martes, 30 de agosto de 2022
Ay La Caverna!!!!
La búsqueda de la verdad
La Verdad y la Falsedad por Alfred Stevens, 1857-66
José María Manzano Callejo
JOSÉ MARÍA MANZANO CALLEJO
29 DE AGOSTO DE 2022, 16:11
Sócrates pasó su vida buscando "la verdad", pero al parecer no la encontró. O quizá sí. pero fue, absurdamente, en las leyes del Estado que le habían condenado a tomar la cicuta por impiedad y por haber pervertido a la juventud con su enseñanza. Ese, al menos, fue el veredicto.
El mito de la caverna de Platón
Verdades discursivas
Antropología posmoderna
Posverdad
Antropología de masas
Pues esa adhesión a las leyes del Estado declinando la ayuda que sus amigos y carceleros le ofrecían para evitar la pena, no pudo ser si no "la verdad", su verdad, que con tanto afán buscaba. Así es cómo la grandeza y pureza de intenciones del hombre indagador de la verdad por excelencia, cumplía con el trágico designio de la convicción bajo el peso de su propia coherencia.
El mito de la caverna de Platón
En el mito de la caverna de Platón, el filósofo griego planteaba que la verdad es independiente de nuestras opiniones. Estará siempre ahí, aunque nadie crea en ella. Es una visión muy idealista sobre lo que existe. Sin embargo, esta idea tan poderosa también tiene un lado oscuro: la mentira también puede subsistir y acaparar toda la atención porque, si bien no describe fielmente la realidad, no le hace falta; simplemente "funciona" en nuestras cabezas. Nos permite construir un relato sobre nuestras vidas, Por eso sobrevive.
Cuando hablamos de la verdad, no nos referimos a la evidencia visual (que aun así también puede ser tramposa): se derrumba una casa, ésa es "la verdad"; un maremoto se traga una ciudad, ésa es "la verdad"; nuestra pareja nos es infiel, ésa es "la verdad"...). No.
Verdades discursivas
Cuando hablamos aquí de "la verdad" nos referimos a las verdades discursivas de las abstracciones principales: dios, justicia, patria, ética, hipocresía, cinismo, lealtad, honradez, honestidad, coherencia, entre otras y con los hechos sociales o personales, generalmente vidriosos, y a sus causas cuyas conclusiones pertenecen mucho más a la autosugestión, a la voluntad y de la intención, sean personales o colectivas, que propiamente a la convicción o a la certeza.
Si hay procesos psicológicos, cognitivos y de funcionamiento colectivo que ya estaban descritos y reflejan algunos ingredientes de la posverdad, es difícil negar que en la actualidad se está produciendo todo un cambio de paradigma cultural que modifica decisivamente nuestra percepción, nuestra forma de pensar, sentir y convivir. Y la comunicación digital se convierte en su principal causa.
Internet se ha convertido en símbolo y realidad palpable de la era de la globalización, compleja e interconectada que, a diferencia de otras comunicaciones de masas como la televisión o la radio, posee un carácter interactivo, horizontal y ampliamente participativo.
Internet se ha convertido en un entorno alternativo y paralelo, que amplifica como un altavoz las virtudes y las miserias de la condición humana
Además, su carácter no institucional y de autonomía ha brindado un espacio de libertad (superficial) que el sistema político e institucional venía negando. Por ello, es especialmente apta para ser usada por cualquiera que quiera expresar opiniones o intereses acordes u opuestos a cualquier grupo dominante. Internet, en definitiva, se ha convertido en un entorno alternativo y paralelo, que amplifica como un altavoz las virtudes y las miserias de la condición humana.
Antropología posmoderna
La llamada antropología posmoderna o postantropología identifica, como un movimiento dotado de una cierta coherencia y unidad de postulados, a un grupo de antropólogos norteamericanos que, desde el principio de la década de los ochenta, impugnaron las pretensiones de cientificidad de la disciplina y procuraron una exaltación del carácter experiencial del trabajo de campo.
El punto de partida de la propuesta antiepistemológica y deontológica de la antropología posmoderna habría que buscarlo en la toma de conciencia de que la antropología tradicional, identificada con el estudio de las sociedades exóticas, se encuentra en una crisis irreversible, precisamente a causa de la extinción paulatina de lo que había sido su objeto de conocimiento. Los antropólogos posmodernos han subrayado que el trabajo de campo implica algo muy parecido a la “experiencia de verdad” que, a partir de Hegel, Gadamer conceptualizaba en Verdad y método para dar cuenta de lo que sucede cuando el encuentro con algo produce una modificación/incorporación en el sujeto, cuya conciencia se ve fragmentada o desplazada.
Se trata, en definitiva, de lo que Hans-Georg Gadamer llama “fusión de horizontes” hermenéutica, cruce de tradiciones que impone a su vez interpretaciones dialógicas, juego entre interlocuciones en la que no tiene por qué haber vencedores ni vencidos y de la que, al margen o en los bordes del propio método etnográfico, surge una tercera figura, que no es otra que la de la evocación narrativa a que se vuelca el explorador de lo distinto.
Por encima de todos los malentendidos que el término haya podido suscitar, es bien cierto que ese principio de observación participante que inspira el trabajo sobre el terreno no consiste sino en eso, en la experiencia que sitúa al etnográfo en el ojo del huracán del proceso que, como señalaba Habermas al final de Conocimiento e interés, conduce de la “experiencia sensorial”, u “observación”, a la “experiencia comunicacional”, o “comprensión”, proceso que se resuelve en una descripción y una narración, y que muestra como la lógica de la investigación es la del contacto entre los a priori de la experiencia y los de la argumentación.
A la corriente posmoderna en antropología hay que reconocerle su capacidad de colocar en primer término de la discusión los problemas derivados de la relación entre circunstancia personal y circunstancia etnográfica. Es decir, el conjunto de cuestiones asociadas al quién habla, de quién, en qué términos y, sobre todo, con qué derecho. Como señala James Clifford, “la etnografía es, en última instancia, una actividad situada en el ojo del huracán de los sistemas de poder que definen el significado”.
En las circunstancias en que todos los discursos de verdad aparecen como un fraude, en que toda certidumbre queda reducida a un simple despliegue retórico, resulta inexorable una deslegitimación sistemática de todo metanivel que pretenda trascender la provisionalidad de la existencia humana. Este es el principio profundo del pensamiento y el ánimo posmoderno, la identificación de la verdad en tanto que falsedad convenida y autovalidada, lo que en antropología se traduce en una condena a muerte de todo principio de cientificidad. La antropología posmoderna, por su insistencia en subrayar los sarcasmos de la profesión y por su voluntad de mostrarse en toda su capacidad de cinismo, puede ser entendida como una antropología esencialmente nihilista.
En el extremo más radical de tal sensación, allá donde los estructuralistas quisieron encontrar aquella “cuarta dimensión” del espíritu humano, donde el yo y el los demás, lo subjetivo y lo objetivo, pudieran disolver su distancia en un inconsciente humano universal, los posmodernos han encontrado sólo una contradictoria red de falsas revelaciones y malentendidos, de los que, por si fuera poco, la narración etnográfica no podía ofrecer otra cosa que una pálida, insuficiente y distorsionada reproducción.
La posverdad supone un emborronamiento de la frontera entre la verdad y la mentira, y crea una tercera categoría distinta a las dos anteriores
Posverdad
Por otro lado, la posverdad se ha definido como un contexto cultural e histórico en el que la contrastación empírica y la búsqueda de la objetividad son menos relevantes que la creencia en sí misma y las emociones que genera a la hora de crear corrientes de opinión pública. Básicamente, la palabra sirve para señalar una tendencia en la creación de argumentarios y discursos que se caracteriza por partir de la asunción de que la objetividad importa mucho menos que el modo en el que lo que se afirma encaja con el sistema de creencias que sentimos nuestro y que nos hace sentir bien. La posverdad supone un emborronamiento de la frontera entre la verdad y la mentira, y crea una tercera categoría distinta a las dos anteriores. Una en la que un hecho, ficticio o no, es aceptado de antemano por el simple hecho de encajar con nuestros esquemas mentales.
Circulan, al menos, dos ideas principales de la “posverdad” desde la antropología política de “posverdad”, la primera hace referencia a lo que sería una distorsión, ocultación o contradicción de lo patentemente verdadero por parte de ciertos agentes sociales con el objeto de potenciar o generar corrientes de opinión pública al servicio de intereses parciales. En cuanto a la segunda idea, es descrita como indiferencia respecto a la distinción entre verdad y falsedad. La indiferencia señalada no hace referencia a una suspensión del juicio en relación con lo que en cada caso pueda determinarse como verdadero o falso por mor del convencimiento de la radical imposibilidad de decisión entre lo uno y lo otro.
La “posverdad” no es expresión de una modalidad de escepticismo. En principio, sólo se trata de una actitud, de un modo de enfrentarse a la susodicha distinción en la que la propensión favorable a la verdad y su contraria se hallarían anuladas, encontrándose el individuo en cierto estado de parálisis volitiva que puede caracterizarse como de desafección de la verdad.
Antropología de masas
Finalmente apuntar que la antropología de masas estudia el fenómeno colectivo de la comunicación, entre otros está el rumor, antesala de la noticia, responde a este tipo de fenómenos. Los factores más influyentes para que se difunda un rumor son: a) la incertidumbre o ambigüedad general ante un tema y la difusión de información contradictoria; b) la credibilidad que se otorga al rumor, mayor si éste incluye un pequeño componente de verdad; c) la ansiedad personal, ej., si el hecho sobre el que versa el rumor es particularmente amenazante; d) la importancia que tiene para la propia persona, de manera que cuanto más ajeno sea el rumor más probable es su difusión; y e) el impacto social percibido: un rumor se difunde más si lo han contado más personas.
Aspectos cuasiexistenciales sobre la mentira
Las siguientes teorías tratan de dar cuenta de los comportamientos colectivos que contribuyen a la distorsión de la realidad:
Teoría de la inquietud social: en periodos de inquietud social, el comportamiento se vuelve errático y se extiende una excitación o contagio irracional que se traduce en opiniones exageradas, percepciones sesgadas y rumores. Como mecanismo básico subyace la «reacción circular» o interestimulación que, por retroalimentación, va adquiriendo intensidad creciente. El milling o efervescencia creciente lleva a los individuos a comportarse como un rebaño inquieto, y, al ir centrando su atención en la conducta de los demás, se vuelven más influenciables. El contagio implica, por tanto, una pérdida de autoconsciencia y un incremento de la conformidad social y ausencia de crítica.
Teoría de la norma emergente: en situaciones problemáticas o de carácter ambiguo, la información recibida y la interacción entre las personas que comentan esa información hace emerger una creencia que ofrece una explicación de lo que ocurre y tiende a establecerse como norma o definición colectiva de la situación. La nueva creencia puede llegar a formar parte de la cultura popular. Sin duda, los medios de comunicación e internet contribuyen al mantenimiento de este fenómeno de masas.
Por último, compartir esta reflexión de Antonio Machado: “Tu verdad no; la verdad y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela”.
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