el mecanismo de coagulación de la sangre de los mamíferos, o el flagelo de las bacterias, son demasiado complicados, de modo que no pueden haber surgido por medio de procesos naturales. Los científicos han respondido con explicaciones detalladas de los procesos genéticos y fisiológicos que dan cuenta de la formación gradual de esos rasgos complejos, en consecuencia de la selección natural. Los argumentos a favor del diseño inteligente carecen de substancia científica y han sido rechazados por la ciencia. Pero, además de esta deficiencia racional, tienen implicaciones perniciosas con respecto a las creencias religiosas, porque implican que el ‘Diseñador Inteligente’ posee atributos que los creyentes no quieren atribuir al Creador. Los organismos están llenos de deficiencias y disfunciones, de manera que, si hubieran sido diseñados por un ingeniero, éste sería inmediatamente despedido por su empresa. La mandíbula humana es demasiado pequeña para los dientes, de manera que nos tienen que sacar la muela del juicio y enderezar los dientes. El ojo humano tiene un punto ciego, porque el nervio ocular cruza la retina en su camino hacia el cerebro. El canal natal de la mujer es demasiado pequeño para la cabeza del niño, de manera que millones de niños inocentes mueren al nacer.

El mundo de la vida está, además, lleno de crueldad y sadismo. Leones, tigres y aves de rapiña se alimentan matando a otros animales. Parásitos causan la malaria, la tuberculosis y el sida, que hacen sufrir y matan a sus víctimas. La revolución copernico-newtoniana hizo posible explicar las sequías, erupciones volcánicas, terremotos y tsunamis como consecuencia de procesos naturales, sin tenerlos que atribuir al Creador castigando a los humanos. De manera semejante, la teoría de la evolución explica los defectos, disfunciones, sufrimiento, crueldad y sadismo de los vivientes como consecuencia de procesos naturales, no de la incapacidad o perversión del Creador. Por eso, como explico en mi libro, Darwin y el diseño inteligente (Alianza Editorial, 2007), la teoría de la evolución debe verse como un gran regalo de Darwin a la religión.

Mutaciones beneficiosas
La teoría de la evolución explica las malversaciones del mundo viviente como consecuencia de dos procesos en parte contradictorios. El proceso de mutación es aleatorio y, por ello, muchas mutaciones son perjudiciales, aunque otras son beneficiosas. El proceso de selección es adaptativo porque multiplica las mutaciones beneficiosas y elimina las perjudiciales. La interacción de dos procesos, uno aleatorio y el otro determinístico, resulta en un proceso creador en el que entidades nuevas aparecen: los organismos que llenan la Tierra y que evolucionan a través del tiempo. La teoría de la evolución manifiesta la casualidad y la necesidad entrelazadas en el meollo de la vida; el azar y el determinismo enzarzados en un proceso natural que ha producido las más complejas, diversas y hermosas entidades del universo: los organismos que habitan la tierra, entre ellos los seres humanos que piensan y aman, dotados de libre albedrío y de poder creativo, y capaces de analizar el proceso mismo de la evolución que les dio existencia. Este es el descubrimiento fundamental de Darwin, que hay un proceso que es creativo aunque no sea consciente. Y esta es la revolución conceptual que Darwin llevo a cabo: que el diseño de los organismos se puede explicar como el resultado de procesos naturales gobernados por leyes naturales.

[Francisco J. Ayala es profesor de la Universidad de California y miembro de la Academia de Ciencias de EE.UU.]

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