sábado, 5 de junio de 2021

Día Mundial del Medio Ambiente...

¿Quieres salvar el planeta para tus hijos? Tienes que rebelarte ya Las causas del cambio climático no tienen freno y los gobiernos no reaccionan a pesar de las alertas científicas DOMÉNICO CHIAPPE Texto SANDRA LOSADA Gráfico Sábado, 5 junio 2021, 09:33 ¿Todavía es posible salvar el planeta? Cuando hablas con los científicos que forman parte del panel de expertos de Naciones Unidas responden que sí, pero que hace falta una rebelión ciudadana. ¿Por qué? Porque los Gobiernos, que son los que tienen la responsabilidad de elaborar y ejecutar las políticas salvadoras, no actúan con contundencia. Una impresión que refrendan otros expertos, como los que firman el último documento para el Ministerio de Transición Ecológica que alerta de la catástrofe. Todo lo que has hecho hasta ahora, guiado por los mensajes oficiales, sirven de poco. Resulta que separar la basura, fabricar vehículos eléctricos (o cambiar el coche de gasolina por un todoterreno híbrido) o comprar productos con etiquetas ecológicas no han frenado el calentamiento, como te aseguraban. Ni lo harán. Este sábado, 5 de junio, que se celebra el Día Mundial del Medio Ambiente, el panorama real es que las emisiones de gases de efecto invernadero no se reducen, el planeta se recalienta cada vez más y los contaminantes como el plástico baten récords de producción. Además, los científicos alertan que los peligros del cambio climático pueden aumentar, debido a las consecuencias que tienen algunas de las medidas que aplican gobiernos y empresas, pues en el fondo son elitistas y multiplican el sufrimiento de los más vulnerables. España no es la excepción. De hecho, parece ser el reflejo de estas advertencias. A la lista conocida de calamidades generadas por la variación de las temperaturas, las lluvias y los vientos –como desertificación, subidas del nivel del mar, erosión costera, olas de calor y frío, retroceso de los glaciares y las nieves–, se suman ahora los nuevos riesgos que hasta ahora no habían sido relacionados con el cambio climático. Incluso uno de los mayores hallazgos de la medicina, el uso de antibióticos contra las infecciones, se encuentra al borde de la inutilidad. El auge de las bacterias ultrarresistentes, que causan la muerte de 3.000 personas al año en España, se relaciona con los fenómenos extremos producidos por el calentamiento del planeta. «El cambio climático influye porque, por una parte, fuerza a poblaciones de animales y plantas a trasladarse a zonas distintas a las que habita y, por otra, aumenta los episodios intermitentes de sequías y lluvias torrenciales. Ambos eventos favorecen la movilización de los genes responsables de la resistencia a los antibióticos en las bacterias», explica Mayte Muniesa, investigadora de Microbiología de la Universidad de Barcelona. Al estar contaminados por antibióticos, que provienen del uso animal y humano, en los sedimentos fluviales y las aguas residuales sólo sobreviven aquellas bacterias capaces de desarrollar inmunidad. Concentradas con la sequía, «salen de golpe en grandes cantidades con las lluvias torrenciales que remueven el fondo». Sus resistencias se transportan y transmiten entre «hermanas» hasta llegar al ámbito clínico. El calentamiento global del planeta está en niveles máximos. La contaminación del aire en las grandes ciudades es la responsable de más de 200.000 muertes prematuras en España y la contaminación de los océanos afecta a unos 3.000 millones de personas en todo el mundo. Estas son algunas de las causas del cambio climático: Hasta el momento, la temperatura ha aumentado 1,2ºC y la humanidad intenta hacer frente al cambio climático con estrategias de mitigación (a largo plazo y sistemáticas) y adaptación. Pero la realidad es que, por ejemplo, los mares Cantábrico y Mediterráneo son «caldos de toxinas» elaborados con plástico, mercurio, pesticidas, químicos agrícolas, industriales e hidrocarburos. Y el pronóstico no es alentador... Y eso que la temperatura global de la tierra disminuyó 0,01ºC durante la pandemia. Así que inundaciones, incendios, olas de frío y calor, deshielo, sequía o fenómenos meteorológicos extremos son algunas de las consecuencias del cambio climático, pero hay otros peligros emergentes : AUX STEP FOR JS Los «riesgos emergentes» hacen que el prestigioso Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) revisen el mismo concepto de «riesgo» en su sexto informe, previsto para 2022. Ahora se define como el «potencial de consecuencias adversas para los sistemas humanos y ecológicos» surgidos tanto del impacto climático como de la «respuesta humana». El Gobierno español reconoce ahora que «la resistencia a antibióticos» y «los nuevos contaminantes en aguas» son «factores de vulnerabilidad emergente». «Es un peligro emergente con conexión al cambio climático que amenaza el sistema público de salud», confirma Elena Galán, investigadora del Basque Centre for Climate Change (BC3) y coordinadora del documento 'Impactos y riesgos derivados del cambio climático en España', publicado por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. «Son riesgos que hemos creado nosotros y que recién hemos relacionado con el clima. Hasta ahora no se había considerado a los antibióticos como un contaminante, pero es muy peligroso y debemos comenzar a hacerlo». Con el planeta al borde del abismo, lo que antes eran amenazas se transforman en hechos consumados en este mismo momento. Además de las muertes ocasionadas por infecciones que los antibióticos ya no pueden controlar, «el clima es más extremo, el nivel del mar se eleva y el periodo de sequía es más largo», ratifica Fernando Valladares, director del Museo Nacional de Ciencias Naturales y científico adscrito al Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). «Tenemos más velocidad del viento y más ciclones cada temporada, las infraestructuras portuarias comienzan a estar afectadas en toda la línea de costa española y hay más incendios. Afecta a la vegetación natural y a los cultivos, mientras disminuyen los recursos hídricos. La situación es insostenible y está sucediendo ya. Hablamos de 'emergencia climática' porque ya genera grandes impactos en la salud humana». También en las ciudades «hay mucha evidencia científica del impacto del cambio climático: inundaciones, sequías, olas de calor...», mantiene Vanesa Castán, investigadora de la Universidad de Sheffield y participante en el próximo informe del IPCC. «Preocupa el efecto en las ciudades de costa y la reducción en la disponibilidad de agua en distintas urbes, en ocasiones por el deshielo de los glaciares o las largas sequías». Carrera rápida al abismo La deriva del planeta comenzó con la revolución industrial, en el siglo XIX. Como la «vida moderna está basada en la producción y el consumo, se generan desechos en forma de gases que se acumulan en la atmósfera y tienen la propiedad de atrapar el calor que recibimos del sol. Es lo que llamamos 'efecto invernadero'», explica Sergio Henrique Faria, otro de los científicos que preparan el próximo reporte del IPCC e investigador del BC3. «Cuantos más somos en nuestro planeta, y cuanto más producimos y consumimos, más de esos gases se acumulan en la atmósfera. La concentración de uno de ellos, el dióxido de carbono (CO2), está en niveles jamás vistos en el último millón de años. Esa subida desenfrenada de los gases de efecto invernadero es la causa del cambio climático antropogénico, es decir, causado por los humanos. Cuanto más sube la temperatura media del planeta, más aumenta también la energía que se mueve de un lado a otro causando inestabilidades en el clima». Para frenar ese calentamiento, los Gobiernos firmaron el Acuerdo de París, con el objetivo de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero para que la temperatura del planeta no aumente más de 1,5ºC con respecto a la que había en la era preindustrial, es decir, en las primeras décadas del XIX. Cinco años después es tan poco lo que se ha avanzado en este sentido que los científicos advierten que la temperatura sobrepasará los 2ºC, a menos que las políticas cambien de forma radical. «Es muy improbable que nos quedemos en la zona de seguridad de 1,5ºC», ratifica Valladares. Incluso la ONU, en su informe 'Brecha de emisiones' del año pasado deja entrever que el mejor escenario está en los 2ºC extras. No menos. Y eso siempre que los Gobiernos aprovechen las «oportunidades». ¿Por qué hace falta que te rebeles, exigiendo participar en las decisiones políticas, para que los gobiernos aparten sus propios intereses y actúen en línea con lo que dice la ciencia? Porque con una proyección basada en los objetivos fijados para 2030 (una reducción del 50% en Europa y del 23% en España con respecto a 1990, por ejemplo) el incremento se sitúa en un catastrófico 3,2ºC. «La diferencia de medio grado tiene un gran impacto en el clima», continúa Valladares. «Los 2ºC es la línea roja que no debemos cruzar porque pone en marcha grandes mecanismos del clima, con una mayor inestabilidad y una fase de amplificación, que no es lineal sino exponencial, de lo que ya ocurre. Ya estamos en los 1,2ºC de calentamiento (a sólo tres décimas del objetivo de París). Desde la COP25 (Cumbre del Clima de Naciones Unidas celebrada en Madrid en 2019) la temperatura ha aumentado 0,1ºC. Tenemos que desacelerar pero el freno se ha metido con poca decisión». Ni siquiera la aparición de la pandemia, que paralizó durante meses buena parte de la industria mundial, puede disminuir lo necesario para frenar la escalada: según Naciones Unidas, con el 7% de reducción de emisiones de ese periodo apenas logra una bajada de 0,01ºC al total que se acumulará en tres décadas. «Hemos puesto en la atmósfera todo el CO2 fijado debajo del suelo durante siglos. ¿Cómo interrumpimos eso?», reflexiona Galán. «Hay volver a fijarlo en la tierra pero no tenemos miles de años». Al calor de las mariposas En los sistemas terrestres el efecto del cambio climático araña con la suavidad del vuelo de un bicho, casi imperceptible pero con firme avance. Son los insectos los primeros que colonizan regiones que comienzan a transformarse por el calentamiento global. Una mariposa, por ejemplo. En España, la oruga de la especie 'Thaumetopoea pityocampa' conocida como «procesionaria», se empieza a ver en parques de ciudad y reservas naturales del norte de la península, con una intensa actividad de defoliación de la masa forestal. Llega a estos nuevos parajes porque sus barreras naturales han desaparecido con el cambio climático. «El insecto se dispersa por la vía de las mariposas», explica Galán. «Hacen vuelos nocturnos, pero nunca por lugares con temperaturas por debajo de los 14ºC. Con un clima cada vez más cálido, esa barrera ya no existe y en el norte se está viendo el daño a los bosques». El calentamiento afecta ya a los cultivos y la ganadería, que pierden productividad y obligan a retrasar o adelantar las cosechas. En el ganado, el estrés también baja la producción de leche y el calor puede generar mortalidades en las vacadas y rebaños, indica Galán. La calidad también se resiente. «El cambio climático afecta la seguridad alimentaria en términos de soberanía alimentaria», vaticina. «El mundo agrícola será muy diferente». El 95% de la producción de alimentos se produce en lugares donde la lluvia, la temperatura y la aridez convergen de forma ideal para el crecimiento de la vida. Por el efecto invernadero, estos «espacios climáticos seguros» se comienzan a desestabilizar con gran rapidez, si se compara con la variabilidad del entorno desde la edad de hielo, e impide que los cultivos y ganado se adapten, según un estudio publicado en la revista 'One Earth'. Se producirán menos alimentos en el futuro inmediato. Con un escenario de 3ºC mayor a la era preindustrial (el doble que el objetivo del 1,5º), la quinta parte de la producción mundial de alimentos quedaría fuera de un espacio climático seguro, y si el aumento llegara a 5ºC, sería un tercio, concluyen los investigadores. Los cultivos en España también peligran. «Si la temperatura aumentara 3ºC estimamos que el 23% de las zonas españolas donde actualmente se cultiva quedaría fuera del espacio climático seguro, aunque el sector ganadero sí permanecería dentro», señala Matti Kummu, investigador de la finlandesa Universidad de Aalto y autor principal del estudio. «Con una subida de 2ºC toda la producción de alimentos en España seguiría dentro del espacio climático seguro, pero con 5ºC de más, estaría en riesgo alrededor del 30% de la producción de cultivos alimentarios». A los eventos propios del clima, que embisten los ecosistemas tanto naturales como humanos hay que añadir los diferentes tipos de contaminación que envuelven aire, agua y suelos. Sólo la de los océanos afecta a unas 3.000 millones de personas, según un estudio del Observatorio Global de Contaminación de la Salud del Boston College. Los mares, entre ellos el Cantábrico y el Mediterráneo, se han convertido en un «caldo de toxinas» elaborado con plástico, mercurio, hidrocarburos, pesticidas y químicos agrícolas e industriales, revela el artículo publicado en 'Annals of Global Health'. Causan daño en la salud humana a través de la ingestión de mariscos y peces hasta «propagar infecciones potencialmente mortales». El mercurio y las partículas microscópicas de plásticos acumuladas en la fauna marina, y las toxinas de algas que florecen por las aguas residuales, se asocian con «demencia, amnesia, daño neurológico y muerte rápida». «Las aguas más afectadas por la contaminación de los océanos son el Mediterráneo, el Báltico y los ríos asiáticos», alerta este metaanálisis basado en datos de unos 600 informes científicos. La contaminación del aire concentrada en las grandes ciudades se debe a dos elementos principalmente: las partículas finas (PM 2,5) en suspensión y el dióxido de nitrógeno (NO2), emitidos por los vehículos de combustión de energía fósil y otras industrias. Ambas son responsables de casi más de 200.000 muertes prematuras en Europa, según un estudio del Instituto de Salud Global de Barcelona (Isglobal), publicado en 'The Lancet'. España es uno de los países que concentra más gas tóxico en sus centros urbanos: en Madrid la mortalidad por NO2 puede llegar al 7% de todas las muertes naturales. El peligro aumenta de forma exponencial. Quizás lo hayas notado en el lugar donde vives. El efecto invernadero es el proceso natural de calentamiento de la tierra a través de los gases de efecto invernadero. Estos gases, presentes en la atmósfera, retienen parte del calor del sol, lo que hace que mantenga las condiciones necesarias para la vida. Así pues, el calentamiento global es el aumento de la temperatura en la atmósfera, provocado por las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de la actividad humana. Este calentamiento hace que se produzcan variaciones en el clima que de manera natural no sucederían. Y cuando aumenta el calor de una región los insectos son los primeros en colonizar las zonas afectadas . Por ejemplo, la especie de mariposa 'Thaumetopoea pityocampa' solo puede volar en zonas que superen los 14ºC. El aumento de las temperaturas también permite la expansión del 'Aedes albopictus', portador de enfermedades víricas. Es una especie invasora y urbanita que depende de la temperatura y que transmite el virus del dengue, chikungunya y zika . ¿Cómo? Con el cambio climático y la globalización, desde la cuenca mediterránea se desplaza al centro de Europa, donde las temperaturas comienzan a favorecer su reproducción. También empieza a colonizar zonas de mayor altitud en España. Así, las consecuencias del cambio climático ya pueden verse, pero también hay algunas soluciones que pueden ponerse en práctica para hacerle frente: AUX STEP FOR JS Aunque el hombre está lejos de la desaparición como especie, incluso con drásticos cambios en la climatología del planeta, su huella podría empujar hacia la extinción a «grupos enteros de especies», como pangolines, tapires, lagartos, lemures, tortugas, ranas, según una investigación de la Sociedad Zoológica de Londres, publicado en 'Nature'. También mermarán los espacios verdes como el bosque boreal, la mayor zona climática del planeta que perdería cuatro millones de kilómetros cuadrados, casi su cuarta parte, señala el trabajo de la Universidad de Aalto, y la tundra ártica desaparecería por completo, mientras que el trópico, con sus bosques secos y zonas desérticas, engrosaría. Las consecuencias del cambio climático no son las mismas en todo el planeta, dividido desde 2020 en 46 regiones terrestres y 15 oceánicas por los expertos del panel de Naciones Unidas, según lo publicado en la revista 'Earth System Science Data'. «Dentro de nuestra definición de regiones de referencia, España se encuentra en una que llamamos 'mediterránea'», explica Faria. «Es muy especial por su diversidad climática y porque es una de las tres 'regiones mixtas', consideradas al mismo tiempo terrestres y oceánicas (las otras dos son el Caribe y el sudeste de Asia). Esa es una característica importante, porque son susceptibles tanto a cambios climáticos terrestres como oceánicos». Nuevos urbanitas mediterráneos El peligro a enfermedades víricas como dengue, chikungunya y zika también aumenta con los grados centígrados. En España y el centro de Europa la calidez permite la expansión de portadores de patógenos, como el 'Aedes albopictus'. «Son enfermedades infecciosas que generan epidemias que, como hemos visto con el coronavirus, pueden hacer colapsar un sistema sanitario», afirma Frederic Bartumeus, investigador del CSIC adscrito al Centro de Estudios Avanzados de Blanes. «Este vector es una especie invasora y urbanita. Una mayor temperatura puede hacer que sus ciclos biológicos sean explosivos. Una hembra que vive 20 días podría reproducirse cuatro veces, en lugar de dos, y dejar en 100 y 300 huevos por puesta». Con el cambio climático y la globalización, los mosquitos se desplazan de la cuenca mediterránea al centro de Europa, donde las temperaturas comienzan a favorecer su reproducción, mientras que en España escalan en altitud. «En diez años pueden estar en los Pirineos», dice Bartumeus. En su reciente documento sobre los efectos climáticos en España, el Ministerio de Transición Ecológica admite que las enfermedades que hasta ahora no eran endémicas, como las transmitidas por insectos como «garrapatas o los mosquitos en regiones húmedas», constituyen ahora «un riesgo adicional para la salud pública». «Hemos puesto en la atmósfera todo el CO2 fijado debajo del suelo durante siglos» «Hemos puesto en la atmósfera todo el CO2 fijado debajo del suelo durante siglos» ELENA GALÁN / BC3 Gracias a la experiencia española desarrollada desde 2004, cuando se registró el primer mosquito tigre en la costa mediterránea, se comprueba que el calor y las lluvias permiten que se alarguen las estaciones propicias para la reproducción del insecto. «El ciclo larvario se acelera y en vez de poner cada semana, puede hacerlo cada cinco días, con un crecimiento exponencial», dice Bartumeus. Se incrementan las probabilidades de transmisión de virus, puesto que el insecto pica a los humanos para extraer la sangre necesaria para su reproducción y el virus viaja en la saliva que inocula. «Algunas de estas enfermedades son realmente emergentes porque sólo constaban en otras partes del mundo, pero otras, como el dengue y la fiebre amarilla, son re-emergentes, porque ya existían en España y se logró erradicar tanto la enfermedad como el vector». Ahora regresan. Y morirán los humanos más vulnerables. ¿Y la pandemia de la covid? Todavía se desconoce su origen, pero sí está clara la conexión de los coronavirus con la degradación del medio ambiente. Esta enfermedad que nos ha tenido aislados durante más de un año es otro de los «riesgos relacionados con el cambio climático porque todo tiene que ver con la degradación del ambiente», señala Valladares. «Para la covid hay relaciones indirectas, que favorecen la expansión de los vectores de contagio». Estos nuevos peligros emergen en combinación con otros factores humanos como «la superpoblación humana, el crecimiento urbano o la proliferación de viajes internacionales», especifica Faria. «El problema es que predecir una pandemia es como predecir el próximo gran terremoto en Estambul o San Francisco: sabemos que va a ocurrir y que podría suceder en cualquier momento, pero es difícil indicar exactamente cuándo, con qué tipo de enfermedad y con qué intensidad ocurrirá». «Escuchar es el primer paso para abordar el cambio climático. Pero hay que seleccionar las acciones adecuadas, encontrar medios y ejecutarlas» «Escuchar es el primer paso para abordar el cambio climático. Pero hay que seleccionar las acciones adecuadas, encontrar medios y ejecutarlas» SERGIO HENRIQUE FARIA / IPCC / BC3 La contaminación del aire, las radiaciones ultravioletas, el asentamiento de agentes patógenos y sus transmisores ya se dejan sentir en España, cuya península también puede dividirse en dos grandes zonas según la influencia de sus mares. «La subida del nivel del mar causa impactos importantes en áreas portuarias en la zona cantábrica», explica Marta Olazabal, responsable del grupo de Adaptación al Cambio Climático del BC3. «En las ciudades mediterráneas el principal problema son las olas de calor y las precipitaciones intensas». Las olas de calor repercuten directamente en la salud humana, explica la investigadora, mientras que los episodios anticiclónicos agudizan la contaminación atmosférica al evitar la dispersión de los contaminantes. Olas de frío, aunque en menor medida, e incendios en zonas como Madrid también se presentan en las aglomeraciones urbanas. «El gran error es no introducir actualmente los criterios climáticos en cualquier actuación política» «El gran error es no introducir actualmente los criterios climáticos en cualquier actuación política» MARTA OLAZABAL / BASQUE CENTRE Mitigación y adaptación Así como la mariposa de la procesionaria conquista nuevos espacios con su vuelo nocturno, los agricultores también movilizan sus plantas. Por ejemplo, los viñedos ganan altitud. «La uva tiene dos tipos de maduración», explica Galán. «Al desacoplarse la maduración con el aumento de las temperaturas se tiene que elegir entre grados de alcohol y componentes del aroma. Es paradigmático el caso de Bodegas Torres, que ya está cultivando en cotas muy altas, donde nunca se había cosechado porque la vid no soporta las heladas, mientras que en cotas bajas están teniendo que adelantar la vendimia». Este vino extraído de las cimas es un buen ejemplo de la adaptación al cambio climático, en una época de eventos extremos que degradan en la última década incluso las pinturas rupestres que aguantaron unos 40.000 años intactas. Según una investigación de la Universidad de Griffith, publicada en 'Scientific Reports', la roca de la cueva indonesia que alberga la plantilla más antigua de una mano empieza a desprenderse en forma de escamas, debido a que la intermitencia de las lluvias y la sequía potencian la acción del azufre y otras sales. La capacidad para acomodarse al clima por parte del ser humano comenzó hace 400.000 años, cuando desarrolló herramientas y modificó comportamientos para aclimatarse a la transformación de los ecosistemas de África Oriental, asegura una investigación del Smithsonian publicada en 'Science Advances'. Fue un lapso de incertidumbre y alteraciones en las condiciones de vida, que tuvo un ritmo adecuado para esa adaptación. Frente al actual impacto del cambio climático, vertiginoso en comparación con la del humano antiguo, la estrategia cruza dos líneas de acción complementarias: mitigar y adaptar. La mitigación comprende medidas globales, oficiales y a gran escala, como la reducción mundial de gases de efecto invernadero, que incluye una transición ecológica para desterrar la utilización de combustibles fósiles. Requiere una planificación más sistemática, explica Galán, en la que debería primar la evidencia científica. Porque «escuchar a la ciencia y los científicos» es una reivindicación de la sociedad civil frente a los gobiernos y los intereses económicos y políticos, que fue muy bien escenificada por los jóvenes en la Cumbre del Clima que se celebró en Madrid (COP25). «La función de IPCC es informar periódicamente acerca del estado del conocimiento científico sobre el cambio climático, sus implicaciones y posibles riesgos futuros, así como presentar opciones de adaptación y mitigación», opina Faria. «Sus informes son neutrales y no son preceptivos. Pero debido a su naturaleza intergubernamental esta información tiene gran interés y relevancia para las negociaciones internacionales, y ha sido suficientemente escuchada por los gobiernos. Sin embargo, escuchar es simplemente el primer paso para abordar el cambio climático. Escuchar significa identificar y conocer el problema. Pero si queremos resolverlo hay que seleccionar las acciones adecuadas, encontrar medios para llevarlas a cabo y, por fin, ejecutarlas». Una rebelión ciudadana La adaptación, por su parte, consiste en una serie de tácticas, muchas veces intuitivas, para paliar los efectos inmediatos. «Nadie es un sabio del cambio climático», dice Castán. «Se pueden tener ideas sobre qué hacer aunque no exista una solución perfecta. Lo importante es que la adaptación se corresponda con el contexto y la planificación de medidas dependan de la consulta al ciudadano». En la adaptación, «las soluciones de éxito para los recursos hídricos, el confort térmico o la protección de las ciudades costeras están basadas en la naturaleza», asegura Olazabal. «En España el gran problema es que hay mucho suelo construido y las soluciones basadas en la naturaleza se limitan a regenerar una zona, como la rehabilitación de edificios para que mantengan una buena temperatura, y no a cambiar el diseño de la ciudad. Se apoyan los proyectos de fácil implantación y no un cambio radical del entorno». Más allá de los lemas acuñados en torno a las pequeñas acciones domésticas, como reciclar, las «rutas para el ciudadano» en la gestión ambiental se dirigen, en realidad, a influir en la toma de decisiones. El plástico, que ya se cuela en la dieta humana, es un caso paradigmático: mientras el discurso oficial repite que la gente debe evitar su consumo, la producción mundial crece con ritmo sostenido y supera los 420 millones de toneladas anuales, según la investigación del Boston College. Más del 40% se destina a un solo uso, sin que el consumidor tenga alternativas reales y prácticas, por la insuficiente regulación de sus gobiernos. En España, por ejemplo, el 70% del plástico usado, que debería reciclarse, acaba en vertederos e incineradoras, según datos oficiales. «El reto individual es de tipo político», sostiene Olazabal. «La situación es insostenible y ya genera grandes impactos en la salud humana» «La situación es insostenible y ya genera grandes impactos en la salud humana» FERNANDO VALLADARES / CSIC «Lo primero es el activismo político, en el que cada uno cambia de mentalidad y aporta nuevas imaginaciones», coincide Castán. «Lo segundo es la participación en los procesos de planificación local. Ahora el ciudadano influye poco y debe ser más activo en ese reclamo, a pesar de que los planificadores a veces no confían en lo que le dicen los habitantes de un lugar. En tercer lugar, las personas deben asumir un rol más activo en los cambios de su propio medio ambiente y en la creación de nuevos proyectos de infraestructura, sobre todo en los proyectos de energía como las comunidades para generar electricidad. En los sistemas energéticos comunitarios la tecnología es renovable y está fuera de la red nacional, y las comunidades beneficiadas tienen un alto grado de control sobre la gestión de los servicios». Cuando se transitan esas tres «rutas del ciudadano», «las comunidades tienen acceso al manejo y toma de decisiones», insiste Castán, cuya área de especialización es la transición energética y el desarrollo urbano. «Pasan a tener el control». Las soluciones buscan eliminar el consumo de combustible fósil y reducir la emisión de gases de efecto invernadero, abandonar el plástico, mejorar la gestión de los residuos, reutilizar más que reciclar y desperdiciar, crear comunidades energéticas e implementar nuevas formas de suministro eléctrico, mejorar las prácticas animales y clínicas (contra las bacterias ultrarresistentes), reforzar las barreras naturales, cuidar el suelo con suficiente materia orgánica, invertir en eficiencia energética de los hogares y apostar por el decrecimiento de la economía, enumeran los científicos consultados. Pero «en el mundo de hoy las medidas se deben tomar a nivel global o no sirven para gran cosa», dice Muniesa, cuyo estudio tuvo financiación de la Fundación Areces. «Mientras mitigamos, nos adaptamos», resume Valladares. «El equivalente en la pandemia sería que nos adaptamos con la vacuna y mitigamos con políticas de preservación del medio ambiente». Los riesgos invisibles Una adaptación que ocasiona desprotección a los grupos vulnerables es también una «respuesta humana» al cambio climático con efecto adverso sobre los ecosistemas y los individuos, en este caso la gente con mayores carencias, y encaja en la nueva definición de «riesgo» climático del IPCC. Aun cuando sean bien intencionados. No hace falta traspasar fronteras para ver la desigualdad aumentada por el cambio climático. Sucede en una misma comunidad. Además de la debilidad individual por la condición física frente a la contaminación atmosférica o la calidad del agua, los grupos más expuestos a la inclemencia ambiental son aquellos con renta más baja o pobreza energética, afectadas por su tipo de vivienda o el entorno en que viven. «Si bien los proyectos ambientales están agregando valor a los entornos urbanos, algunos están teniendo impactos no deseados, particularmente en grupos marginados que están siendo expulsados por las condiciones cambiantes de habitabilidad, como la apreciación de los valores de las propiedades y los costos de alquiler», alerta Castán. «Hay que hablar de transición justa porque hay casos en los que al impacto del cambio climático se añade la discriminación social. Los más vulnerables son los que, además, tienen menos acceso a la estructura de decisión». En España, «muchas intervenciones de adaptación al cambio climático, como las mejoras de espacios públicos y rehabilitación de edificios, no se hacen donde se concentra la población más vulnerable, en los barrios periféricos, por ejemplo», coincide Olazabal. «Existe también una dinámica perversa entre la creación de espacios de mayor confort térmico y la gentrificación que sucede cuando esas áreas mejoran y reacciona el mercado inmobiliario. Hay comunidades enteras que no se pueden permitir alquilar en ciertas zonas a causa de la mejora del espacio público». «Ahora el ciudadano influye poco y debe ser más activo en ese reclamo» «Ahora el ciudadano influye poco y debe ser más activo en ese reclamo» VANESA CASTÁN / UNIVERSIDAD DE SHEFFIELD / IPCC En los trabajos científicos para afrontar los riesgos del cambio climático se exploran vías de desarrollo sostenible, límites de la adaptación, riesgos residuales en sistemas naturales y humanos, necesidades financieras, efectos sociales de las emisiones de gases de efecto invernadero, transformación económica y tecnologías disponibles, según distintas directrices del IPCC. La mitigación, sin embargo, tiene límites, recuerda en su quinto informe. Depende de las «dimensiones tecnológicas, económicas, políticas y sociales». «Sí, tenemos tecnología pero hace falta la voluntad de aplicarla, con la política y la sociedad como escollo principal», dice Valladares. «El desafío no está en más tecnología que produzca el milagro de hacer todo igual pero que la vida no cambie. No podemos tener una actitud destructiva y compensarla con tecnología. Debe cambiar la relación con la naturaleza». Una verdadera rebelión individual y colectiva. La humanidad dispone de «viabilidad técnica» para hacer «posible reducir las emisiones lo suficiente como para tener un 50% de posibilidades de limitar el calentamiento a menos de 2ºC en relación con el preindustrial», dicen los expertos de Naciones Unidas. Eso podría suceder si las emisiones globales caen hasta el 70% en 2050 con respecto a 1990. Ahora bien, esos mismos límites de la mitigación hacen improbable alcanzar los objetivos de París, desliza el panel de científicos. «El gran error es no introducir actualmente los criterios climáticos en cualquier actuación política», señala Olazabal. La adaptación tiene también límites: financieros, sociales, políticos, cognitivos o geográficos. Es restringida la capacidad para adaptarse a los «impactos crecientes del aumento del nivel del mar» o a la «pérdida de suministros de agua como resultado del retroceso de los glaciares», indica el reporte del IPCC. «Abordar los desafíos ambientales globales requiere una reorganización fundamental de los sistemas de producción y consumo actuales, lo que significa abandonar el crecimiento como la principal estrategia para el bienestar», sentencia Castán. A medida que el conocimiento aumenta, la vigilancia del riesgo se ensancha. Hace dos décadas apenas, el IPCC admitía que «pocos estudios» habían «cuantificado específicamente los efectos del clima en las personas expuestas». Ahora se habla de nuevos riesgos, pero su exploración resulta aún tan insuficiente como las medidas reales que pueden contener la emisión de gases de efecto invernadero y todos sus efectos en el clima. El planeta se rompe y se hace tarde. Fuentes

No hay comentarios: