jueves, 8 de julio de 2021

Antón Saavedra, demoledor en su nueva publicación....

El saqueo moral de Asturias En su último libro, “La Asturias saqueada” Antón Saavedra cuenta con rigor y detalle toda la maraña de corrupción de la minería asturiana. Por Xuan Cándano 7 julio 2021 San Esteban de Bocamar (1959). Periodista. Redactor en RTVE-Asturias. Fundador y exdirector de Atlántica XXII. Es autor de "El Pacto de Santoña" (Madrid, 2006) En Asturias hay un gran periodista de investigación, ya veterano, que ni tiene carnet ni pasó por la Facultad de Ciencias de la Información ni por redacción alguna. Ni falta que le hace. Es minero, fue sindicalista, incluso diputado, y se llama Antón Saavedra. Tiene todas las cualidades para la investigación periodística: es valiente, tenaz, incluso tozudo, y no tiene mala pluma, aunque a menudo es tan vehemente como su propia personalidad avasalladora. Acumula dossieres comprometedores, de esos que cuando gobernaba UCD el PSOE calificaba “de infarto”, aunque luego los de las tropelías de los socialistas se multiplicaron y más que crisis cardíacas supusieron auténticas metástasis en la débil democracia española. Antón también se documenta, tiene un archivo impresionante por el que ya padece dificultades de espacio y no para de publicar libros, siempre polémicos por su contenido explosivo, pero imprescindibles para conocer lo más oscuro de la historia contemporánea de Asturias. Literalmente oscuro, porque transcurre bajo la tierra, en las galerías de los pozos mineros que trajeron a Asturias riqueza y un movimiento obrero glorioso que acabó en la inmunda charca de la corrupción y el desencanto. Su último libro, “La Asturias saqueada”, es un detallado repaso de ese tránsito de la épica a la decepción. Antón Saavedra. Foto: David Aguilar Sánchez Durante muchos años y hasta no hace mucho la clase política asturiana presumió de honestidad, de haber convertido a Asturias en un oasis en la ola de corrupción, que en España es en realidad un temporal que nunca cesa, como ya apuntaba Carlos Marx en el siglo XIX y el historiador Paul Preston en su último libro. Ni oasis ni excepción, aquello era una enorme falsedad, una de esas que ahora están de moda y que me niego a denominar con el anglicismo que habitualmente se usa para describir el fenómeno. En cuanto se conoció el primer caso llegaron otros muchos, como una viga maestra que pudre y tira abajo el edificio entero. El Caso Marea es paradigmático, o transversal, por seguir con los vocablos de moda. Salpicó al PSOE, pero también al PP, y al Principado, a los ayuntamientos y a la Universidad, destapando unos vasos comunicantes que en realidad eran las cloacas por las que discurría la vida pública asturiana. Pokemon, El Muselón, Niemeyer, La Camocha, el Caso UGT, el Caso Villa, el Caso Hulla…. Presentación de “Asturias saqueada”. Foto: David Aguilar Sánchez El listado es enorme y realmente impresionante para una autonomía tan pequeña como Asturias. Y si desmoralizador es comprobar el tamaño de la hidra de la corrupción, teniendo en cuenta además que buena parte no aflora nunca, mucho más resulta comprobar su escaso castigo, cuando no su escandalosa impunidad. Basta echar un vistazo a algunas tramitaciones judiciales y sentencias. En el Pokemon quien peor parada resultó fue la jueza, condenada por el Consejo del Poder Judicial. En El Muselón y en El Niemeyer nunca se buscaron responsabilidades políticas, aunque fueron políticos y gobernantes los responsables de aquellos escandalosos despilfarros de dinero público. En La Camocha fue sorprendentemente anulada la sentencia de una jueza valiente y combativa, Charo Fernández Hevia, y buena parte de los condenados ya habían fallecido cuando llegó la definitiva. En el Caso UGT, pendiente de juicio, no estarán en el banquillo todos sindicalistas hacia los que apuntaban las investigaciones de la UCO de la Guardia Civil, para disgusto de sus agentes. Y sobre los que tienen como protagonista al que fuera todopoderoso José Ángel Fernández poco hay que decir, salvo que el exsecretario general del SOMA no cumplirá condena alguna por polémicos problemas de salud. “La corrupción asturiana es de izquierdas, como la autonomía” La corrupción asturiana es de izquierdas, como la autonomía. Y se explica en buena parte por la falta de alternancia política. Aún pervive un régimen socialista porque el PSOE, con sus sindicatos afines, el SOMA en la minería y la UGT regional en el metal, ejerce una absoluta hegemonía política desde hace más de cuarenta años. Ello se traduce en el monopolio del poder en las instituciones, salvo alguna época excepcional, como los efímeros gobiernos de derechas de Sergio Marqués o Francisco Álvarez-Cascos, o algunas islas, como la municipal de Oviedo, feudo del PP. Pero de la corrupción asturiana, que también es “a la asturiana”, no se puede culpar solamente a algunos dirigentes políticos y sindicales que fueron cazados con las manos en la masa. También apunta al propio movimiento obrero, de donde salieron buena parte de sus responsables, empezando por el propio José Ángel Fernández Villa, a quien en las cuencas comparaban con el fundador del SOMA, Manuel Llaneza. Si hay un acontecimiento relevante en el último medio siglo en todo el mundo es la desaparición del movimiento obrero y pocos lugares para observarlo como Asturias, un país de campesinos pobres hasta que llegó la industrialización a finales del siglo XIX con el carbón y los mineros, esos cíclopes que fueron la vanguardia del proletariado revolucionario y hasta llegaron a protagonizar una insurrección en 1934. Queda clase obrera, aunque ya no las catedrales industriales que la forjaron, esas grandes factorías con miles de trabajadores de mono y a turnos marcados por el sonido de las sirenas. Pero ya no existe el movimiento obrero, la unidad de acción de los trabajadores guiados por partidos y sindicatos, con su disciplina, sus valores y su orgullo. Eso no solo pasó a la historia, sino que lo hizo por la puerta trasera que da al patio oscuro del clientelismo y la corrupción. Eso cuenta con detalle y con dolor en “La Asturias saqueada” Antón Saavedra. Con detalle porque desde su archivo y con su explosivo estilo literario, seco y duro como la dinamita en el pozo, expone con rigor toda la maraña de corrupción de la minería asturiana, con su vertiente más grosera, el enriquecimiento personal de Villa y los suyos, pero también la más mundana, la del clientelismo más vil que representa la famosa “chequera”. Corrupción en la minería asturiana hubo desde que nació, porque siempre dependió de la subvención pública y eso en España es sinónimo de negocio oscuro, comisiones y picaresca. Pero con la corrupción en el sector ocurrió lo contrario que con el viaje del carbón hasta las fábricas: del exterior, de los negocios turbios entre empresarios y Estado, bajó al pozo, cuando una legión de mineros dejó de trabajar con las liberaciones sindicales y el invento de la “chequera”en los primeros años de la Transición. “Corrupción en la minería asturiana hubo desde que nació, porque siempre dependió de la subvención pública” Saavedra también escribe con dolor en su último libro de este proceso, porque mucho peor que el cierre de los pozos es la pérdida de valores de aquella vanguardia del movimiento obrero que nos legó tantos derechos democráticos y el Estado del bienestar, ahora amenazado. La solidaridad, el compañerismo, la dignidad. Nada menos. Valores enterrados, como las galerías mineras de los pozos cerrados, por una infame mezcla de individualismo, codicia y narcisismo, esa tridente de la modernidad. El saqueo moral en Asturias es mucho más grave que el de la riqueza que tan bien describe Antón Saavedra, porque lo precede y es su origen. Y no hay jueces, fiscales o policías que lo persigan ni sumario que lo describa. No se puede juzgar a un pueblo entero. Lo harán las próximas generaciones si es que llegan en Asturias, en peligro de extinción con el invierno demográfico. Y no serán probablemente muy complacientes. Ya se atisba ahora con los pocos jóvenes que no emigran de Asturias y ven con cierto desprecio al obrerismo y a sus líderes como un vestigio del pasado, sepultado bajo la losa de la corrupción que les robó el futuro.

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