martes, 1 de noviembre de 2022

RECOMENDADO-El Desplome de A.N.F.

Núñez Feijoo no era más que un burócrata pusilánime Francisco Carantoña FRANCISCO CARANTOÑA OPINIÓN El líder del PP, Alberto Núñez Feijoo, en el SenadoEl líder del PP, Alberto Núñez Feijoo, en el Senado FERNANDO ALVARADO | EFE 01 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h. Comentar · 7 En ocasiones, las apariencias no engañan, lo ha confirmado Núñez Feijoo. Tanto su trayectoria político-profesional, como su aspecto o la escasa soltura para expresarse en público, especialmente en gallego, daban la imagen de un gris burócrata forjado en la administración; un gestor, dirían los más entusiastas. Logró con ella amplio apoyo en una Galicia en la que la mayoría del electorado aprecia más la previsible tranquilidad que la incertidumbre de los cambios. Así, no le afectó que fuese una de las pocas comunidades autónomas que no reformó su estatuto, tampoco su ambigua política sobre el idioma. Es cierto que las insuficiencias de la sanidad y del sistema educativo generaron descontento, también suscitó críticas que conservase autopistas de peaje autonómicas mientras cuestionaba los de la AP-9, pero siempre tuvo la inestimable colaboración de la oposición para ganar las elecciones. En un país poco amante de los riesgos, la falta de solidez y la multiplicación de banderías no son apreciadas como recambio a lo malo conocido. El color gris no se estima tanto en un candidato a la presidencia del gobierno de España, aunque pudo ser bienvenido tras la exuberancia cromática del señor Casado, pero menos todavía la falta de valentía. La decisión de continuar con el boicot a la renovación de instituciones fundamentales del Estado, como el Consejo General del Poder Judicial, que afecta, además, al Tribunal Constitucional y a la presidencia del Tribunal Supremo, es inadmisible en un partido que se dice constitucionalista y tiene pretensiones de gobernar, pero, encima, se ha producido de forma bochornosa. El Partido Popular no solo había logrado acordar los nombres de los nuevos vocales, sino que el PSOE aceptase garantías adicionales sobre su apartidismo. Era un acuerdo plenamente satisfactorio, que podría haber vendido como una victoria, y la constatación de que estaba dispuesto a pactar en asuntos de Estado, sin por ello renunciar a una dura oposición. Romperlo por la presión de la derecha radical mediática y de dirigentes temerosos de que pudiese favorecer a sus rivales de Vox en las próximas elecciones, solo prueba que Núñez Feijoo no está a la altura del cargo que ostenta. El pretexto que utilizó esta vez, previamente descartado por la señora Gamarra, es ridículo. Una cosa es cumplir un mandato constitucional ineludible, que exige una mayoría cualificada en el parlamento y, por lo tanto, obliga a pactar, y otra que los partidos que forman el gobierno o están en la oposición tengan por ello que renunciar a sus iniciativas legislativas. Nada hubiera impedido al PP oponerse a una hipotética reforma del delito de sedición, que no se ha presentado en las Cortes, tampoco que la derogase en el futuro, si es que llegase a ser aprobada y ganase las próximas elecciones. El Estado ya demostró ser lo suficientemente fuerte y nadie, ni los que afirman creerlo, puede pensar que la unidad territorial esté en riesgo, lo único que amenaza hoy seriamente al sistema constitucional es que la oposición haya adoptado como estrategia política incumplir lo dispuesto en la Constitución. ¿Qué sucederá si el PP vence en las próximas elecciones generales y el PSOE se comporta de la misma manera? Da la impresión de que, además del temor a los medios radicales y a la ultraderecha, hay un sector del PP que lo que desea es controlar el sistema judicial, con el fin de que los tribunales sean benévolos con sus trapacerías. Demasiadas cosas se han filtrado sobre ello. Todo lo demás son fuegos de artificio para disimular un comportamiento indigno de un partido democrático y que se dice constitucionalista. Al ceder ante la extrema derecha y los que temen a los jueces independientes, ellos sabrán por qué, el señor Núñez Feijoo ha demostrado ser un pusilánime que solo puede inspirar desconfianza. No se vislumbra cómo puede rectificar; al igual que Putin en Ucrania, se ha cerrado todas las puertas. Parece que el poder judicial seguirá semiparalizado, sin presidente del Tribunal Supremo, con vocales con el mandato caducado durante años y sin poder realizar los nombramientos necesarios, hasta, al menos, 2024. Veremos qué pasa con el Tribunal Constitucional. ¿Es esto admisible?

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