sábado, 30 de enero de 2021
Catalunya y/o la raíz de Pujol....
David Jiménez Torres: “El PSOE no puede gobernar Cataluña como si 2017 no hubiese ocurrido”
El historiador, analista político y escritor publica '2017. La crisis que cambió España' (Deusto), un ensayo que reflexiona sobre los resortes y consecuencias del episodio en el que los independentistas rompieron la ley
David Jiménez Torres en la entrevista con Vozpópuli.
David Jiménez Torres en la entrevista con Vozpópuli. Clara Rodríguez
KARINA SAINZ BORGO
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PUBLICADO 30/01/2021 04:45
ACTUALIZADO30/01/2021 04:54
Este 2021 se cumplirán cuatro años de uno de los periodos más turbulentos que ha enfrentado la democracia española desde el fin del franquismo. Entonces, el llamado 'procés' catalán desembocó en el referéndum ilegal del 1-O, la declaración unilateral de independencia, la suspensión de la autonomía catalana mediante el artículo 155 así como la huida y detención preventiva de algunos de sus líderes. Sus consecuencias fueron tales que aún resuenan en el panorama político, asegura David Jiménez Torres en el ensayo 2017. La crisis que cambió España (Deusto), que se publica el próximo 3 de febrero.
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En estas páginas, el historiador describe el 2017 en Cataluña como una fuerza gravitatoria que atrajo hechos irresueltos y desató otros. El estallido reconfiguró por completo el panorama político autonómico y nacional, desde la evaporación CiU hasta el Partido Popular de Mariano Rajoy, que desapareció en medio del temporal. Lo que hoy acontece en el ruedo político nacional está condicionado por lo que ocurrió entonces, y así lo demuestran tanto las próximas elecciones autonómicas como las decisiones judiciales que podrían conceder indultos a los líderes condenados por sedición y malversación. Hasta los apoyos al gobierno de coalición tienen que ver con aquellos hechos.
Con la rigurosidad documental propia de los historiadores al momento de ilustrar los precedentes, David Jiménez Torres despliega la complejidad argumental y analítica del ensayo y la investigación académica, combinada con la precisión del periodismo y la capacidad incisiva del columnismo. Sin resultar pretencioso y evitando el relato lineal o la recitación cronológica, el autor recupera el esquema aristotélico de presentación, nudo y desenlace para desarrollar el antes, durante y después de un año en el que "el constitucionalismo ganó la guerra y perdió la paz". Sobre estos asuntos habla David Jiménez Torres en esta conversación con Vozpópuli.
Con la DUI de 2017 todo estalló por los aires, incluida la política nacional. ¿El destino de todos los actores, incluidos los actuales, se definió entonces?
Hay una tendencia alentada desde ciertos sectores para referirse a Cataluña como una cuestión territorial que no guarda relación con el resto del país; y también como un episodio puntual, algo que pasó y quedó atrás. Eso es falso. La crisis catalana tiene un tirón gravitatorio y ha actuado sobre toda la política española. Es una especie de Big Bang: el estallido ayuda a explicar el movimiento posterior de procesos que siguen en marcha hoy. Muchas carreras de primera línea se vieron definidas por lo ocurrido 2017.
El caso de Mariano Rajoy puede que sea el más elocuente.
Y muchos otros: Artur Mas, Albert Rivera, Pablo Iglesias… Hay cosas de los últimos años que no se comprenderían sin la conmoción de 2017. No se puede entender lo que ha sucedido en el centro derecha y la derecha si no se concibe como una consecuencia de lo ocurrido ese año. No es verdad que el voto de centro derecha se haya fragmentado en tres partidos únicamente por los problemas del PP en su gestión de la corrupción. El desencanto del electorado del PP tiene que ver con cómo manejó el PP aquella crisis en Cataluña, que es lo que acaba provocando que muchos votantes prefieran a Ciudadanos y a Vox.
Cuatro años después, la actual legislatura pasa también por Cataluña.
El Gobierno se ha quejado mucho de la polarización; pero Pedro Sánchez debería considerar que gran parte de quienes no le votan vieron como una traición que aceptara los votos de quienes cometieron un asalto a la legalidad constitucional y los convirtiera de nuevo en parte de la ecuación para la gobernabilidad del país. Esa percepción de que la presidencia de Sánchez nacía de una traición también da una muestra del peso que ha tenido la onda expansiva de los acontecimientos de aquel año 2017.
David Jiménez Torres en la entrevista con Vozpópuli
David Jiménez Torres en la entrevista con Vozpópuli Clara Rodríguez
¿Es el proceso catalán el resultado de la larga historia de incomparecencia del Estado?
Al hablar de incomparecencia del Estado lo hacemos parecer un ente propio, cuando eso que llamamos Estado está tripulado por individuos que actúan en función de lo que consideran posible, deseable o indeseable. Por eso en el libro destaco el concepto de la Premisa, algo que no está en la constitución pero que forma parte de la cultura política del sistema surgido de la Transición. Es la creencia según la cual el Estado autonómico era suficiente para lidiar con cualquier problema que surgiese con los nacionalismos periféricos, para incluirlos en la gobernabilidad. Según esa creencia, su integración definitiva era sólo cuestión de tiempo. Era algo muy propio de las décadas en las que estaba en boga la teoría del Fin de la historia, de Fukuyama. Se creía que, incluso si los nacionalistas oponían dificultades, nunca se atreverían a romper la baraja. Tanto Zapatero como Rajoy pensaron así.
¿A qué se refiere exactamente?
Ambos fueron incapaces de pensar que esos nacionalistas realmente podían llevar a cabo una declaración unilateral de independencia. Zapatero fue el posibilismo más absoluto, con esa fe en el poder casi mágico de un Estatuto de Autonomía o de los tripartitos y su mentalidad de ‘tranquilo, todo irá bien’. Y, en efecto, no fue bien. En el caso de Rajoy no fue tanto una incomparecencia como la incapacidad de evitarlo, porque no pareció entender hasta que era ya muy tarde que los nacionalistas llegarían a hacerlo. Mariano Rajoy es un producto de esa cultura política de las primeras décadas de democracia. Las insuficiencias de esa cultura política explican las propias acciones de Rajoy.
Pese a esto, después de 2017 hay un intento de volver a los planteamientos de la época anterior. No hay nada que diga Pedro Sánchez que Zapatero no hubiese firmado. El problema es que el PSOE no puede gobernar España como si el 2017 nunca hubiese sucedido. Cuando ocurre una gran quiebra política como esta, el intento de reconstruir el mundo de ayer es imposible, porque ya no existe.
Miquel Iceta aterriza ahora en el gabinete. ¿Será el interlocutor del independentismo en Madrid?
Más que el desembarco de Iceta, me parece mucho más sintomático lo que las encuestas dicen que podría ocurrir en estas elecciones catalanas. La derrota del independentismo en 2017 fue extraordinaria. A finales de ese año, la mitad del gobierno estaba fugada y la otra mitad en la cárcel de forma preventiva; luego fue juzgada y condenada. Habían declarado una independencia que nadie reconoció, las empresas se habían marchado de Cataluña, ellos habían demostrado que su hoja de ruta estaba espectacularmente equivocada, porque no habían calculado bien lo que podían hacer y lo que podían conseguir. Mucha gente pensó que eso era suficiente y que el independentismo se iría deshaciendo como un azucarillo, que se trataba una fase histórica, que estaba superada. No ha sido así.
¿Qué hace al independentismo tan resistente?
El independentismo ha tenido un éxito enorme, no solo en su crecimiento antes de 2017 sino también después, cuando logró transformar el mensaje de hoja de ruta hacia la independencia en uno de victimismo ante una supuesta represión. El discurso transversal en la Cataluña actual no es de catarsis y rechazo del independentismo. Estas elecciones lo van a demostrar. Después de cuatro años es probable que ERC, Junts y la CUP vuelvan a conseguir una mayoría absoluta de escaños. Esto sigue siendo una cuestión pendiente. La enorme crisis del Coronavirus ha puesto la independencia en el congelador de nuestras preocupaciones, pero no en las prioridades de los partidos independentistas. La historia de las consecuencias de 2017 aún está por escribirse. Fue una prueba de stress para el sistema. Y el sistema aún está tambaleándose después de aquello. Se activaron procesos que continúan en marcha.
Los constitucionalistas han tenido poca visibilidad en Cataluña, y cuando al fin pudieron gobernar en 2017, se marcharon. ¿Por qué?
Me cuesta juzgar moralmente a personas que se han tenido que enfrentar cosas a las que no me he tenido que enfrentar yo. La victoria de Ciudadanos fue muy importante. Fue la primera vez que un partido explícitamente antinacionalista ganaba unas elecciones en Cataluña. El constitucionalismo conseguía al fin salir de la espiral de silencio en la que estuvo metido durante años. Al comienzo eran pocos, prácticamente invisibles, se constituyen en asociaciones, forman Ciudadanos y finamente llegan a este triunfo. Que eso mismo no haya servido para nada …
Ciudadanos se echó para atrás.
Yo no discuto que haya sido un fracaso el no poder construir sobre aquella victoria, en eso estamos de acuerdo. Pero a lo que voy es que, de forma un tanto inmoral, el constitucionalismo del resto de España siempre ha pedido a otros que sean los héroes. Hay casos mucho más dramáticos, claro, como los del País Vasco. Eso debe hacernos pensar. Hemos naturalizado algo que no es normal. Defender ciertas ideas en determinados territorios en España tiene un coste enorme. ¿Qué incentivos tiene alguien para ser constitucionalista en Cataluña? Debería importarnos que existan ideas difíciles de defender en una parte del territorio.
Hemos naturalizado algo que no es normal. Defender ciertas ideas en determinados territorios en España tiene un coste enorme
Todas las “revoluciones” están basadas en un mito, pero esta lo distribuye a través de la tecnología. ¿Es el 'procés' la primera revolución 3.0 en España?
Tengo una respuesta matizada. Hay una cosa básica del procés: la semilla de una presunta diferencia ontológica entre Cataluña y el resto de España y un agravio histórico entre ellas se plantó hace mucho tiempo. Eso no es un producto de la época de los Smartphones. Tiene raíces históricas muy profundas. Y, sobre todo, es algo que fomenta el pujolismo. Es cierto que nunca sabremos cómo habría sido un procés sin selfies. Y más allá que la cosa espectacular, hay un rasgo en el mensaje del independentismo y que tiene que ver con la personalización del consumo: podemos elegir qué serie ver en Netflix o Amazon Prime, todos los productos que te llegan tienes que elegirlos entre muchas opciones y encima te piden que los evalúes. El consumidor moderno elige constantemente. Alguien que está acostumbrado a eso será naturalmente receptivo a que alguien le diga que también puede elegir su comunidad política.
En democracia y en unas elecciones legales también se elige.
La lógica del procés es justamente ofrecer la pregunta sobre si se quiere pertenecer a la comunidad política española o a una comunidad política distinta. Ese mensaje ha sido atractivo, independientemente de que eso no estuviese en el derecho internacional y de que no encajara en la constitución. El elemento básico de “¿por qué no podemos decidir?” se antepuso. Ese es otro rasgo de nuestro tiempo. No es sólo una cuestión del nacionalismo catalán.
Ahora que habla de nuestro tiempo, en el libro se muestra renuente a la existencia de tal cosa como un populismo independentista, ¿por qué?
Me cuesta saber de qué hablamos cuando hablamos de populismo. Hemos utilizado tanto la etiqueta, que comienzo a pensar que ha perdido su utilidad. Es un prurito de historiador y de investigador universitario,: me gusta que los conceptos que utilicemos estén acotados. Hay determinados investigadores que echan mano de esa hipótesis y a mí me resulta provechoso leerlos, pero en mi propio análisis lo descarto. No se habría producido el 2017 sin la profunda raíz de Pujol.
Y puede que la caída del Pujolismo acelerara la deriva del nacionalismo al independentismo.
La angustia que le entra a CiU para llenar el vacío que dejó Pujol y las presiones sobre Artur Mas para recuperar el gobierno son una prueba. Aquí sí hay comparaciones provechosas con el Brexit y Trump. Estos movimientos movilizan ideas que están profundamente enraizadas, cosas que ya estaban ahí. El ‘America first’ de Trump es el excepcionalismo estadounidense, la versión más reciente de una corriente potentísima que tiene sus raíces en Los Peregrinos y el Mayflower. El Brexit juega, desde el comienzo, con Europa como un ente amenazador, que envidia al Reino Unido y siempre ha intentado conquistarla. Los independentistas movilizan algo parecido en cuanto a la idea de una Cataluña amenazada por el resto de España.
¿Está de acuerdo con la idea de Ortega de que Cataluña y España sólo pueden aspirar a conllevarse?
No, no estoy de acuerdo. La mejor reflexión sobre ese tema la hizo Juan Claudio de Ramón en un artículo titulado El final del paradigma Ortega-Cambó. Ahí defendía la necesidad de superar de una vez el paradigma de la conllevancia. Me parece una manera equivocada de mirar la historia. Las sociedades aguantan mal ese tipo de esencialismos. Por esa regla de tres, los franceses y los alemanes seguirían pegándose tiros, incapaces de cooperar en nada ni de coexistir en un mismo continente.
David Jiménez Torres en la entrevista con Vozpópuli
David Jiménez Torres en la entrevista con Vozpópuli Clara Rodríguez
El escritor, su lugar y tiempo
David Jiménez Torres (1986) pertenece a una generación que se relaciona de otra forma con su historia.Más sosegada y probablemente por eso más lúcida, se caracteriza por lecturas más diversas y profundas, y en el caso de Jiménez Torres aún más. Es licenciado en Historia y en Filología Inglesa por la Universidad Washington en San Luis, así como máster en Literaturas y Culturas Europeas y doctor en Estudios Hispánicos por la Universidad de Cambridge. Asimismo, se desempeña como profesor e investigador en el Departamento de Historia, Teorías y Geografía Políticas de la Universidad Complutense de Madrid.
Muchas criaturas confluyen en Jiménez Torres: el narrador, ensayista, columnista, historiador. Y aunque todas estén hechas del mismo material -la palabra- obedecen a naturalezas y tiempos distintos. También existe una escisión en su formación intelectual, repartida a ambos lados de lo anglófilo y lo español, aunque el resultado final es, en realidad, un humanismo global de un espíritu inusualmente refinado para su juventud.
Entre sus publicaciones académicas destacan la monografía Ramiro de Maeztu and England (Boydell & Brewer, 2016), así como su papel de coordinador del libro colectivo The Configuration of the Spanish Public Sphere (Berghahn, 2019). Es columnista en El Mundo y ha colaborado con medios como Times Literary Supplement, El Español, Letras Libres y Libertad Digital. Ha escrito el ensayo literario El país de la niebla (Ipso Ediciones, 2018) y dos novelas, Salter School (Martínez Roca, 2007) y Cambridge en mitad de la noche (Entre Ambos, 2018). Acaba de ganar el I Premio No Ficción convocado por Libros del Asteroide.
El final del siglo XX deparó grandes demoliciones y el comienzo del XXI también. ¿Somos primitivos de un nuevo tiempo o vivimos una época crepuscular?
Chesterton tenía una frase para La decadencia de Occidente, de Spengler. Decía que las naciones no se quedan calvas ni pierden los dientes. Es decir, que esta idea de aplicar metáforas biológicas a las sociedades tiene sus límites. A través de la ironía llega a una profunda verdad histórica: toda sociedad tiene conflictos. No vivimos un momento crepuscular, porque no creo que esos momentos existan. No creo que tengamos más angustias ahora que en los años setenta, por ejemplo. Entonces también había sensación de colapso.
David Jiménez Torres es, por un lado, historiador, analista político, investigador; del otro, filólogo, novelista... ¿Cómo conviven ambas criaturas?
Con dificultades. A veces incluso con cierta sensación de esquizofrenia. Me interesan y atraen, de manera casi fatal, distintos tipos de textos. Al fin y al cabo, para mí todo es palabra escrita y el desafío que supone manejar bien distintos registros del lenguaje. Es muy difícil escribir una gran columna, como es muy difícil escribir una gran novela o un gran ‘paper’ académico. Pero son dificultades atractivas, estimulantes.. Dos de los libros que más me han impresionado, Pastoral americana, de Philip Roth, y Posguerra, de Tony Judt, no pueden ser más distintos entre sí, pero comparten un rasgo: tras sus páginas puedes ver a un autor esforzándose en cada línea.
Desde los 15 hasta los 21 años se formó en EEUU y de ahí hasta sus 28 en Inglaterra. ¿Cuál es la impronta en su formación intelectual? ¿Cómo se distribuyen sus ‘aires de familia’?
Hay una razón por la cual mi última novela y algunos de mis cuentos tienen que ver con el tema de la pertenencia y la extranjería. Esa pregunta que me haces es la que yo me hago todos los días. He llegado por fortuna al punto de que no me angustia encontrar una respuesta. Me formé en la manera de estudiar de los institutos y las universidades anglosajonas, que animan el pensamiento autónomo del estudiante y sobre todo su diálogo directo con los textos. Mis principales influencias literarias e intelectuales también provienen de ese mundo. Al mismo tiempo, siempre me han interesado cuestiones derivadas de la cultura y la historia de mi país. Así que esa cuestión de qué es propiamente tuyo, a qué perteneces realmente, ha estado mucho tiempo conmigo. Ahora me interesa, más que resolverla, explorarla.
A diferencia de otras generaciones, en la España en la que usted nació se podía volver.
Conviene ser conscientes de nuestros privilegios. El primero, por mi parte, es que mis padres pudiesen mandarme a estudiar fuera. Pero también está el privilegio de haber nacido en una época concreta. Muchos de mi generación salieron por falta de oportunidades, sobre todo tras 2008, pero en todo momento existía la opción de volver, a diferencia de gente como Ramón J. Sender que tuvo que vivir 40 años en el exilio. La angustia de la pertenencia es universal, pero también hay que contextualizarla.
2017. La crisis que cambió España (Deusto), de David Jiménez Torres .
2017. La crisis que cambió España (Deusto), de David Jiménez Torres .
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