martes, 6 de febrero de 2024

De Ridi en Ridi ...* La comición carece de potestad para mediar *

Las decisiones Los partidos no son comunidades de conocimiento, no son grupos en los que se debate o se lee la época. Son un leve ‘staff’ que rodea al individuo que posee el micrófono Guillem Martínez 3/02/2024

Bolaños y Pons, con Reynders, durante la primera reunión de mediación en Bruselas, el miércoles 31 de enero. / Unión Europea

Bolaños y Pons, con Reynders, durante la primera reunión de mediación en Bruselas, el miércoles 31 de enero. / Unión Europea En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí La Comisión –en la figura de Reynders, el comisario del ramo– ha accedido a mediar, durante dos meses, entre PP y PSOE, para la renovación del CGPJ, así como para establecer un nuevo sistema de elección de jueces. Se trata de una propuesta del PP, que dejó a todo el mundo sorprendido, en modo chiribitas. Incluso a la Comisión. Por dos razones. La menos sorprendente es que la propuesta, sin precedentes, excede las funciones de la Comisión. La Comisión carece de atribuciones para mediar. También carece, y esto es importante, de los conocimientos necesarios para mediar en este tema en concreto: la Comisión ignora –absolutamente– la estructura judicial española –o la rumana, o la finlandesa–, más allá de su descripción formal –y casi nada es su descripción formal; un camello no es más que un caballo descrito formalmente–. La falta de familiaridad de la Comisión con realidades nacionales concretas y extrañas queda ejemplificada en su falta de verlas venir en Polonia y Hungría –esos sistemas judiciales que no cambiaron de la noche a la mañana–, y en las escasas y tardías –e inútiles– maniobras empleadas una vez las vieron venir. La cosmovisión de la Comisión, por otra parte, no tiene nada que ver con las cosmovisiones de los Estados ni, mucho menos, con las de las sociedades, o, incluso, con las del sentido común, sino con las suyas propias, sumamente autónomas. La Comisión, recordemos como ejemplo, no solo fue determinante en la desindustrialización de Europa –ese suicidio, al que la Comisión llegó por su propia lógica interna e inapelable, incluso brillante–, sino que hay indicios –estos días patentes en las calles de Bruselas y las autopistas de Francia– de que esa lógica interna, sin contacto fluido con la realidad, puede también ser determinante en la desagriculturación de Europa. Todo apunta a que este primer experimento de mediación de la Comisión/Roma con una Provincia, acabará –lo dicho, en dos meses–, o bien como el rosario de la aurora, o bien con una decisión de la Comisión –sin capacidad para su aplicación imperativa– sumamente alejada de la realidad operativa, y que no se llevará a cabo. Y que todo este ruido tan solo habrá supuesto eso, el primer experimento de la Comisión en el trance de practicar la política de Estado en una Provincia. Es decir, un serio precedente para la reducción de la soberanía nacional esa, una reducción solicitada, paradójicamente, por el gran partido soberanista español: el PP. La Comisión vio la oportunidad de aumentar su soberanía, pues una burocracia es eso y quiere eso, de manera innata Quizás esta es la gran noticia de la noticia, el hecho más sorprendente de la propuesta. ¿Por qué un gran partido soberanista, en ocasiones implícitamente antieuropeo –más aún, en el tema de la justicia– reclama a la Comisión limitar la soberanía? ¿Por qué un partido reclama medidas contrarias a su partido, al punto de que los medios de comunicación acólitos no informan mucho sobre el tema? La respuesta está únicamente, me temo, en el proceso de toma de decisiones de los partidos. Los partidos no son comunidades de conocimiento, no son grupos en los que se debate o se lee la época. Son un leve staff que rodea al individuo que posee el micrófono. Y alguien del leve staff dijo al del micrófono lo de la mediación de la Comisión. Y el del micrófono lo encontró ocurrente, y lo dijo a su vez. Tal vez, no lo hubiera dicho un día antes, u otro después. Pero lo dijo. Y la Comisión vio la oportunidad de aumentar su soberanía, pues una burocracia es eso y quiere eso, de manera innata. Poco más. “Alguien dijo al del micrófono, y el del micrófono dijo” es la estructura de la toma de decisiones de los partidos en esta época. En otro partido, alguien pide por micrófono, para que lo oiga el del micrófono, reformar el Código Penal para lo de la amnistía, un intento ya experimentado, con absoluto fracaso, hace unos meses –supuso, además, la despenalización de un tipo de malversación, y el aumento en los delitos de manifestación–. “Alguien dijo al del micrófono” explica muchas cosas en partidos sin estructura, sin comunidad, sin lectura de la época. Esto es, en los partidos. Un partido con un sistema de decisiones colectivo, efectivo, eficiente, barrería.

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