miércoles, 16 de noviembre de 2022
Más que atado!!!
El indeleble sello del franquismo
Francisco Carantoña
FRANCISCO CARANTOÑA
OPINIÓN
Sello conmemorativo del centenario del Partido ComunistaSello conmemorativo del centenario del Partido Comunista Correos
16 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.
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El Partido Comunista de España tiene una larga historia. Nació, en 1921, debido a la atracción que la revolución rusa produjo sobre importantes sectores de la izquierda y del movimiento obrero. Su objetivo era establecer una sociedad igualitaria con una estrategia más radical que la del PSOE, demasiado reformista en su opinión. Muy débil hasta 1936, solo obtuvo 17 escaños de 473 en las Cortes elegidas en las elecciones de febrero de ese año y siempre estuvo en minoría en los gobiernos de coalición republicanos durante la guerra. Su actuación entonces es inevitablemente controvertida. Ganó prestigio gracias a la ayuda soviética a la república y a su papel en la reorganización del ejército, multiplicó el número de militantes y simpatizantes, incluidos bastantes intelectuales, y muchos de ellos combatieron heroicamente contra el fascismo. También participó en la represión, cara terrible de las guerras civiles, pero solo un ejercicio de cinismo puede atribuírsela en exclusiva. Me disgusta terriblemente la batalla sobre el número de muertos de cada bando, unos y otros fueron demasiados, pero los que atacan al PCE no deberían olvidar que las víctimas de la represión ejercida por los franquistas duplicaron a las causadas por los republicanos.
Tras la guerra se inició una dictadura criminal, en sus inicios fascista sin paliativos, aunque siempre militar y personal, con un caudillo convertido en autócrata. Es un error mezclar en la memoria la guerra y la dictadura, diluye la responsabilidad de quienes vencieron con las armas, pero solo buscaron la venganza y nunca la reconciliación. La brutalidad de la represión destrozó a la oposición interior y solo el PCE logró reconstruir una organización importante en los años cincuenta. Fue entonces, tras la muerte de Stalin, cuando, en 1956, en el veinte aniversario del inicio de la guerra civil, el PCE lanzó la política de reconciliación nacional.
El protagonismo de los comunistas en el combate contra la dictadura es indiscutible. Movilizaron a jóvenes, a intelectuales y a trabajadores, fueron ellos los que impulsaron el nacimiento de las Comisiones Obreras, tan importantes en las luchas laborales y políticas de los años sesenta y setenta. Lograron también promover la solidaridad internacional con la España sometida al franquismo: el apoyo a las huelgas de Asturias, las protestas contra penas de muerte como la de Julián Grimau o las de septiembre de 1975, contra los estados de excepción.
Muchos comunistas sufrieron tortura, largos años de cárcel, despidos, destierros, exilio, o perdieron la vida. Ninguno lo hizo por defender el gulag, que desapareció con Stalin, ni una dictadura. En la militancia de unos pesaba más el combate por la democracia, en la de otros la lucha por un socialismo del que, sin duda, tenían una percepción errónea, pero que era un objetivo a largo plazo. El PCE rompió con la URSS tras la invasión de Checoslovaquia, en 1968, lo que le costó el surgimiento de fuerzas neoestalinistas que combatieron su «revisionismo». La vía reformista se vería confirmada poco después con el «eurocomunismo».
Ni el PCE ni el conjunto de los partidos de la oposición lograron derribar a la dictadura, pero sí que la transición condujese a una democracia. El retorno de Dolores Ibárruri simbolizó la amnistía, la legalización del partido fue la prueba de que la democracia no sería limitada. El PCE participó en la redacción de la Constitución y la apoyó cuando los neofranquistas de AP, los padres políticos de quienes hoy claman porque Correos conmemore con un sello el centenario de un partido tan importante en la historia de España, dividieron su voto en las Cortes y en el referéndum. Por su participación en el proceso constituyente, es más constitucionalista el PCE que los partidos derechistas que se han rasgado las vestiduras de fariseos por la iniciativa de Correos.
Una de las desgracias de este país es que la derecha perdió toda tradición democrática con la guerra civil. Quedaron algunos republicanos liberales y demócratas en el exilio, pero alejados de la sociedad española, también había personas con esas ideas en el interior, pero muy pocas y sometidas al ostracismo. En 1977, no solo AP, incluso UCD procedía fundamentalmente del régimen, aunque incluyó a un pequeño grupo de demócratas. Hay un indeleble sello franquista en nuestra derecha, quizá a veces semioculto, pero que ahora sale a la luz con fuerza gracias al trumpismo y al nacionalismo populista reaccionario, que le han dado alas. De ahí que eluda definirse ideológicamente, salvo los casos que hacen gala de seudoliberalismo, solo económico, nunca político, o el grupito nacionalcatólico, muy cercano a Vox. De ahí también su inquina contra los símbolos de la democracia y su empeño por mantener a fascistas y criminales en el callejero.
Claman contra la memoria democrática, contra que se desentierre la historia, pero han sacado lo peor de ella con la polémica sobre el sello. El partido del ministro que avaló el asesinato de Julián Grimau, que mintió sobre la represión de las huelgas mineras y sobre el crimen de Enrique Ruano, con el apoyo del mismo periódico, el ABC, que, como si Franco no hubiese muerto, sigue gruñendo contra los comunistas, verdaderos o imaginados. El ministro responsable de la masacre de Vitoria. Un periódico, en su día, entusiasta de Hitler y Mussolini, y de Franco y Queipo de Llano. Sí, Fraga Iribarne también colaboró en la transición, aunque de forma más tibiamente democrática que el PCE ¿Por qué se lo debe recordar? ¿Cómo el ministro de Franco y de Arias Navarro o cómo el líder que llevó a la derecha dura hacia la Constitución? A ellos se les olvida lo sucio de su historia; en cambio, la izquierda no merece perdón.
El coro de plañideras lo completan los habituales medios de comunicación radicales, Vox, el franquismo más puro, y los sedicentes liberales de Arrimadas, un partido ultranacionalista que no sabe si convertirse en apéndice del PP o de Vox para sobrevivir. Y una jueza pone la guinda, cómo no, esto es España.
Portugal e Italia han emitido también sellos conmemorativos del centenario de sus partidos comunistas, supongo que sucedió lo mismo en otros países democráticos, las fechas coinciden en todo el mundo. No sé que nadie haya acusado a sus directores de correos de enemigos de la democracia, o a los gobiernos de socialcomunistas, tampoco que ningún juez haya considerado potencialmente delictivo que se recuerde a un partido legal y centenario. Un partido que, en España, mal que les pese, protagonizó la lucha contra la dictadura mientras otros la sostenían o se lucraban con ella.
Archivado en: PSOE Italia VOX Nacionalismo Portugal
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