jueves, 8 de agosto de 2013

Estado País...

La España del PP


Por Alfonso Prieto, miembro de Economistas Frente a la Crisis
El caso Bárcenas es, en realidad, el caso PP. El Partido de la derecha reaccionaria española es una maquinaria con muchos de sus engranajes sumergidos en la corrupción institucionalizada. Una corrupción que ha estado dopando su maquinaria electoral durante los últimos veinte años.
A lo largo de este tiempo fueron muchos los indicios y pruebas de que era así. Pero nadie, nadie, actuó para desenmascarar este comportamiento e impedir que la corrupción se fuera extendiendo por una gran parte del territorio nacional gobernado por el PP, teniendo también en cuenta que, cuando el PP gobernó entre 1996 y 2004, la corrupción en su seno ya estaba instalada en centros fundamentales de su estructura orgánica ¿O es que nos podemos olvidar de cómo actuó el PP dirigido por Aznar en una política de privatización de las grandes empresas públicas conducente a generar centros de poder económico fieles a sus designios? Una política que ahora continúa por el mismo camino afectando a la educación, a la sanidad, a las pensiones, a la dependencia… sin escrúpulo ninguno, en una ofensiva sin precedentes contra los intereses generales representados en el estado de bienestar. Incentivos de naturaleza corrupta han estado y están abonando estas políticas.
La historia, por tanto, no sólo es de ahora. Es ya una larga historia.
Hay hechos, aparentemente banales, que demuestran hasta qué punto la corrupción política ha penetrado en el PP, así como que los comportamientos de no pocos de sus máximos dirigentes eran, por un lado, abiertamente ilegales y, por otro, miserables y demostrativos de su bajeza moral. Según han contado diversas fuentes, cuando se produjo la toma de posesión de algún ministro del PP en 1996, se dieron situaciones reveladoras de su proceder en la vida pública. Lo primero que el Ministro habría preguntado a los responsables de la intendencia del Departamento, y al parecer su única preocupación, es cuánto iba a cobrar. Cuando le informan de cual va a ser su nomina, ciertamente magra para un alto cargo del Gobierno,  no puede reprimir unas sonoras risotadas. El Ministro requiere al funcionario por el sobre que, en su convencimiento, acompañaría a su sueldo. Al atribulado funcionario le costó  convencer al incrédulo Ministro de que allí no había ninguna clase de sobresueldo. Son historias a las que siempre me he resistido a dar crédito tratándose de altos cargos del Gobierno de España… pero luego hemos sabido que, efectivamente, muchos dirigentes del PP recibían sobresueldos en su condición de altos cargos del Partido, que se compatibilizaban con los ingresos, en su caso, como diputados, y que se mantuvieron una vez que  pasaron a ser miembros del Gobierno. También es el caso de Rajoy que  no acabó de negarlo del todo en su comparecencia en el Senado el 1 de agosto de 2013, en la que intentó instalar la mentira, nada menos que en sede parlamentaria, como lograron poner de manifiesto de manera contundente los portavoces de la oposición. No se olvide.
Porque lo que está haciendo el PP es imponer una “realidad” ficticia que esconde un modo de proceder dirigido a ocultar que se viene financiando de manera ilegal desde hace décadas. Hay una verdad contrastada en los llamados papeles de Barcenas y en la contabilidad A del PP, que Rajoy niega entre aplausos de los suyos y que les lleva a vivir fuera de la realidad. Han creado una “irrealidad”, cómoda para ellos que, sorprendentemente, es aceptada por una parte importante de la población (el CIS detecta que el 32% del electorado votaría hoy al PP).
Cuando el PP ocupa el poder lo hace con todas las consecuencias. Ha ocupado las instituciones, poniéndolas a su servicio, de manera especial la ¿Justicia?, de forma que se asegure la impunidad de los que hacen “negocios” desde la política, de la clase dirigente de la derecha, enfangada en la corrupción, a la vez que se destruyen los servicios públicos básicos en beneficio de negocios hechos a costa de despojar a la ciudadanía de sus derechos. El manoseo de la Justicia y de los Jueces se dirige a “salvar” a sus imputados y condenados y para ello no se detienen ante nada: se desvía la vuelta del titular del Juzgado en el que se ventila el caso Gurtel/Bárcenas (caso PP) porque el interino les parece menos agresivo para sus intereses. Todo esto, no se olvide, después de echar de la carrera al instructor de Gurtel. Ya pusieron patas arriba al Estado para llegar al poder en 1996. Ahora no se detendrán ante nada para no pagar por las fechorías que vienen cometiendo impunemente desde el principio de los años noventa. La esperanza es que hay Jueces que sí hacen su trabajo, en medio de presiones de todo tipo. Recuérdese la llamada de Rajoy al Presidente del Poder Judicial para impedir la actuación de Gómez Bermúdez en la instrucción de este caso.
Esta forma de actuar se desarrolla con el mayor descaro y cinismo y con la mentira sistemática como modo de trabajo. Es escandaloso que se presenten los últimos datos de empleo y paro de la EPA y de los registros del SEPE (antiguo INEM) como el punto de inflexión de la crisis y el inicio de la reactivación, cuando las cifras desestacionalizadas señalan claramente que no hay tal caída del paro y que los movimientos de las cifras obedecen exclusivamente a razones de carácter estacional. Pero el Ministerio de Economía ya se había sacado de la manga unos coeficientes de desestacionalización que no pudieron, finalmente, prevalecer ante los datos del
INE, que demostraban que donde el Gobierno veía un descenso real del paro no era realmente tal. Después, el FMI se encargaría de bajar los humos al Gobierno, con unas previsiones ciertamente inquietantes que sitúan el final de la crisis no antes de 2018.
Por otro lado, se anuncia que el FROB ya ha perdido más de 36.000 millones de euros, pérdida de la que deberá hacerse cargo el Estado, cuando Rajoy había declarado en 2012 que serían los bancos los que responderían de los 40.000 millones del rescate y nunca los ciudadanos. Una mentira más. Y todo ello en el marco de una fiscalidad que permite que las grandes empresas tributen al 3% por sus beneficios, mientras se ahoga a las pequeñas y medianas, así como a las familias, lo que no hace sino alimentar el aumento continuado de las desigualdades, que alcanzan niveles inéditos en los países de la Unión Europea. Este es el resultado de las políticas que se vienen aplicando: la desigualdad, tan querida por Rajoy en sus escritos de juventud, no la creación de empleo y el aumento del bienestar de los ciudadanos.
Políticas que, por cierto, han sido dictadas desde las instancias europeas y que han sido puestas en práctica por sus vasallos en España. Ahora el desvergonzado Comisario Rhen propugna una nueva rebaja de salarios en España, demostrando, una vez más, su ignorancia e insensatez al creer que su reducción favorecerá la creación de empleo. El ideólogo de la estafa de la austeridad expansiva, despreciando los devastadores efectos causados en nuestro país por la aplicación de sus nefastas recetas, actúa ahora como el pirómano que parece querer prender todas las mechas de la insurrección social que se podría desencadenar al agudizarse las causas del debilitamiento de la demanda interna. Este neoliberal piensa, como todos los de su ralea, que los salarios son sólo un coste más del proceso productivo, ignorando el papel del salario como única fuente de ingresos para la inmensa mayor parte de la población y sustento de la demanda agregada.
Una vuelta más de tuerca: como la reforma laboral no estaba dirigida a lo que se decía, la creación de empleo, sino a facilitar los despidos, se aprueban nuevas medidas que impidan que la protección judicial constituya un obstáculo para aquel objetivo. La claridad de los intereses que son defendidos por la política del Gobierno de Rajoy no puede ser más evidente. Y si hay que volver a mentir a la hora de presentar estas decisiones, se hace con el mayor descaro. No pasa nada.
“Luís, se fuerte, hacemos lo que podemos”, es una frase que hace innecesaria más insistencia en la desfachatez con la que se conduce el personaje, que cuando reconoce ¿su error?, “Me he equivocado”, sonríe satisfecho de la salva de aplausos con la que es premiado por los suyos.
¿Qué cabe esperar de esta gente?

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