Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión, durante una llamada con el presidente de Eslovaquia.
Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión, durante una llamada con el presidente de Eslovaquia. COMISIÓN EUROPEA A diferencia de otros medios, en CTXT mantenemos todos nuestros artículos en abierto. Nuestra apuesta es recuperar el espíritu de la prensa independiente: ser un servicio público. Si puedes permitirte pagar 4 euros al mes, apoya a CTXT. ¡Suscríbete! 1- Uno de los sellos de los sistemas verticales, tirando pa autoritarios, es su relación con el lenguaje. Crean palabras y giros para referirse a significados alejados de la realidad, pero autorreferentes e hipnóticos. Si se fijan, eso mismo es lo que hacen los enamorados, esos seres que nunca se aburren porque se pasan el día hablando solo de ellos, también a través de neologismos que se inventan. Como mi favorito: pichurri. La post-democracia es, ahora que lo pienso, algo parecido al amor. Concretamente, su contrario. 2- En Rusia no se utiliza la palabra guerra desde febrero. Y no, no es el amor, sino uno de los chollos del autoritarismo. Lo curioso, y esto es otro indicativo de que la democracia no está en forma en Europa, es que sucede lo mismo en el otro bando de esta guerra. Europa no utiliza el palabro guerra, lo elide, lo sustituye cuando la guerra, esa brutalidad, aparece en su región más cotidiana, multitudinaria, envolvente y extensiva. La economía. El pacifismo también consiste en exigir a la UE medidas sociales ante la guerra. Una economía de guerra 3- La UE, los gobiernos que la integran, que han subido el presupuesto armamentístico al 2% del PIB –lo que hace que la guerra llegue a nuestra casa, pom-pom, en forma de recortes en el exbienestar–, no tienen inconveniente, por lo mismo, en hablar de guerra. Todo el día. En cada telediario. Salvo cuando se trata de combustibles, alimentos, precio del dinero, y deuda de los Estados. Esto es, de economía. Una economía que, pom-pom, nos trae la guerra a casa donde, supongo, ya la han visto. Acostumbra a situarse al lado de la nevera, donde a las tantas de la noche te asusta, bú, cuando te acercas. 4- Una de las diferencias entre una dictadura y una democracia, ante el hecho salvaje de la guerra, es que las democracias suelen/solían optar, desde un primerísimo momento, por la economía de guerra. Es decir: por el aumento del gasto, pero también por el racionamiento, la planificación. Para evitar la crueldad –el abuso, el negocio; la guerra, vamos– en los hogares. 5- La UE no está haciendo nada al respecto. Y es necesario decirlo. En defensa de la UE se debe decir que no puede hacer nada, la pobre, pues si bien nació para ello –para evitar la guerra, para evitar que, si se produce, llegue a los hogares; hasta febrero de este año casi lo consigue–, en un momento de su crecimiento se cayó de cabeza en la ducha, y cambió de carácter. En 2007, por ejemplo, atacó a sus ciudadanos, en Grecia. Se dice rápido. Sin ningún tipo de inteligencia –el cálculo, la sensibilidad, la empatía, son regiones de la inteligencia–, al punto de regalar las grandes estructuras griegas a China, esa filántropa. Se dice rápido, indeed. Es imposible no pensar que Putin preveía el carácter lento y asocial de la UE, y su tendencia a que, sometidos a presión, sus Estados fuertes tiendan a volverse majaras 6- Y aquí, un inciso. Esta mañana a primera hora, la UE es una mezcla de tramos de a) tecnocracia políticamente esterilizada –con grandes bacterias de neoliberalismo, esa teoría política, que no económica, que es lo que queda cuando lo esterilizas todo; así dicho, parece la viruela del mono; lo es –en el max-mix Comisión-BCE. Un b) TJUE, que parece mantener cierto humanismo y cierta tradición democrática de confrontación de derechos humanos e individuales frente al Estado y la empresa –pas mal; la justicia europea es lo que nos queda a los pobres–. Una c) Constitución poco nítida, irreformable, sustentada en dos tratados. Un d) Parlamento tan poco denso que en él progresa adecuadamente González Pons o Puigdemont. Y un e) anclaje de todo ello en una cultura financiera USA, en la que queda prohibido el control de capitales. Sip, a), c), d) y e) no es un compendio muy sexy. Por lo que todo ese pack se adereza con valores democráticos. Los valores, al contrario que las leyes o las costumbres, son, como saben, esas cosas que, según el día, suben o bajan en el mercado de valores. Aparte de todo lo especificado, la UE es un sistema en el que, sometido a presión, todo el mundo se vuelve muy loco. Recuerden la aludida crisis de 2007, cuando se demolió Grecia, en vez de ayudarla. Y recuerden la de 2020, en cuyo punto álgido Francia y Alemania, dos Estados destinados a liderar la UE, robaron –sic– material sanitario a Estados terceros. Como Luís Candelas. 7- Es imposible no pensar en que Putin preveía esto. Preveía el carácter lento y asocial de la UE, y su tendencia a que, sometidos a presión y temperatura, los Estados fuertes de la UE tiendan a volverse majaras. Preveía la imposibilidad, por mitos políticos, de que la UE optara por planificar, limitar, regular y repartir –el secreto de las economías en guerra–. Si es cierto que preveía todo eso, no fue mala previsión. 8- Han pasado más de 100 días desde el inicio de la guerra. Y nadie pensaba que a) Ucrania pudiera resistir tanto a una invasión injusta y arrolladora. O que b) Rusia pudiera subsistir a las sanciones de guerra. Pero aún nadie ha pensado que c) la UE pudiera subsistir tanto tiempo sin economía de guerra. Sin apoyo a sus ciudadanos, sin limitación en el beneficio de empresas energéticas, por ejemplo. Está por ver quién de a), b), c) es el último en acceder al momento Bob Esponja de horcas y antorchas, que suele ser, por cierto, el momento final de las guerras. Está por ver quién de a), b) y c) es el primero en no soportar el invierno. Fin del inciso. 9- El pacifismo consiste también en evitar que la guerra –pom-pom– llame a las puertas de los hogares. El pacifismo también consiste en exigir a la UE medidas sociales ante la guerra. Una economía de guerra. 10- El Banco Mundial –otro organismo políticamente esterilizado/neoliberal– ha dibujado la coyuntura. Entre 2021 y 2024 se prevé el descenso del crecimiento en 2,7 puntos. Más del doble que en el período 1976-79, el gran marrón de la crisis de 1973, cuya violencia hemos heredado/institucionalizado. El BM prevé, además, estanflación, un concepto económico divertido. Es la suma de paro, inflación y recesión. Solo hay una cosa peor que la estanflación. La estanflación mientras suenan a toda leche los grandes hits de BenidormFest. La buena noticia es que el BM propone cinco medidas que pueden modular la situación. 11- La primera consiste en limitar, corregir el daño a las personas afectadas por la violencia directa en Ucrania. La segunda consiste en controlar –limitar, regular, vamos– el alza del petróleo y de los alimentos. La tercera, aliviar la deuda en países emergentes y –hola Italia, España, Portugal, Grecia… Francia– emergidos. La cuarta es contener la covid, que sigue a su bola. La quinta es la transición energética, que esto también es una crisis climática y de combustibles. Un fin de época. 12- El punto 11 explica lo que es una economía de guerra. Y el 13, lo que se está haciendo en la UE en lugar de economía de guerra. 13- Excepción Ibérica. Esto es, nada. Garantizar los altos ingresos de las empresas. La Excepción Ibérica, entendida como la extrema izquierda de la Comisión, y a su vez, su límite, la imposibilidad de regular, de planificar, de paliar, explica que la Comisión carece de lo que Piketty denominaría una cultura de 200 años, pero también conocimientos de la cultura del beneficio social. Algo –aún más– preocupante en guerra. Veamos cómo se extiende, si alguien no hace algo, la doctrina Excepción Ibérica/nada al resto de la agenda económica. Es descorazonador que el BCE haya anunciado que renuncia a comprar deuda del Sur 14- Un Banco Central solo tiene un objetivo. Controlar la inflación. La inflación es un exceso de dinero, un exceso de consumo. ¿Lo es? ¿Lo está siendo en este caso que vivimos? Si uno mira el aumento del crédito en España, por ejemplo –del 2%; poco; nada–, puede sospechar que no hay un exceso de consumo. Que la inflación, siendo efectiva –del 8%; mucho–, no responde a un consumo bestia, sino más bien a la baja de oferta –carburantes, alimentos–. Siendo inflación es OTRA inflación. Por lo que requiere de otros mecanismos distintos al habitual: que el BCE, el vigilante de la inflación, saque la recortada y suba el precio del dinero, ese objeto tan poco determinante en una inflación no generada por el dinero. 15- Que el BCE suba el precio del dinero un punto –eso es lo que ha dicho– no es importante. Es poco. No obstante, es importante que a) esa subida abra, como suele pasar, un proceso de subidas. También es importante, y mucho, que b) el BCE no sepa leer esta inflación, que carezca de empatía y que penalice con su incapacidad a la sociedad. 16- Igualmente, es descorazonador que el BCE haya anunciado que renuncia a comprar deuda del Sur. Es decir, que no calculara que ese anuncio sería la señal de salida para que los especuladores enviaran al garete, como así ha sido, la deuda en el Sur. Es posible que entre esos especuladores esté el trademark Putin. O, al menos, si yo fuera Putin, eso es lo que hubiera ordenado a mis amigotes del mundo mundial. Lo que indica que el BCE no es que no hable de guerra, sino que ni sabe lo que es. Lo que lo convierte en un objeto peligroso por definición. 17- Esta misma semana, el BCE ha vuelto a comprar deuda del Sur, salvando a los Estados del Sur. Y a sus sociedades. Algo que viene haciendo desde la época Draghi. Pero que intensificó en 2020. Es más, en 2020, con aquel primer simulacro de economía de guerra que fue la covid, el BCE hizo una cosa inesperada, inusitada y que supuso la mutualización de la deuda por la puerta de atrás: la compra de deuda del Sur como un poseso. Dejar de hacer eso en plena guerra es sorprendente. Único. Algo nunca visto en ninguna guerra, de hecho. ¿Cómo retoma una economía su normalidad anterior? Históricamente, la retoma acabando con la normalidad anterior 18- Sí, lo que hace el BCE –algo con los días contados si pensamos que, ya en 2020, el TC alemán prohibió que el BCE lo hiciera con dinero alemán– es una suerte de Renta Básica Universal –tiene guasa– a los Estados del Sur. Algo condenado por la austeridad, el neoliberalismo local europeo, una ideología sin relación –ni conocimiento– con la economía, una suerte de lo mejor de los grandes mitos del integrismo calvinista y católico. Pero que si no se hiciera –en pandemia, y en guerra–, tendría consecuencias humanas desastrosas. Es la economía de guerra, amigo. Y sí, con las compras de deuda del BCE, queda colgando la mismísima existencia del euro, esa moneda insolucionable. Pero quizás esta sea la forma momentánea menos violenta, incluso económicamente, de ausencia de solución a una moneda sin solución. 19- Por cierto, ¿cómo finaliza una economía de guerra? ¿Cómo retoma una economía su normalidad anterior? Históricamente, la retoma acabando con la normalidad anterior. Hay dos casos paradigmáticos que explican lo que puede pasar. En el caso Estados Unidos, después de años de gasto descomunal, la economía se solucionó por sí sola, por puro crecimiento, también descomunal, tras la IIGM, con el que se pagó la deuda. En el caso RFA, tras años de gasto descomunal, la economía se solucionó por sí sola, por puro crecimiento, también descomunal, después de la IIGM. Pero, ojo, condonando previamente la deuda a la RFA. 20- Espero que la Comisión se ponga las pilas, y descubra que hay guerra, y que ello precisa una adaptación económica espectacular. Espero que la Comisión sepa que no hacer nada, seguir con bromas como la Excepción Ibérica, o los chistes de la subida de interés del BCE, o el de suprimir la compra de deuda, sólo conducen a una Comisión, a corto-medio plazo, disparando a sus ciudadanos. Literalmente. Esos psicópatas que no vieron venir la guerra que, desde otra ventanilla, la de la OTAN, se deseaba ver llegar, igual tampoco ven venir esto. AUTOR > Guillem Martínez Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo) y de 'Caja de brujas', de la misma colección. Su último libro es 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama).
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