domingo, 14 de febrero de 2021
La Sabatína de A.Papell....
El debate sobre la normalidad democrática
(Y la ira de los socialistas nostálgicos)
Antonio PapellPor ANTONIO PAPELL 2 días
Pablo Iglesias bots twitter
La campaña catalana, la única consulta previsible de este año, ha puesto de relieve la dificultad intrínseca que caracteriza a una coalición como la que forma el actual gobierno de la Nación: el PSOE y Unidas Podemos han tenido que competir en Cataluña mientras gobiernan de la mano en España… Es lógico que ambas fuerzas hayan entrado en contradicciones más o menos artificiosas y en asuntos abstractos o triviales porque, en el fondo, ninguna de las dos organizaciones tiene el menor interés en romper la entente que les proporciona el poder.
Es muy evidente que la coalición PSOE-UP basa su verosimilitud y su estrategia en la evidencia de que hay en ella dos sensibilidades distintas aunque contiguas, y en tanto una de ellas hace hincapié en el sentido de responsabilidad de un gobierno que debe serlo de todos y que tiene claras y asumidas obligaciones supranacionales –la principal, la pertenencia a la Unión Europea—, la otra pone énfasis en su ímpetu reformista, tanto en el sentido social –la conquista de la mayor igualdad posible en un marco de economía de mercado, en el que nadie descienda por debajo de determinado umbral— como en el moral y humanitario —derechos humanos, definitiva inserción de los colectivos LGBT, feminista, etc.
En este sentido, es lógico que las declaraciones de Pablo Iglesias chirríen frecuentemente en los oídos del PSOE y viceversa. Ya se sabe que los 140.000 millones para la reconstrucción que nos entrega Europa hubieran sido empleados por UP en aplicaciones distintas de las que finalmente tendrán lugar de la mano de Nadia Calviño, que está en perfecta sintonía con la Comisión Europea. Es conocido que el modelo de relaciones laborales de Unidas Podemos difiere en varios aspectos del que defiende el Partido Socialista… Y el mérito de ambas partes consiste en saber transaccionar, en debatir incluso en público con los debidos modales, en poner de manifiesto que ya que ninguna de las dos sensibilidades puede imponerse a la otra por razones evidentes de matemática electoral, ambas son capaces de entenderse para avanzar en una dirección progresista, con disensos recíprocos pero nunca con insalvables diferencias.
UP, además, no tiene más remedio que mostrar sus peculiaridades para no ser engullido por el socio mayor de la coalición. Las estridencias de Iglesias no son improvisadas la mayoría de las veces sino que responden a un plan legítimo ideado para mantener una visibilidad permanente a los ojos de la prensa y de la ciudadanía. Dicho esto, es claro que la disidencia entre los dos socios tiene que tener limites, y que el líder de UP se ha extralimitado algunas veces.
Por ejemplo, al dar oxígeno al ministro ruso de Exteriores, Lavrov, en su disputa con Borrell por el disidente ruso Navalni y llegar a decir que los catalanes encarcelados y huidos tras el 1-O ponen de manifiesto que la española no es una democracia normalizada. Como es sabido, la ministra de Exteriores, Arantxa Fernández Laya, tras asegurar que en España no hay “presos políticos” sino “políticos presos”, recordó a Moscú y a todo el orbe que España es «una de las 23 democracias plenas» a nivel mundial mientras que Rusia, dijo, ocupa el puesto 124 de una lista de 167 países.
Sobre este asunto, en una entrevista al diario ‘ARA’, el líder de Podemos aseguró que «no hay una situación de plena normalidad política y democrática en España cuando los líderes de los dos partidos que gobiernan Cataluña se encuentran en apuros, el uno está en la cárcel y el otro en Bruselas». Se preguntó «cómo puede haber normalidad democrática en nuestro país si un conflicto político ha dejado de poder gestionarse por vías políticas y ha acabado gestionado por vías policiales y judiciales». La expansión se entiende mejor si se sabe que los comunes, la transcripción catalana de UP, tienen malas expectativas electorales este domingo.
Tras este asunto, Iglesias ha encontrado algunas pruebas más sobre la ‘anormalidad’ de nuestra democracia, y ha dejado constancia de ello en declaraciones a Rac 1: al ser interrogado sobre esa inexistente, a su juicio, normalidad, ha respondido: “¿Cómo puede haberla cuando el Rey ha huido a Emiratos Árabes, cuando hay un Consejo General del Poder Judicial con un mandato caducado desde hace dos años, cuando sabemos que un exmagistrado de la Audiencia Nacional [Enrique López] que ahora es consejero de Isabel Díaz Ayuso puso en contacto a los negociadores del PP con Bárcenas, cuando un rapero va a la cárcel por cantar y hacer tuits? Si eso molesta a tantos, pues a lo mejor estamos diciendo la verdad. Porque la verdad siempre ofende mucho. Claro que tenemos una democracia, pero muy mejorable. Y el hecho de que les moleste tanto es la mejor prueba de que es la puñetera verdad”.
La palabra ‘normal’ es polisémica. No es “normal” tener fiebre pero quien la tiene no ha de ser forzosamente “anormal”. En cierto modo, las desviaciones de cualquier democracia incuestionable son “anormalidades”. Pero estos matices no ocultan la manifiesta voluntad de sorprender mediante una ‘boutade’ que ha desplegado Iglesias al ponerse de parte de Putin en un asunto dialéctico en que se dirime el prestigio de Borrell, un español ilustre que está prestando con brillantez un gran servicio a Europa y a la comunidad internacional.
Tampoco es “normal” la trayectoria profesional de Enrique López, juez en excedencia (tuvo que dimitir cuando era magistrado del Constitucional por un desliz embarazoso), mencionado ahora como posible intermediario entre el entorno de Bárcenas y el PP.
Puestos a criticar, no puede ser “normal” un sistema que mantenga un desempleo de más del 40% entre los jóvenes de menos de 25 años, ni un país en que la “pobreza severa” —la de quienes viven con 16 euros al día o menos— alcanza a 5,1 millones de personas, el 10,8% del total de la población española, después de que la pandemia añadiera a 790.000 personas a este cómputo desolador (todo según datos de Oxfam Intermon).
Y en este caso, las críticas de Iglesias son descarnadas, oportunas y clarificadoras. Pero la salud de un régimen político, el español en este caso, no sólo consiste en no accidentarse, sino en superar la adversidad. La democracia norteamericana ha sufrido un golpe colosal con la invasión del Capitolio por partidarios de Trump y un saldo de varios muertos, pero solo a un loco se le ocurriría pensar que el régimen estadounidense está en peligro, o que podría caer derrotado por los populistas. Las democracias consolidadas tienen juegos internos de frenos y contrapesos —checks and balances— que las vuelven sólidas como una roca. Ha habido, y hace no tanto tiempo, desviaciones y perversiones patológicas que, de la mano de utopismos, han provocado grandes catástrofes, pero nuestro mundo actual —el formado por la Unión Europea y el Occidente atlántico— no muestra síntomas de peligro. En EE. UU., los norteamericanos se han librado de Trump, en Francia y en Alemania la extrema derecha permanece aislada tras un cordón sanitario que protege al resto del Estado; en España, quienes están fuera del sistema o proponen opciones inconstitucionales son una clara y somera minoría.
En este sentido, España disfruta de una espléndida normalidad. La corrupción de un Rey se ha resuelto con soltura y no se ha agrietado ni una sola de las columnas que sostienen al Estado. La corrupción integral de uno de los dos partidos que durante cuarenta años han protagonizado un fecundo bipartidismo imperfecto y del partido que vertebró la moderna catalanidad han sido contratiempos serios que han encontrado soluciones. Ni siquiera la locura del acalorado nacionalismo independentista en Euskadi y en Cataluña —en aquel caso, con violencia sanguinaria; en esta, con marrullería agresiva— ha generado verdaderas fisuras en la sociedad de este país. No hay, en definitiva, mayor prueba de normalidad que la capacidad de autorregeneración, como la que hemos constatado en España después de los reveses y los traspiés que, como la inmensa mayoría de países, hemos sufrido.
Todo lo anterior pretende desacralizar las estridencias de Iglesias, desmagnificar unas críticas bastante obvias que no constituyen una auténtica amenaza para la convivencia, para la política, para la integridad del Estado. De cualquier modo, es bastante absurda esta acritud frívola, melodramática. Y no es lógico usar el pesimismo sistémico e inventado cuando va manifiestamente en contra de los intereses del Estado y debilita al gobierno al que el propio Iglesias pertenece. Irritar a los compañeros de viaje cuando se puede avanzar en conjunto es siempre un juego absurdo peligroso.
…Y la ira de los socialistas nostálgicos
La conocida tesis de la “España mejorable” que esgrime Pablo Iglesias, y que ha utilizado como leitmotiv en la pasada campaña electoral catalana, ha encontrado un valioso complemento en la tesis de la ”España ausente” con que nos ha obsequiado Antonio Caño, antiguo director de ‘El País’, y vinculado a zonas remotas del socialismo que no han sabido envejecer con elegancia, ya que no se han percatado de que ni la historia se repite ni cualquier tiempo pasado fue mejor, como sostenía Manrique en sus coplas.
Afirma Caño que la política exterior española es inexistente porque nuestro país es una nación fracasada en el interior, y pone como ejemplo de la decadencia la respuesta inamistosa del ministro ruso de Exterior a Borrell cuando este visitó Moscú para, entre otras cosas, manifestar su desagrado por el caso Navalni. Se sorprende de que España no llamara a consultas al embajador ruso –ya puestos, ¿por qué no declarar la guerra a Putin— y dice que pasaron los tiempos en que un socialista español tuvo la confianza de los EEUU que le permitió ser secretario general de la OTAN; parece ignorar Caño que Borrell es, por voluntad de Berlín, París y Roma, entre otras capitales, ministro de Asuntos Exteriores europeo, con un rango muy similar al que tuvo Javier Solana.
Afirma Caño que somos irrelevantes en Europa, cuando es bien conocido que la Vicepresidenta Económica, Nadia Calviño, ha estado personalmente en la cocina de NextGenerationEU. Y en cuanto a “la escandalosa caída del PIB” español, conviene recordar que España era el país más dependiente del turismo, por lo que es lógica dicha caída, que es sin embargo reversible y que ha tenido efectos mucho menores que los de la crisis anterior. Si lo que quiere decir Caño es que González gobernaba mejor que Sánchez, debió ir más por derecho y esperar a que sea la historia la que ponga a ambos en el lugar preciso.
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