sábado, 20 de septiembre de 2008

Manualillos para una crísis.

Por muchas preguntas que nos hagamos, siempre quedarán interrogantes cara a la fiabilidad del sistema.


¿Que ha desencadenado esta nueva tormenta financiera? Pensaba que la confusión de los bancos había finalizado a principios de este año.Bueno, sí, hasta hace poco muchos banqueros esperaban que lo peor de la tormenta crediticia hubiera pasado. Creían que la venta de Bear Stearns a JPMorgan en marzo había marcado el punto bajo de la crisis.

Pero la confusión de este mes supera todo lo presenciado en marzo: dos gigantes de las hipotecas han sido seminacionalizados, Lehman Brothers se colapsó, Merrill Lych se vio obligado a fusionarse, AIG fue nacionalizado y los mercados sufrieron una fuerte sacudida.

¿Pero por qué?
Hay principalmente dos factores detrás de la crisis crediticia. El primero es un conjunto de pérdidas económicas tangibles procedentes de impagos sobre hipotecas estadounidenses.

El segundo factor es psicológico. A medida que los impagos subprime han ido emergiendo, los inversores han perdido la confianza en las técnicas que han sustentado las finanzas del siglo XXI, como la práctica de convertir créditos en bonos complejos. Y lo que es peor, también han perdido la confianza en su capacidad para valorar la deuda.

Pero si los impagos comenzaron hace un año, ¿por qué hay una crisis ahora?
A mediados de este año, los bancos habían realizado provisiones por valor de cerca de 500.000 millones de dólares (357.000 millones de euros), y recaudado 200.000 millones de dólares de capital. Pero hace poco, han comenzado a emerger nuevas pérdidas a medida que el valor de la deuda caía. Esto ha hecho que los inversores evitaran a los grupos que poseían activos tóxicos, como Lehman Brothers. El pánico de esta semana estalló después de que Lehman Brothers quebrara. Esto causó una fuerte impresión, ya que los inversores creían que el gobierno estadounidense protegería a los grandes bancos al haber evitado la quiebra de Bear Stearns.

Por consiguiente, los inversores comenzaron a preocuparse por otros grupos débiles, como AIG.

¿Por qué AIG? Ni siquiera es un banco.
AIG se ha adentrado esta década en el mundo de las finanzas complejas y mantiene ahora una enorma cantidad de valores unidos a bonos hipotecarios. El valor de estos activos se ha desplomado en el último año, haciendo que AIG entrara en crisis –hasta que la Reserva Federal de EEUU extendió un crédito de 85.000 millones de dólares la noche del martes–.

Pero si la Fed rescató a AIG y a Bear Stearns, ¿por qué permitió el colapso de Lehman Brothers?
Una desafortunada mezcla de ideología y sentido práctico.

Cuando la crisis estalló en Bear Stearns, la Fed temía que una quiebra devastase el sistema financiero, ya que otras instituciones no estaban preparadas para financiar contratos unidos a Bear Stearns. Sin embargo, con Lehman, la Fed consideraba que el sistema estaba mejor preparado para el golpe y quería mostrar que siempre ayudaría a los brókers.

Sin embargo, una vez más, AIG era distinto. La aseguradora no sólo es más grande que Lehman, sino que ha asegurado a muchos otros bancos contra los impagos sobre los valores que poseen. Así, el colapso de AIG podría haber originado nuevas pérdidas en los bancos que no se pueden permitir.

¿Dónde deja eso a otros bancos de EEUU y Europa?
Eso es algo que nadie sabe –de ahí el pánico–. La mayoría de los analistas asumen que los gobiernos seguirán protegiendo a los grandes bancos minoristas. Sin embargo, algunos grupos más pequeños están desapareciendo del sistema, mediante fusiones, y el destino de otros no está claro.

Así que, ¿cuándo terminará todo esto? Las pérdidas no pueden seguir aumentando, ¿no?
Es difícil de decir, porque existe el riesgo de dos espirales de retroalimentación negativas. Primero, cuánto más duren las amenazas bancarias, mayor será el daño para la economía real –que podría generar más pérdidas crediticias–. Segundo, a medida que más instituciones financieras entran en crisis, van vendiendo sus activo, como los bonos relacionados con hipotecas.

Estas liquidaciones están reduciendo el precio de los activos, generando más pérdidas crediticias –y nueva incertidumbre sobre el valor de cualquier producto–.

¿Puede el gobierno detener esto?
Esta es la pregunta de los 64 billones de dólares. Los bancos centrales de occidente ya han inundado el sistema con liquidez para garantizar que los bancos puedan obtener fondos a corto plazo. Sin embargo, no pueden abordar la raíz del miedo de los inversores: las crecientes pérdidas crediticias y la incertidumbre. Tampoco pueden aplacar el temor sobre las áreas no bancarias del sistema, como los fondos del mercado monetario.

De ahí que algunos analistas piensen que el gobierno estadounidense terminará nacionalizando partes del sistema financiero, tal y como empezó a hacer con AIG.

Otra idea es que el gobierno pudiera adquirir valores con problemas.

Sin embargo, eso costará dinero. De ahí que Washington haya preferido esperar y desear que esta tormenta amaine por sí sola.

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