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La Rioja Alta, la historia de una tierra
- La firma cuenta con más de 450 hectáreas y más de seis millones de botellas envejeciéndose
- Viña Ardanza, Gran Reserva 890 y Gran Reserva 904, los más conocidos
Hablar del grupo bodeguero La Rioja Alta es evocar uno de los mejores vinos de una tierra íntimamente ligada a la vid y a su fruto. El documento más antiguo conservado que hace referencia a la existencia de viñedos en esta región data del año 873. Los datos del Ministerio de Agricultura, referentes a 2012, sostienen que la vid representa el 30,6% de las tierras cultivadas de La Rioja, consolidándose como la región con más superficie de viñedos respecto a la superficie cultivada y siendo una de las que más producción vinícola aporta al Estado, a pesar de ser la penúltima en extensión territorial. La Rioja huele a vino.
A finales del siglo XIX llegan a las tierras riojanas varios bodegueros franceses en busca de zonas aptas para la plantación de la uva, ya que la mayoría de sus cultivos habían sido destrozados por la filoxera, la devastadora plaga que surgió en 1870 en Burdeos. Encuentran en La Rioja una tradición vitivinícola milenaria, aunque con ciertas carencias técnicas que se encargan de transmitir a los cosecheros de la región, produciéndose así un prolífico avance en la cantidad y calidad de los vinos de la zona.
Son varios los riojanos que deciden aprovechar esta situación. Surgen nuevas bodegas y muchas de ellas continúan elaborando grandes vinos hoy en día. La Rioja Alta es un buen ejemplo de ello. La casa se funda en la localidad de Haro el 10 de julio de 1890, bajo el nombre de Sociedad Vinícola de La Rioja Alta, cuando cinco familias que comparten la misma pasión se juntan con la ilusión y el objetivo de elaborar y criar vinos de alta calidad. La presidencia es asumida por Saturnina García Cid, algo que contrasta con la realidad de la época, en la que la mujer quedaba apartada a un segundo plano. El resto de fundadores fueron Daniel Alfredo Ardanza, Dionisio del Prado, Felipe Puig de la Bellacasa y Mariano Lacort. Varios de los futuros vinos de la casa llevarían el nombre de algunos de los fundadores.
Cronología
1870. Surge en Burdeos la plaga de la filoxera. Ante la pérdida de sus viñedos, los franceses llegan a La Rioja y enseñan técnicas nuevas a los habitantes de la zona para perfeccionar sus plantaciones y vinos.
1890. Cinco familias aprovechan la fiebre vitivinícola y fundan la Sociedad Vinícola de La Rioja Alta en la localidad de Haro.
1891. La sociedad pasa a llamarse La Rioja Alta.
1893. Tan solo tres años después de la fundación de la casa, los viñedos de La Rioja son diezmados por la plaga de la filoxera.
1904. Alfredo Ardanza, uno de los fundadores y propietario de la bodega Ardanza, propone la fusión de ambas sociedades. Para celebrar la unión, se elabora el Gran Reserva 904.
1930. Comienza a despacharse el vino de forma habitual en botella. Hasta entonces eran los empleados los que lo embotellaban y etiquetaban en cada punto de venta.
1941. La casa adopta el nombre definitivo: La Rioja Alta, SA.
1970. Con la compra de nuevos terrenos aparecen las marcas Viña Arana y Viña Alberdi.
1990. Comienza el proyecto de enoturismo en Áster –en la Ribera del Duero– con la construcción de la casa-palacio y la plantación de nuevos viñedos.
El capital inicial de la sociedad es de 112.500 pesetas de la época (676,14 euros), del que solo se desembolsa el 20%. Con esas 22.500 pesetas comienza esta andadura. Y para realizar los mejores vinos, qué mejor que contratar a alguien que domine el método con total maestría. El francés Vigier es el elegido para llevar la dirección técnica. Pasados tan solo tres meses desde la fundación, la casa acuerda adquirir las primeras 3.500 barricas bordelesas. En esos tiempos, el vino se vendía directamente en el propio barril, que tenía una capacidad de 225 litros y costaba 200 pesetas.
En 1891 la sociedad pasa a denominarse La Rioja Alta y, meses más tarde, ya en 1892, se llegan a tratar hasta 683.627 kilos de uva, a pesar de que la bodega era una recién nacida.
La historia de la sociedad no ha hecho más que empezar y va bien encaminada cuando llegan los primeros problemas. En 1893 las viñas de la zona son diezmadas por la dañina plaga de la filoxera. Son años difíciles en los que se pone a prueba el espíritu empresarial de los fundadores. Se decide importar pies de cepa americana, inmunes a la filoxera, para después injertarlos con cepas autóctonas. El coste de esta operación es alto, pero la causa lo merece. La bodega sale de la crisis y decide aumentar la oferta de vino embotellado. La primera referencia del precio de vino en botella se remonta al año 1902. Cada una de ellas se vende a 1,50 pesetas. Es en los años treinta cuando comienza a embotellarse la totalidad del vino, dejando atrás las barricas de madera.
En 1941 la compañía adquiere el nombre definitivo, La Rioja Alta, SA, que hasta hoy subsiste. El vino de la firma comienza a tener prestigio y a ser conocido en Europa y América Latina. Países como Francia, Cuba o Venezuela son fieles importadores. La compañía comienza poco a poco a modernizarse y en 1952 se compra el primer tren de embotellado, con una capacidad de entre 900 y 1.000 botellas a la hora. Hasta la fecha, todo el vino se encorchaba a mano.
En 1976 nace el Club de Cosecheros de La Rioja Alta, con el fin de hacer más cercana la relación entre la bodega y los clientes. Años más tarde, en 1988, en busca de la excelencia del vino blanco se adquiere la bodega Lagar de Fornelos, en Rías Baixas, y en la década de los noventa se compran nuevos terrenos cercanos a la región para incrementar la producción, como varios viñedos en Burgos o en La Rioja alavesa. La casa nace en el siglo XIX, crece a lo largo del siglo XX y trata de consolidarse y adaptarse al siglo XXI sin perder su esencia. Hoy la bodega cuenta con más de 450 hectáreas repartidas a lo largo de distintas provincias, con 46.000 barricas de roble para la crianza y con más de seis millones de botellas de vino envejeciéndose. Actualmente pertenecen al grupo las bodegas Áster (en Aguix, Burgos, con denominación de origen Ribera del Duero), Torre de Oña (Rioja Alavesa), Lagar de Cervera (en Pontevedra, para albariños) y La Rioja Alta.
Cuenta con marcas reconocidas, como el albariño de los viñedos gallegos de Lagar de Cervera, los míticos rioja Viña Arana o Viña Alberdi y otros como Viña Ardanza, Gran Reserva 890 y Gran Reserva 904. Estos tres últimos, sin lugar a duda, los vinos distintivos de la casa.
"Ponme un rioja"
Los viñedos riojanos han sido siempre especiales. El vino de La Rioja es uno de los más valorados y demandados en el mundo. Se ha convertido en una denominación de origen merecedora de llevar el distintivo “calificada”, algo que en España solo han logrado la tierra riojana y el Priorat catalán. En las tabernas y restaurantes, son muchos los que han pasado de decir “ponme un tinto” a “ponme un rioja”. Gran parte de la culpa del éxito de estos vinos es de las bodegas de la zona, que han cuidado la elaboración de sus productos y perfeccionado las técnicas. Una de ellas es La Rioja Alta, que ha ido más allá de la mera producción y comercialización vinícola.
Experimentar y vivir la pasión por el vino es muy sencillo, si se sabe cómo y dónde. La firma ha apostado por varias bodegas en las que poder disfrutar de un merecido descanso en un lugar exclusivo, diferente y diseñado para quienes desean iniciarse y conocer mucho más de cerca la elaboración de los vinos. Algunas de ellas son la casa-palacio de Torre de Oña, en La Rioja alavesa; la casa de Anguix, en Burgos, o Lagar de Cervera, en Pontevedra, en las que se pueden realizar excursiones por la zona, visitas por las bodegas o catas de diferentes vinos.
La naturaleza es una parte esencial para esta casa, y para cuidarla ha desarrollado programas de I+D+i, invertido en energías limpias, reutilizado el agua y usado corchos y estuches gestionados de manera sostenible. Además, la casa dona el 0,7% de sus beneficios anuales a proyectos agrícolas en países del Tercer Mundo.
Los vinos de esta bodega son conocidos al otro lado del océano y no faltan en los mejores restaurantes de los cinco continentes. El Viña Ardanza fue el mejor Rioja Reserva de 2012 y el Viña Alberdi, el único Rioja “memorable”, según The New York Times. El Viña Ardanza 2004 fue el vino con mayor notoriedad informativa en prensa durante 2012 y en enero de este año la compañía Delta Air Lines eligió el Ardanza para su clase business.
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