El virulento incendio que se desató la noche del sábado en la localidad de Moguer (Huelva) y que avanzó a gran velocidad hasta llegar a las puertas del Parque Nacional de Doñana, una de las joyas medioambientales de Europa, continua sin estar controlado. Al ocaso, los 26 medios aéreos -aviones y helicópteros- que surcaban un cielo plomizo y denso por el humo, regresaron a sus bases. A primera hora de la mañana de este lunes, han comenzado las labores de extinción. De momento, la gran preocupación es el viento: si no sufre cambios bruscos, incluso apuntan a que el fuego podría quedar controlado a lo largo de esta jornada. Los tres frentes continúan activos, pero el de Doñana sigue parado, por lo que no ha cruzado el Parque Nacional. Por otro lado, las carreteras principales que se vieron afectadas por cortes de tráfico fueron reabiertas a la circulación en su totalidad.
Aún se investiga el origen del fuego pero la ausencia de fenómenos meteorológicos que explicaran el inicio de las llamas lleva a pensar que estuvo detrás la mano del hombre, de manera intencionada, por una negligencia o por accidente. Unas 250 personas del Infoca, dependiente de la Consejería de Medio Ambiente de Andalucía, pasaron toda la madrugada del sábado tratando de evitar que los tres frentes del incendio que continuaron vivos durante el domingo alcanzaran el corazón de Doñana; solo una carretera separaba las llamas del Parque Nacional. El fuego sí llegó hasta el Espacio Natural y una lengua de llamas invadió lo que se llama el 'preparque'. El Centro de Cría en Cautividad del Lince en El Acebuche tuvo que ser desalojado a toda velocidad y la confusión fue total sobre el destino de varios ejemplares de más edad que no habían podido ser enjaulados, incluso muriendo una hembra por culpa del estrés sufrido durante el desalojo.
Una nube densa de humo pesaba sobre la atmósfera, plomiza, pegajosa, cargada de ceniza y con un fuerte olor a quemado por toda la zona. Durante todo el domingo reinó un errático viento, que sopló a rachas con muchísima fuerza, y un gran bochorno en el ambiente. El acceso al puesto de mando avanzado desde donde se coordinaron los efectivos, a la entrada de la playa de Mazagón, era sobrecogedor. Atrás iban quedando pinares calcinados y estructuras de invernaderos, dedicados en gran parte a la fresa.
El vuelo de los aviones cargados de agua no daba tregua. Los efectivos del Infoca mostraban rostros enegrecidos por el humo cuando se quitaban las máscaras de seguridad. Los uniformes amarillos llenos de ceniza daban pistas del refresco de los retenes. Efectivos de otras provincias como Jaén o Málaga se desplazaron hasta el lugar del incendio, incluso quienes volvían de pasar días ayudando en Portugal se ofrecieron como voluntarios. Hubo también llamadas de otras comunidades autónomas, como Cataluña, según ha podido saber este periódico, para ofrecer más medios aéreos. Los efectivos eran "suficientes", según indicaron quienes dirigieron las operaciones contra el fuego. No obstante, hubo momentos en que no todos los aviones y helicópteros pudieron volar por motivos de seguridad ante el fuerte viento.
En total 600 efectivos, coordinados por la Junta y Gobierno, se batieron el cobre. Emergencias 112, la Unidad Militar de Emergencias (UME), Guardia Civil, Protección Civil y Bomberos de la zona formaron parte del dispositivo. Los voluntarios solo podían estar en las zonas donde no había peligro. Agricultores de la zona dispusieron unos 15 tractores a la entrada del Parque Nacional y trabajaron en un cortafuegos para blindar este espacio. En cualquier bar, gasolinera o estación de servicio de las localidades o carreteras más castigadas por el fuego había gestos y muestras de solidaridad, dolor por lo ocurrido y mucha preocupación.
El momento más crítico se vivió entre las dos y las tres de la tarde del domingo. A esa hora, el viento "se volvió loco", explicaba gráficamente uno de los técnicos responsables del Infoca. Fue un momento "muy crítico". Aunque hubo una tregua momentos después, el fuego estaba aún muy lejos de estar controlado y mucho menos extinguido. No hay estimación de las hectáreas arrasadas pero quien lo ha podido otear desde el cielo no oculta que el tamaño de la tragedia es inmenso. Piden estar preparados para lo peor.
Ya por la tarde la entrada de viento norte frenó el avance de las llamas hacia el corazón del Parque Nacional de Doñana. Sin embargo, motivó que la carretera de entrada al núcleo urbano de Matalascañas -como Mazagón, una playa llena en esta época del año- fuese cortada. Miles de personas, hasta 50.000 según la alcaldesa de Almonte, Rocío Espinosa, quedaron aisladas. El Gobierno andaluz llamó a la calma y rebajó la cifra de personas atrapadas ofrecidas por la primera edil.
Cerca de las nueve de la noche, una vía de evacuación pudo ser reabierta al tráfico para que la gente pudiera salir de Matalascañas a través de una carretera tomada por la Guardia Civil. Las autoridades pidieron calma y agradecieron en todo momento el comportamiento de los miles de ciudadanos afectados. En la retina estaban las imágenes del trágico fuego de Portugal, el más devastador de su historia, que una semana antes arrasó el centro del país vecino y acabó con 65 muertos y 250 heridos. Los cortes de carretera para evitar que se convirtieran en ratoneras fueron tan importantes como el hecho de que los ciudadanos respetaran las instrucciones y ayudaran a mantener la calma.
La rapidez con la que los responsables de Infoca dieron orden de desalojar el Parador de Mazagón, el camping de Doñana y otro hotel evitó una tragedia
Al margen de las miles de personas atrapadas en la playa de Matalascañas, 2.000 personas fueron desalojadas en la noche del domingo. 24 horas después, apenas un centenar seguían acogidos por los ayuntamientos de la zona en diversos edificios públicos. La rapidez con la que los responsables del Plan Infoca dieron orden de desalojar el Parador de Mazagón, el camping de Doñana y otro hotel evitó una tragedia humana, admiten desde este dispositivo. Se recibió el aviso del fuego entre las ocho y media y las nueve y se ordenó la evacuación a las diez de la noche.
El fuego se extendió a una velocidad de vértigo. Una bola incandescente, como el sol, describen testigos directos del incendio, avanzó a una velocidad de hasta cinco kilómetros la hora y arrasó una distancia lineal de 12 kilómetros en apenas cinco horas. El fuego se fue multiplicando en varios frentes y se crearon tres focos distintos. El gran objetivo era evitar que ninguno de estos frentes se uniera, multiplicando su virulencia, y que ninguna de estas bolas de fuego, que arrasaron hectáreas aún sin cuantificar de pinares y terrenos agrícolas, se colara en Doñana.
Los ministros de Empleo e Interior, Fátima Báñez y Juan Ignacio Zoido, el delegado del Gobierno en Andalucía, Antonio Sanz, los consejeros de Medio Ambiente y Justicia e Interior, José Fiscal y Rosa Aguilar, así como la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, pasaron por el puesto de mando desde donde se trataba de controlar el fuego. Todos destacaron una gran coordinación entre los diversos efectivos.
Juan Sánchez, director del Centro Operativo regional del Infoca, confiaba en que el viento dejara de ser tan inestable e imprevisible y que eso, junto a una bajada de las temperaturas y una mayor humedad en el ambiente, permitiera ir atajando focos secundarios y controlando el voraz fuego que este domingo amenazó Doñana y tuvo a toda una comarca en vilo ante una tragedia medioambiental cuya dimensión aún está por ver. Sánchez lo repetía con paciencia y mucha sabiduría: "Calma. Estamos tratando de controlar el fuego. Después habrá que extinguirlo y solo después 'perimetraremos' y sabremos la verdadera dimensión de lo ocurrido".
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