viernes, 20 de octubre de 2023
Chigres centenarios....
Bar Guillen, uno de los pocos chigres de Oviedo con más de 100 años de historia
Esther Rodríguez
Esther Rodríguez REDACCIÓN
LA VOZ DE OVIEDO
Rolando Fernández está al frente de Bar Guillen, el negocio familiar de su mujer
Rolando Fernández está al frente de Bar Guillen, el negocio familiar de su mujer
Este centenario negocio familiar se ha convertido en el punto de encuentro de muchos ovetenses. Por las puertas de este clásico establecimiento han pasado generaciones y generaciones de clientes que sienten como si estuvieran en su propia casa
20 oct 2023 . Actualizado a las 09:31 h.
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Poco a poco, y por el motivo que sea, los bares de toda la vida van bajando sus persianas. Otros, en cambio, aguantan la mecha y luchan contra viento y marea para mantener más viva que nunca su actividad. Un claro ejemplo de ello lo encontramos en la calle Rosales. En esta zona de la capital asturiana se ubica uno de los chigres más antiguos de la ciudad, el bar Guillen. Con más de 100 años de historia, el establecimiento, en el que los clientes se sienten como en casa, no solo puede presumir de ser testigo del paso del tiempo, sino que es de los pocos que ni ha cambiado de ubicación desde que abrió ni tampoco de familia.
Corría el año 1921 cuando Nieves Suárez adquiere una casa de dos plantas en el barrio de Guillen Lafuerza y decide convertir la estancia más baja en un bar. Un establecimiento que, tiempo después, pasó a manos de su hermano y de la esposa de este. No fue hasta los años 70 cuando la hija del matrimonio ovetense, María Dolores, más conocida como Loli, tras haber emigrado a Francia, decide regresar a su tierra natal para coger las riendas del negocio familiar.
Su esposo Manuel Posada, quien por aquel entonces era albañil, decidió dejar el cemento y la paleta para comenzar a trabajar detrás de la barra del bar. Aunque eso de poner cafés, cerveza o sidra no era lo suyo, poco a poco fue ganando maña. Además, tal era su forma de ser que desde el primer momento se ganó el cariño de los vecinos del barrio, quienes en vez de decir que iban a tomar algo al Bar Guillen decían Casa Manolito.
Así luce la entrada del Bar Guillen, el chigre de Oviedo con más de 100 años de historia
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Aparte de mantener con vida el negocio familiar, el matrimonio ovetense decidió darle un buen lavado de cara. Valiéndose de que Manolito era albañil, aunque ya no ejercía, reformaron todo el local. Aprovecharon también la ocasión para habilitar un espacio como estanco. Así, de esta manera, podían administrar todo tipo de cigarrillos y cajas de tabaco, aumentando por tanto sus ingresos y diferenciándose en cierta medida de la competencia, pues de aquella había otros tres bares en la zona.
Cuando Manolito falleció en el año 1982, su esposa Loli decidió seguir con el negocio. Sin embargo, tal era la cantidad de recuerdos que se le venían a la cabeza que sabiamente apostó por dar un paso al lado y dejó que sus hijos continuasen con el legado familiar. Fue su hija mayor, Mari Loli, quien en un primer momento se puso al frente del mismo. Al cabo del año, la hermana de ésta y segunda hija del matrimonio, Marisol, cogió el relevo del bar Guillen.
«Esto es un chigre y a la gente le gusta que esté así, con el mobiliario de hace 20 años»
A partir de ese momento, su hermana pequeña, Leticia, como se había criado en el bar al igual que el resto de la familia, le echó una mano con el negocio. Trabajaban codo con codo, atendiendo a los clientes con la mejor sonrisa, y tal y como les habían enseñado sus padres. Realizaron también a principios de los años 2000 una pequeña reforma para modernizar el local, pero, desde entonces, en el bar Guillen no se ha vuelto a hacer ni una sola obra.
«No tenemos pensado cambiar absolutamente nada. Al final esto es un chigre y a la gente le gusta que esté así, con el mobiliario de hace 20 años. Lo único que ha cambiado en este tiempo es que antes teníamos un terreno con una terraza muy grande delante, pero, por las obras municipales que se hicieron, disminuyó. También teníamos escaleras para entrar y ahora ya no», cuenta Leticia Posada, a quien el bar pasó a su poder en el año 2011. Desde entonces, es su marido Rolando Fernández el encargado de regentar el mismo.
En uno de los laterales del Bar Guillen se encuentra el mural pintado por la artista vasca Udane Juaristi. En el año 2019 fue considerado como uno de los 100 mejores del mundo
En uno de los laterales del Bar Guillen se encuentra el mural pintado por la artista vasca Udane Juaristi. En el año 2019 fue considerado como uno de los 100 mejores del mundo
Gracias a mantener esa esencia, los clientes de Bar Guillen se sienten como si estuvieran en su propia casa. Es más, se consideran y son considerados como parte de la familia. «Conocemos a todos por el nombre y nada más que ponen un pie aquí, ya sabemos lo que van a tomar, salvo que ese día cambien de idea», asegura Leticia Posada, antes de señalar orgullosa que por el establecimiento han pasado ya generaciones enteras. «Desde abuelos hasta hijos y nietos», apunta.
Al fin y al cabo, el Bar Guillen se ha convertido en el punto de encuentro de muchos ovetenses. Y es que, a diferencia de otros lugares, «aquí nadie tiene reparo en acudir solo». Cualquiera puede encontrar a alguien con quien hablar de fútbol, de política o de lo que sea. Incluso si le apetece echar una partida a las cartas o al parchís, también topará algún contrincante. Además, para mantener y dar vida al barrio, donde «no hay nada», aparte de hacer disfrutar a sus clientes, Leticia y Rolando organizan fiestas adaptadas a todos los públicos.
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«Celebramos el Carnaval y Halloween, a veces traemos al bar a algún cantante, solemos ceder el patio privado para que los clientes hagan ellos mismos una pequeña parrilla o paella porque aquí no tenemos cocina. También, como somos la sede de la peña del Real Oviedo Guillen, cuando entregamos a los socios el bollo y la botella de vino por San Mateo y el Día de Asturias nos juntamos para comer aquí. Organizamos también campeonatos de parchís. Intentamos innovar un poco para que los clientes no se aburran», cuenta Leticia Posada.
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De esta manera, el matrimonio consolida y afianza la cartera de consumidores del centenario negocio. «Los clientes son lo mejor que tenemos, si no es por ellos, no estaríamos aquí. Aparte de volver siempre, siempre nos ayudan cuando los necesitamos», reconoce agradecida la ovetense. En este punto, pone como ejemplo que cuando hay grandes tormentas en la ciudad, el bar suele inundarse. Cuando eso ocurre, «les falta tiempo para venir con sus fregonas y cubos para ayudarnos a sacar el agua», apunta orgullosa.
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Lo que está claro es que el Bar Guillen no se entiende sin sus clientes y estos no pueden vivir sin el Bar Guillen. Pero si hablamos de futuro, las cosas no están tan claras. Para empezar, no habrá relevo generacional. «No tenemos hijos y mis sobrinos, en principio, no quieren dedicarse a esto», asegura apenada Leticia Posada, ya que sabe que en el momento que se jubile, y aunque ella coja después el negocio cuando ponga fin a su carrera laboral, la historia del negocio familiar puede llegar también a su punto y final. Pero, como uno nunca sabe lo que puede pasar, seguirán manteniendo con vida el centenario establecimiento.
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