viernes, 2 de septiembre de 2022
Qiizás el mejor Obituario de unos cuantos que me leí.....
Mijaíl Gorbachov, líder soviético reformista, muere a los 91 años
Adoptó la glásnost y perestroika, reconsideró el legado de siete décadas de régimen comunista e impuso un nuevo rumbo. Bajo su liderazgo llegó el fin de la Guerra Fría y la disolución de la Unión Soviética.
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Mijaíl Gorbachov tuvo un impacto profundo en su época: en poco más de seis años tumultuosos, levantó la Cortina de Hierro, con lo que el mapa de Europa y el clima político del mundo se transformaron.
Mijaíl Gorbachov tuvo un impacto profundo en su época: en poco más de seis años tumultuosos, levantó la Cortina de Hierro, con lo que el mapa de Europa y el clima político del mundo se transformaron.Credit...Fred R. Conrad/The New York Times
Por Marilyn Berger
Publicado 30 de agosto de 2022
Actualizado 1 de septiembre de 2022
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Mijaíl S. Gorbachov, cuyo ascenso al poder en la Unión Soviética puso en marcha una serie de cambios revolucionarios que transformaron el mapa de Europa y pusieron fin a la Guerra Fría que amenazó al mundo con la aniquilación nuclear, murió en Moscú. Tenía 91 años.
Su muerte fue dada a conocer por las agencias de noticias estatales rusas, que mencionaron al hospital central en Moscú. El informe decía que había muerto tras “una larga y grave enfermedad”, que no se especificaba.
Pocos líderes del siglo XX, de hecho de cualquier siglo, han tenido un impacto tan profundo en su época. En poco más de seis años tumultuosos, Gorbachov levantó la Cortina de Hierro, alterando de manera decisiva el clima político del mundo.
En su país prometió y brindó mayor apertura mientras se dispuso a restructurar la sociedad y una economía en dificultades. No fue su intención acabar con el Imperio soviético pero a cinco años de llegar al poder presidió la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Finalizó los infortunios en Afganistán y, en cinco meses extraordinarios de 1989, se mantuvo firme mientras el sistema comunista implosionaba desde los Bálticos hasta los Balcanes, en país ya debilitados por una corrupción generalizada y economías moribundas.
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Al asumir el poder, Gorbachov era un hijo leal del Partido Comunista, pero que había llegado a ver las cosas con nuevos ojos. “No podemos vivir más de esta manera”, dijo una vez.
Al asumir el poder, Gorbachov era un hijo leal del Partido Comunista, pero que había llegado a ver las cosas con nuevos ojos. “No podemos vivir más de esta manera”, dijo una vez.Credit...Rex Features vía Associated Press
Debido a esto, lo acosaron por igual los conspiradores comunistas de línea dura y los liberales decepcionados: los primeros porque temían que destruiría el viejo sistema y los segundos por miedo a que no lo hiciera.
Fue en el extranjero donde lo calificaron de heroico. Para George F. Kennan, el distinguido diplomático y sovietólogo estadounidense, Gorbachov era “un milagro”, un hombre que veía el mundo tal como era, sin ceguera ante la ideología soviética.
Pero, para muchas personas en el interior de Rusia, las transformaciones que implementó Gorbachov fueron un desastre. El presidente Vladimir Putin dijo que el colapso de la Unión Soviética era la “mayor catástrofe geopolítica del siglo”. Para Putin, y sus colegas veteranos de la KGB que ahora forman parte del círculo íntimo del poder en Rusia, el fin de la Unión Soviética fue un momento de humillación y derrota que la invasión de Ucrania de este año intenta enmendar.
“La parálisis del poder y la voluntad es el primer paso hacia la degradación y el olvido absolutos”, dijo Putin el 24 de febrero, cuando anunció el inicio de la invasión, refiriéndose al colapso de la Unión Soviética.
Gorbachov no hizo ninguna declaración pública sobre la guerra en Ucrania, aunque el 26 de febrero su fundación pidió un “cese rápido de las hostilidades”. Un amigo suyo, el periodista radiofónico Aleksei A. Venediktov, dijo en una entrevista en julio que Gorbachov estaba “molesto” por la guerra, ya que consideraba que había socavado “el trabajo de su vida”.
Al asumir el poder, Gorbachov era un hijo leal del Partido Comunista, pero que había llegado a ver las cosas con nuevos ojos. “No podemos vivir más de esta manera”, le dijo a Eduard A. Shevardnadze, quien se convertiría en su ministro de Relaciones Exteriores de confianza, en 1984. En cinco años anularía mucho de lo que el partido consideraba inviolable.
Hombre de apertura, visión y una gran vitalidad, al mirar el legado de siete décadas de régimen comunista veía corrupción oficial, una fuerza laboral sin motivación ni disciplina, fábricas que producían bienes de mala calidad y un sistema de distribución que garantizaba a los consumidores poco más que estantes vacíos, vacíos de casi todo excepto vodka.
La Unión Soviética se había convertido en una gran potencia mundial agobiada por una economía endeble. A medida que la distensión Occidente-Oriente permitió que su sociedad cerrada tuviera más información, las crecientes élites tecnológicas, científicas y culturales ya no podía dejar de comparar a su país con Occidente y lo consideraban deficiente.
Los problemas estaban claros; las soluciones, menos. Gorbachov tuvo que ir a tientas en la reestructuración que prometió de los sistemas político y económico. Estaba atrapado entre dos fuerzas opuestas enormes: por un lado, los hábitos arraigados durante 70 años de subsistencia de la cuna a la tumba del comunismo; por el otro la urgencia de avanzar con rapidez para cambiar las formas del pasado y demostrar que cualquier disrupción que resultara era temporal y valía la pena.
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Fue una tarea que se vio obligado a delegar a otros cuando fue retirado del cargo, consecuencia de su propia ambivalencia y de un fallido golpe en su contra emprendido por la línea dura, a quien él mismo había introducido a su círculo cercano.
La apertura que Gorbachov buscaba —lo que llegó a conocerse como la glásnost— y su política de perestroika encaminada a restructurar los cimientos mismos de la sociedad, se convirtieron en una espada de doble filo. Al proponerse llenar los “espacios vacíos” de la historia soviética, como lo explicó, con discusiones honestas sobre los errores del país, abrió la puerta para que sus aliados impacientes lo criticaran y la burocracia comunista amenazada lo atacara.
No obstante, los primeros cinco años de Gorbachov en el poder fueron marcados por logros significativos e incluso extraordinarios:
■ Presidió un acuerdo armamentístico con Estados Unidos que eliminó por primera vez todo un tipo de armas nucleares y empezó la retirada de la mayoría de las armas nucleares tácticas soviéticas de Europa del Este.
■ Retiró las fuerzas soviéticas de Afganistán, un reconocimiento tácito de que la invasión de 1979 y la ocupación de nueve años había sido un fracaso.
■ Si bien fue ambiguo en un inicio, con el tiempo expuso el desastre de la planta nuclear de Chernóbil al escrutinio del público, en una muestra inédita de franqueza en la Unión Soviética.
■ Autorizó elecciones multipartidistas en ciudades soviéticas, una reforma democrática que en muchos países sacó del poder a líderes comunistas que fueron sorprendidos.
■ Supervisó un ataque a la corrupción en las altas esferas del Partido Comunista, una purga que retiró a cientos de burócratas de sus cargos.
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Míjail Serguéyevich Gorbachov nació el 2 de marzo de 1931. Misha, como se le conocía, aparece con sus abuelos a los 3 años.
Míjail Serguéyevich Gorbachov nació el 2 de marzo de 1931. Misha, como se le conocía, aparece con sus abuelos a los 3 años.Credit...Associated Press
■ Permitió la liberación del disidente Andréi Sájarov, el físico que había sido instrumental para desarrollar la bomba de hidrógeno soviética.
■ Retiró las restricciones a los medios y permitió la publicación de libros que habían sido censurados, así como la exhibición de películas prohibidas.
■ En una dramática divergencia con el ateísmo oficial de la historia soviética, estableció contactos diplomáticos formales con el Vaticano y ayudó a promulgar una ley de libertad de conciencia que garantizaba el derecho del pueblo a “satisfacer sus necesidades espirituales”.
Pero si Gorbachov fue idolatrado en el extranjero como alguien que ayudó a cambiar el mundo —recibió el Premio Nobel de la Paz en 1990— en su país fue vilipendiado por no haber logrado cumplir la promesa del cambio económico. Se decía ampliamente que, con unas votaciones libres, Gorbachov sería electo presidente en cualquier lugar excepto en la Unión Soviética.
Tras cinco años de mandato con Gorbachov, los estantes de las tiendas seguían vacíos mientras el imperio desaparecía y la unión se desintegraba. Shevardnadze, quien había sido su mano derecha al poner un fin pacífico al control soviético en Europa del Este, renunció a fines de 1990, y advirtió sobre el advenimiento de una dictadura y que los reaccionarios del Partido Comunista iban a paralizar las reformas.
Peter Reddaway, autor y experto en historia rusa, dijo en ese momento: “Nosotros vemos el mejor lado de Gorbachov. Los soviéticos ven el otro lado y lo culpan”.
Hijo de campesinos
Poco había en su vida temprana que hiciera pensar que Mijaíl Gorbachov pudiera convertirse en un líder tan dinámico. Su biografía oficial, publicada después de que se convirtiera en el nuevo jefe del partido, trazaba el camino bien recorrido de un comunista bueno y leal.
Mijaíl Serguéievich Gorbachov nació el 2 de marzo de 1931 en Privólnoye, un pueblo agrícola de la región de Stávropol, en el Cáucaso. Sus padres eran auténticos campesinos que se ganaban el pan con el sudor de su frente. Durante su infancia, la colectivización forzosa de la tierra convirtió una región antes fértil en “una zona de desastre por la hambruna”, escribió el escritor y biólogo exiliado Zhores A. Medvédev en una biografía de Gorbachov.
“La muerte por inanición era muy elevada”, añadió. “En algunos pueblos, todos los niños de entre 1 y 2 años murieron”.
Misha, como se conocía a Mijaíl, era un joven de ojos brillantes cuyas primeras fotografías lo mostraban con un gorro cosaco de piel. Creció en una casa de paja edificada con barro y estiércol y sin cañerías interiores. Pero su familia era muy respetada entre los fieles comunistas. Gorbachov escribió en su libro Memoria de los años decisivos que sus dos abuelos habían sido arrestados por crímenes contra el Estado zarista.
Aun así, la adhesión de la familia a la ideología soviética no era total; la madre y la abuela de Gorbachov lo hicieron bautizar.
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A diferencia de la mayoría de los funcionarios del partido, Gorbachov tenía por costumbre pasar tiempo con los trabajadores. En 1986 se reunió con los obreros de una fábrica en Kúibyshev.
A diferencia de la mayoría de los funcionarios del partido, Gorbachov tenía por costumbre pasar tiempo con los trabajadores. En 1986 se reunió con los obreros de una fábrica en Kúibyshev.Credit...Keystone-France/Gamma-Keystone, vía Getty Images
Tras graduarse en la escuela primaria del pueblo, asistió a la escuela secundaria en Krasnogvardeisk y se unió al Komsomol, la organización juvenil del Partido Comunista. Mientras su padre estaba en el frente durante la Segunda Guerra Mundial, el joven Gorbachov trabajó como ayudante de operador de cosechadoras. Tras la guerra, fue condecorado con la Orden de la Bandera Roja del Trabajo.
En 1950, a los 19 años, dejó su casa para asistir a la Universidad Estatal de Moscú, un viaje de más de 1360 kilómetros que lo llevó a través de un campo empobrecido, devastado primero por la colectivización y luego por la invasión alemana de la Segunda Guerra Mundial. Al final del viaje estaba la Stromynka, una inmensa, austera y abarrotada residencia universitaria —de ocho a 15 estudiantes por habitación— que había sido un cuartel militar en tiempos de Pedro el Grande.
Ya como estudiante de Derecho, Gorbachov pudo leer libros, prohibidos a otros estudiantes, sobre la historia de las ideas políticas. Se familiarizó con Maquiavelo, Hobbes, Hegel y Rousseau. (Años más tarde, durante la reunión del Congreso de los Diputados del Pueblo que lo instaló como presidente al estilo estadounidense, se vio a los delegados llevando consigo copias de la Constitución de los Estados Unidos y preguntando a los observadores estadounidenses sobre “pesos y contrapesos”).
Gorbachov fue el primer líder soviético que estudió derecho después de Lenin, y como estudioso de la retórica en los tribunales se convirtió en un eficaz orador público. Sus compañeros de estudios lo recordaban como una persona segura de sí misma, franca y de mente abierta, pero también muy capaz de maquinar sin escrúpulos. En una ocasión, según la revista Time, consiguió ser nombrado organizador del Komsomol de su clase al emborrachar a su predecesor y denunciarlo en la reunión del día siguiente.
La mayoría de los relatos dicen que, tras ingresar en el Partido Comunista, Gorbachov fue un funcionario leal, aunque en su libro On My Country and the World, escribió que había tenido reservas sobre Stalin, que únicamente expresó en privado.
Una noche, sus amigos lo arrastraron lejos de sus libros a una clase de baile de salón, donde terminó bailando el vals con una animada y atractiva estudiante de filosofía llamada Raisa Maximovna Titarenko. Comenzaron a salir. Más sofisticada que él, Raisa llevó al serio y todavía provinciano Mijaíl a conciertos y museos, llenando las lagunas de su educación cultural. Se casaron en 1953.
Pero la vida en la sociedad moscovita, más culta, no estaba en su destino en ese momento. Gorbachov dejó la capital en 1955, llevándose a su joven esposa. Al año siguiente fue nombrado primer secretario del Komsomol de la región de Stávropol.
Fue el inicio de su carrera política soviética —comenzó a ascender en los puestos municipales—, pero se quedaría en Stávropol durante los siguientes 22 años. En 1970, su estatura había crecido lo suficiente como para ser nombrado jefe del partido para toda la región de Stávropol, un puesto equivalente en algunos aspectos al de gobernador de un estado en EE. UU.
También obtuvo un diploma en agronomía y se convirtió en un reformista, dispuesto a desafiar algunos principios de la economía centralizada. A través de un sistema de oferta de parcelas privadas y bonificaciones, la producción agrícola aumentó hasta un 50 por ciento en algunos lugares. Pero el mal tiempo y las averías en la coordinación de la maquinaria agrícola provocaron más pérdidas de cosechas.
Impresionado por Jruschov
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Yuri Andropov y Gorbachov en 1983. Fue Andropov, jefe de la KGB y brevemente primer ministro, quien guio el ascenso de Gorbachov.
Yuri Andropov y Gorbachov en 1983. Fue Andropov, jefe de la KGB y brevemente primer ministro, quien guio el ascenso de Gorbachov.Credit...Sovfoto/UIG, vía Getty Images
El líder soviético Nikita Jrushchov ejerció una gran influencia sobre el joven Gorbachov. El “discurso secreto” de Jruschov en el 20º Congreso del Partido, en 1956, expuso el reino del terror de la era de Stalin —las purgas, las detenciones masivas y los campos de trabajo— y cambió el cariz de la política soviética, lo que causó una profunda impresión en Gorbachov.
También lo impresionó la campaña de Jruschov contra la corrupción, los privilegios del partido y la ineficacia burocrática. Gorbachov y otros de su generación llegaron a llamarse “los hijos del 20º Congreso”.
A diferencia de la mayoría de los funcionarios del partido, Gorbachov tenía por costumbre pasar tiempo con los trabajadores. Pero aún más importante para su futuro, su posición como jefe del partido en Stávropol le permitía codearse con la élite del partido, que acudía a la región por sus balnearios, algunos de ellos reservados casi exclusivamente a los miembros del politburó, el órgano de gobierno del partido.
A Gorbachov, como líder local del partido, le correspondía recibir a los dignatarios en el tren, llevarlos a sus dachas, entretenerlos y escoltarlos de vuelta a la estación de tren para su regreso a Moscú. Un líder enfermo llegaba después de otro: el primer ministro Aléxei Kosygin, enfermo del corazón; Yuri Andropov, jefe de la KGB y brevemente primer ministro, con un problema renal crónico; Mijaíl Suslov, el ideólogo del partido, que se unió a Gorbachov como un joven contrapeso a la envejecida camarilla que rodeaba al líder supremo, Leonid Brézhnev.
Suslov y Andropov se convirtieron en poderosos patrocinadores de Gorbachov, al igual que Fyodor Kulakov, que fue instalado en el politburó en 1971 y puesto a cargo de la agricultura. Cuando Kulakov, considerado como posible sucesor de Brézhnev, murió en 1978, Gorbachov fue elegido para pronunciar la alocución fúnebre. Fue su primer discurso en la Plaza Roja y la primera vez que los telespectadores vieron al hombre con la característica marca de nacimiento color fresa en la frente.
Al regresar a Stávropol, Gorbachov estuvo presente para dar la bienvenida a Brézhnev y a Konstantin Chernenko, un miembro de alto rango del politburó. Andropov, que estaba descansando en un balneario cercano, también acudió a saludarlos. Fue un momento extraordinario en la historia soviética. Como señaló una biografía de la revista Time: “Allí, en la estrecha plataforma, se encontraban cuatro hombres que gobernarían la Unión Soviética sucesivamente: Brézhnev, Andropov, Chernenko y Gorbachov”.
La reunión al parecer fue suficiente para convencer a Brézhnev de que Gorbachov era el hombre que debía asumir la cartera de agricultura del Comité Central. Su opinión puede haberse visto reforzada por la crítica favorable de Gorbachov a las memorias de Brézhnev, recientemente escritas por un autor fantasma. En su libro La tumba de Lenin: los últimos días del imperio soviético, David Remnick menciona que Gorbachov escribió: “Los comunistas y todos los trabajadores de Stávropol expresan una gratitud ilimitada a Leonid Ilyich Brézhnev por esta obra literaria de profunda penetración filosófica”.
Era el lenguaje rebuscado de un advenedizo en el partido. Pero debajo de él, aparentemente oculto, había un celo reformista.
Había mucho que reformar cuando los Gorbachov regresaron a Moscú en 1978 tras su larga estancia en provincia. Apenas se hacía algún esfuerzo por ocultar la corrupción oficial rampante. Brézhnev era viejo y estaba enfermo. Sus familiares estaban siendo investigados por negocios turbios. La burocracia estaba inflada. Los salarios eran bajos; la gente hacía filas en las tiendas cuando se suponía que estaban trabajando, y a menudo no encontraban nada que comprar. “Ellos fingen que nos pagan”, decía el eslogan, “y nosotros fingimos que trabajamos”.
Fue Andropov, desde su alto cargo en el politburó, quien guio el ascenso de Gorbachov. Se dice que Andropov estaba disgustado por la corrupción, y trató de frenarla, pero sabía que para ello tendría que sortear a los hombres que rodeaban a Brézhnev. En Gorbachov encontró un vigoroso lugarteniente para ayudarlo.
El ascenso de Gorbachov al politburó fue más rápido que el de ningún otro desde Stalin. Antes de cumplir los 50 años era secretario del Comité Central, un puesto que le situaba en el círculo más íntimo del poder. Sano y fuerte, destacaba entre la gerontocracia, con un cuarto de siglo menos que las 20 personas situadas por delante de él. Se convirtió en miembro de pleno derecho del politburó en 1980.
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Los británicos se quedaron prendados de Gorbachov y de su elegante esposa. “Me cae bien Gorbachov”, dijo la primera ministra Margaret Thatcher. “Podemos trabajar juntos”.
Los británicos se quedaron prendados de Gorbachov y de su elegante esposa. “Me cae bien Gorbachov”, dijo la primera ministra Margaret Thatcher. “Podemos trabajar juntos”.Credit...Keystone/Getty Images
Brézhnev murió el 10 de noviembre de 1982 y su sucesor, Andropov, emprendió una campaña de un año contra la corrupción, en la que obligó a los trabajadores que se ausentaban sin permiso a volver al trabajo, purgó la burocracia inservible y nombró a hombres más jóvenes para los altos cargos. Dio a Gorbachov una mayor responsabilidad en la economía y lo nombró miembro del politburó y secretario del comité encargado de la ideología, un cargo considerado el puesto número dos del partido y, por tanto, del país.
Pero cuando Andropov murió el 9 de febrero de 1984, a los 69 años, tras un año de enfermedad debilitante, el politburó no nombró a Gorbachov sino a Chernenko, de 72 años, como secretario general. Gorbachov fue designado para pronunciar el discurso de nombramiento ante el Sóviet Supremo, el máximo órgano legislativo de la nación, un papel que lo convertía en el equivalente al príncipe heredero. La vieja generación iba a poder retirarse con elegancia.
Y se retiró rápidamente, como se vio. Chernenko estaba tan débil a causa de un enfisema que no pudo levantar los brazos para ayudar a llevar el féretro de su predecesor a la Plaza Roja. Poco más de un año después, sus propios restos fueron llevados al mismo destino final.
Gorbachov percibió el estancamiento económico y la corrupción del país durante los años de Brézhnev, pero no fue hasta que ocupó puestos de poder bajo el mandato de Andropov y Chernenko cuando vio lo graves que eran los problemas. Como secretario del Comité Central, organizó un curso intensivo sobre la crisis económica y seminarios sobre el rescate del sector agrícola.
Ya estaba demostrando una flexibilidad poco habitual en los líderes soviéticos. Citó a Lenin en un discurso en el que dijo que la principal tarea del país era “movilizar un máximo de iniciativa y mostrar un máximo de independencia”. La palabra perestroika (reestructuración) estaba tomando forma en su mente.
Sin embargo, a los visitantes occidentales les parecía un marxista comprometido que aceptaba sin rechistar los informes sobre la amplia pobreza en Estados Unidos y la opinión generalizada de que los presidentes estadounidenses recibían órdenes del complejo militar-industrial. Parecía convencido de que Estados Unidos estaba empeñado en la agresión militar.
Pero entendía las relaciones públicas occidentales y el poder de la personalidad, lo que exhibió en 1983 en una visita a Canadá, donde charló con mujeres, acarició a sus bebés y se maravilló de la eficiencia de los trabajadores canadienses y de la productividad del suelo canadiense.
Un año después viajó a Gran Bretaña, donde impresionó a los británicos con sus conocimientos de su literatura. De visita en el Museo Británico, donde Karl Marx realizó gran parte de sus investigaciones, comentó: “Si a la gente no le gusta Marx, debería culpar al Museo Británico”.
Pero cuando un legislador británico sacó el tema de la persecución de grupos religiosos en la Unión Soviética, el buen humor de Gorbachov se evaporó. “Ustedes gobiernen a su sociedad”, espetó, “y déjennos gobernar la nuestra”.
Aun así, los británicos quedaron prendados de Gorbachov y de su elegante esposa, a la que se vio usando una tarjeta dorada de American Express al comprar en Harrods. “Me cae bien Gorbachov”, dijo la primera ministra Margaret Thatcher en 1984. “Podemos trabajar juntos”. Más tarde animó al presidente Ronald Reagan y a Gorbachov a trabajar juntos también.
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A siete meses de nombrado líder del partido, Gorbachov había remplazado a la mayor parte de la vieja guardia del politburó. Eduard Shevardnadze, a la derecha, un secretario del partido relativamente desconocido y reformista de Georgia, se convirtió en ministro de Exteriores.
A siete meses de nombrado líder del partido, Gorbachov había remplazado a la mayor parte de la vieja guardia del politburó. Eduard Shevardnadze, a la derecha, un secretario del partido relativamente desconocido y reformista de Georgia, se convirtió en ministro de Exteriores.Credit...Dominique Faget/Agence France-Presse — Getty Images
Sonrisa amable, dientes de acero
Cuando Chernenko murió el 10 de marzo de 1985, Gorbachov, quien había estado cubriendo al líder enfermo, procedió a desmantelar la oposición y a tomar el poder. En una reunión del politburó convocada a toda prisa, Andréi A. Gromyko, el ministro de Exteriores durante mucho tiempo, defendió a Gorbachov. “Camaradas”, dijo en un discurso, “este hombre tiene una sonrisa amable pero tiene dientes de acero”.
El Comité Central aprobó la nominación el 10 de marzo de 1985. Se dijo que, aliviado, un miembro del comité comentó: “Después de un líder que estaba medio muerto y otro que estaba medio vivo y otro que apenas podía hablar, el juvenil y vivaz Gorbachov es muy bienvenido”.
Los líderes soviéticos habían mantenido su control del poder a través del culto a la personalidad, empleando propaganda y los medios estatales para exaltar su figura. Gorbachov terminó con esa práctica. No habría enormes retratos de él en las principales vías. Alentó a los diarios a dejar de citar al líder del partido en todos los artículos: con Lenin bastaba. Aventajó a los rivales del partido, en un caso organizó la renuncia del jefe del partido de Leningrado, cuyas aficiones lujosas y uso corrupto del poder eran tan conocidos como sus exhibiciones de borrachera.
La perestroika y la glásnost (apertura) se convirtieron en las consignas de la era Gorbachov. Dejaba que la gente se le acercara al visitar hospitales, fábricas y escuelas y preguntaba en dónde pensaban que las cosas se habían torcido.
No habría pueblos Potemkin: anunciaba que visitaría un hospital y aparecía en otro, sin tiempo para instalar una fachada falsa. Lo que vio y escuchó avergonzó al líder del partido de Moscú y Gorbachov hizo que lo jubilaran y puso en su lugar a Borís Yeltsin en 1985, con lo que inauguró un quinquenio de rivalidad y cooperación entre los dos hombres.
En mayo de 1985, Gorbachov eligió el Instituto Smolny, el corazón mismo de la ortodoxia comunista, donde Lenin declaró el triunfo del bolchevismo en 1917, como plataforma para su audaz llamado a la reforma.
Sin apuntes, caminó de adelante hacia atrás, gesticulando con los brazos mientras persuadía, encantaba y exhortaba. “Debemos cambiar nuestras actitudes, del obrero al ministro, del secretario del Comité Central y los líderes del gobierno”, dijo.
“Los que no pretendan ajustarse y sean un obstáculo para resolver estas nuevas tareas simplemente que se quiten del camino”, continuó. “¡Quítense del camino! ¡No sean un lastre!”. Exigió trabajo más arduo y productos de “calidad del mercado mundial, nada menos”.
El discurso se emitió en la televisión estatal tres días después. “El público, que hacía mucho había perdido el interés en las apariciones públicas de los líderes del partido, quedó cautivado”, escribió Medvedev, su biógrafo.
A los siete meses, Gorbachov había sustituido a casi toda la vieja guardia del politburó. El año siguiente remplazó al 41 por ciento de los miembros que votaban en el Vigésimo Séptimo Congreso del Partido y empujó al retiro a los altos funcionarios militares y a miles de burócratas.
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En marzo de 1990, Gorbachov se convirtió en el primer presidente de la Unión Soviética, con el 59 por ciento del voto en el Congreso de los Diputados del Pueblo.
En marzo de 1990, Gorbachov se convirtió en el primer presidente de la Unión Soviética, con el 59 por ciento del voto en el Congreso de los Diputados del Pueblo.Credit...V. Armand/Agence France-Presse — Getty Images
Incluso Gromyko, el incondicional del partido que lo nominó, fue retirado de su cargo como ministro de Exteriores luego de 28 años y relegado en un ascenso mayormente ceremonial como jefe del Presídium del Sóviet Supremo, o presidente. Lo sustituyó Shevardnadze, quien por entonces era un secretario del partido de Georgia relativamente desconocido y reformista.
Si bien el estilo de Gorbachov le dio popularidad, sus reformas fueron menos bienvenidas; tal vez la más impopular de ellas fue su campaña para disminuir el consumo de alcohol en el país. Gracias a sus años bajo Andrópov, Gorbachov conocía cuánto daño le hacía el vodka a la fuerza laboral y a sus familias.
Con apenas dos meses en el cargo, recortó la producción de vodka, aumentó las multas por ebriedad en público, redujo la cantidad de lugares donde se podía vender alcohol y limitó los horarios de los establecimientos que podían abrir, incrementó de 15 a 30 por ciento el precio de las bebidas alcohólicas y aumentó la edad legal para beber de 18 a 21 años.
Instauró programas para atender las causas del alcoholismo. En las recepciones y banquetes oficiales, las mesas que antes habían estado provistas de todo tipo de vodka ahora ofrecían agua mineral y jugo de frutas. Los vasos que solían formar parte de todas las mesas y se levantaban para innumerables brindis, desaparecieron.
El programa fue recibido a regañadientes. El vodka había sido un elemento básico desde hacía mucho tiempo, un escape de las lúgubres condiciones de vida, por no decir fuente de una industria nacional multimillonaria. Muchos incluso denunciaron las nuevas reglas como un ataque a la cultura rusa. En las pocas licorerías que sobrevivieron, las largas filas que serpenteaban de la puerta alrededor de las esquinas se llegaron a conocer como los “cepos de Gorbachov”.
Los destiladores ilegales produjeron tanto aguardiente casero que escaseó el azúcar. Para 1987, el contrabando causó que los ingresos de impuestos cayeran en unos 100.000 millones de rublos. Y aunque muchas vidas se salvaron, unos investigadores hallaron que más de 10.000 personas perdieron la vida por envenenamiento a causa de alcohol adulterado. Sin embargo, ante la presión del descontento popular, Gorbachov empezó a relajar la campaña en 1988.
Revolucionando el partido
Al ser un comunista leal, Gorbachov tenía la intención de trabajar a través del partido para rehabilitar la sociedad soviética. Pero pronto fue evidente que los retoques nunca serían suficientes para mejorar lo que estaba mal. Los cambios tenían que ser tan grandes como los problemas. Y entendió que el comunismo ya no podía ser la fuerza dominante en la vida soviética.
En contra de esa visión había unos 18 millones de funcionarios del partido y del Estado cuya supervivencia dependía del statu quo. Por ello, emprendió una serie de medidas que se debatían entre el cambio y la ortodoxia: daba algunos pasos hacia adelante y luego retrocedía un poco, con el fin de responder a las demandas populares mientras intentaba aplacar a los fieles del partido. Pidió un renacimiento del marxismo mientras trataba de desmantelar la estructura política que había sostenido el gobierno de los comunistas.
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Para empezar a reducir los gastos militares, Gorbachov concluyó la intervención militar en Afganistán, que había comenzado en diciembre de 1979 y se había prolongado durante nueve años.
Para empezar a reducir los gastos militares, Gorbachov concluyó la intervención militar en Afganistán, que había comenzado en diciembre de 1979 y se había prolongado durante nueve años.Credit...Vitaly Zaporozhchenko/Associated Press
El monopolio del poder que tenía el partido sería remplazado por un sistema multipartidista. Gorbachov amplió y debilitó al politburó eliminando el cargo de secretario general, la misma posición ejercida por los líderes soviéticos que habían controlado el país desde los días de Stalin, reemplazándolo con un presidente electo, él mismo, que sería respaldado por un consejo presidencial de asesores.
En febrero de 1990, el Comité Central dio su aval. En marzo, Gorbachov se convirtió en el primer presidente de la Unión Soviética y obtuvo el 59 por ciento de los votos en el Congreso de los Diputados del Pueblo.
La nueva presidencia se inició con amplios poderes, muchos temían que excedieran los de un zar, pero Gorbachov se comprometió a usarlos para impulsar a una nación renuente hacia una economía de mercado, reconociendo los cambios dolorosos que eso requeriría.
El plan que él y sus asesores idearon al principio fue una forma de terapia de choque, un programa de “500 días” que daría cabida a la empresa privada, eliminaría los subsidios, instituiría la fijación de precios impulsada por el mercado y crearía una divisa de valor.
Gorbachov pronto se vio atrapado entre las tenazas de la glásnost establecida y la perestroika retrasada. Los cambios prometidos en la economía se demoraron, por lo que la gente se quejaba enérgicamente de la brecha entre las promesas y el desempeño. El descontento público fue tan intenso que se manifestó en el desfile del Primero de Mayo de 1990, cuando los manifestantes marcharon por la Plaza Roja, gritando y abucheando a sus líderes que presidían el evento desde el Mausoleo de Lenin. “Gorbachov, la gente no confía en ti, renuncia”, decía un cartel. En otro: “La comida no es un lujo”.
Al final, Gorbachov se retractó de institucionalizar su plan, temiendo el trauma y el malestar que causaría. Un colaborador cercano, Aleksandr Yakovlev, fue citado por The Washington Post lamentando que Gorbachov hubiera descartado “la última oportunidad para ejecutar una transición civilizada hacia un nuevo orden”.
“Es probable que este sea su peor y más peligroso error”, dijo.
Para 1990, se consideraba que la perestroika había fracasado. Según una encuesta, uno de cada seis moscovitas quería emigrar, incluido uno de cada cuatro en el amplio grupo etario que va de los 18 a los 50 años. Las tasas de criminalidad estaban aumentando y la mejora económica parecía una quimera. Instituir la reforma política, desde el Cáucaso hasta el Báltico, fue una experiencia desalentadora. La moral en el ejército era baja. Y parecía que Gorbachov no sabía cómo corregir los problemas.
Para realizar cualquier reforma y revertir la caída económica de su país, Gorbachov necesitaba un mundo en paz. Los acuerdos de control de armas con Estados Unidos le permitirían recortar su presupuesto militar y liberar dinero para los programas domésticos.
El entonces presidente estadounidense, Ronald Reagan, entendió la difícil situación de Gorbachov y trató de aprovecharla. Aumentó el gasto militar estadounidense, profundizando el déficit de su propio país, con la esperanza de que cualquier esfuerzo de la Unión Soviética por mantener ese ritmo de inversiones finalmente la llevaría a la bancarrota y socavaría el sistema comunista.
Para comenzar a reducir los gastos militares, Gorbachov puso fin a la debacle militar en Afganistán, que se había convertido en el Vietnam de la Unión Soviética. La intervención, iniciada en diciembre de 1979, tenía como objetivo apoyar al gobierno marxista-leninista de Afganistán contra la oposición indígena, los muyahidines afganos y los voluntarios extranjeros, muchos de ellos árabes. Pero se prolongó durante nueve años y costó 15.000 vidas soviéticas antes de que se retiraran las últimas fuerzas en 1989.
La retirada simbolizaba la ruptura de Gorbachov con la política exterior del periodo de Brézhnev. Ocho meses después, el 23 de octubre de 1989, Shevardnadze, el ministro de Relaciones Exteriores, le dijo a la legislatura soviética que la expedición a Afganistán había violado las leyes soviéticas y las normas internacionales. La invasión, dijo, “con consecuencias tan graves para nuestro país, se ejecutó a espaldas del partido y del pueblo”.
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Gorbachov en una reunión con el papa Juan Pablo II en 1990. Su encuentro celebrado un año antes fue el primero entre un dirigente de la Unión Soviética y el líder de la Iglesia católica.
Gorbachov en una reunión con el papa Juan Pablo II en 1990. Su encuentro celebrado un año antes fue el primero entre un dirigente de la Unión Soviética y el líder de la Iglesia católica.Credit...Luciano Mellace/Reuters
En el mismo discurso, y rompiendo nuevamente con el pasado de Brézhnev, Shevardnadze reconoció que la construcción de una estación de radar de alerta temprana cerca de Krasnoyarsk en Siberia había violado, como sostuvo Washington durante mucho tiempo, el Tratado de Misiles Antibalísticos de 1972 con Estados Unidos.
En ese momento, Estados Unidos avanzaba hacia un sistema antimisiles basado en el espacio, que según sus críticos también violaba el tratado. Gorbachov se estaba posicionando para establecer nuevos acuerdos de armas.
En busca de ese objetivo, comenzó a reunirse con Reagan, primero en Ginebra en 1985, luego en Reikiavik, Islandia, en 1986, y también en Washington en 1987, para firmar un acuerdo histórico que por primera vez eliminó toda clase de armas —armamento de mediano y corto alcance en Europa— además de exigir inspecciones para verificar los cambios.
En mayo de 1988, Reagan se convirtió en el primer presidente estadounidense en visitar Moscú en 14 años. Luego declaró: “Es muy posible que estemos empezando a derribar las barreras de la posguerra. Es muy posible que estemos entrando en una nueva era en la historia, una época de cambios duraderos en la Unión Soviética”.
Reagan, quien en 1987 había desafiado a Gorbachov a “derribar” el Muro de Berlín, estaba declarando el fin de la Guerra Fría.
El sucesor de Reagan, George Bush, se reunió con Gorbachov en diciembre de 1989 para celebrar una cumbre —que estuvo azotada por un vendaval— en barcos de la armada soviética y estadounidense frente a Malta. El encuentro estaba destinado a enterrar la Guerra Fría de una vez por todas y cimentar una nueva relación entre las superpotencias.
Pero, según Gorbachov le comentó a Bush, la “prueba definitiva” de su liderazgo seguía siendo la economía. Después de las conversaciones de la cumbre de Malta, Bush decidió ayudar al líder soviético e inició el proceso para establecer un acuerdo comercial que otorgaría a la Unión Soviética el estatus de nación más favorecida, reduciendo los aranceles estadounidenses sobre los productos soviéticos y facilitándole el acceso al mercado estadounidense, lo que ayudaría a que el país se modernizara.
Un evento que probablemente fue tan trascendental como los acuerdos de armas fue la visita de Gorbachov al Vaticano el 1 de diciembre de 1989. Su reunión con el papa Juan Pablo II fue el primer encuentro entre un dirigente de la Unión Soviética y el líder de la Iglesia católica. Fue allí donde Gorbachov se comprometió a adoptar una ley sobre la libertad de conciencia, que garantizaría el derecho de su pueblo a “satisfacer sus necesidades espirituales”.
Casi cuatro meses después, el Vaticano y la Unión Soviética declararon que restablecerían relaciones diplomáticas formales por primera vez desde 1923.
El final de un imperio
La perestroika de Gorbachov quedó demostrada cuando, en un capítulo impresionante de la historia, los regímenes comunistas de Europa del Este comenzaron a caer, uno tras otro.
En 1989, y durante unos pocos meses de euforia, la arquitectura política de Europa se transformó por la demanda popular de democracia. Siete países que durante más de cuatro décadas estuvieron encerrados tras la Cortina de Hierro volvieron a ser independientes. Algunos historiadores consideran que 1989 tiene tanta importancia como 1789, que fue el comienzo de la Revolución francesa, y 1848, un año signado por la agitación política en toda Europa.
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En unos eufóricos meses de 1989, la arquitectura política de Europa se transformó por la reivindicación popular de la democracia. En diciembre, el dramaturgo Václav Havel fue elegido como presidente de Checoslovaquia.
En unos eufóricos meses de 1989, la arquitectura política de Europa se transformó por la reivindicación popular de la democracia. En diciembre, el dramaturgo Václav Havel fue elegido como presidente de Checoslovaquia.Credit...Lubomir Kotek-Gerard Fouet/Agence France-Presse — Getty Images
No hay duda de que Gorbachov fue el catalizador de ese cambio. Pase lo que pase con el legado de la Unión Soviética, será recordado como el hombre que restauró Europa al momento previo a la Segunda Guerra Mundial, cuando era un continente de Estados nacionales independientes.
Antes de su llegada, la Unión Soviética había aplicado lo que Occidente calificó como la doctrina Brézhnev, según la cual el Kremlin se arrogaba el derecho de interferir en los asuntos de los regímenes comunistas del Pacto de Varsovia.
Brézhnev invocó ese derecho en 1968, cuando envió fuerzas soviéticas para destruir el movimiento de liberalización en Checoslovaquia conocido como la Primavera de Praga, y Jrushchov lo hizo en 1956, cuando su ejército aplastó una revuelta en Hungría.
Gorbachov finalizó esa política. Dijo que, si un régimen estaba fallando, le corresponde a ese sistema forjar un pacto social genuino con su gente.
Gennadi Gerasimov, vocero de Gorbachov, pronunció el epitafio durante una visita a Finlandia en octubre de 1989. “Creo que la doctrina Brézhnev está muerta”, dijo.
Meses antes, Polonia se había convertido en el primer país del Pacto de Varsovia en expulsar a los comunistas y acabar con su poder monolítico. En las elecciones democráticas del 4 de junio, el movimiento Solidaridad logró una sorprendente victoria sobre los candidatos comunistas.
El 29 de julio, el general Wojciech Jaruzelski, el hombre que en 1981 había impuesto la ley marcial para aplastar a Solidaridad, renunció como líder del Partido Comunista pero permaneció como presidente. Al mes siguiente, nombró a un alto funcionario de Solidaridad, Tadeusz Mazowiecki, como el primer primer ministro no comunista desde los años iniciales de la posguerra.
Los países de Europa del Este siguieron ese ejemplo rápidamente, expulsando a sus regímenes comunistas a una velocidad vertiginosa.
En octubre, miles de manifestantes se reunieron en la Plaza de Wenceslao en Praga, que fue el escenario de una sangrienta represión en 1968, y nuevamente se enfrentaron a los agentes de la policía antidisturbios. Al día siguiente, decenas de miles de personas volvieron a tomar la plaza.
A medida que crecían las manifestaciones diarias, Alexander Dubcek, el líder reformista de la Primavera de Praga de 1968, fue vitoreado por 250.000 personas cuando pidió la renuncia del presidente Gustáv Husák y del líder del partido, Milos Jakes. Tres días después, Jakes fue remplazado. (En el giro más sorprendente en un año de gran agitación, Václav Havel, el dramaturgo que fue censurado y encarcelado por los comunistas y que se convirtió en un símbolo de la oposición, fue elegido presidente en diciembre).
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En enero de 1990, Gorbachov envió tropas a Bakú, la capital de Azerbaiyán. Más de 140 personas murieron en los combates que se desencadenaron.
En enero de 1990, Gorbachov envió tropas a Bakú, la capital de Azerbaiyán. Más de 140 personas murieron en los combates que se desencadenaron.Credit...Associated Press
En Alemania Oriental, decenas de miles de personas, en su mayoría jóvenes, salían del país hacia el oeste, principalmente a través de Checoslovaquia y Hungría. Este último país firmó un acuerdo comprometiéndose a no devolver a los refugiados y luego comenzó a cortar el alambre de púas que separaba el este del oeste en su frontera con Austria.
En Leipzig, cientos de miles de alemanes orientales participaron en marchas semanales por la libertad exigiendo elecciones democráticas, sindicatos independientes y el desmantelamiento de la policía secreta.
Los disturbios pronto llegaron hasta Berlín Oriental, la capital que permanecía como un sombrío símbolo de las tensiones de la Guerra Fría. El 7 de octubre, Gorbachov, al visitar la ciudad para conmemorar el 40 aniversario del gobierno comunista, advirtió a los líderes que no usaran la fuerza contra su propio pueblo. “La vida misma castiga a los que se demoran”, dijo.
En noviembre, las calles estaban llenas de manifestantes. El gobierno de Alemania Oriental trató de frenar la huida hacia Occidente al publicar el borrador de una ley que permitía a todos los ciudadanos viajar al extranjero o emigrar.
El 9 de noviembre, cayó el Muro de Berlín y oleadas de alemanes se dirigieron hacia el oeste.
Al día siguiente, el dictador Todor Zhivkov renunció como presidente de Bulgaria y a la jefatura del Partido Comunista después de gobernar durante 35 años, más que cualquier otro líder de Europa del Este.
En Rumania, las multitudes tomaron las calles de Bucarest en diciembre, obligando a Nicolae Ceausescu, el más represivo y odiado de todos los líderes comunistas, a huir. Tanto él como Elena, su esposa que también era muy despreciada, fueron detenidos y juzgados por los militares que luego los ejecutaron con un pelotón de fusilamiento. Luego se convocaron las elecciones.
A excepción de Albania, todos los regímenes comunistas totalitarios de Europa habían caído antes del nuevo año y la nueva década.
Con los recuerdos de la Segunda Guerra Mundial aún frescos, Moscú tenía fuertes dudas de que una Alemania reunificada y resurgida fuera algo deseable. Aunque muchos países del Pacto de Varsovia estaban contentos de ver una Alemania reunificada dentro de la OTAN, la Unión Soviética rechazó esa propuesta, sugiriendo que Alemania fuera miembro tanto de la OTAN como del Pacto de Varsovia. Esa idea fue rechazada por Estados Unidos.
Las negociaciones sobre la unificación alemana se llevaron a cabo en lo que se conoció como el tratado “dos más cuatro”, que incluyó a los ministros de Relaciones Exteriores de las dos Alemanias y las potencias victoriosas de la Segunda Guerra Mundial: Estados Unidos, la Unión Soviética, Francia y el Reino Unido.
Gorbachov buscó una “sincronización” de dos temas, la unidad alemana y la seguridad europea. Finalmente, el 16 de julio de 1990, se llegó a un acuerdo que permitía que la Alemania unificada estuviese en la OTAN. Gorbachov declaró: “Estamos finalizando una época en las relaciones internacionales y entrando en otra, un periodo que creo será una paz fuerte y prolongada”.
La unión se disuelve
Sin embargo, la paz no acechaba en todos lados. Si bien la glásnost abría el debate público en la Unión Soviética y echaba luz sobre los errores del pasado y los problemas actuales, también volvía a azuzar las aspiraciones nacionalistas, las rivalidades religiosas y los odios étnicos que habían estado cocinándose en las repúblicas soviéticas periféricas desde antes de Stalin, Lenin y Marx.
El 9 de abril de 1989, en Georgia, 19 personas murieron cuando las tropas del Ministerio del Interior emplearon tanques, palas y tal vez gas venenoso para atacar a los separatistas georgianos que cantaban y bailaban en las calles en lo que los georgianos afirmaron era una manifestación pacífica. Hubo manifestaciones nacionalistas similares en Uzbekistán, Kazajistán y Tayikistán.
Los armenios también tomaron la flamante liberalización como una licencia para ajustar viejas cuentas y pusieron las miras en Nagorno Karabaj, un territorio semiautónomo poblado en gran parte por armenios pero administrado por Azerbaiyán.
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Muchedumbres subieron a los tanques en la Plaza Roja luego de que la agencia oficial de noticias Tass anunció la salida de Gorbachov.
Muchedumbres subieron a los tanques en la Plaza Roja luego de que la agencia oficial de noticias Tass anunció la salida de Gorbachov.Credit...Boris Yurchenko/Associated Press
Azerbaiyán, que es mayoritariamente musulmán, había estado en un conflicto sangriento durante siglos con Armenia, que es sobre todo un país cristiano, y durante más de un año los nacionalistas azerbaiyanos habían atacado el tráfico de autos y ferroviario en el territorio.
El 20 de enero de 1990, Gorbachov intervino, al enviar tropas a Bakú, la capital de Azerbaiyán, una ciudad de dos millones de habitantes en el mar Caspio. El enfrentamiento entre el ejército soviético y una organización paramilitar conocida como Frente Popular, más de 140 personas murieron, al menos 30 de ellas soldados soviéticos.
La confrontación, que enfrentó al ejército soviético con el pueblo soviético, fue tan impopular en todo el país que las madres se manifestaron en las calles para evitar que sus hijos fueran enviados a Azerbaiyán. Miles de reclutas quemaron sus tarjetas de reclutamiento y las tasas de deserción militar aumentaron.
En Bakú, mientras había disturbios multitudinarios, se reportó que habían huido más de 500 efectivos con sus armas. Gorbachov al final cedió y se retiró. Nadie tenía recuerdo de algún líder soviético que retrocediera de ese modo ante las exigencias del público.
El desafío a la autoridad central de Moscú quedó de manifiesto cuando los azerbaiyanos y los armenios acordaron reunirse no en el Kremlin, sino bajo la tutela de los líderes separatistas de Estonia, Lituania y Letonia, los tres Estados bálticos. Se encontraron en Riga, la capital lituana, y en febrero de 1990 acordaron una tregua.
Pero el descontento llegaba a un punto de ebullición. Lituania votó abrumadoramente a favor de la independencia el 25 de febrero y declaró su independencia menos de un mes después. La ruptura con Moscú amenazaba con desmoronar a la Unión Soviética.
Se trataba también de un repudio a Gorbachov. Lituania había avanzado a pesar de que el líder hizo una solicitud personal de que se mantuvieran leales al partido central y al Kremlin.
Además de declarar su independencia, Lituania empezó a ejercerla y decidió emitir sus propios documentos de identidad. Gorbachov advirtió que habría sanciones severas si la medida no era repelida pero Lituania se negó. Boicoteó la convocatoria de primavera del ejército soviético y reclamó propiedades en Lituania que, según Moscú, eran propiedad del gobierno soviético y del Partido Comunista Soviético.
Gorbachov recurrió a tácticas más duras y negó al Lituania suministros claves de petróleo, carbón y gas natural e impuso un embargo de medicinas y alimento para bebé. En represalia, los lituanos empezaron a recortar las exportaciones de alimentos y a realizar acuerdos separados de envío con ciudades soviéticas en donde los comunistas habían sido desplazados en las votaciones.
Gorbachov también trató de evitar los movimientos independentistas de Estonia y Letonia. Aunque supuestamente cualquier república soviética tenía el derecho constitucional a la secesión, Gorbachov mandó redactar una nueva ley que codificaba largos procedimientos de retirada.
La ley, a la que se opusieron los Estados bálticos, requería un referéndum en todas las repúblicas para lograr la independencia, un periodo de negociación de cinco años y un voto final en la legislatura nacional. Los Estados del Báltico insistían en que la ley no era aplicable a ellos debido a que habían sido anexionados de forma ilegal en 1940.
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El 26 de diciembre de 1991, se formalizó el final del Imperio soviético cuando Gorbachov renunció como presidente de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
El 26 de diciembre de 1991, se formalizó el final del Imperio soviético cuando Gorbachov renunció como presidente de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.Credit...Vitaly Armand/Agence France-Presse — Getty Images
La cuestión del Báltico fue la crisis más seria de Gorbachov y solo la punta de un iceberg de impulso secesionista que se extendió por la Unión Soviética. Su desafío era mantener unida a la nación sin emplear la fuerza y al mismo tiempo mantener su programa de reformas liberales en marcha luego de un año de indecisión.
Este era el ambiente en el que el viejo orden contraatacó.
El golpe del ala dura
El domingo 18 de agosto de 1991, Gorbachov se encontraba de vacaciones en Foros, una zona vacacional del mar Negro, en la península de Crimea. Estaba ultimando un importante discurso sobre un nuevo pacto sindical que iba a transferir una porción considerable de poder desde el Kremlin a las 15 repúblicas de la unión, que debían empezar a firmar los documentos el martes. Entonces, sin aviso previo, una delegación de hombres del ala dura del Kremlin, desde militares hasta miembros de la KGB, llegaron a la puerta de su dacha y cortaron las líneas telefónicas. Le exigían que declarase un estado de emergencia y renunciara.
Lo que siguió fue una serie de eventos que algunos llamaron “los tres días que estremecieron al mundo”. El lunes a las 6 a. m., la agencia de noticias oficial Tass anunció que Gorbachov había sido destituido, debido a su “incapacidad por razones de salud” para cumplir con sus deberes. El vicepresidente Gennadi Yanáyev asumió el poder bajo una nueva institución: el Comité Estatal para el Estado de Emergencia.
Una hora después, un decreto de emergencia suspendió a todos los partidos políticos y cerró los medios de oposición. El paradero de Gorbachov era una incógnita. Borís Yeltsin, presidente de lo que entonces se llamaba la Federación de Rusia, definió esa toma del poder como un golpe de Estado.
Gorbachov y Yeltsin, por lo general, habían estado en desacuerdo, pero ahora Yeltsin se había convertido en su más importante —y visible— aliado. A las 11 a. m., tropas soviéticas y tanques habían cercado el edificio gubernamental conocido como la Casa Blanca Rusa. A inicios de la tarde, centenares de manifestantes ya rodeaban los tanques.
Yeltsin se unió a los manifestantes. Subido a un tanque T-72, megáfono en mano, convocó a una huelga general. A su lado se encontraba el general Konstantín Kobets, ministro de Defensa de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia, que ordenó a las fuerzas armadas que depusieran las armas. “Ni una mano será levantada contra la gente o el legítimamente elegido presidente de Rusia”, dijo el general Kobets.
Pronto la agitación se extendió a otras capitales de las repúblicas. Al día siguiente, Yeltsin exigió ver a Gorbachov e insistió en que un grupo médicos extranjeros lo examinaran. Mientras tanto, el número de manifestantes en el exterior del Parlamento ruso creció hasta las 150.000 personas.
El miércoles, cuando la marea se estaba volviendo en contra del ala dura, las tropas soviéticas se retiraron del centro de Moscú y los líderes del golpe huyeron. El jueves, Gorbachov regresó a la capital para asumir el poder.
El golpe de Estado fue desbaratado, pero el golpe político contra Gorbachov fue crítico. Había sido remplazado por Yeltsin como símbolo de la democracia en Rusia. El 24 de agosto, Gorbachov renunció como secretario general del Partido Comunista y disolvió su Comité Central. El 25 de diciembre, cuando renunció al cargo de presidente de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, el final del Imperio soviético quedó sellado.
Yeltsin le proporcionó una dacha, guardaespaldas, una pensión y lo que Remnick definió en La tumba de Lenin como “una buena propiedad de bienes raíces: el instituto del Partido”, que Gorbachov utilizaría como centro de investigación, pero no para hacer oposición política. Sin embargo, poco después volverían a enfrentarse.
“Los miembros del equipo de Yeltsin empezaron a recortar el acuerdo de retiro de Gorbachov”, escribió Remnick. “Primero le retiraron la limusina y la remplazaron con un modesto sedán, luego amenazaron con algo peor. ‘Pronto’, se burló un periódico, ‘Mijaíl Serguéyevich estará yendo a trabajar en bicicleta’”.
Raisa Gorbachov, quien sufrió un ataque cerebral durante el golpe de Estado, murió de leucemia en 1999, luego de lo cual Gorbachov empezó a pasar más tiempo en el extranjero, dando discursos y recorriendo el circuito diplomático internacional.
Gorbachov mantuvo su popularidad en Occidente (incluso fue seleccionado para una campaña publicitaria de Louis Vuitton en 2007), pero en Rusia sus ideas se volvieron obsoletas mientras la corrupción contra la que había luchado alcanzaba nuevas cumbres, con miles de millones volando a las manos de los oligarcas que luego sacaron sus riquezas del país.
En 2009, Anatoly B. Chubáis, un economista convertido en político que se benefició enormemente de las privatizaciones, dijo que “Gorbachov es el hombre más odiado de Rusia”.
En las ocasionales entrevistas que concedió a medios occidentales, Gorbachov enumeró los errores que creía haber cometido. Dijo que debió haber formado un nuevo partido político y relegar al Partido Comunista al basurero de la historia; que debió haber encontrado una forma menos agresiva de liberar a las antiguas repúblicas soviéticas. Incluso dijo que no debió haberse ido de vacaciones antes del golpe.
Yeltsin, su intermitente aliado y oponente, ofreció su propia valoración de Gorbachov en 1991: “Pensó en unir lo que era imposible: el comunismo y el libre mercado, la propiedad estatal y la propiedad privada, el pluralismo político y el Partido Comunista. Se trataba de parejas incompatibles, pero él insistió, y ahí reside su principal error estratégico”.
En años recientes, Gorbachov solía opinar sobre la actualidad, pero su voz había perdido resonancia. Advirtió sobre la expansión de la Unión Europea hacia el este, mostró preocupación ante la posibilidad de una nueva Guerra Fría y celebró el voto del Parlamento ruso para anexar Crimea.
Se mostró ambivalente respecto a la presidencia de Vladimir Putin, la aparente antítesis de casi todo lo que él había intentado conseguir. En un inicio lo elogió por restaurar la estabilidad en Rusia, incluso con el alto precio del autoritarismo, pero se opuso a sus medidas en contra de la libertad de prensa y los cambios en las leyes electorales de las regiones rusas.
Putin, dijo, se veía a sí mismo “solo por debajo de Dios” y nunca buscaba su consejo.
No hay información, de momento, sobre deudos sobrevivientes de Gorbachov. Los medios estatales rusos señalaron que será enterrado en el cementerio de Novodevichy, en Moscú, junto a su esposa, quien murió en 1999 a los 67 años. No se ha anunciado la fecha de la ceremonia.
A pesar de las dificultades que enfrentó, Gorbachov tuvo éxito al cambiar drástica y permanentemente el carácter político, económico y social de lo que alguna vez fue la Unión Soviética, así como el mapa completo de Europa del Este. Pero él, más que nadie, sabía bien cuán corto se había quedado.
En una entrevista durante sus últimos días como presidente, le dijo a The New York Times, “aún con todos los errores de juicio y de cálculo —o, por el contrario, con los grandes saltos hacia adelante que dimos—, conseguimos hacer la parte fundamental del trabajo preliminar, político y humano”.
“En ese sentido”, añadió, “será imposible que la sociedad retroceda”.
Anton Troianovski e Ivan Nechepurenko colaboraron en este reportaje.
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