sábado, 6 de febrero de 2021
La Sabatína de A.Papell....Catalunya.
El 14-F y el conflicto catalán
Antonio PapellPor ANTONIO PAPELL 17 horas
0
10N Cataluña elecciones
En todos los estados compuestos como el español, las elecciones territoriales repercuten como es lógico en la gobernación del Estado y ofrecen una visión más o menos realista de la situación del conjunto. De ahí que las elecciones catalanas del 14-F puedan ser contempladas desde diversas perspectivas y ofrecer diversos outputs, sabiendo en todo caso que los resultados influirán, es obvio, en el futuro de Cataluña, pero también en el de todo el Estado.
En este caso concreto, la influencia es doble: por un lado, es evidente que los equilibrios políticos catalanes actuarán sobre los equilibrios políticos estatales, ya que el Gobierno de la nación es una coalición que necesita apoyos externos para sobrevivir y legislar. De otro lado, porque el apaciguamiento de Cataluña eliminaría el que hoy por hoy —pandemia al margen— es el gran elemento de tensión que desfigura, altera y emponzoña la vida pública española.
Las encuestas sugieren cierta nivelación entre el soberanismo de derechas (teñido de socialdemócrata) pilotado por Puigdemont (JxCat), el soberanismo de izquierdas con Junqueras a la cabeza (ERC) y el PSC de Salvador Illa. Quien gane en esta disputa será el elemento más relevante de todos los de la consulta, junto a la proporción entre soberanistas y no soberanistas, que asimismo influirá en la gestión de los resultados. También será un dato decisivo el de si la suma de los apoyos que reciban JxCat y ERC alcanza o no la mayoría absoluta de los votos y/o del parlamento catalán (68 diputados). De momento, la encuesta del CIS publicada a mitad de campaña otorga a los soberanistas sólo el 41 % de los votos (como es sabido, este sondeo no traduce los votos en escaños).
Se ha escrito, y con razón, que la llegada de Illa a la competición ha cambiado el relato que se mantenía hasta entonces en Cataluña, y que versaba especialmente sobre la independencia, sobre la soberanía. La llegada de un peso pesado del PSC clásico, hablando castellano sin complejos y haciéndose inteligible para los antiguos electores de los cinturones rojos de Barcelona y otros ciudadanos maltratados por las dos crisis consecutivas en el siglo, ha introducido el debate de la gestión: Cataluña está sin gobierno desde hace demasiados años, y los catalanes están pagando el desaguisado en carne propia. Bastaba con poner estas cosas de manifiesto con realismo y credibilidad para que los soberanistas se echaran a temblar: las políticas simbólicas no duran para siempre, y la gente deserta de ellas cuando ve que son inoperantes y al mismo tiempo degradan el nivel de vida de todos de una forma sistémica, pertinaz e inútil.
En estas elecciones, los resultados (siempre importantes en todas las consultas, es innecesario decirlo) adquieren una relevancia especial porque las opciones que compiten son muy diferentes e incompatibles entre sí. Por eso conviene examinarlos de antemano para que nadie se llame a engaño.
El peor de los escenarios para el constitucionalismo y para el gobierno del Estado sería la victoria de JxCat, ya que la extremista Laura Borràs mantiene el discurso más radical, el de que si el soberanismo alcanza la mitad de los votos, será momento de recuperar la Declaración Unilateral de Independencia (DUI) que Puigdemont archivó en 2017. Borràs está imputada por un feo delito de corrupción, naturalmente presunto todavía, pero que le obligaría a dejar la política si se confirmase.
Además, si no se produjese el ‘sorpasso’, pronosticado por todas las encuestas (pero también lo era antes de las elecciones anteriores, en que al final ganó el nacionalismo conservador) y Esquerra Republicana, cuyo candidato es Pere Aragonés, poco atractivo políticamente, queda por detrás de la posconvergencia, los republicanos llegarán probablemente a la conclusión de que su política de cooperación con el Gobierno socialista no ha resultado rentable, puesto que su electorado no la ha anotado en el haber de la formación. En este supuesto, se debilitaría la estabilidad estatal de la coalición gubernamental PSOE-UP, que ha necesitado reiteradamente el apoyo de los republicanos para sacar adelante la mayoría de proyectos legislativos en la Cámara Baja.
Si ERC y JxCat obtienen juntos los 68 escaños de la mayoría absoluta (algo poco probable), gobernarán en asociación, pero si no llegan a conseguirla, tendrán dificultades en obtener la mayoría, puesto que la CUP ya ha manifestado que se considera absolutamente incompatible con JxCat (como se recordará, forzó en su día la salida de Artur Mas del liderazgo posconvergente, lo que dio paso a Puigdemont. Inefable relevo, por cierto).
Las dos grandes fuerzas en el 14-F
De cualquier modo, no es irrelevante cómo se ordenen matemáticamente las dos grandes fuerzas soberanistas, ya que la victoria de ERC mantendría abierta la senda del diálogo entre Cataluña y el Estado, sobre la base de reconocer que es indispensable el fortalecimiento del sector soberanista antes de plantear la independencia a medio o largo plazo, en tanto que la de JxCat tendría consecuencias seguramente acaloradas y tumultuarias.
El ‘efecto Illa’, que en un primer momento fue detectado por el CIS como responsable del pronóstico de la victoria inesperada del PSC en la consulta, y que Tezanos acaba de confirmar, habrá sufrido un proceso de decantación de desenlace imprevisible, que sí permite sin embargo augurar que provocará un muy notable ascenso de los socialistas con relación a las anteriores elecciones de 2017 (17 escaños obtuvo Miquel Iceta, uno más que en las elecciones anteriores). En caso de triunfo del PSC, y si los soberanistas no obtuvieran un resultado muy rotundo, cabría la posibilidad de un Gobierno formado por PSC-comunes, transcripción del Gobierno estatal, con el apoyo externo de ERC (aunque los comunes también han manifestado su incompatibilidad con ERC, lo que da idea de la complejidad del panorama catalán, cargado de filias y fobias irreductibles).
Lo más descorazonador del caso es que, a medida que se aproximan las elecciones, no solo no se hace una meditación a fondo de la situación de Cataluña, víctima de una disparatada politización que ha desbordado el territorio de la racionalidad democrática, sino que se acentúan los proyectos descabellados, las amenazas radicales a la convivencia y la insistencia pertinaz en el error. El grito “lo volveremos a hacer” que lanzan algunos los soberanistas y los representantes de ciertas organizaciones sociales constituye un pésimo presagio.
Un presagio que tiene su contrapartida: muchos pensamos que ante estas expectativas pletóricas o demoledoras, la sabiduría popular catalana —ese famoso seny—no permitirá que la cuestión catalana siga sin resolverse, presa de la sospechosa utopía soberanista, impidiendo la prosperidad del país y perturbando la paz y la felicidad de los propios catalanes.
Puestos a examinar las consecuencias para la estabilidad estatal de las elecciones catalanas es imposible no mencionar la pugna entre VOX y el PP, irrelevante para la gobernación del principado, pero muy significativa en el ámbito estatal: Casado quedará en una posición muy difícil en su propio partido si VOX obtiene un mejor resultado el 14-FF.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario