Candidato de Ciudadanos a la presidencia del Principado
"Buscamos un cambio en profundidad, no somos la marca blanca de nadie ni venimos a hacer el paripé"
Hasta el curso pasado, Nicolás García (Aller, 1954) enseñaba francés y comunicación audiovisual en el Instituto Aramo de Oviedo. El candidato de Ciudadanos a la presidencia del Principado tiene a sus espaldas un pasado en el PSOE y décadas de experiencia en la pedagogía. Con esos elementos confía en convencer a los votantes, en primer lugar, y al resto de las fuerzas políticas después, de la necesidad de diálogo y pactos en la nueva etapa que, a su juicio, abrirán las elecciones del próximo día 24. La preparación de la campaña absorbe ahora casi todo su tiempo y, a su pesar, resta tiempo a dos de las actividades que más aprecia: el ciclismo y cantar en el Coro Minero de Turón.
MARTES 05 DE MAYO DE 2015
Empecemos con su presentación, ya que es nuevo en la plaza. ¿Qué le impulsa a pasar a la primera línea de la política?
Soy profesor, o más bien era, porque acabo de jubilarme de la enseñanza. Lo hice con 60 años en septiembre del año pasado. Trabajaba en el Instituto Aramo. Era catedrático de francés y profesor de comunicación audiovisual. Lo que me impulsa a dar el paso hacia el primer plano de la política es haberme encontrado con una opción que responde perfectamente a mi ideario. Propugna un programa de futuro y un cambio sensato. Es el programa de Ciudadanos. Desde hace seis o siete meses, el partido ha empezado a implantarse en toda España y una serie de gente hemos empezado a confluir en torno a un proyecto. Empecé como simpatizante y luego me afilié, sobre todo para contribuir a aportar ideas en las cuestiones de educación, que son las que más conozco. A partir de ahí, surgió una mayor implicación, abordamos la elaboración de las listas y aquí estamos.
¿Llegó a Ciudadanos por iniciativa propia o le llamó algún conocido?
Por iniciativa propia. Tenía amigos entre los simpatizantes, pero es un fenómeno que me llamaba la atención y seguía ya desde hace años. Que desde Barcelona se propongan la regeneración de la política y medidas armónicas para toda España es muy interesante. El movimiento nace contra el independentismo catalán, pero también a favor de la cohesión territorial y de la idea de España. Es una iniciativa de un grupo de ciudadanos que firman un manifiesto y defienden ideas sensatas y tranquilas. Dadas las circunstancias políticas, ese proyecto se extiende al nivel nacional y la gente se está dando cuenta de que hay otra forma de hacer política y de participar en ella. Va en contra de la política tradicional y de los escándalos de corrupción. Como en UCD y otros ejemplos de la España democrática, hay un aluvión de gente de diferentes sensibilidades políticas que es lo que llamamos la tercera vía, el centro político. Y eso configura una masa crítica importantísima para intentar conectar con las clases trabajadoras, que tienen un salario o no lo tienen, y con las clases medias, con quienes tienen visión de futuro y están hartos de la forma de hacer política hasta ahora. Creamos sinergias y eso es lo guapo de esta historia tan ilusionante.
Sin embargo, desde finales de los años 80, desde que el CDS dejó de tener éxito electoral y desde el fracaso del intento de Miquel Roca, no ha fraguado en España ninguna alternativa de centro. ¿Por qué esta vez es diferente?
Efectivamente, no fraguó ninguna alternativa centrista porque la vida política se polarizó en izquierda y derecha. El interés de los grandes partidos, del PSOE y del PP, es que eso siga así y nunca cambie. Nosotros creemos que por fin vamos a estar en posición de cambiar algunas cosas fundamentales, como la reducción de las circunscripciones electorales, de manera que se abra el abanico y las opciones votadas por la gente tengan una representación mucho más proporcional. Como consecuencia de ese bipartidismo y de ese continuo tirarse trastos a la cabeza los unos a los otros, han surgido políticas de ordeno y mando, de mayorías absolutas. Ese modelo se ha quedado viejo y ha fracasado, como en el pacto por la educación que nunca se logró por falta de interés de los dos. Preferían llegar al poder e imponer su propia política. Ese es el estado de cosas que tiene que cambiar ahora. Los españoles lo están pidiendo porque es insostenible. Yo preferiría sentarnos y pactar las bases del currículum para los próximos 15 o 20 años. A partir de ahí, pueden matizarse las opciones de cada comunidad autónoma. Pero necesitamos avanzar, tener a los alumnos preparados para la sociedad del conocimiento y dejar de tener a los profesores elaborando programas que tirarán a la basura en el mes de octubre, cuando deje de gobernar el Partido Popular. Además, tenemos el problema de la corrupción. Es evidente que hay que regenerar la vida política con medidas concretas: nosotros propugnamos no estar más de dos legislaturas en el mismo puesto. Son los estatutos del partido. No sé lo que harán los demás, pero nosotros lo exigiremos dentro e intentaremos, como ahora en Andalucía, llegar a compromisos de ese estilo. Tampoco podemos tener cargos públicos y en el partido a la vez. Yo no puedo ser secretario de organización y parlamentario en Asturias. O una cosa o la otra. Son medidas que la gente está pidiendo y cambiarían la situación.
¿Cómo ve el ánimo de los asturianos? ¿Más inclinado hacia un cambio drástico como el que pide Podemos o más afín a su moderación?
Tenemos un espectro amplísimo, sobre todo en Asturias. Nosotros hablamos de cambio tranquilo, no rupturista. Podemos, que nace de las necesidades sociales expresadas en el 15-M, también tiene su espacio, y lo respetamos. Pero su forma de reivindicarlo, asamblearia y rupturista, no es la nuestra. Nosotros queremos una evolución tranquila y seguridad jurídica, pero buscamos un cambio en profundidad, no un simple maquillaje. Ni somos la marca blanca de nadie ni venimos para hacer un paripé. El pacto anticorrupción que se acaba de firma en Andalucía es un ejemplo claro de por dónde van los tiros. No hace falta entrar en el gobierno para cambiar las políticas, se puede forzar desde la oposición que se tomen medidas en beneficio de la ciudadanía. Veo una base electoral amplísima para ese cambio. En Asturias confluimos en ese espacio PP y Foro, que es una peculiaridad no presente en otros parlamentos, UPyD y el PSOE. Nosotros hasta ahora no nos hemos presentado a ninguna elección aquí y pretendemos recoger votos de todo ese espacio, además de la gente independientes que pide un cambio en profundidad. Veremos cómo se concreta, pero nuestra aspiración es salir a por todas y formar un grupo parlamentario lo más amplio posible para ser decisivos.
Muchos relacionan a Ciudadanos con el PP, pero usted pasó por el PSOE. ¿Cómo definiría el proyecto?
Es de centro con sensibilidad hacia lo social, de acercarse a la socialdemocracia. No queremos dejar a nadie tirado en la cuneta; al revés, estamos muy preocupados por lo que está pasando con las capas más desfavorecidas. Hay que ocuparse de esa gente por la que ahora trabajan las ONG. Y también proponemos políticas un poco más liberales en ciertos asuntos económicos. Intentaremos dar a los mercados y a la gente recursos para que se cree empleo y se dinamice la economía. ¿Cómo? Achicando impuestos: reduciendo el IVA y armonizando el IRPF general. De esa manera, esperamos generar dinamismo para que la propia sociedad regenere el tejido económico y cree puestos de trabajo. Me alegra que, como dice Albert Rivera, confluyamos aquí gente de esas diversas sensibilidades. Es lo que configura una tercera vía que conecta sin duda con la mayoría de las personas que están en el centro político. Ahí están las encuestas en las diferentes comunidades. En Madrid podemos ser segunda fuerza. El proyecto conecta con la gente.
Y, en Asturias, ¿tienen sondeos?
No, nada público y fiable. Tenemos expectativas, por supuesto, grandes expectativas. Aspiramos a una representación suficiente para ser decisivos a la hora de elaborar políticas. No vamos a entrar en ningún gobierno en el que no seamos mayoría a repartirnos consejerías ni sillas, esto hay que decirlo alto y claro desde el principio. Como en Andalucía. Lo que sí intentaremos es influir desde nuestra posición –en la que nos coloquen los electores— en presupuestos, infraestructuras o políticas concretas.
En Andalucía, Ciudadanos ha hecho una lista de condiciones para pactar su apoyo en la investidura. ¿Qué incluiría una lista similar en Asturias?
Regeneración democrática, como acabo de decir; lucha implacable contra la corrupción; y medidas concretas para acciones de gobierno relacionadas con lo que preocupa a los asturianos: el empleo o las infraestructuras, por ejemplo. Si tenemos grupo propio, vamos a cambiar la forma de hacer política. Ya no se construirán museles de no sé cuántos millones de euros porque así lo decida un solo partido. Lo que se haga será pactado, transparente, con presupuestos claros y la aprobación de la ciudadanía. Si no, no tendrá nuestro apoyo. Como en Andalucía, podemos facilitar que gobierne la lista más votada. Para eso la eligen los asturianos. Pero nosotros hablaremos con todo el mundo, con quien tenga representación democrática en el Parlamento.
¿No hay nadie de quien se sientan alejados de entrada?
Estamos dispuestos a dialogar –digo dialogar, no formar gobierno— con todas las fuerzas políticas democráticamente elegidas en el Parlamento asturiano. ¿Por qué no? Otra cosa es que lleguemos a acuerdos, pero hablar con quienes representan a los asturianos seguro que vamos a hacerlo.
La incorporación de Ignacio Prendes, y su salida de UPyD, han hecho mucho ruido. ¿Asume Ciudadanos la herencia de sus decisiones y de su trayectoria en la Junta General?
Efectivamente, fue una incorporación especial, con un proceso complicado. Dicho eso, hemos llegado a una integración plena. Hemos elaborado listas cremallera, siempre encabezadas por una persona de Ciudadanos seguida por otra de la plataforma Encuentro, en 13 ayuntamientos y el Parlamento asturiano. Ahora somos un equipo y funcionamos como tal. No son palabras huecas. Nos llevamos bien y trabajamos juntos bajo la idea, el programa y las premisas de Ciudadanos. Esas personas de Encuentro son independientes y pueden afiliarse o no al partido, es una cuestión individual, pero estamos en la campaña y estaremos en el Parlamento como el equipo de Ciudadanos. Ha sido complejo, sí, pero también el laboratorio, el ensayo, de la tercera vía en España. No hay más candidaturas autonómicas ni municipales con esta composición. Si sale bien, se imitará en muchos sitios de toda España a partir del 24 de mayo, y por eso hay mucha expectativa en torno a esta candidatura. Hay multitud de coincidencias en los programas –no de ahora, de hace un año, de siempre— entre Ciudadanos y UPyD, se intentó la fusión por parte de los líderes y no fue posible, pero los programas no dan problemas para integrar la mayoría de las propuestas de ambos. Publicaremos el programa en los próximos días y podrá verse. No es traumático, no hay ningún punto de fricción ni disfunciones ideológicas o programáticas.
Sí, pero me refiero también a la labor parlamentaria de Prendes, en la que ha habido, por ejemplo, evidentes fricciones con el PSOE o evidentes desplantes del PP.
Ignacio Prendes nos aporta experiencia, lo que es muy importante para nosotros, porque somos un equipo nuevo con profesionales de diferentes campos en la sociedad civil asturiana pero sin trayectoria en la política. Nos da su saber hacer y su valía. Y no hemos incorporado solo a Ignacio Prendes, sino a todo un equipo de gente que suma. Todos son bienvenidos. Ahora bien, en la Junta General estará Ciudadanos. No se trata de Ignacio Prendes, de Nicanor García ni de Ana Sánchez, que es nuestra número tres. Vamos a asumir y defender el programa de Ciudadanos para toda España y para Asturias. Sin personalismos. La experiencia anterior se acumulará y las herencias anteriores son. La inmensa mayoría de las premisas de esa etapa son válidas. Por ejemplo, la defensa de la circunscripción electoral única en las elecciones autonómicas. Seguiremos intentándolo y creo que esta vez lo vamos a conseguir. Es bueno para todos. No lo vemos como un problema; al revés, si sabemos vincularlo –y sabremos— es un beneficio.
Hablando del pasado y de herencias, se ha comentado mucho su antigua militancia en el PSOE. ¿Lo siente como una acusación de cambio de chaqueta?
Si se quiere enfocar desde ese punto de vista, alguien podrá hacerlo… Pero a mí me parece que tiene un lado muy positivo: es el perfil político del candidato y se sabe de dónde viene. Mi militancia en el PSOE durante año y medio –me refiero al nivel de mi afiliación— fue irrelevante. Participé en la comisión de educación, pero nunca tuve ningún cargo o responsabilidad. Ni siquiera conozco a Javier Fernández porque no se dio la oportunidad de saludarlo. Entré voluntariamente y voluntariamente me fui porque no me gustaba cómo se desarrollaban las cosas. Pero no hay nada más. Yo diría que ese pasado abre un poco nuestro abanico y a alguna gente le gustará más y a otra menos. Ciudadanos tiene una expectativa de voto importante entre un sector del público urbano, con formación y con una visión política de centro-izquierda. Por lo tanto, esa idea puede ser beneficiosa en ese sector. Va a unida a la inmensa potencialidad del líder nacional. Todo eso junto es la imagen de Ciudadanos, no solo dónde haya estado yo o de dónde venga Ignacio Prendes. Todo suma, pero Ciudadanos es mucho más. Lo que la gente percibe es que Albert Rivera, en un discurrir normal de la política española, tiene un futuro enorme. Va a ser decisivo muy en breve.
Usted es de los que creen que aquella vieja teoría, elaborada contra Josep Borrell, de que un catalán nunca podría llegar a presidente del Gobierno se ha quedado obsoleta.
Como otras muchas viejas ideas. Todo va a una velocidad de vértigo. Yo espero y deseo que eso sea así, por supuesto. Y tengo razones. Fíjese, nosotros no tenemos sede. Nuestra sede es internet. Estamos todo el día en las redes sociales, tenemos otra forma de comunicar y queremos hacer una política diferente. Esto es el siglo XXI y, o evolucionamos todos con él para formar a las personas para trabajar en él, o será peor para el país. Albert Rivera tiene ese perfil. Es el futuro, tiene esas ideas. Por no hablar del proyecto económico, que es sólido, creíble y realizable. Ponemos sobre la mesa planteamientos en los que nadie quiere entrar a fondo. El otro día me preguntaban por la clave del éxito de Ciudadanos. Y yo creo que es esa idea global de modernidad, sensatez y de tener otra forma de hacer las cosas.
A Ciudadanos le iba bien en las encuestas de Asturias incluso antes de elegirle candidato. ¿Pesa la responsabilidad de asumir ese papel?
La ciudadanía española tiene muchas ganas de darnos a los partidos nuevos una oportunidad para que las cosas cambien. Esa es la razón fundamental de que a Ciudadanos le vaya bien en las encuestas. Hace falta alguien así. Las personas individuales, y aún más el equipo, son importantes para llevar a la práctica las ideas, pero en política siempre hay alguien que tiene que empezar. El PSOE tuvo que nombrar a miles de altos cargos cuando llegó al poder en 1982, y aquello sí que daba un vértigo mortal. A mí me parece que estamos en una segunda transición. Asumimos ese desafío político desde la racionalidad de tener una base humana y un proyecto. Nuestra base crece rápidamente –en Asturias ya somos casi 600, ya es un corpus importante— y habrá debates y propuestas que confrontar. Pero encarnar las esperanzas de cambio no puede darnos vértigo. Debemos asumirlo e intentarlo con sensatez y tranquilidad.
Ese crecimiento ha dejado gente en el camino, militantes de primera hora que no querían el acuerdo con Prendes y se han ido entre críticas. ¿Hay tensión entre los principios y las medidas prácticas?
En este tipo de proyectos amalgamados con una velocidad rápida, es inevitable que haya gente que tiene sus expectativas, no las ve cumplidas y no está de acuerdo. Pero el partido está abierto –de verdad, las puertas están abiertas— a la gente que quiera participar y sumar. A nadie se le sanciona ni se le critica por ser crítico. Al revés, las críticas constructivas y desde dentro son bienvenidas. Nosotros tuvimos un proceso de elecciones primarias, salido elegido Francisco Gambarte y, después, por las razones que todo sabemos [la difusión de tweets de contenido anticatalán desde su cuenta personal], no pudo ser el candidato y dimitió. El comité ejecutivo propuso entonces la lista que yo encabezo, ratificada en una asamblea por los militantes después de todas las preguntas que la gente quiso hacer. Desde el punto de vista de los estatutos y la democracia, el proceso ha sido impecable. Los tiempos electorales no los marcamos nosotros, sino la Junta Electoral, pero claro que, dentro del partido, falta el siguiente paso: elegir en primarias abiertamente una comisión ejecutiva para Asturias. En ella no podemos estar quienes estemos en el Parlamento ni en los municipios. Esas personas –y ahí cabe todo el mundo— regularán el funcionamiento del partido. Estamos abiertos a todo el que se quiera apuntar. Algunos vienen de otros partidos, pero muchos no tenían afiliación anterior.
Si hacemos un avance rápido hasta el 25 de mayo, ¿cómo se imagina el próximo Parlamento? ¿Tan fragmentado como predicen las encuestas y muchos dirigentes políticos?
Veo y deseo a Ciudadanos con un grupo propio y fuerte, con capacidad de decidir. Cuantificarlo sería demasiado atrevido e irresponsable. También me parece probable que haya hasta seis grupos parlamentarios, ya veremos qué dicen luego los votantes. Habrá que trabajar mucho la cultura de los pactos, dialogar mucho y ser muy transparentes sobre lo que vamos y no vamos a hacer. Ese día 25 empieza de verdad el trabajo para los próximos cuatro años. Y tendremos elecciones generales en muy pocos meses. Como ciudadano de a pie, no he percibido hasta ahora que en Asturias se haya trabajado mucho en la transparencia y los pactos. Espanta que la derecha, PP y Foro, no se hayan puesto de acuerdo, si no para gobernar, al menos para acordar programas y acciones concretas. Dos partidos que han salido de lo mismo y a los que las luchas cainitas les impiden hablar. Para mí, eso es impresentable en política. Existe la obligación de dialogar. Si no se llega a acuerdos, uno explica por qué y el que no quiera que no le vote. Eso exige transparencia sobre los motivos y en los presupuestos.
En Andalucía, sin embargo, las conversaciones van despacio y no rinden frutos. ¿Sirve de algo dialogar sin voluntad expresa de acuerdo?
Andalucía encarna la idea del cambio político que va a haber en este país. Eso me parece clarísimo. Las negociaciones son así: usted ha ganado las elecciones y vamos a hacer todo lo posible para que gobierne la lista más votada, solo faltaba que lo bloqueáramos todo para ir a otras elecciones, eso sería irresponsable. Además, el PSOE ha ganado de manera clara. No vamos a votar a favor en la investidura. Podemos abstenernos y que usted gobierne, pero para eso ponemos una serie de condiciones claras y transparentes, firmadas, a favor de los andaluces. El pacto anticorrupción y todas las demás. Así se ha logrado la dimisión de Manuel Chaves y José Antonio Griñán, medidas anticorrupción e iniciativas concretas sobre los ERE y el empleo. Casi se está gobernando desde antes que se constituya el parlamento. Y no hablo solo de Ciudadanos. En este caso, Podemos o el PP también han sido coherentes. Eso es lo que creo que va a pasar también en el resto de España. Con el PSOE, con el PP o donde haya coaliciones.
Como Asturias tiene un Parlamento más pequeño que el andaluz, en caso de fragmentación extrema, ¿podría Ciudadanos llegar a implicarse más en un gobierno?
Como principio general, no vamos a dar el paso de estar en gobiernos donde no seamos mayoría. Apoyar a un gobierno bipartito o tripartito exige estudiar la situación real comunidad por comunidad, con datos en la mano, viendo las condiciones de gobernabilidad. Lo único claro es que ha cambiado la cultura de los pactos e incluso las condiciones para constituir los futuros gobiernos. Es lo que piden los ciudadanos y para eso debemos mentalizarnos. Nosotros tenemos buena predisposición para ayudar. Lo demás es hacer futurología.
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