domingo, 1 de octubre de 2023

Gustavo Bueno pervive en el recuerdo de...algunos.RECOMENDADO

Más sobre Gustavo Bueno Contrarréplica al artículo de Javier Ugarte: "De la Ilustración a la Reacción". Por Iván Álvarez Díaz 30 septiembre 2023 Gustavo Bueno Martínez. Foto: Antonio García Recomendados Arqueólogos, detectoristas, youtubers y expoliadores: “Tienen una concepción muy egoísta del patrimonio” 1 octubre 2023 La Curtidora: un ejemplo de recuperación del patrimonio industrial en Avilés 1 octubre 2023 “El cese de Manuel Menéndez es una muy buena noticia, pero en Asturias llega más de 25 años tarde” 1 octubre 2023 “Les asturianaes aseméyense a les clases medies, viven esclavizaes pol sistema que les convenció de la so llibertá” 1 octubre 2023 Iván Álvarez Díaz Iván Álvarez Díaz Historiador y analista sociocultural. Ha publicado en El Viejo Topo, El Cuaderno y Nuevo Rumbo. En su contrarréplica del 27 de septiembre, publicada en NORTES, Javier Ugarte vuelve a la carga. Y lo hace a mi juicio tergiversando y, como se dice ahora coloquialmente, moviendo la portería para que la pelota entre: obviando cosas afirmadas anteriormente y yéndose por otros derroteros a conveniencia. Me veo obligado en reincidir en ciertos asuntos, exponiendo más datos y justificando más ampliamente mis afirmaciones, lo cual, lo siento, implica una hipertrofia en la extensión del texto. Por desgracia para los lectores, la influencia de Gustavo Bueno en mí se traduce, entre otras, en ser cargante al escribir. En primera instancia Javier Ugarte se defiende de la acusación de haber mentido con la primera acepción del verbo en el DRAE. Efectivamente, las acepciones están expuestas de mayor a menor hábito de uso, pero eso no es motivo para rehuir el resto de las acepciones. Mentir significa conducir al error, o falsificar. Y no se puede decir, después de lo expuesto en mi primer artículo, que el escrito de Ugarte no induzca al error o falsifique cuestiones relativas a Gustavo Bueno, ya sea su biografía o sus ideas. Conduce al error y falsifica cuando afirma que Bueno defendía que los votos debían contar de diferente manera (cuando, tal como se expone, Bueno considera que la democracia realmente existente ya es en sus fundamentos no democrática, pues está determinada por el mercado pletórico, no tanto por el voto). Induce al error y falsifica cuando sugiere que Bueno consideraba que los varones fueran superiores a las mujeres. Induce al error o falsifica cuando afirma que Bueno defendió a la URSS por considerarlo un imperio generador y por un nervio autoritario. Induce al error y falsifica cuando habla de militar en la «progresía», término que ya no aparece en el segundo artículo, y que no es sinónimo de oposición al régimen. Induce al error y falsifica cuando dice que Bueno no denunciaba la desigual distribución de la riqueza o que era un marxista «de tipo filosófico», es decir, que no se implicaba más allá del aula o de su torre de marfil. Todas esas cuestiones que demuestro falsas Javier Ugarte las obvia en su contrarréplica. En cuanto a mi lastrada objetividad, debe decirse que ni Javier Ugarte ni yo somos objetivos. Pues ambos partimos de una determinada plataforma ideológica y conceptual; no es posible la neutralidad axiológica. No soy neutral «en valores» como militante, ni como historiador ni como empleado. Ojo, porque no puedo serlo. Como historiador, y al fin y al cabo mi artículo es mayormente histórico, puedo ser imparcial en un plano gnoseológico formal, en mi método, digamos, y todo lo que afirmo está avalado por decenas de archivos documentales y numerosas fuentes orales. Mi objetividad está lastrada, es cierto, pero Javier Ugarte lo que tiene que hacer es demostrar que algo de lo que afirmo no es cierto para que tenga algún sentido mencionar mi lastre. En cuanto al supuesto marxismo de Bueno una cosa está clara para toda aquella persona que haya estudiado a Bueno: su sistema está construido entre otras contra el marxismo y el materialismo dialéctico. Ensayos Materialistas, su obra magna de 1972, da de cachetes al Diamat soviético, y lo hace criticando fundamentos filosóficos del marxismo, como su ontología monista. Ya su opera prima sistemática, El papel de la filosofía en el conjunto del saber, seguida de Etnología y utopía,se dan en el contexto de disputas académicas con marxistas que atacaban a la Filosofía, Manuel Sacristán y Ramón Valdés del Toro, pues consideraban que era un saber obsoleto, en el primer caso en detrimento de las ciencias positivas y en el segundo en favor de la Etnología y la Antropología cultural. Y no digamos otro de los fundamentos del sistema bueniano: la Antropología filosófica y la formulación del espacio antropológico tridimensional, que se articula como crítica al espacio bidimensional que Bueno achaca al marxismo y otros sistemas. De nuevo, al abordar esta cuestión, Javier Ugarte induce al error y falsifica, y para más inri descontextualiza sus palabras, abstrae frases sueltas de sus concepciones generales. Efectivamente, Bueno citaba a Marx a menudo y con respeto, pero eso no hace a nadie marxista. Citar a autores no implica compartir sus ideas o incluirse en su escuela o sistema, y lo cierto es que muchas citas de Bueno sobre Marx eran para matizarlas o «darles la vuelta». Bueno, es cierto, «se definía» marxista, y afirmaba que «En algún sentido todos somos hoy marxistas». También decía que «El materialismo histórico de Marx es tan importante, que no asimilarlo es como ser precopernicano». Esto pareciera dar la razón a Javier Ugarte, pero si lo contextualizamos veremos que Bueno se definía marxista… y platónico, espinozista, tomista… Es decir, que tiene influencia de Marx, junto con otros, pero eso no hace a alguien marxista. La mención de mi militancia, la cual advertí ya de inicio que es relevante para entender mi postura, implica que para mí ser marxista no es, y no puede ser, una mera autopercepción de influencias ideológicas. Si para Javier Ugarte eso basta para definirse «marxista de tipo filosófico», entonces debería decir que Bueno era platónico, tomista, espinozista y marxista de tipo filosófico. ¡Y hegeliano! Al punto de que en su dormitorio de la que fue su casa en Santo Domingo de la Calzada es al filósofo que tiene enmarcado. Bueno siempre fue crítico con el marxismo, y eso no es óbice para que el nervio materialista le hiciera tener a Marx como compañero de viaje y piedra de toque en muchas cuestiones; pero el marxismo no es un mero sistema filosófico, es una doctrina política, y Bueno estaba lejos de compartirla. Con respecto a la afirmación de 1979 de que «acaso sólo un planteamiento marxista leninista –debidamente adaptado a las circunstancias– podría salvarnos de terribles desastres y en particular de formas insospechadas de salvajismo, de imprevisión o de necedad», debo decir que me recuerda a ésta otra, escrita con el Muro de Berlín ya derribado, en 1990: «Ha sido precisamente el comunismo quien ha mostrado de hecho a los pueblos, mediante la práctica de sus análisis revolucionarios, o de las guerras de liberación, que el capitalismo liberal democrático que antepone la idea de libertad, es decir, la propiedad privada de los bienes de producción y de consumo, a la igualdad y a la fraternidad, es precisamente el capitalismo más peligroso, el principio de la explotación real de los hombres y de la degradación del medio». Efectivamente Bueno toma partido por el M-L en 1979, y ensalza el papel que tuvo el Socialismo Real durante el siglo XX en el segundo texto citado. Pero tomar partido no es lo mismo que compartir o asumir. Gustavo Bueno, como digo, tiene una concepción filosófica que implica dependencia de otros saberes previos. Bueno está evaluando las ideologías o movimientos políticos reales, positivos y efectivos de su tiempo, y está tomando partido por uno; está señalando cuál considera que es el más racional en 1979 para él, en este caso el marxismo leninismo. Pero como señalo, y esto no se puede negar, si El Capital fue un misil dirigido contra la cabeza de la burguesía, la ontología materialista de Gustavo Bueno expuesta en sus obras tempranas es un cañonazo contra la filosofía marxista leninista. Para terminar con esta cuestión, cualquiera que lea la entrevista citada al completo verá que el uso de la primera persona del plural no indica que él esté presentándose comomarxista, sino adoptando la perspectiva marxista; como si yo dijera: «desde una perspectiva keynesiana, podemos ver el giro monetarista de los años 80 como una contingencia y no como un desarrollo de la lógica interna keynesiana», y podría decirlo así, en primera persona del plural, aunque en realidad asuma la crítica de la economía política marxista y no la teoría keynesiana. Pero para entender esa primera persona del plural en este sentido hay que conocer el contexto y exponer la consideración que Bueno tenía del marxismo leninismo y la filosofía marxista, cosa que Ugarte, por falta de espacio, tiempo, o ignorancia, no hace; pero para eso yo remito a sus obras, que son de libre acceso y cualquiera puede someter a escrutinio mi lastrada objetividad. A continuación, Javier Ugarte insiste en la idea de que Bueno no tenía competencia, y señala una causa previamente omitida, la Guerra Civil. Que la derrota republicana implicó el exilio y el exterminio de muchos intelectuales republicanos e izquierdistas no seré yo quien lo niegue. Pero eso no niega la posibilidad de que Bueno tuviera competencia intelectual en los años 60. A lo sumo negaría la posibilidad de que tuviera competencia en el seno de la oposición al régimen; pero ni aun así sería correcto, porque aunque uno sea militante comunista, y consecuentemente contrario a lo que supuso el régimen franquista, eso no puede suponer la negación de que en la España de los años 60 había una oposición relativamente tolerada, ¡de la que Bueno formaba parte! La propia existencia de Bueno y Tamames niega la tesis de que la Guerra Civil hubiese liquidado el germen o la posibilidad de una intelectualidad opositora al régimen franquista. Vidal Peña, Gustavo Bueno, Arturo Martín y Juan Cueto. Fuente: Twitter Javier Ugarte obvia también el boom editorial que menciono, que implicó la entrada de numerosas obras procedentes mayormente de Europa, y que permitió que algunos escritores españoles no especialmente afines al franquismo hicieran carrera. Editoriales como Alianza impulsaron las ciencias sociales y la Filosofía, así como Ariel con sus publicaciones quincenales y tantas otras. Sin negar la represión y el cierre administrativo de algunas editoriales como Ciencia Nueva, y el exilio de muchos intelectuales, eso no imposibilita que determinadas corrientes contrarias al nacionalcatolicismo y la escolástica tomista ya estuvieran muy asentadas en la Universidad. Tampoco imposibilita que existieran otras figuras intelectuales emergentes. En lo relativo a Tierno Galván o Aranguren y su expulsión, lo cual supuestamente les eliminaba como competencia, cabe señalar también varias cosas. Que Tierno Galván fuera expulsado en 1965 de la Universidad Central de Madrid no le impidió dirigir colecciones de Filosofía de la ciencia como Estructura y Función en la editorial Tecnos desde 1961 hasta 1978, ni que se publicaran varias ediciones de su antología de Marx, ni que su partido tuviera cierta relevancia antes de la muerte del dictador. Que Aranguren o Santiago Montero Díaz padecieran el mismo trato en 1965 tampoco niega su influencia ni les borra de la vida intelectual española. De hecho, por aquellos años buena parte de estos intelectuales, y tantos otros, ejercían su influencia con un amplio despliegue editorial promovido desde el Congreso por la Libertad de la Cultura y otras instituciones que iban dejando atada y bien atada una España socialdemócrata y europeísta. Y podría extenderme mucho más en este punto citando nombres, fechas y cantidades. Y esto es tan cierto como constatar que solo siete años después de la muerte del dictador España de repente avaló con su voto el socialismo descafeinado de Felipe González. Si poco después de la muerte del dictador eso fue posible es porque antes de la misma había intelectuales relevantes y planes de estudios que contribuyeron a formar ese sustrato. Creo que esto es suficiente para desmentir que antes de 1975 poca cosa había. En resumen, no hace falta ser un militante comunista «a lo Ramón Tamames» para reconocer que los últimos años del franquismo no fueron un «tiempo de silencio» absoluto; y me da igual si uno es aclamado o no por reconocer hechos objetivos, como que existió una mayor permisividad editorial , educativa e ideológica en el segundo franquismo. Nadie que no sea tremendamente maniqueo se cree que en 1965 o antes la vida intelectual española fuera un yermo donde cualquiera podría ser encumbrado porque no había «competencia». Sobre la actitud personal de Bueno voy a pasar de puntillas, sinceramente me parece improcedente y no viene al caso que fuera faltón con muchos oponentes. Ser faltón no tiene que ver con ser ilustrado o reaccionario. Finalmente, que en sus últimos años de vida Gustavo Bueno compadreó con sectores del PP y algunos que luego formarían parte de Vox no seré yo quien lo niegue. No es mentira y por eso no lo menciono en mi réplica inicial. Podría matizar y aclarar muchas de las cosas que menciona Ugarte que son medias verdades, especialmente lo relativo a la influencia de Bueno en Vox. De hecho, ojalá ésta fuera tan intensa como a menudo se presenta, seguramente los voxeadores no dirían tantas chorradas. El artículo de La Nueva España que se cita es también confuso y deduce de las citas textuales cosas que no son ciertas. Por ejemplo, decir que «todo el parecido de Vox a la filosofía de Bueno es a través de Denaes» no es sinónimo de decir que «toda la ideología del partido salió de una fundación [Denaes] cuyos planteamientos eran los de Gustavo Bueno», sentencia donde serían equivalentes los planteamientos de Bueno y Vox. Más allá de la trampa en la redacción de ese párrafo podemos dar algunas pinceladas sobre Vox. En Vox hay como poco dos corrientes principales, y hay una, que podríamos denominar liberal y europeísta, que desde luego no casa con la filosofía política de Bueno. La más conservadora y nacionalista también chocaría con el sistema de Bueno en muchos puntos. Y me atrevo con los ejemplos. No parece que Vox defienda los mismos postulados de la bioética materialista, pues Bueno al exponer su postura sobre el aborto o la eutanasia prescinde de la religión, cosa que no ocurre en Vox. Tampoco creo que en Vox defiendan la crítica de Bueno a la idea de cultura nacional sustantiva basada en rasgos particulares, cuando hablan de la inmigración como amenaza a «nuestra cultura» y «nuestras costumbres». Podría exponer numerosas incongruencias entre las corrientes ideológicas dominantes entre los voxeadores y el sistema filosófico de Gustavo Bueno, pero señalar un par en asuntos muy relevantes en la retórica voxeadora creo que es suficientemente ilustrativo. Con respecto a los oros, efectivamente la FGB ejerce buena parte de su actividad en un palacete cedido por el Ayuntamiento de Oviedo (no «por un alcalde conservador», la cesión fue resultado de una votación unánime con PSOE e IU). Una cesión es un trato de favor, un privilegio digamos, pero eso no es lo mismo que una subvención, que es lo que yo recuso como falso. Pudiera parecer que estoy siendo tiquismiquis, que tanto monta monta tanto, pero la diferencia es relevante. El tener cedido el usufructo de un inmueble es una exención, sí, pero no garantiza que una institución prospere, porque per se no genera beneficio ni paga nóminas ni las facturas de la imprenta, el equipo de grabación, etc., en cambio una inyección monetaria en forma de subvención sí tiene mayor alcance en ese sentido. En lo relativo a las ediciones del Protágoras y la Monadología no sé si mi interlocutor simplemente me está contando que con las obras de estudio obligatorio de la Selectividad se veían favorecidos aquellos que habían editado esas mismas obras, sea Pentalfa o Gredos, o si está sugiriendo algo concreto, como un plan para favorecer a Pentalfa u otras editoriales. Seguramente Pentalfa editara esas obras teniendo en cuenta su relevancia en la Selectividad y los planes de estudio, y no al revés, que los planes de estudio fijaran esas obras para favorecer a Pentalfa y otras editoriales. Parece más lógico, pero le voy a conceder a Javier Ugarte que simplemente está haciendo memoria sobre dos interesantes y recomendables volúmenes que yo también tengo en mi estantería, por cierto. Para terminar, le digo a Javier Ugarte que yo considero que Gustavo Bueno es revolucionario en algunos tramos, pues su sistema nos ayuda a triturar muchos de los mitos que nublan las democracias de mercado en las que vivimos. Pero también le considero reaccionario y/o conservador en otros, si establecemos parámetros políticos. Por ejemplo, la centralidad de la prudentia y la eutaxia del Estado en su filosofía política choca con mi compromiso militante comunista. Digo esto sabiendo que mi jefe y otros compañeros de la FGB leerán este artículo, para que vea Javier Ugarte que mi objetividad «está lastrada», pero la sinceridad no, y que digo lo que pienso tal como lo pienso. etiquetasGustavo BuenoJavier Ugartetemes_cabecera

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