Roubini: "El PIB español comienza a recuperarse, pero todavía está lejos de arrancar"
El Eco
Después de nuestras reuniones con políticos en Madrid podemos concluir que la recesión toca fondo. Hemos confirmado que la larga contracción de España está mostrando signos decrecientes. Cualquier esperanza de que los datos del PIB se vuelvan positivos a finales de 2013 es prematura, pero la probabilidad de una subida de calificación, de recesión a estancamiento, es mayor.
El principal problema al que se enfrenta la economía española es la escasez de iniciativas de recuperación. Los síntomas del fin de la fase aguda de la crisis han hecho caer en la aceptación y la pasividad.
Por un lado, los notables esfuerzos de reforma estructural a largo plazo, especialmente la mejoría de los costes laborales unitarios y la flexibilidad del mercado laboral, han supuesto un dato positivo -por el impulso que transmiten a las exportaciones y al turismo-. Pero por el otro, los políticos españoles tienen pocas esperanzas de que los europeos vayan a ofrecer antídotos serios contra el legado de la austeridad.
También hemos de destacar que los políticos rebatieron las previsiones pesimistas del FMI de un 0% de crecimiento en 2013-2017 y una expansión del PIB de sólo el 1% en 2018.
La banca
En cuanto a la reforma del sistema bancario, la incertidumbre reguladora induce a la acumulación de capital y restringe los créditos. Ni las instituciones extranjeras ni las nacionales tienen ganas de aumentar su inversión en España y los bonos del Estado dejan fuera al sector privado. Los bancos han sido recapitalizados, amputando a la fuerza los activos inmobiliarios gangrenosos de sus balances.
En cuanto al sector privado, no se avista su salida de la crisis. Nadie sabe cuándo terminará el desapalancamiento de los hogares y las empresas, pero existe el consenso de que España debe alcanzar un excedente del 2-3% para estabilizar la deuda.
La solvencia de España es débil y se deteriora, incluso si el Gobierno ha recorrido la mitad del camino hacia la estabilización de la deuda en más del 100 por ciento del PIB. Las exportaciones industriales han demostrado que las empresas españolas pueden encontrar el camino hacia el crecimiento, mientras que el desinfle de los sueldos y las reformas laborales contienen los costes.
Escepticismo
Los últimos datos económicos han reforzado la confianza de que España está pasando página, pero nosotros seguimos siendo escépticos y mantenemos nuestros pronósticos previos, que no contemplan la vuelta al crecimiento positivo hasta 2014. Nuestro análisis se basa en un gran y continuo ajuste del balance, que restringe la C (consumo de los hogares), I (inversión) y G (gasto fiscal), mientras el sector financiero sigue achacoso. Hasta que amaine el desapalancamiento, ni siquiera una austeridad más leve permitirá que las exportaciones eleven el PIB. Esperamos un crecimiento del PIB del -0,6 por ciento en 2014.
La economía española ha sobrevivido a su crisis, pero hay pocos "brotes verdes". El Gobierno espera un déficit fiscal del 6,5 por ciento en 2013 y ha obtenido un aplazamiento para lograr un déficit del 3 por ciento en 2016 en vez de 2014, con vistas a estabilizar la deuda pública después. Dado que los planes financieros se hacen anualmente, no sabemos cómo se va a hacer ese ajuste fiscal.
Según el Tesoro, la emisión de deuda del programa de post-operaciones monetarias simples del año pasado acortó mucho los vencimientos. Según los responsables, se debe a que sólo podían emitir bonos de vencimiento corto para satisfacer la demanda existente. El Tesoro anunció un montón de dinero a mano tras finalizar el 75 por ciento de la emisión anual antes de agosto de 2013 y sugirió que podíamos esperar recompras y canjes, centrándose en bonos de cupón alto. Tiene sentido desde el punto de vista de la gestión de liquidez y el riesgo, pero presenta un índice de rendimiento interno (RR) negativo, aumentando el índice deuda sobre PIB.
El Tesoro confesó que un diferencial de 200-250 puntos frente al bund está garantizado a medio plazo, es decir, un nivel semejante a Brasil y Sudáfrica. Los índices crediticios de España, que planean justo por encima del grado 'basura', se sitúan varias muescas por debajo de las dos economías emergentes. Los diferenciales no van a endurecerse mucho salvo que el crecimiento o los rendimientos fiscales mejoren drásticamente, lo cual es improbable antes de las elecciones de 2015. Las últimas encuestas pronostican un giro brusco a la izquierda.
Aún demasiada deuda
Puesto que el efecto del sector público en la economía va a ser neutro como mucho, el crecimiento tendrá que estar impulsado por el consumo interno y la inversión, además de las exportaciones netas. No obstante, los hogares siguen con demasiada deuda e insuficientes ingresos (la remuneración salarial ha caído durante 15 trimestres consecutivos desde 2009, con las caídas más acusadas en 2013).
La deuda familiar ha empezado a ajustarse (del 92 al 85% del PIB) junto con la deuda empresarial (del 199 al 173%), pero el desapalancamiento sigue siendo demasiado rápido. La amortización de la deuda es también más onerosa que en otros países y es imposible saber cuándo remitirá el desapalancamiento. El alto índice de propiedad de viviendas de España (80 por ciento) puede implicar una estabilización a un índice deudasobre PIB más alto que en otros países, pero es evidente que la borrachera de préstamos que comenzó con la incorporación al euro no se ha relajado sustancialmente.
En julio de 2011, el FMI sugería sanear el sector financiero y reformar el mercado inmobiliario para limpiar y tocar fondo, fomentando también el mercado de alquiler.
En resumen, durante los próximos años el saliente de deuda privada evitará un crecimiento fuerte, el desapalancamiento y reequilibrio traerán desinflación y seguirá la racionalización del Gobierno. La deflación salarial podría continuar durante mucho tiempo, aportando ganancias en competitividad y amplios excedentes de cuenta corriente, pero exacerbando la carga de deuda para las familias.
Con unos altos índices de deuda y poca riqueza, el valor neto de las familias se ha llevado un golpe mientras el paro y la devaluación interna reducen los salarios reales e inducen a la deflación de la deuda. El efecto general es que el balance de los hogares se ha estirado mucho y es probable que permanezca al borde de la insostenibilidad, mientras la crisis de los créditos constriñe la capacidad de las familias para pedir préstamos con los que mantener el gasto. El panorama del crecimiento del consumo es oscuro.
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