jueves, 8 de agosto de 2013

Imprescindibles....

Francisco Ayala, cronista de la transición en «De vuelta a casa. Obras completas VI»

Francisco Ayala regresó del exilio en 1976. Llegó a una España en democracia de la que se convirtió en testigo. El tomo sexto de sus «Obras completas» recopila sus reflexiones periodísticas

Francisco Ayala, cronista de la transición en «De vuelta a casa. Obras completas VI»
ABC
Francisco Ayala, quien al caer la República se exilió a Buenos Aires. De allí viajo a Puerto Rico y EE.UU.
No todos los regresos son iguales. Hubo quien volvió del exilio para perderse en la insignificancia, acaso para recoger solo los honores del sacrificio, y quien lo hizo para alimentar una definitiva nostalgia. Pocos lograron sobreponerse al impacto con la España real, aún menos los que tuvieron clara conciencia de la imposibilidad de cualquier retorno a ningún pasado. Nada se iba a restaurar: lo que iba a venir era –y es– otra cosa. Era cosa por hacer, cosa de todos.
Francisco Ayala lo sabía. Él, que había sido un atento analista de los signos del mundo contemporáneo, sabía que el «después de Franco» no abría ningún proceso de retorno a la anterioridad democrática republicana, sino, al contrario, una vía precaria –y en peligro– por cuyo tránsito se podía llegar –o no– hacia una nueva vida democrática en grado de reubicar a España en sintonía con Europa y acorde con el espíritu del tiempo nuevo. Era, pues, el suyo, un retorno que miraba hacia adelante. Un retorno con memoria, desde luego, pero con los ojos puestos en el futuro. No volvía a casa, a ninguna casa antaño puesta y durante tantos años cerrada, sino que lo hacía para comprometerse en cuerpo y alma con la construcción de una nueva para todos los españoles.
De ese compromiso intelectual dan fe –y de qué modo excelente– las más de mil páginas de escritura apretada de este volumen sexto de sus «Obras completas», que recoge sus artículos de prensa desde su definitivo regreso a España en 1976. No se equivoca la editora,Carolyn Richmond, en su apreciación de que esos artículos con los que Ayala interviene en el día a día de la nueva vida nacional constituyen «una especie decrónica periodística de la Transición y de las primeras décadas de la democracia».

Temas pertinentes, temas incómodos

Así es, en efecto: una crónica fiel, lúcida e implacable, en la que Ayala no se limita a ser mero espectador de los acontecimientos, sino que en ella vierte el signo indeleble de su compromiso con la verdad y con los valores que sustentan su pensamiento. No es Ayala un intelectual distante, sino radicalmente implicado en el proceso de democratización de la vida pública española.
Destaca la lucidez de su reflexión y su valor para afrontar siempre los temas pertinentes y los problemas, incluso los más incómodos, que iban saliendo al paso en aquellos años inciertos, sin plegarse ante nada ni ante nadie,denunciando el «desencanto» que sobrevino a muchos intelectuales tras los primeros años de entusiasmo, o aquel «mirar para otro lado» con el que otros muchos evitaban pronunciar una palabra clara frente al terrorismo, o el «cálculo» de tantos otros, más atentos a las prebendas del poder que al libre juego de la inteligencia y de la responsabilidad política. Cuántas voces de las que entonces más se oían hoy se nos caen de las manos y no dejan sino un rastro de vanidad e inconsistencia. Frente a ellas, la de Ayala sigue siendo luz, quizá porque su palabra fue siempre verdadera.
Volvía del exilio, pero no para convertirse en su representante o para acogerse al palio de su mística más desenfadada. Él iba a dar voz al exilio, a su singular experiencia del exilio, que siempre se manifestó un tanto contracorriente, sobre todo a partir de aquel artículo de 1947,«¿Para quién escribimos nosotros?», que sonó casi como un anatema entre los cuadros de la «intelligentzia» y del oficialismo del exilio republicano.

Herencia republicana

El exilio era una parte importante de su vida y su experiencia fue decisiva en su obra, sin duda, pero ni una ni otra podían reducirse a aquel: él ya era alguien antes, como hombre y como autor, y como tal había contribuido al esplendor de la cultura española de los años 20 y 30 y al proceso de construcción de la República. Perdió la guerra y marchó en exilio. Y ahora volvía sin renunciar a nada de lo que había sido.
La suya es la voz de un liberal, pero suena un poco distinta de la de esos otros intelectuales que provenían de la disidencia del falangismo y que en los últimos tramos del franquismo y en los primeros de la democracia hicieron profesión de fe liberal. La suya recogía –«salvaba»– una herencia republicana y con ella y desde ella quiso cívicamente intervenir, converger, sumarse. Una auténtica apuesta por el regreso.
El volumen, como los demás de estas «Obras completas» de impecable factura, va acompañado de un prólogo siempre acertado y pertinente y de una nota editorial y unos apéndices críticos que fijan los criterios de la edición y dan una muy adecuada información bibliográfica sobre la historia de los textos.
A la espera del que falta, este de ahora pone a disposición del lector unAyala presente, cercano, perfectamente reintegrado a un país que un día le echó de casa, como a tantos otros en aquel y en otros entonces de nuestra trágica Historia. Volver no era fácil. Ayala no solo quiso, sino que supo hacerlo.

De vuelta a casa. Obras completas VI

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