domingo, 17 de octubre de 2021
Lo que pudo ser y....* Honor y Gloria *
El Oviedo obrero en la Revolución del 34
Trabajadores de la industria y los servicios, y mujeres de los barrios populares participaron en una insurrección contra el Gobierno, que llegó a tomar el control de la capital asturiana.
Por
Diego Díaz Alonso
17 octubre 2021
Historiador y activista social. Escribió en La Nueva España, Les Noticies, Diagonal y Atlántica XXII. Colabora en El Salto y dirige Nortes.
Faustino Álvarez, obrero de la Fábrica de Armas de La Vega, José Suárez, empleado de almacén, Justo Fernández, cajero de banca, Valentín García, camarero, Manuel Castañón, minero de Olloniego, Emilio Rodríguez, campesino de la parroquia Abuli… Todos son nombres de trabajadores ovetenses, vecinos de diferentes barrios y pueblos de la capital asturiana, encarcelados tras el fracaso de la huelga general revolucionaria de octubre de 1934 y que figuran en el documento “Los presos de Asturias. ¡Acusamos!”, un folleto editado en 1935 para denunciar públicamente las torturas sufridas por los presos políticos de la Cárcel Modelo de Oviedo/Uviéu.
La cárcel de Oviedo/Uviéu en una foto de archivo.
Oviedo/Uviéu fue sin duda el gran escenario de los combates de la fallida revolución de 1934, pero también la localidad de muchos de los trabajadores que participaron junto a mineros y otros obreros venidos de las cuencas en aquel fallido movimiento insurreccional contra el Gobierno del Partido Radical y la CEDA. Un levantamiento obrero que fracasó pronto en el resto de España, pero que en Asturies llegó a controlar durante casi dos semanas gran parte del territorio. La batalla por la capital fue crucial. Y es que, que la ciudad cayera o no en manos de los revolucionarios no era un tema menor, y tanto las fuerzas de la Alianza Obrera, que agrupaba a socialistas, libertarios y comunistas, como las del gobierno conservador de la República, se emplearon a fondo en defender sus respectivas posiciones. La Catedral, la Universidad o el Teatro Campoamor, fueron parte de los daños colaterales producidos durante esos algo más de siete días que estremecieron a una ciudad que en 1934 rondaba los 75.000 habitantes. Las imágenes del centro de la capital asturiana en ruinas, y en la que los revolucionarios llegaron a tomar el Ayuntamiento y otros puntos estratégicos, poniendo en jaque a las fuerzas del Estado, anticiparon lo que dos años más tarde sería la Guerra Civil, y sacudieron a la opinión pública asturiana y española, que, desde la Semana Trágica de Barcelona, en 1909, no había visto destrucciones comparables en una ciudad del país.
Destrucciones en el corazón de Oviedo/Uviéu.
El peso cualitatitivo y cuantitativo de los mineros y de las cuencas en los hechos de octubre, ha terminado invisibilizando a otros colectivos de trabajadores que también participaron en el movimiento, así como escenarios del conflicto como Xixón, Avilés, Llanera, Grao o Muros del Nalón, que también vivieron con intensidad, en sus respectivas escalas, la sacudida revolucionaria de octubre. Asimismo, el componente revolucionario local en la batalla de Oviedo/Uviéu ha quedado invisibilizado por lo que muchas veces se ha simplificado y reducido a una suerte de “invasión” o “ocupación minera” de la capital. Y eso a pesar de que una joven carbayona, la comunista Aida Lafuente, ha quedado para la posteridad en el imaginario colectivo como la más conocida “martir” de la represión gubernamental del 34.
Cartel del Socorro Rojo editado durante de la Guerra Civil
Lo cierto es que Oviedo/Uviéu no fue solo el principal escenario de la revolución, sino también el epicentro de buena parte de la actividad política previa que condujo a las jornadas de octubre. Fue el diario Avance, con sede en la capital asturiana, propiedad del SOMA-UGT, y dirigido por el combativo periodista Javier Bueno, un socialista sin partido, el que hizo una activa campaña por la convergencia de todas las tendencias políticas del obrerismo asturiano en la Alianza Obrera, un movimiento unitario que el Bloc Obrer i Camperol había impulsando desde diciembre de 1933 en Catalunya y que se había ido extendiendo al resto del país de manera muy irregular a lo largo de 1934. Asturies será de hecho la única región española en la que Alianza logre incorporar a las tres grandes familias del movimiento obrero, socialistas, anarquistas y comunistas, e incluso a los militantes asturianos de dos organizaciones minoritarias: el Bloque Obrero y Campesino y la trotskista Izquierda Comunista de España. Como “intelectual colectivo” de las izquierdas asturianas, Avance será, por su alta influencia en los medios obreros, contundentemente perseguido por las autoridades gubernamentales, y no por casualidad sus locales, ubicados en la Casa del Pueblo de Oviedo/Uviéu, asaltados e incendiados por las fuerzas de orden público, siendo detenidos y encarcelados su director y redactores el día 5 de octubre, fecha de inicio de la huelga general revolucionaria contra la entrada en el Gobierno de la República de los ministros de la CEDA, un partido derechista que simpatizaba abiertamente con los fascismos europeos. El edificio emblemático del socialismo carbayón, obra del prestigioso arquitecto Manuel del Busto, será destruido entonces por las fuerzas del Estado como represalia al papel jugado por Avance y el Centro de Sociedades Obreras de Oviedo en la preparación del levantamiento revolucionario.
Casa del Pueblo de Oviedo/Uviéu y sede de la redacción de Avance
¿Quiénes eran los revolucionarios ovetenses?
El plan diseñado por la Alianza Obrera para tomar el control de la capital asturiana pasaba por la confluencia de los obreros ovetenses con los trabajadores llegados de las cercanas cuencas mineras. De algún modo los trabajadores ovetenses debían ser los encargados de abrir las puertas de la capital a los mineros y servir de guías a estos para juntos tomar la ciudad en una batalla que se esperaba corta, y en la que el factor sorpresa se suponía iba a jugar un papel fundamental.
¿Quiénes eran esos trabajadores ovetenses que desde hacía semanas se preparaban en secreto para tomar su ciudad? La ciudad terciaria de las últimas décadas ha borrado el rastro de una urbe que durante buena parte del siglo XIX y XX tuvo un fuerte componente industrial. Como ha señalado el geógrafo Toño Huerta el papel de la industria en Oviedo/Uviéu no había dejado de crecer desde la segunda mitad del siglo XIX llegando a ocupar en la década de los 30 al 48% de la población activa de la ciudad. La capital, además de fabril y nudo ferroviario, tenía dos importantes enclaves mineros dentro de los límites de su concejo: las localidades de Olloniego y Tudela Veguín.
Mineros de Tudela Veguín, en el concejo de Oviedo/Uviéu, en una imagen de 1919.
Pese a la tradición más reformista y pactista del movimiento obrero carbayón, 1934 había sido un año de conflictividad social en la capital asturiana. El 1 de Mayo había terminado con cargas policiales tanto contra la marcha de los comunistas, como contra el acto socialista celebrado en el Teatro Campoamor. La primavera y el verano habían venido marcados por la huelga de tranvías y por un prolongado conflicto laboral en la fábrica de armas de Trubia. El despido de 20 obreros de la factoría de cañones había motivado una importante corriente de solidaridad entre los trabajadores ovetenses de otros sectores, si bien los dirigentes socialistas, hegemónicos en el sindicalismo carbayón, habían frenado finalmente la pretensión de convocar una huelga general de solidaridad con los trabajadores de Trubia. A los mineros y obreros industriales de la capital se unían los empleados del pujante sector terciario. Una parte de estos “cuellos blancos” también estaban encuadrados en el movimiento obrero y habían participado en luchas sindicales como la huelga de camareros del verano de 1934.
“El proyecto de la Alianza Obrera pasaba por la confluencia de mineros y trabajadores ovetenses en las barriadas periféricas”
El proyecto de la Alianza Obrera pasaba por aunar todas las fuerzas revolucionarias la madrugada del 5 al 6 de octubre en las barriadas periféricas ovetenses. En algunas de ellas se habían ido dejando ocultos depósitos de armamento. Estos procedían tanto del alijo del Turquesa, un barco con abundantes armas que había desembarcado clandestínamente en San Esteban de Pravia el mes anterior para surtir a los revolucionarios, como de los fusiles y municiones robados de la Fábrica de La Vega por trabajadores de la factoría comprometidos con el movimiento revolucionario.
Los obreros de las dos fábricas de armas de Oviedo/Uviéu, la de La Vega y la de Trubia, así como la de explosivos de La Manjoya, los ferroviarios del barrio de La Argañosa y los mineros de Olloniego y Tudela Vegín, componían el principal contigente del movimiento obrero local, en torno al que gravitaban otros colectivos, como los trabajadores de algunas fundiciones y talleres, de la construcción y canteras, así como diferentes empleados del terciario.
Fábrica de armas de Trubia.
El obrerismo de la capital estaba dirigido desde el siglo XIX por los socialistas. La CNT siempre había sido minoritaria entre los proletarios ovetenses, pero en los últimos tiempos el PSOE había encontrado un creciente competidor en un PCE pequeño, pero muy activo y dinámico, que estaba en expansión. Oviedo/Uviéu era junto con Mieres su principal agrupación. Los comunistas ovetenses ya habían dado pruebas de su creciente implantanción en las elecciones de noviembre de 1933, con buenos resultados en los colegios electorales de La Argañosa, Trubia y otros distritos obreros. Tenían cuadros sindicales en las fábricas de armamento y municiones, en el transporte, el comercio y la hostelería. A lo largo de la revolución los militantes del PCE van a ir asumiendo un papel cada vez más destacado, hasta el punto de hegemonizar finalmente el último comité revolucionario de la ciudad. El ferroviario Juan Ambou y el trabajador de Trubia Juan José Manso emergerán esos días como dos de los dirigentes más capaces del partido.
Los planes no salen bien: caos y desconcierto en la toma de la ciudad
El 4 de octubre se anunciaba la entrada de tres ministros de la CEDA en el nuevo gabinete presidido por el republicano derechista Alejandro Lerroux. La noticia sería contestado esa misma noche con la convocatoria de una huelga general en Madrid, Barcelona y toda España. Ese día Oviedo/Uviéu amanecía desierto. La convocatoria de la Alianza Obrera había paralizado la ciudad, incluyendo los comercios, la banca, la hostelería y el transporte. Era la señal para el levantamiento armado contra un Gobierno que muchos temían que siguera los pasos de Hitler en Alemania o Dolfuss en Austria: la destrucción de la República desde el interior de las propias instituciones republicanas. El temor era tal, que incluso un dirigente socialdemócrata como Prieto, tan poco amigo de los excesos izquierdistas, se implicaría a fondo en la preparación de la insurrección armada.
José María Gil Robles, líder de la CEDA.
Provistos de dinamita robada de los polvorines mineros y de algunas armas, los revolucionarios de las cuencas mineras asaltan los cuarteles de la Guardia Civil la noche del 5 de octubre. También en Olloniego, los mineros de esta localidad ovetense, dirigidos por el socialista Belarmino García, atacan el cuartel de la Guardia Civil. Apoyados en la noche y el factor sorpresa, la operación es un éxito total. La revolución ha triunfado en pocas horas en las localidades mineras del centro de Asturies. En las cuencas las fuerzas del orden público caen muertas o se rinden ante el empuje de la dinamita minera. Sus armas servirán a los revolucionarios. Más de 1.000 hombres marchan en la noche a Oviedo/Uviéu en camiones y a pie para confluir con los revolucionarios ovetenses en los puntos fijados: el barrio de San Lázaro y la Iglesia de San Pedro, situada en la falda del monte Naranco. Mientras tanto, unos 700 trabajadores ovetenses aguardan la señal para entrar en acción. Sin embargo, algo falla y los obreros de la capital no aparecen en la cita fijada, dando a militares y guardias de asalto una enorme ventaja para organizar la defensa del ataque que llega desde las cuencas mineras.
Estación del Norte, con la Iglesia de San Pedro y el monte Naranco al fondo.
“La pasividad de los trabajadores de Oviedo hace difícil la toma de la capital y nos cuesta innumerables víctimas. ¿De quién es la culpa? Nosotros sabemos que los obreros ovetenses querían entrar en acción el día 5 ya, pero por lo visto son los dirigentes quienes se han opuesto. Ignoro a qué se debe esta actitud. Lo único cierto es que tales retrasos en momentos decisivos perjudican extraordinariamente la causa de la revolución” anota el minero Manuel Grossi, representante del Bloque Obrero y Campesino en la Alianza.
La historiadora Amaya Caunedo no atribuye este retraso a una decisión política de los líderes socialistas de Oviedo/Uviéu, sino a un error humano. “La señal debía ser un corte en la luz la madrugada del 5 al 6 de octubre y los encargados fracasan en la voladura de los generadores de electricidad” apunta Caunedo. Los responsables, trabajadores de la compañía de energía afiliados a la UGT y la CNT, colocan la dinamita, pero a pesar de la explosión, el suministro no se corta. No tienen tiempo a realizar una segunda detonación. Para Caunedo, el error humano en el corte de la luz eliminó la potencia militar que habría tenido un inesperado ataque conjunto de los revolucionarios ovetenses, lanzando una ofensiva desde el interior, y los de las comarcas mineras, haciendo lo propio desde el exterior. Mientras tanto, los militares y Guardias de Asalto que defienden la capital, advertidos de la llegada de las columnas mineras preparan la defensa. Son unos 1.700 hombres a los que se han unido algunos militantes de las juventudes de los partidos de derechas. Una parte de la burguesía ovetense va a empuñar las armas para defender al Gobierno y el orden establecido. Como en los sucesos de Viena, la llamada Guerra Civil Austriaca de febrero de 1934, la ciudad conservadora y la ciudad socialista se van a enfrentar en las calles.
El líder socialista Ramón González Peña.
La mañana del 6 de octubre los revolucionarios venidos de las cuencas entran finalmente por sus propios medios en el barrio obrero de San Lázaro. Tanto las crónicas de estos como de los conservadores ovetenses coinciden en que los mineros fueron recibidos como libertadores en esta barriada popular. Así, el escritor y folkorista Aurelio del Llano, autor de una crónica sobre la revolución en Oviedo/Uviéu, anota que al ver llegar a los mineros las mujeres del barrio “se echan a la calle para abrazarlos y vitorearlos”. “Nuestra entrada en la capital provoca un gran entusiasmo; los trabajadores revolucionarios de Oviedo se apresuran a unirse a los mineros rojos” apunta Grossi. Entre quienes se unen a los venidos de las cuencas están algunas prostitutas carbayonas, que según Grossi se suman al movimiento revolucionario cocinando para los revolucionarios y atendiendo a los heridos.
Blindado de la CNT-FAI en la calle Cimavilla de Oviedo/Uviéu, cerca del Ayuntamiento.
El 6 se producirá finalmente la confluencia entre las columnas venidas de las cuencas mineras y las milicias formadas por trabajadores ovetenses. El Ayuntamiento y otros edificios del centro de la ciudad caen. El ambiente es de euforia, y aunque las fuerzas gubernamentales no hayan sido complétamente derrotadas, el comité revolucionario ya lo celebra con sidra.
La mañana del 6 también entran en acción los trabajadores de la factoría de armas de Trubia. Son 1.400 y la fábrica apenas está defendida por los militares. Para asombro de los mandos los obreros han acudido a trabajar, pero a primera hora de la mañana se declaran en huelga, y algunos de ellos, armados, se enfrentan a los militares. En unas horas toman el control de las instalaciones. La revolución ya tiene cañones. El comunista Juan José Manso se convierte en el líder de Trubia, un “dictadorzuelo” según sus críticos.
El dirigente comunista Juan Ambou
El día 7 el líder de los comunistas del barrio de La Argañosa, Juan Ambou, concluye con éxito el asalto a la estación de trenes del Norte, así como la toma de un punto estratégico para el control de la ciudad: la Iglesia de San Pedro. Ambou, ferroviario de tan solo 24 años, y uno de los promotores del Ateneo Obrero de este barrio del noroeste de Oviedo/Uviéu, va ser también uno de los organizadores del llamado Soviet de La Argañosa y Fuente de la Plata, el organismo popular que se ocupa del abastecimiento de los revolucionarios locales y de los venidos de fuera, así como de gestionar el orden impidiendo los actos de saqueo y pillaje. Algunos republicanos del barrio se suman también al “soviet”. En todos otros barrios surgen comités para gestionar el día a día, pero La Argañosa será uno de los que más destaquen por el apoyo popular al movimiento. Las mujeres obreras juegan un papel fundamental en las tareas de los comités de barrio poniendo en marcha cocinas colectivas para los combatientes.
El socialista ovetense Teodomiro Menéndez.
Los revolucionarios instalan en el Ayunyamiento la sede del comité revolucionario y la cárcel de los presos políticos y de guerra. Un dirigente socialista moderado, Teodomiro Menéndez, ex trabajador de la fábrica de La Vega y del Ferrocarril del Norte, será el encargado de velar por la seguridad de los prisioneros. Sus críticos no se fían de su compromiso con la revolución. Le acusan de querer parecerse a los burgueses ovetenses que frecuentan el Café Peñalaba, en el que tiene muchas amistades. Sin embargo, bajo su tutela, ningún preso derechista sufrirá daño alguno, frenando los intentos de agresión por parte de izquierdistas exaltados.
Con la mayoría de la ciudad en su poder, el día 8 los revolucionarios inician el ataque a la Fábrica de La Vega. El periodista Juan Antonio Cabezas narra en su crónica “Morir en Oviedo” el apoyo que los asaltantes reciben de la población local: “Las mujeres de los barrios circundantes animaban a los asaltantes. ¡Adelante valientes! ¡La fábrica ya es vuestra!”. Cuando llegue el Ejército los barrios próximos a La Vega, como La Tenderina, serán duramente castigados.
El 9 La Vega cae en manos de la Alianza Obrera. Será una victoria pírrica. La toma de la fábrica es el principio del fin. La insurrección ha fracasado en el resto de España, y tras controlar la situación el Gobierno tiene las manos libres para concentrar todo el esfuerzo militar en aplastar la rebelión asturiana.
Llega el Ejércitio: alivio en la ciudad burguesa, terror y represión en el Oviedo obrero y popular
El día 11 las tropas del Ejército, con el general López Ochoa al mando llegan a La Corredoria. El concejal socialista del Ayuntamiento de Oviedo/Uviéu, Bonifacio Martín, será una de las primeras víctimas de la represión gubernamental. Presidente de la Federación Local de Sociedades Obreras, firmante de la Alianza Obrera y uno de los miembros del Comité Revolucionario de la capital, fue oficialmente fusilado en una de las muchas ejecuciones extrajudiciales cometidas por el Ejército. Las circunstancias de su muerte no están en del todo aclaradas, ya que también se apunta la posibilidad de que el edil socialista pudiera haber sido usado como escudo humano por las tropas de López Ochoa en su avance hacia el centro de Oviedo/Uviéu.
El edil socialista Bonifacio Martín.
La joven comunista Aida Lafuente.
Los socialistas dan la batalla por perdida y defienden una retirada ordenada hacia las cuencas. Resiste un nuevo comité hegemonizado por los comunistas ovetenses, pero que apenas durarará 48 horas. El día 13 soldados y legionarios llegan al barrio de La Argañosa y la falda de Naranco, uno de los últimos focos de resistencia en la ciudad. Allí asesinan a Aida de la Fuente, estudiante y militante muy activa de las Juventudes Comunistas, hija de Gustavo Lafuente, pintor, cartelista y decorador del Teatro Campoamor, pequeño empresario de ideas comunistas, y uno de los fundadores del PCE en Oviedo/Uviéu. Aida, cuyo novio también caería muerto en las trincheras de la falda del Naranco, tenía 19 años, y su asesinato se convertiría en uno de los principales símbolos de la represión gubernamental. No sería el único que se cometería en esos días.
Supervivientes de la matanza de Villafría.
Mientras en la calle Uría la burguesía carbayona recibe a las tropas gubernamentales como libertadores, en los barrios populares de Oviedo/Uviéu las tropas del Ejército africano siembran el terror. 62 civiles son asesinados en diferentes puntos de la ciudad, siendo el caso más conocido la matanza de 32 personas en el barrio rural de Villafría, en la periferia sur de la ciudad. La entrada en Asturies de tropas del Ejército español en Marruecos supone la llegada de los métodos de la guerra colonial a la lucha contra el movimiento obrero. No hay distinción entre combatientes y civiles. Cualquier habitante de un barrio obrero es sospechoso de ser un potencial simpatizante que da apoyo a los revolucionarios. Es necesario sembrar el terror entre la población civil. Los barrios populares de la capital son objeto de bombardeos, asaltos y ejecuciones extrajudiciales.
El triunfo de las izquierdas en Oviedo en las elecciones de febrero de 1936
Tras la definitiva “pacificación” de Asturies en torno al 18 de octubre, se va a iniciar una batalla por el relato, que tendrá en Oviedo/Uviéu uno de sus principales exponentes. Mientras las derechas construyen la imagen de la “ciudad martir” arrasada por los revolucionarios, las izquierdas hacen campaña contra la represión, sacando a la luz crímenes como el de Villafría o Aida Lafuente. Al asesinato de la joven comunista se añadiría un nuevo escándalo: la muerte del periodista valenciano Luis de Sirval. El reportero de El Mercantil Valenciano se encontraba a finales de mes investigando la represión en Oviedo/Uviéu cuando es detenido y asesinado por miembros del Ejército en la comisaría de policía de la capital asturiana. El Gobierno y la judicatura conservadora tratarán de echar tierra sobre el asunto, contribuyendo únicamente así a aumentar el escándalo y convirtiendo a Luis de Sirval en un martir reivindicado por todas las fuerzas progresistas.
La revelación de las torturas sufridas por Javier Bueno, el carismático director del periódico Avance también sacude a la opinión pública y confirma la involución autoritaria de la República con las derechas. También los presos de la cárcel de Oviedo/Uviéu denuncian en 1935 la práctica sistemática de las torturas.
Javier Bueno mostrando las señales de tortura.
El conocimiento de los crímenes y de la represión practicados por el Ejército en Oviedo/Uviéu y en toda Asturies escandalizaría a una parte de la opinión pública, que si bien no había participado en el levantamiento de octubre, o que incluso había vivido esos días encerrada en sus casas con temor, tampoco simpatizaba con el Gobierno. Comenzaba a recomponerse la alianza entre las clases medias republicanas y el movimiento obrero. Un tercer Oviedo/Uviéu, el que no había estado ni con los revolucionarios ni con el Ejército, muestra entonces su simpatía por iniciativas como la asociación Pro Infancia Obrera, impulsada por mujeres comunistas y republicanas para hacer frente a la dramática situación de los niños con sus padres despedidos, encarcelados o muertos. Leopoldo Alas Argüelles, rector de la Universidad, destruida durante las jornadas de octubre, se solidariza con las familias represaliadas por el Gobierno. La derecha nunca se lo perdonará y sus verdugos lo sacarán a relucir en el juicio que acaba con su ejecución el 20 de febrero de 1937.
Leopoldo Alas Argüelles, rector de la Universidad de Oviedo/Uviéu.
La represión se vuelve como un boomerang contra las derechas. Los escándalos de corrupción del partido de Lerroux terminan de dar la puntilla al un gobierno de coalición con problemas internos entre sus diferentes corrientes. El 16 de febrero todas las izquierdas concurren unidas a las elecciones generales en el Frente Popular. Las clases medias republicanas votan junto a las izquierdas obreras para sacar a los presos de la cárcel y a las derechas del poder. Como señala el periodista Juan Antonio Cabezas “En Oviedo ningún eslogan electoral tenía más decisivo efecto sobre la masa, incluida la burocrática clase media, que el Por la libertad de los presos. El síndrome represivo había calado en una gran parte de la población”. Las izquierdas ganan en la zona central asturiana: Oviedo/Uviéu, Xixón y las cuencas mineras. “Al día siguiente de las elecciones, ya conocido el triunfo, los desfiles de manifestantes puño en alto, al grito de UHP – Uníos Hermanos Proletarios- eran cosa corriente en las calles de Oviedo” narra Cabezas. Los presos de la cárcel se amotinan y exigen su liberación sin esperar a que el nuevo Gobierno decrete la amnistía. Una recién electa Dolores Ibárruri asume personalmente como diputada la responsabilidad de abrir las celdas de la prisión ovetense.
En la capital las izquierdas se han impuesto de manera aplastante. Con 24.746 votos sobre la lista de las derechas, que obtiene 16.522. La movilización de los distritos obreros y populares ha sido clave en la victoria del Frente. En el colegio electoral de Villafría, el barrio ovetense más castigado por la represión, las derechas solo obtendrán tres votos. La revancha de las derechas llegará tan solo seis más tarde.
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