Multinacionales, crecimiento económico y pobreza
Por Jaime Bravo, estudiante de bachillerato y miembro de Economistas Frente a la Crisis
En los países pobres se crean empresas, claro, pero no se crean de la misma forma que en los países ricos. Las tendencias de empleabilidad, esto es, qué se demanda en los países y en consecuencia en qué sectores se contrata más, cambian a lo largo de todo el mundo. Si bien es cierto que entre los países ricos existen amplias diferencias, estas se hacen mucho más abruptas entre los pobres. Pero es cierto que también existen multinacionales que trabajan en esos países. Richard Caves (2007) considera que las multinacionales son empresas que controlan y manejan centros de producción en, al menos, dos países. Esta multinacional tiene dos partes: la empresa “madre” (esta es la que normalmente está ubicada en el país rico) y la empresa “afiliada” (esta es la que está centrada en el país pobre). Los ciudadanos pobres tienen una competencia en doble vía: contra ellos mismos y contra empresas más grandes (es decir, las propias multinacionales). Estas últimas tienen la ventaja de las economías de escala y de obtener beneficios económicos por haberse integrado en estos países y por inundar sus mercados con productos subsidiados. Antràs y Yeaple (2013) indican que la teoría económica sobre la estructura de las multinacionales se basa en tres preguntas primordiales: ¿Por qué algunas empresas ven adecuado operar en algunos países y otras no? ¿Qué determina que en algunos países la producción esté localizada y en otras no? ¿Por qué las empresas poseen medios de producción extranjeros en vez de contratar los servicios de los naturales del sitio?
Es relevante apuntar su existencia para intentar explicar qué hacen los ciudadanos más pobres del mundo en relación a la creación de empresas. Intentemos explicarlo. Imaginemos a un granjero sin formación en Kenia que tiene una granja desde la que comercializa, digamos, cacao. Produce cacao que vende a un vendedor local en Nairobi, la capital. El vendedor local tiene una pequeña empresa de venta de cacao. Además, el propio vendedor tiene una formación escasa (digamos, primaria). Parecería que los ciudadanos de los países más pobres del planeta sólo pueden acceder a la creación de un tipo determinado de empresas; las empresas que requieren formación para ser desarrolladas tienen menos adeptos en los países subdesarrollados.
Para analizar cómo los pobres crean empresas deberíamos analizar dos parámetros muy importantes: la salud y la educación. Empezando por el último, parecería ser que si los pobres reciben mayor educación tendrán un mayor salario durante toda su vida. Es algo parcialmente correcto. Una mayor formación permite desempeñar mayores trabajos y de mayor calidad.
Esos trabajos se definen como un viraje en el modelo productivo; si el agricultor keniata supiese cómo programar, podría crear una start-up que podría ser comprada por una multinacional americana. El problema es que la educación entraña en sí misma un gran coste: mientras se recibe una educación se pierde la posibilidad de un salario. Y como el salario es verdaderamente importante para los más pobres, esto es un drama (quizá en los países desarrollados no tanto (aunque ciertamente, es una tendencia que sí empezamos también a experimentar) pero sí lo es en aquellos que no están desarrollados). La educación no se ve como una inversión, sino como un gasto. La salud también es altamente relevante. Si un ciudadano pobre se pone enfermo eso significa que no podrá trabajar. La atención médica pública es muy deficiente y la privada muchas veces –no siempre- es cara para un ciudadano medio, agricultor o para un trabajador de la industria.
Volvamos al vendedor local keniata. Imaginemos que contrae la malaria o diarrea, dos enfermedades muy extendidas en el África Subsahariana y que tienen efectos nocivos económicos y sociales. Primero, porque le impedirá acudir a su puesto de trabajo, por lo que no estará obteniendo beneficios. Segundo, porque tendrá que gastar dinero en un médico que probablemente le entregará un servicio que no será muy eficiente. Pero hay algo muy importante que subyace tras esto: cuando el vendedor local keniata enferma de, digamos, diarrea y no recibe una atención médica adecuada, los efectos de quedarse sin vender cacao le afectan a él, pero también a su familia, y a los agricultores y, por ende, también a sus familias. El problema de las empresas que se ubican en los países pobres es que son pequeñas y que reportan muy pocos beneficios. Son empresas pequeñas porque para que sean más grandes necesitan capital y, por esto, hacen muy pocos beneficios. A su vez, el capital no llega porque el necesario no lo proveen los microcréditos y los bancos no están dispuestos a prestar cantidades de dinero a los más pobres y, de hacerlo, lo hacen con un alto interés. El problema de los beneficios es enorme, porque son los que en última instancia delimitan cómo se van a crear empresas y qué empresas se van a crear, además de la riqueza que van a obtener las personas implicadas en el proceso de desarrollo empresarial. Como bien indican Duflo y Banerjee (2011), hay muy pocas pequeñas-empresas que den mucho empleo en los países subdesarrollados. Hay una gran población rural en los países subdesarrollados. La mayoría de la ciudadanía se concentra allí. Sin embargo, el desarrollo de empresas exitosas debería llevarse a cabo en los núcleos urbanos porque allí es donde hay una gran cantidad de personas que podrían adquirir el producto en cuestión Es cierto que muchos emprendedores en los países pobres han conseguido algo increíble: crear empresas en entornos hostiles y donde es complicado hacerlo. Pero son solo excepciones.
Parecería posible pensar que los más pobres del mundo no crean empresas porque no quieren. Pero no es así. En muchas ocasiones, no las crean porque es imposible. Si acudimos a los datos podemos ver que, en los países subdesarrollados, el tiempo que se tarda en crear una empresa no dista mucho del tiempo que lleva crear una empresa en los países desarrollados (el estudio sobre algunas variables económicas analizaba a Alemania, Pakistán, Bangladés, Argentina, Colombia y España). La actividad económica de estos países también estaba relacionada con el número de matrículas escolares en este grupo de países: los países donde más emprendedores se concentran acumulaban un mayor número de matrículas escolares mientras que aquellos que dependían más del trabajo por cuenta ajena (i.e la industria textil como Bangladesh) tenían menos matrículas. Entonces, al tener menos matrículas, tendrían menos formación. (Los datos también muestran que la mayoría de las matrículas se concentran en los países desarrollados que son los que concentran más emprendedores o creadores de empresas.)
Se necesitan muchas más armas para acabar con la pobreza y se necesitan más elementos para poder paliar los problemas que afectan a la creación de empresas. La burocracia es, en algunos momentos, un problema. Para poder luchar contra la pobreza es necesario que tanto personas como instituciones tengan las herramientas necesarias para poder ayudar a quién más lo necesita
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