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Por la pantalla de plasma en la que los periodistas pueden seguir en directo la intervención inicial del secretario general del PSOE en las reuniones de su Comité Federal se pudieron ver varios planos en los que Susana Díaz estaba más pendiente de su iPhone que del discurso de Pedro Sánchez, hacia el que de cuando en cuando levantaba una mirada oblicua en la que era perceptible su escepticismo, como cuando afirmó que los socialistas sólo participarán en “cambios seguros y coherentes”.
Pero la prueba irrefutable de que ambos son irreconciliables llegó cuando, “con humildad, pero mucha ilusión”, Sánchez reafirmó su determinación de ser el candidato en las elecciones generales. Fue uno de los momentos cumbres del sanedrín socialista. A la escenificación de poder del secretario general, que buscó y obtuvo el refrendo de una cerrada ovación, tardó mucho en sumarse la tetrarca andaluza y, cuando lo hizo, fue con notoria tibieza, algo que no podía pasar desapercibido porque se sienta en primera fila.
En la pista de baile socialista, Díaz ya no es la única pareja posible para el secretario general, que se lo recordó explícitamente nombrando a los seis secretarios generales que, si no se trastocan las expectativas de pactos, podrán exhibir en breve la credencial de presidentes autonómicos: junto aJavier Fernández, que repetiría en Asturias, y Guillermo Fernández Vara, que vuelve en Extremadura, entrarían a formar parte de la nueva corte socialistaXimo Puig, en Valencia; Emiliano García Page, en Castilla-La Mancha; Javier Lambán, en Aragón, y Francina Armengol, en Baleares.
'Ya no hay una reina madre. A partir de ahora, también están en primera fila otras casas reales’
“Ya no hay una reina madre. A partir de ahora, también están en primera fila otras ‘casas reales’”, comenta gráficamente un dirigente crítico con la actitud de la andaluza, que, una vez más, abandonó el Comité Federal cuando la reunión aún no había llegado a su ecuador. Y esa nueva realidad, que constituye el gran cambio provocado por los resultados del 24-M en el doméstico juego de tronos del PSOE, se confirmó cuando el paseíllo de marketing de Susana Díaz, en contra de lo que venía sucediendo, no arrastró detrás a todas las cámaras y periodistas. Una mayoría la siguió hasta la calle, pero –por vez primera desde la renuncia de Alfredo Pérez Rubalcaba– hubo quien prefirió quedarse a escuchar a Fernández, a Vara o a Puig.
Madina pincha la euforia
Tanto en su discurso ante el Comité Federal como en sus declaraciones a los periodistas, Díaz optó por anclarse formalmente en el papel institucional de presidenta en funciones de la Junta de Andalucía, situándose al margen de las controversias internas: “A mí, ese tema [las primarias, ratificadas en su convocatoria para el 26 de julio, aunque prevalece la impresión de que no llegarán a celebrarse por ausencia de candidatura alternativa] no me interesa. Yo estoy en los problemas de los ciudadanos”, dijo antes de advertir de que el PSOE no puede abandonar la posición de “la centralidad política” y enfatizar que, para eso, los socialistas deben tener “un discurso coherente para todo el territorio nacional”.
Hasta aquí, todo figuraba en el libreto previsible. La sorpresa fue que Eduardo Madina se erigiera abiertamente en portavoz de los críticos, cuyos planes para impedir que Sánchez sea el candidato presidencial se han visto frustrados por el revestimiento de poder que da lustre al discreto resultado del PSOE en elcómputo de votos del 24-M.
El diputado vasco no hablaba en el Comité Federal desde que fue derrotado por Sánchez en las primarias para el cargo de secretario general. Entonces dijo que él no iba a enredar y apuntó como horizonte personal más probable su retirada a la actividad docente, entre otras razones porque sabía de antemano que Patxi López lo desplazaría –como así va a ser– de la cabeza de lista al Congreso por Vizcaya y, con listas cremallera, ir tercero –además de representar una degradación jerárquica– no le asegura la reelección.
Pero el desprecio que siente por Sánchez, y el convencimiento de que este llevará al PSOE de victoria en victoria hasta la derrota final, ha podido más que su enemistad con Díaz. Hace semanas que el diputado vasco es la comidilla de los cenáculos socialistas porque “Susana lo pasea cada vez que tiene ocasión solo para darle en las narices a Pedro” y este sábado actuó como si fuera su ariete, llegando a reprochar al secretario general que se conforme con que el PSOE sea “la primera fuerza de la izquierda” cuando el aludido había dicho minutos antes precisamente que no se conforma con eso, sino que su objetivo es que vuelva a ser “la primera fuerza política” de España.
Madina se convirtió en el aguafiestas, no tanto por lo que dijo –que el del 24-M fue un éxito con pies de barro– como por ser él quien lo dijo. En el fondo, su intervención no fue mucho más allá de recordar la inquietante realidad que para el PSOE se esconde bajo el manto de reconquista de poder que puede derivarse del hundimiento del PP y el abanico de pactos que se abre: los socialistas sólo han mejorado en porcentaje de votos en Andalucía, Extremadura, Murcia y Galicia; en muchas grandes ciudades aparecen como tercera, cuarta y hasta quinta fuerza política; y resulta muy difícil creer que se pueden ganar unas elecciones generales sin hacerlo en las grandes ciudades y entre los jóvenes, que siempre han sido los motores de los cambios políticos.“Solo he rebajado la euforia. Los protagonistas del cambio son otros”, fue el resumen que hizo el propio Madina.
La estrategia postelectoral divide a los socialistas entre los partidarios de limitar los acuerdos a pactos de investidura y los que buscan gobiernos de coalición
Pero el poso que dejó su intervención es que, cuando el volcán socialista ya parecía muerto por lo relatado al comienzo de esta crónica, Madina se encargó de avivar las ascuas y recordar que, pese al armisticio electoral, las espadas siguen en alto. Como el jueves señaló José Luis Rodríguez Zapatero durante la presentación de la novela Los años felices (Planeta), los resultados del 24-M “no determinan”, pero sí “influyen y condicionan” lo que pueda ocurrir en las elecciones generales. Una mala gestión de los pactos puede arruinar las renovadas expectativas de recuperar el Gobierno de España y, si eso ocurre, en el congreso ordinario que el PSOE celebrará tras esos comicios se vivirá un nuevo episodio del juego de tronos socialista.
Los pactos locales y las elecciones generales
La estrategia de pactos fue el debate medular en el Comité Federal y en la cena que la víspera celebró Sánchez con los secretarios regionales, para la que Díaz delegó en su portavoz parlamentario, Mario Jiménez. El denominador común de las intervenciones fue la reivindicación de la centralidad del PSOE, con llamadas de atención a “no confundir la oportunidad con el oportunismo” y no dejarse arrastrar por la tentación de “volver a gobernar a cualquier precio”, especialmente fuerte entre muchos concejales, evitando “pactos excéntricos” que pasen factura en las generales.
La cacofonía empieza cuando se coge el mapa en las manos, porque la situación del PSOE varía mucho por territorios y también las posibilidades de entendimiento con Podemos, que para muchos socialistas es un caballo de Troya porque “no ocultan que quieren quitarnos a nosotros para ponerse ellos”.
Así, Javier Fernández y Guillermo Fernández Vara abogaron por acuerdos que se limiten a garantizar la investidura de los candidatos socialistas o de la alternativa mayoritaria de izquierdas al PP, sin ir más allá por lo menos hasta después de las elecciones generales.
Los defensores de este planteamiento, que no son solo los dos citados, argumentan que, ante las próximas elecciones generales, las dos grandes bazas del PP son la recuperación económica y “la campaña del miedo” a un nuevo “Frente Popular” (evocador de la guerra civil que siguió a la II República), de modo que entrar en gobiernos de coalición con Podemos solo por tocar poder puede ser el peor de los negocios electorales.
Por eso, Javier Fernández resaltó que si, como se dice, estamos ante una nueva Transición, para que esta resulte tan bien como la que llevó a España de una dictadura a la democracia, Podemos tendría que renunciar al populismo como entonces renunciaron el Rey al franquismo, Adolfo Suárez al Movimiento Nacional, Santiago Carrillo a la República, Felipe González al marxismo y Josep Tarradellas a la independencia de Cataluña.
Pero el valenciano Ximo Puig dejó claro que su apuesta es negociar desde el primer momento un gobierno de coalición, con Compromís como primera opción. “No hay votos manchados. Tan buenos son unos como otros para apoyar o ser apoyados”, defendió, dando por sobreentendida la exclusión del PP.
Madina asumió el papel de portavoz de los críticos y Díaz aplaudió a regañadientes el cierre de filas en torno a la candidatura presidencial de Sánchez
Ante esta disparidad de criterios, intereses y necesidades entre sus barones, la Ejecutiva pactó una resolución política que, tras muchos cambios en la redacción, plantea el siguiente marco genérico: “Los socialistas, siempre que haya acuerdo en los contenidos, facilitaremos gobiernos de progreso, porque la ciudadanía ha decidido dejar atrás las políticas de la derecha, pero allí donde el PSOE no sea la primera fuerza de la izquierda, nuestra voluntad es la de no formar parte de esos gobiernos”.
La resolución no precisa más porque Sánchez, a pesar de que este sábado habló con más aplomo y contenido que en los anteriores comités federales, sabe que ir más allá podría provocar la revuelta de algunos barones y poner en entredicho su autoridad como secretario general, que sigue siendo endeble, como ocurre siempre hasta que el nuevo líder consigue ganar unas elecciones.
Lo que el 24-M se escuchó en los colegios electorales de toda España fue un eco del clásico ferroviario: “¡Último aviso, pasajeros al tren!”. A los dos partidos mayoritarios se les hizo saber que están ante la última oportunidad de seguir siendo la locomotora antes de ser enviados al furgón de cola; y a los nuevos se les confirmó que tienen sitio en el tren, pero también se les dijo que, si quieren conducirlo, tendrán que ganarse la oportunidad. Los ciudadanos han dicho ¡basta ya! a la política entendida como un mero Juego de Tronos, y el que no lo entienda y sepa adaptarse con celeridad al nuevo tiempo, se puede quedar en el andén.
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