“¿Ha visto la de gente marrón que hay en París ya?”, le espetó un día un taxista a Ezequiel Szafir (Buenos Aires, 1971) mientras pasaban por un barrio de mayoría inmigrante de camino a una reunión. “Esto termina mal. Esto termina con otro holocausto. Lo que los judíos, los árabes y los negros no se dan cuenta es que los europeos parecemos muy buenos, muy simpáticos, pero de momento nos cansamos y cuando nos cansamos se acabó todo”, le dijo, buscando su mirada por el espejo retrovisor. Szafir no pudo quitárselo de la cabeza. No sólo por la diatriba racista y xenófoba con la que se explayó después el chófer -los judíos controlando la economía francesa, los musulmanes quemando coches y los chinos que vienen a robar y que no pagan impuestos-, sino por la facilidad con la que semejantes barbaridades salían por su boca dando por hecho la complicidad del interlocutor.
París 2041, que hoy publica Ediciones B, nace en ese viaje en taxi y parte de un contexto, en una Europa rodeada de cadáveres flotando, donde jóvenes nacidos en el viejo continente caen seducidos por los cantos de las viles sirenas del Estado Islámico, o donde los partidos fascistas vuelven a campar a sus anchas, que hoy, a Szafir se le antoja una bomba a punto de estallar. “Europa ha decidido tolerar, pero no se ha decidido a aceptar”, asegura desde un banco junto al coqueto Bassin de la Villette parisino, escenario del gueto musulmán de su novela, en una tarde que anuncia la llegada de la primavera.
'Se trata de un tema de conciencia de la sociedad. Bajarse un libro sin pagar por él es no permitirle al escritor escribir'
En la distopía de Szafir, el Arco del Triunfo vuelve a ser testigo de la pira, en la que los libros de Orhan Pamuk, Marc Levy o Khaled el Hosseini alimentan las llamas “en un viaje medieval hacia la fuerza purificante de la hoguera y sus trágicos cuatrocientos cincuenta y un grados Fahrenheit”. En una Europa gobernada por fascistas y una nueva resistencia francesa que vuelve a coger las armas por la libertad, miembros del Partido, borrachos de poder, arrojan libros y lectores electrónicos a la inmensa mole de fuego. Ezequiel Szafir sabe mucho de libros, de minorías y también de lectores electrónicos.
El escritor, vicepresidente de Amazon para Europa, tiene un libro abierto en la mesilla de noche, un Kindle en el maletín para leer en el tren y audiolibros en el coche. “El libro digital democratiza mucho el arte de contar historias”, razona. Y, aunque en España no termina de despegar, quizás en parte por la piratería, un problema que Szafir califica de “fundamentalmente español”, el catálogo es inmenso. “La crisis puede haber tenido algo que ver, pero no es excusa. La mitad del catálogo en español de Amazon está a 3 ó 4 euros. Se trata de un tema de conciencia de la sociedad. Bajarse un libro sin pagar por él es no permitirle al escritor escribir”, reflexiona el autor, quien considera que “la economía digital es una parte importante de la economía y cada vez habrá más gente que viva de eso”.
Pero Szafir se considera un optimista y, pese al desolador panorama, al menos en España, donde las ventas de libros han caído más de un 30% desde el inicio de la crisis, en 2041 -fecha a la que llega tras invertir los números de 2014 en un guiño a su admirado George Orwell, que escribió 1984 en 1948-, digital y papel conviven, no reemplazan. “Van registrados 4000 años de gente contando historias y gente leyendo historias. Se ha pasado del pergamino al papel y de ahí a la imprenta y al digital. En la novela quise expresar el amor de la gente por sus libros y la quema de libros como evento de represión al librepensamiento, independientemente de si la gente lee en digital o en papel”.
Szafir vive en Luxemburgo, pero el trabajo le trae a menudo a París. Nos ha citado en el barrio de La Goutte d'Or, que también se conoce como la “pequeña Argelia”, de calles salpicadas de carnicerías halal, tiendas de retales africanos y perfumadas por la hierbabuena de los mayoristas que abastecen las cafeterías árabes. En el barrio, más del 36% de la población es inmigrante, y en algunas zonas el porcentaje sobrepasa el 60. También está lleno de jóvenes, uno de cada cuatro tiene menos de 20 años. Un potencial enorme, si se sabe -y se quiere- aprovechar.
El barrio toma protagonismo en la novela, es escenario del amor entre sus héroes, un cristiano y una musulmana, y de la crueldad a la que retorna una Europa en la que la crisis económica y política ha terminado por destruir el euro y en la que, por ejemplo, el “Grexit” es una realidad. “No es tan descabellado”, asegura el autor, para quien la novela es un “señores, despierten, esto puede pasar”.
'Europa tiene la necesidad de no dar por sentado que la democracia, la paz, son atributos plenamente europeos, y que la Historia se puede repetir'
“Europa tiene la necesidad de no dar por sentado que la democracia, la paz, son atributos plenamente europeos, y que la Historia se puede repetir”, reflexiona. En una Francia donde el ultraderechista Frente Nacional obtiene una cuarta parte de los votos o donde, por ejemplo, se plantean si eliminar el menú de sustitución que comen los niños musulmanes en las cantinas de los colegios, “¿qué es lo que me garantiza que no estoy viviendo una época como lo que sería 1935? ¿Velo sí, velo no? ¿De qué estamos hablando?”, se pregunta Szafir. Siete décadas de paz para una vieja con tantos años y tantas guerras a cuestas, tan amante de caudillos y dictadores, apenas es nada.
La distopía de 2041 escribe el futuro yendo a la historia. “En 1935, leyes deNuremberg contra los judíos. Yo en la novela hago leyes contra los musulmanes. Noche de los cristales rotos, voy y quemo mezquitas. Y voy repitiendo todo y cierra todo perfecto. Y da miedo, porque no hay nada tirado por los pelos, no hay nada raro. Queda demostrado que sí, la Historia se puede repetir”, advierte el autor, quien se considera minoría por partida triple, como judío, inmigrante en Europa y descendiente de inmigrantes judíos que emigraron a Argentina en los años más difíciles del siglo XX.
Pero París 2041, asegura Szafir, no es un libro ni sobre el Islam ni sobre las minorías, sino sobre la crisis social, económica y de identidad europea. “El mundo está en ebullición y, frente al continuo reinventarse de Estados Unidos o Asia, Europa está dormida. Y a esa Europa dormida le pasan muchas cosas, tiene una crisis de identidad, una crisis económica, y todo eso genera un malestar social y un caldo de cultivo que puede terminar con un régimen dictatorial”.
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