El viceprimer ministro británico, Nick Clegg, líder de los liberal-demócratas, podría perder su escaño este jueves en las elecciones generales más inciertas de las últimas décadas. Nigel Farage, al frente del euroescéptico UKIP –que hapuesto en jaque al bipartidismo de Westminster– tiene también todas las papeletas para quedarse fuera de la Cámara de los Comunes. Las peculiaridades del sistema electoral británico van a dejar el mapa del Reino Unido sumido en el caos. El llamado First Past the Post (FPTP, traducido como “el primero que llega a la meta gana”) data de 1948. Desde su entrada en vigor, ha sido calificado como “injusto y desigual”. Pero se le perdonaba todo porque –según sus creadores– permitía “gobiernos fuertes, estables y decisivos”.
La cuestión es que la fórmula mágica falló en los comicios de 2010 –de los que salió el primer Parlamento sin mayorías desde 1974– y este año se da por hecho que se repetirá la misma fotografía. Con una peculiaridad, eso sí: en esta ocasión los pactos postelectorales se antojan complicados, si no imposibles. El país, en definitiva, se enfrenta a su peor crisis política desde la abdicación del monarca Eduardo VIII en1936. ¿Nos encontramos ante el fin del FPTP? “Lo que está claro es que es injustificable tener este sistema en un contexto político moderno”, explica a El Confidencial Sean Kippin, experto en procesos electorales de la prestigiosa Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres (LSE).
Los analistas ya han advertido que se esperan “no días, sino semanas” de inestabilidad política –y por tanto económica– tras la cita con las urnas de este jueves. Y para entender por qué ningún político va a tener fácil formar gobierno es crucial saber cómo funciona este sistema uninominal mayoritario.
El Reino Unido (formado por Escocia, Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte) está dividido en un total de 650 circunscripciones, cada una de las cuales tiene un representante en la Cámara de los Comunes. Para ganar, el candidato no necesita obtener una mayoría de votos (es decir, el 50% + 1), solo requiere tener un voto más que el resto. Por lo tanto, es posible que un partido sea el más votado pero tenga menos escaños que otro.
En las elecciones de 2010, el Partido Conservador necesitó 35.000 papeletas por cada diputado. Al Laborista le bastó con 33.000, pero el Liberal-Demócrata necesitó casi 120.000 por asiento. Pese a que el UKIP fue la cuarta fuerza más votada, no obtuvo representación, ya que no consiguió ganar en ninguna de las circunscripciones. Este año podría conseguir el 15% de los votos y lograr sólo dos o tres asientos.
“El laborismo es el más beneficiado por este sistema porque tiene el voto distribuido de manera más uniforme por todo el país. Requieren, por tanto, de menos papeletas para conseguir una victoria a nivel nacional. Los conservadores, sin embargo, tienen el apoyo concentrado en determinadas zonas”, explica Kippin. “En 2005, por ejemplo, se presentó a Tony Blair como el ‘ganador’ de las elecciones, con el 35,2% de los votos. Pero en 2010, se consideró que David Cameron había logrado un ‘victoria muy débil’, a pesar de haber cosechado el 36,1%”, matiza.
Con todo, los tories siempre se han opuesto a cambiar de sistema por miedo a que otro modelo les ponga aún las cosas más complicadas. Por este motivo, hicieron una potente campaña a favor del “no” en el referéndum de 2011, cuando se planteó a los británicos cambiar al Voto Alternativo, que proponían los liberal-demócratas, donde los votantes numeran a sus candidatos por orden de preferencia. El pueblo prefirió quedarse con el FPTP.
En las elecciones de 2010, los conservadores consiguieron 307 diputados (36,1% de apoyo), los laboristas 258 (29,0%) y los liberal-demócratas 57 (23%).Con el Voto Alternativo, los resultados habrían sido muy diferentes. Los conservadores habrían tenido 281 escaños, los laboristas 262 y los liberal-demócratas, 79.
El gran dilema
Según Kippin, debido a las circunstancias actuales, “es muy posible que el jueves veamos cómo un partido ha conseguido más papeletas, pero otro tiene más diputados”, matiza. Este escenario supondría un gran dilema para Clegg, que se ha ofrecido a formar coalición con el partido que reciba más apoyo por parte de los británicos.
El problema es que debido a su baja popularidad –muchos de los votantes no le perdonan que en 2010 llegara a un acuerdo con los tories–, Clegg podría perder su escaño Sheffield Hallam, hasta ahora, uno de los asientos más seguros para su formación.
“Esto tendría serias complicaciones porque es el ‘pegamento’ que mantiene unida a la actual coalición”, recalca el experto. “Según la normativa de los liberal-demócratas, hay que elegir nueva directiva cuando el líder deja de ser miembro de la Cámara de los Comunes. Eso significa que, llegado este caso, sería poco probable que Clegg tomase la iniciativa para negociar alianzas traslos comicios de este jueves”, añade.
El segundo tomaría las riendas del partido mientras se elige a nuevo líder. Pero coincide que Malcolm Bruce no se presenta a estos comicios. Los que suenan como sucesores de Clegg son Tim Farron o el actual ministro de Negocios, Vince Cable. Ambos pertenecen al ala de la izquierda, por lo que priorizarían una coalición con los laboristas de Ed Miliband en vez de repetir acuerdo con Cameron.
¿Por qué surgen formaciones minoritarias?
Con todo, los de Clegg no son los únicos que se postulan en esta ocasión como partido bisagra. El UKIP, los independentistas escoceses del SNP y los verdes han adquirido gran protagonismo. “El sistema político se ha ido fragmentado cada vez más en las últimas décadas. En 1955, más del 95% de los votantes (cuando la participación fue del 77%) votó a favor de laboristas o conservadores. Sin embargo, en 2010, sólo el 65,1% apostó por uno de los dos partidos mayoritarios. En 2015, la cifra podría caer aún más, aunque es probable que se mantenga relativamente estable”, matiza el académico.
Aparte de la economía, el experto cita otras razones para explicar el surgimiento de estas formaciones minoritarias. Entre ellas, el concepto del "Nuevo Laborismo" bautizado por Blair el cual, a pesar de mantener su identidad de izquierdas, abogó por el libre mercado y las grandes empresas. “De este modo, se creó un espacio político en el que partidos como el UKIP (un populista, antiinmigración partido de derecha) y el Partido Nacional Escocés (un partido separatista de centro-izquierda en Escocia) han florecido”, matiza. Por otra parte, según Kippin, “los conservadores también se han alejado de su identidad de derecha tradicional dejando un espacio para ser explotado por el UKIP”.
“En este contexto, cada vez es más difícil de justificar nuestro acuerdo constitucional y nuestro inútil sistema electoral. El cinismo sobre la política, tal vez debido en parte a nuestras instituciones obsoletas, provoca que los jóvenes, en particular, o bien no estén interesado o, si se involucran, tiendan a hacerlo fuera de la corriente principal”, concluye.
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