El presidente de EE.UU., Joe Biden, en una rueda de prensa en julio de 2020.
El presidente de EE.UU., Joe Biden, en una rueda de prensa en julio de 2020. ADAM SCHULTZ A diferencia de otros medios, en CTXT mantenemos todos nuestros artículos en abierto. Nuestra apuesta es recuperar el espíritu de la prensa independiente: ser un servicio público. Si puedes permitirte pagar 4 euros al mes, apoya a CTXT. ¡Suscríbete! El jueves 14 de julio de 2022, el paquete legislativo Build Back Better (‘reconstruir mejor’, en su traducción al castellano) que definiría el primer mandato de la presidencia de Biden con una combinación de financiación climática, medidas de atención médica e impuestos progresivos, fue declarado muerto por segunda vez. La extremaunción se pronunció por primera vez en diciembre del año pasado. El plan fue resucitado después. Ahora parece que le han hundido una estaca en el corazón. Según informó el NYT, el estado de ánimo en Washington era desesperado: “En privado, los miembros del personal demócrata del Senado se enfurecieron y sollozaron el jueves por la noche, después de más de un año de trabajar noches y fines de semana para reducir, suavizar, recortar y adaptar la legislación climática... solo para que la rechazaran a pocos centímetros de la línea de meta. ‘La ira me impide llorar’, escribió en Twitter el jueves por la noche el senador Edward J. Markey, demócrata de Massachusetts y defensor de la legislación climática desde hace mucho tiempo”. Como escribe David Dayan en American Prospect: “Lo que alguna vez fue una agenda transformadora multimillonaria para enfrentar numerosas crisis de larga duración en la política interna, se ha reducido a una reforma de precios de medicamentos excepcionalmente limitada, la parte principal de la cual, la negociación de precios en Medicare, no entra en vigor hasta 2026, dos años después de las próximas elecciones presidenciales, y tras una prórroga de dos años de los subsidios de la ACA que expirarían a fin de año. Dieciocho meses de negociaciones infructuosas se han reducido a eso”. La parte del plan relativa a la salud aún puede prosperar. Se habla de que los aspectos climáticos podrían recuperarse en otoño. Pero nadie lo cree realmente. En noviembre, la apuesta es que los demócratas perderán el control del Congreso, lo que significa que para la política progresista se ha cerrado de golpe una ventana de oportunidad histórica. Ahora, es ya poco probable que EE.UU. cumpla con los ambiciosos objetivos de reducir emisiones (una reducción del 50-52% en las emisiones de CO2 en relación con 2005) que la administración Biden anunció al mundo en la primavera de 2021. Como dijo Jonathan Chait en New York Magazine Intelligencer: “Joe Biden alguna vez soñó con una agenda de reforma interna del tipo de FDR. Pero el colapso de las negociaciones en el Congreso (...) garantizará que no logre nada por el estilo, ni del tamaño de Roosevelt, ni del tamaño de Obama, ni siquiera del tamaño de Clinton. (Bill Clinton logró aumentar los impuestos a los ricos, expandir el Crédito Tributario por Ingreso del Trabajo y crear un beneficio de atención médica para los niños pobres). Además de perder su oportunidad de abordar cualquier necesidad social interna de manera duradera, la administración ha puesto en peligro su liderazgo global sobre el cambio climático y un impuesto mínimo corporativo global, dos medidas que dependían de que Biden pusiera en orden la casa en su propio país”. La muerte del plan Build Back Better es otro fracaso de la clase política estadounidense para responder a las múltiples crisis globales de nuestro momento actual: clima, pandemia, inmigración, inestabilidad financiera, desigualdad global y riesgo económico, que he llamado “policrisis”. Mientras el mundo se asfixia con un calor extremo, Washington –que en ciertos aspectos sigue siendo el centro de mando del poder global– ha declarado que tiene otras preocupaciones más apremiantes que atender, como la inflación –como si supusiera una compensación significativa– o aprobar una gigantesca ley de defensa. La muerte del plan Build Back Better es otro fracaso de la clase política estadounidense para responder a las múltiples crisis globales de nuestro momento actual Mientras que el Pentágono se prepara para una confrontación con los enemigos de Estados Unidos en el extranjero, en particular China y Rusia, el fracaso de Build Back Better ha “condenado a la humanidad”, como expresó en términos bastante melodramáticos John Podesta, ex consejero principal del presidente Barack Obama, y fundador del Center for American Progress. Y este drama de Washington tiene un villano: Joe Manchin. El senador de West Virginia es el único responsable de paralizar la propuesta clave de Biden no una, sino dos veces. El senador Joe Manchin, durante una mesa de debate en Washington en 2017. | Fotografía de Third Way Think Tank A lo largo del tortuoso proceso de negociación que comenzó en el verano de 2021, la administración y los líderes del Congreso trabajaron en estrecha colaboración con Manchin con la esperanza de persuadirlo para que respaldara alguna combinación de las propuestas de Biden sobre infraestructura, bienestar, impuestos y clima. En el proceso, la ambiciosa agenda de Biden estuvo sujeta a sucesivos recortes mediante la táctica del salami. Primero, los centristas del Congreso recortaron la parte relativa a infraestructuras, y el liderazgo demócrata siguió adelante. Para David Dayen, en American Prospect: “El momento decisivo podría haber sido cuando el liderazgo demócrata decidió respaldar el proyecto de ley de infraestructura bipartidista y tomar la palabra a los centristas y republicanos de que votarían por cualquier otra cosa a cambio”. Y estaba el paquete de 300.000 millones de dólares para gastar en créditos fiscales para productores y consumidores de energía eólica y solar y compradores de vehículos eléctricos. Como informa el NYT: “Sería la mayor partida presupuestaria concreta de Estados Unidos para luchar contra el cambio climático. El senador Wyden buscó la opinión del Sr. Manchin para dar forma al paquete de impuestos de tal manera que Virginia Occidental lo apoyase. El Sr. Manchin accedió: le dijo al Sr. Wyden que reescribiera el paquete de acuerdo con sus especificaciones, de modo que los créditos fiscales también pudieran usarse para la energía nuclear y para la captura y el secuestro de carbono, una tecnología incipiente que hasta ahora no ha demostrado ser comercialmente viable pero que teóricamente podría permitir que las plantas de energía que queman carbón, petróleo o gas continúen operando sin emisiones de calentamiento climático”. El paquete de subsidios de 300.000 millones de dólares estuvo acompañado de medidas regulatorias: “Al mismo tiempo, otros demócratas estaban elaborando una legislación climática aún más ambiciosa para el proyecto de ley, conocida como estándar de energía limpia, que habría pagado a las empresas eléctricas para reemplazar las centrales eléctricas de carbón y gas y penalizar a las que no lo hicieran. En un memorando privado firmado el verano pasado con el senador Chuck Schumer de Nueva York, el líder de la mayoría, el Sr. Manchin, presidente del comité de recursos naturales y energía del Senado, se aseguró el control sobre el diseño del programa. Pero en octubre, el Sr. Manchin se había retractado del estándar de energía limpia, diciendo que no podía apoyar ninguna versión. Los demócratas eliminaron toda la propuesta. En diciembre, Manchin se retiró por completo de las negociaciones y dijo que no podía votar por el paquete general de gastos. Las conversaciones estuvieron muertas durante meses”. En este punto, el plan Build Back Better murió por primera vez. Pero la administración y los demócratas del Congreso no se habían rendido. En la primavera de 2022 se reanudaron las conversaciones, pero ahora la posición de Manchin era más dura que nunca. La administración estaba cada vez más desesperada por aprobar algún tipo de legislación y la guerra en Ucrania disparó los precios de la gasolina y el gas, fortaleciendo a quienes exigían defender los combustibles fósiles. “La invasión rusa de Ucrania le dió a Manchin una nueva y enorme capacidad de negociación, al igual que la inflación récord”, declaró Paul Bledsoe, asesor estratégico del Progressive Policy Institute. Eso, dijo, “cambió la dinámica”. Cada vez que Manchin saboteaba el proyecto de ley, los defensores de las políticas climáticas se apresuraban a encontrar soluciones y excepciones. La semana pasada, Manchin parecía tener todo lo que quería. Build Back Better se había convertido, tanto en un paquete de promoción a corto plazo de la producción de combustibles fósiles, como en un programa de energía renovable a largo plazo. Todavía el miércoles por la noche [el 13 de julio] parecía que se había cerrado un trato. Pero luego, Manchin se alejó. Al final, ni siquiera intentó defenderse, simplemente saludó a los reporteros y señaló la inflación. Tan indiferente fue su rechazo que dejó a los comentaristas preguntándose si alguna vez había habido un acuerdo. Manchin recibió más donaciones de campaña de la industria del petróleo y el gas que cualquier otro senador y debe su fortuna personal al negocio del carbón Manchin parece el principal villano en este guion. Recibió más donaciones de campaña de la industria del petróleo y el gas que cualquier otro senador y debe su fortuna personal al negocio del carbón. Es vanidoso y extremadamente sensible. Pero explicar cómo puede ejercer el poder de presión que tiene es una pregunta más sutil que simplemente rastrear sus finanzas personales. No es suficiente en este momento de desilusión culpar simplemente a una manzana podrida. Como dijo Kate Aronoff en New Republic: “Manchin es una persona tan buena como cualquier otra para echarle la culpa. Tiene sangre en sus manos. Es reconfortante tener una sola persona en quien concentrar la ira. Pero su poder para hacer o deshacer la política climática tardó años, tal vez siglos, en gestarse. Hasta que se acabe con las verdaderas causas –desde una Constitución antidemocrática hasta un sistema político rehén de los beneficios de las empresas–, seguirán actuando”. Estados Unidos es uno de los lugares de nacimiento de la política climática moderna y el lugar donde la política climática ha ido a morir, no una vez sino varias. Biden es ahora la tercera administración demócrata consecutiva que intenta aprobar una legislación climática importante y fracasa. Clinton lo intentó con un impuesto sobre el carbono. Obama lo intentó con la fijación de precios del carbono mediante límites máximos y comercio. Ambos esfuerzos colapsaron. Biden es ahora la tercera administración democrática consecutiva que intenta aprobar una legislación climática importante y fracasa El paquete Build Back Better 2021-2022 fue el producto de un proceso de aprendizaje. Comenzó a partir de la suposición de que la fijación de precios del carbono era imposible en la América moderna. En cambio, la administración Biden se centraría en una combinación de regulaciones (aire limpio) y subsidios para la adopción de vehículos eléctricos. Estos no fueron gestos vagos. Los escenarios fueron cuidadosamente calibrados por los principales equipos de modelado climático. Nunca antes los planes de política económica habían estado tan vinculados a la modelización de emisiones. Al menos hasta el invierno de 2021-2022, todavía había optimismo de que los paquetes de compromiso permitirían a Estados Unidos cumplir sus objetivos para 2030. Pero incluso el modelado más sofisticado y la intensa campaña fueron insuficientes a la hora de superar las maniobras cínicas de Manchin. Manchin es una figura que llama la atención. Pero solo tiene la influencia que tiene porque la mayoría demócrata es muy pequeña. Se puede culpar de ello a los fallos del Partido Demócrata. Angustiosas autopsias llenarán el verano y el otoño, más aún si a los demócratas les va tan mal en las elecciones intermedias como es de esperar. Pero, ¿hubo realmente una estrategia mediante la cual los demócratas podrían haber obtenido mayorías aplastantes en 2020 en ambas cámaras del Congreso que les permitieran aprobar una legislación importante frente a las reglas obstruccionistas y los procedimientos antimayoritarios del Capitolio? Es dudoso. Durante décadas, ni los demócratas ni los republicanos han obtenido el tipo de grandes mayorías que permitieron el New Deal de las décadas de 1930 y 1940. Estados Unidos es una sociedad profundamente dividida que no produce fácilmente grandes mayorías para una legislación ambiciosa de cualquiera de los partidos. Ya en la década de 1990, el neoliberalismo, aunque hegemónico en la élite política, carecía de un apoyo mayoritario. Carter, Reagan y Clinton tuvieron que maniobrar con cuidado. Manchin es una figura que llama la atención. Pero solo tiene la influencia que tiene porque la mayoría demócrata es muy pequeña Estados Unidos tampoco es peculiar en este sentido. Bruno Amable ha explicado una situación similar en la Francia contemporánea. Con la ruptura de los bloques sociales tradicionales de izquierda y derecha, las sociedades modernas se fragmentan sin una alineación clara de los partidos y proyectos políticos con las coaliciones sociales familiares. Los encuestadores de opinión generalmente encuentran que la opinión pública en Europa y los EE.UU. se puede dividir en cinco o seis segmentos sociales, políticos y culturales distintos. La forma obvia de organizar el poder, por lo tanto, es a través de algún tipo de modelo de representación proporcional moderado y un sistema de coalición a varios niveles del tipo que opera en Alemania. Por el contrario, los sistemas bipartidistas, mayoritarios tanto en EE.UU. como en el Reino Unido, crean una escena política altamente impredecible, en la que los dos partidos principales comparten intereses y subgrupos que tienen intereses y políticas enormemente divergentes, y romper el empate es difícil, a menos que se estabilice mediante la manipulación electoral de las circunscripciones. Invocar el ejemplo alemán no daría lugar a una solución simple, ni para la constitución de una gobernanza efectiva, ni para la hegemonía de la modernización verde en particular. También en Alemania, las cuestiones centrales de la política climática siguen siendo objeto de controversia. Pero hay poco o ningún margen para la negación total o el olvido del problema. Lo que acaba de hacer Joe Manchin junto con todo el Partido Republicano a la administración Biden, que es poner en tela de juicio la prioridad de toda la agenda climática, sería impensable. Es tentador decir que, en última instancia, el problema en EE.UU. es que la cuestión climática no es suficientemente popular. Pero eso plantea la pregunta. El clima no es un tema que se impone simplemente por la fuerza de los hechos. No es lo mismo que la contaminación o una guerra. El clima es abstracto. Para unir los puntos, para que destaque, requiere trabajo político. Activistas, científicos, medios de comunicación, algunos políticos clave, de hecho, han hecho ese trabajo en EE.UU. y la evidencia es que están ganando terreno. “Una encuesta realizada a principios de mayo por el Centro de Investigación Pew encontró que la mayoría de los estadounidenses, el 58%, piensa que el gobierno federal está haciendo muy poco para reducir los efectos del calentamiento global, mientras que el 22% dijo que está haciendo lo correcto y el 18% dijo que no está haciendo demasiado. En la misma encuesta, el 71% dijo que su comunidad había sido afectada por condiciones climáticas extremas en el último año y la mayoría lo vinculó con el cambio climático”. Como señala Matto Mildenberger, destacado politólogo en el campo de la política climática, la narrativa de que el clima estaba perdiendo importancia para el público simplemente no se sostiene. Incluso en Virginia Occidental, Manchin fue criticado por el sindicato de mineros del carbón por sus esfuerzos para bloquear Build Back Better. La influencia de los grupos de presión del petróleo, el gas y el carbón y sus industrias asociadas no actúa sobre la gran masa del público, sino sobre la clase política El problema con la política climática en EE.UU. no es que no se pueda encontrar una mayoría popular para un programa diseñado adecuadamente, sino que el Partido Republicano y los demócratas de centro no tienen interés en proponer o aceptar tal política. Más allá de la figura individual de Manchin, aquí es donde pesa el cabildeo de la industria de los combustibles fósiles. La influencia de los grupos de presión del petróleo, el gas y el carbón y sus industrias asociadas no actúa sobre la gran masa del público, sino sobre la clase política, para garantizar que disuadan, moderen y, en última instancia, eliminen propuestas como Build Back Better. Por supuesto, los grupos de presión juegan aquí un papel clave. Manchin está claramente en su bolsillo. Pero eso por sí mismo tampoco es una respuesta adecuada. Las industrias de combustibles fósiles, incluso en Virginia Occidental, no representan una parte dominante de la actividad económica regional, y mucho menos nacional. Y, después de todo, existen importantes intereses que se beneficiarán de la energía de bajo coste que promete la transición a la energía renovable. Por lo tanto, este es el otro papel clave para el cabildeo a favor de los fósiles. No solo buscan persuadir a la clase política para que se oponga a medidas como Build Back Better, sino que también disuaden a otros sectores empresariales de formar el tipo de coaliciones para la modernización verde que están comenzando a marcar la pauta en Europa. Otra forma de expresar el mismo punto es preguntar por qué Build Back Better no tuvo amigos más poderosos. ¿Cómo un programa nacional gigante podría llegar a depender del voto de un solo senador que representa a un estado con una población menor que la de Brooklyn? En este sentido, vale la pena escuchar más de cerca a Manchin y las justificaciones que ofrece. Sus argumentos son ilógicos pero no obstante reveladores. Según lo informado por el New York Times: “A principios de esta semana, Manchin dijo que su principal preocupación era el precio en las estaciones de gasolina y la necesidad de más combustibles fósiles. ‘¿Cómo bajamos el precio de la gasolina?’, pregunta. ‘Desde el punto de vista de la energía, no puedes hacerlo a menos que produzcas más. Si hay gente que no quiere producir más fósiles, entonces tienes un problema. Esa es la realidad. Tienes que hacerlo’”. “El 13 de julio, después de que se publicaran datos que mostraban la tasa de inflación del país del 9,1%, la más alta en un año, Manchin dijo en un comunicado: ‘No importa qué aspiraciones de gasto puedan tener algunos en el Congreso, es evidente para cualquiera que visite un tienda de alimentación o una gasolinera que no podemos echar más combustible a este incendio inflacionario’”. Uno de sus portavoces pasó a detallar: “El Senador Manchin cree que es hora de que los líderes dejen de lado las agendas políticas, reevalúen y se ajusten a las realidades económicas que enfrenta el país para evitar tomar medidas que agreguen combustible al fuego inflacionario”. En declaraciones a los equipos de noticias de televisión ampliamente difundidos por Fox, Manchin señaló una supuesta conexión entre la inflación y la deuda. Para combatir la inflación hay que “controlar la deuda”, declaró. Este no era el momento para un gran paquete de gastos como Build Back Better. Por supuesto, la legislación propuesta también incluía impuestos, pero en eso también Manchin se mostró escéptico. No quiere exprimir a las empresas estadounidenses. Lo que esto sugiere es que puede ser un error ver el fracaso de Build Back Better principalmente a través de la lente del clima. De hecho, es mejor como parte de un esfuerzo más amplio por parte de los demócratas centristas, para quienes Manchin es un testaferro conveniente para detener las energías reformistas que se adoptaron brevemente en el ala izquierda del Partido Demócrata en 2021. La teoría del cambio que inspiró el esfuerzo por aprobar el Build Back Better tenía una base amplia. Inspirados libremente en la visión del Green New Deal, los planes Jobs and Families de Biden vincularon el clima con una agenda más amplia de políticas progresistas. La apuesta era que así se podía construir una poderosa coalición electoral. De la misma manera, sin embargo, también se multiplicaron los enemigos. Como lo describe Chait en American Prospect: “En las últimas semanas [junio/julio de 2022], Manchin volvió a la mesa de negociaciones con un trato que aún habría supuesto un logro sustancial. El plan habría aumentado los impuestos a los ultrarricos y habría permitido al gobierno federal ahorrar dinero negociando el coste de algunos medicamentos recetados. Las ganancias de estas medidas, probablemente alrededor de un billón de dólares, se habrían dividido entre la reducción del déficit, las inversiones en energía (producción de combustibles fósiles a corto plazo e inversión en energía verde a largo plazo) y un mayor apoyo a los créditos fiscales para ayudar a las personas a comprar un seguro de salud. Una facción clave de los demócratas en la Cámara, junto con la senadora Kyrsten Sinema, palideció ante las subidas de impuestos. Los moderados han estado coordinando en privado su oposición, y parece muy probable que la repentina oposición de Manchin a aumentar los impuestos a los ricos no provenga de él, sino de ellos: a veces libra a sus compañeros demócratas moderados de la presión. En este caso, es probable que esté canalizando sus preocupaciones y haciéndolas pasar como propias”. No solo la oposición en la Cámara encabezada por Josh Gottheimer de Nueva Jersey se unió en torno a la oposición a los impuestos sobre los estadounidenses más ricos, sino que otro tema fue el impuesto corporativo. En la primera agenda progresista de la administración Biden, un elemento clave fue el esfuerzo liderado por Janet Yellen en el Tesoro para crear una coalición global en torno a un impuesto mínimo de sociedades del 15%. La disposición debía incluirse en el proyecto de ley de reconciliación, que bajo los arcanos procedimientos del Senado, reuniría todas las propuestas de políticas clave para ser votadas por la delgada mayoría de los demócratas. Pero como informó Brian Faler en Politico, Manchin también planteó objeciones a esto. “El senador Joe Manchin rechazó el viernes la idea de imponer un impuesto mínimo global del 15% a las empresas estadounidenses, abriendo un gran agujero en la campaña de la administración Biden para rehacer el sistema fiscal internacional. Hablando con el locutor de radio de West Virginia, Hoppy Kercheval, Manchin dijo que no apoya el plan de la administración porque otros países aún tienen que adoptar el impuesto, y no quiere poner a las empresas estadounidenses en una desventaja competitiva. ‘No vamos a seguir ese camino en el extranjero en este momento’, dijo Manchin, ‘porque el resto de los países no seguirán y pondremos en peligro a todas nuestras empresas internacionales, lo que perjudicará a la economía estadounidense’. ‘No puedo hacer eso, así que lo quitamos de la mesa’, afirmó refiriéndose a sus conversaciones a puerta cerrada con el líder de la mayoría del Senado”. Usted podría preguntarse, ¿qué tienen que ver las medidas climáticas con los impuestos globales? Los vínculos son los llamados “pagos”, un legado de la medida encabezada por Nancy Pelosi y apoyada por el Tesoro de Janet Yellen en 2021 para garantizar que la segunda ola de medidas de la administración Biden no aumentara considerablemente la deuda nacional. Eso implica que el clima y otros gastos tendrían que financiarse a través de impuestos. Eso ayudó a disipar los temores de los conservadores fiscales, pero también amplió la coalición contra la promulgación de cualquier legislación. El efecto secundario no deseado del fallido mega paquete de medidas progresistas de Biden es que los recortes de impuestos de tres billones de dólares de Donald Trump, en diciembre de 2017, que favorecen abrumadoramente a los estadounidenses más ricos ahora probablemente se vuelvan permanentes por defecto. Como Chait comenta: “Donald Trump pudo unir a su partido detrás de un impopular recorte de impuestos para los ricos. Biden no pudo unir a su partido detrás de una reversión popular de ese proyecto de ley, o incluso una reversión parcial. Los politólogos tienen una explicación para ambas cosas: los ricos tienen una influencia desproporcionada en la élite de los partidos, colocando a los demócratas a la izquierda de sus votantes en temas sociales, y a los republicanos a la derecha de sus votantes en temas económicos”. Como señala David Dayen en American Prospect, este es un cambio asombroso. Las medidas fiscales de diciembre de 2017 de Trump fueron tremendamente impopulares. Revertirlas y restaurar el código fiscal de 2017 debería proporcionar toda la financiación que necesitan los demócratas. Y, sin embargo, gracias a los propios demócratas, el régimen fiscal de Trump saldrá ileso de la presidencia de Biden. “A los pocos meses de que Biden asumiera el cargo, se formó un comité de recortes de impuestos a favor de Trump. De repente, personas como Sinema, Gottheimer, Schrader y otros no estaban interesados en aumentar los impuestos sobre las corporaciones, las ganancias de capital, las herencias, los negocios de traspaso, los hogares ricos o realmente cualquier otra cosa. La administración de Biden y los líderes del Senado siguieron negociando otras ideas. Si al caucus a favor de la reducción de impuestos no le gustaba aumentar las tasas marginales, ¿qué tal un impuesto solo para los multimillonarios? Si no le gustaban las nuevas tasas corporativas, ¿qué tal un impuesto mínimo global para las grandes corporaciones, negociadas con todo el mundo?, ¿eso evitaría la evasión? ¿Qué tal simplemente reforzar la gestión del IRS para que los impuestos realmente adeudados bajo la estructura actual se recauden realmente? Uno por uno, el comité de recortes de impuestos pro-Trump los rechazó. La única parte de los recortes de impuestos de Trump que realmente querían cambiar era revertir la derogación de la deducción de impuestos estatales y locales, prácticamente el único no obsequio para los ricos en todo el paquete. Manchin finalmente se convirtió en miembro de pleno derecho del comité de recortes de impuestos pro-Trump la semana pasada, cuando rechazó cualquier aumento de impuestos en la reconciliación. Toda la premisa de la política demócrata durante los últimos dos años –utilizar los retrocesos del recorte de impuestos más impopular (¿el único impopular?) tal vez en la historia para compensar una nueva ronda de inversión pública profundamente necesaria– estaba muerta. (…) Los recortes de impuestos de Trump se harán permanentes, firmados por quien sea presidente en 2025, si no es por Biden antes. A pesar de las nobles promesas, no se tocará ni un solo dólar de esta política excepcionalmente impopular, cortesía del presidente quizás más vilipendiado por los demócratas”. No solo está muerto el Build Back Better, sino que los recortes de impuestos de Trump siguen vivos Este es el alcance completo del fracaso de la primera administración Biden. Permitió que los planes innovadores de gastos a largo plazo se cargaran con requisitos de financiación a corto plazo. Estos podrían haberse cumplido en gran medida revirtiendo los recortes de Trump de 2017. Y, sin embargo, hoy se encuentra con las manos vacías. No solo está muerto el Build Back Better, sino que los recortes de impuestos de Trump siguen vivos y los centristas dentro de su propio partido le han infligido esa doble pérdida a Biden. Como comenta David Dayen: “¿Por qué siguen en pie los recortes de impuestos de Trump? ¿Tiene algo que ver con la política fiscal en particular y la alergia demócrata a los aumentos de impuestos? ¿Es resultado de unas mayorías congresionales mínimas, de reglas legislativas ridículas como el obstruccionismo y objetivos demasiado dramáticos superpuestos a ellas? Creo que va más allá y señala cómo los demócratas acaban de olvidar lo que constituye gobernar. La forma en que crean ideas políticas, forman coaliciones políticas y trabajan para aprobar medidas en el Congreso está irremediablemente rota. Si se tiene una oposición unánime a una mala política, sin defensores políticos reales, y luego no se puede hacer nada al respecto en el espacio de cinco años, es la expresión de un mal funcionamiento esencial a todos los niveles del partido y el proceso. Nadie debería ser perdonado por ello. Es sobre todo una vergüenza”. Habiendo fracasado ampliamente en el Congreso, la administración Biden ahora insiste en que duplicará las regulaciones administrativas como una forma de impulsar la lucha climática. “La acción sobre el cambio climático y la energía limpia sigue siendo más urgente que nunca”, dijo Biden. “Entonces, permítanme ser claro: si el Senado no se mueve para abordar la crisis climática y fortalecer nuestra industria nacional de energía limpia, tomaré medidas ejecutivas enérgicas para enfrentar este momento”. Pero hasta ahora, las acciones administrativas tomadas por la administración apuntan en la dirección opuesta, con el objetivo de apaciguar a los deseos de Manchin y acelerar el desarrollo del petróleo y el gas. “El Departamento de Interior ofreció la posibilidad de 11 nuevas ventas de arrendamiento de petróleo y gas en alta mar en el Golfo de México y Alaska, a pesar de la promesa de campaña de Biden de poner fin a nuevas perforaciones en aguas federales. La Casa Blanca también estaba sopesando si permitir una vía para otros proyectos de combustibles fósiles, como un gasoducto en West Virginia, para ganar el voto del Sr. Manchin. La administración retrasó las reglas federales para hacer frente al metano, el mercurio y otros contaminantes en las instalaciones de petróleo y gas para no enojar a Manchin durante las negociaciones, según varios funcionarios de la administración. Son dos años de tiempo perdido en un proceso regulatorio que puede ser largo”. Mientras tanto, toda la viabilidad de la ruta regulatoria ha sido cuestionada por la Corte Suprema, donde la mayoría conservadora votó recientemente limitar la capacidad de la Agencia de Protección Ambiental para regular las emisiones de carbono de las centrales eléctricas. La EPA puede continuar regulando los gases de efecto invernadero, pero efectivamente ha perdido el poder para forzar el cierre de las plantas de carbón más contaminantes u obligar a las empresas de servicios públicos a cambiar a energías renovables. —---- Dieciocho meses después de la toma de posesión de enero de 2021, la administración Biden enfrenta el naufragio de su agenda de política interna. Dayan resume bien el estado de ánimo de la izquierda. “Lo que es más importante, detener el ‘quieren o no quieren’, es un imperativo político absoluto. El partido está agotado por el fracaso y no aguantará un par de meses más de deseos y esperanzas. Dieciocho meses de Joe Manchin siendo el demócrata más conocido de Estados Unidos es suficiente. Simplemente registre [lo que queda de] el proyecto de ley y termine con esto. Haga algo y pase el receso de agosto pensando en cómo llegamos aquí”. El futuro en lo que respecta a los progresistas estadounidenses parece sombrío. Durante dos años en Washington, los republicanos, atrincherados en una oposición férrea, fueron un espectáculo secundario. La política que importaba estaba dentro del Partido Demócrata, entre la izquierda, el centro y la derecha. Ahora, con las elecciones intermedias a la vuelta de la esquina, estamos a punto de embarcarnos en un capítulo nuevo y más oscuro dominado por los esfuerzos de un Partido Republicano resurgente para aplastar la energía que le queda a la Casa Blanca de Biden y preparar el terreno para las elecciones presidenciales de 2024. Este cambio de ciclo en Washington afectará al mundo entero. Cuando se anunció la agenda climática de Biden en la primavera de 2021, no fue simplemente un acontecimiento nacional. La Casa Blanca organizó una cumbre climática mundial antes de la COP26 en Glasgow. El punto era demostrar que América estaba “de vuelta”. Tanto la agenda climática como la fiscal de Biden se diseñaron teniendo en cuenta los acuerdos globales. En ambos frentes, la credibilidad de Estados Unidos ahora está hecha trizas. Joe Biden llegando a la cumbre sobre el cambio climático | Fotografía de COP26 Esta es, sin duda, una muy mala noticia. Al leer el comentario sobre el sabotaje del Build Back Better por parte de Manchin, se puede perdonar pensar que implicaba una sentencia de muerte para el mundo. Pero tales exageraciones reflejan la conmoción del momento en lugar de un análisis lúcido de la influencia real de Estados Unidos en los asuntos mundiales en 2022. La participación de Estados Unidos en las emisiones globales es inferior al 14%, la mitad de la de China, y su participación está cayendo año tras año Es posible que alguna vez hubo un momento, quizás en la década de 1990, en el que la política climática global realmente giró en torno a las batallas en Washington DC. Pero hoy esa es una visión profundamente anacrónica. La participación de Estados Unidos en las emisiones globales es inferior al 14%, la mitad de la de China, y su participación está cayendo año tras año. Por supuesto, un mundo con unos Estados Unidos comprometidos con la transición energética sería un mundo mejor. Trump mostró cómo Estados Unidos puede anclar una coalición contra el clima. Pero incluso con unos Estados Unidos obstructivo, la transición energética en Europa y gran parte de Asia tiene un impulso que la empujará adelante a pesar de todo. Fundamentalmente, lo que impulsa esta lógica es la diferencia entre los exportadores de energía y los importadores de energía y las ventajas de costes cada vez más convincentes de la energía renovable. En lo que respecta al mundo, simplemente confirma el hecho de que EE.UU. es un socio poco fiable en la transición energética y tiene un sesgo estructural profundo e incorporado a favor de los combustibles fósiles. El colapso del Build Back Better es una mala noticia, sobre todo, para Estados Unidos. La transición energética de EE.UU. se ralentizará. Procederá sin apoyo y con considerable desventaja. Coloca a Detroit, por ejemplo, en una posición poco envidiable. El riesgo es que, en un futuro no muy lejano, EE.UU. se convierta en un daño colateral a medida que avanza la transición euroasiática. Esas son malas noticias para el capital estadounidense. Las empresas estadounidenses pierden las ganancias que se obtendrán de la modernización ecológica. Mientras que el precio del carbono está creando una clase de activos completamente nueva en Europa, Estados Unidos ni siquiera puede llegar al punto de partida. El capitalismo estadounidense sobrevivirá. Lo que está más en duda es el futuro de la sociedad estadounidense y el sistema político construido sobre ella. Sobre todo, el fracaso de la agenda interna de la administración Biden es una noticia terrible para los estadounidenses “comunes”. Es una señal más de la negativa de la clase política estadounidense a idear soluciones coherentes y orientadas al futuro para la sociedad estadounidense en su conjunto. En lugar de ser la rampa de salida hacia un futuro más verde, la presidencia de Biden está montando una campaña sostenida para presionar a los productores de petróleo y gas de Estados Unidos para maximizar la producción y humillarse ante Arabia Saudí. Las autopsias del paquete Build Back Better de Biden pueden acusar a Joe Manchin de ser la causa de la muerte. Pero los problemas de Estados Unidos con la transición energética son mucho más profundos que eso. -------------------- Este texto se publicó originalmente en el blog de Adam Tooze. Traducción de G. Buster para SinPermiso. AUTOR > Adam Tooze
No hay comentarios:
Publicar un comentario