sábado, 4 de enero de 2025

Unu de cuideiru al habla....

Por Diego Díaz Alonso 3 enero 2025 Javier Ugarte en Xixón. Foto: David Aguilar Sánchez Recomendados Llaneza pide a Canteli que negocie con los comerciantes la reforma de El Fontán 4 enero 2025 Mercaderes de la muerte 4 enero 2025 Con el comercio que da vida 4 enero 2025 El Gobierno asturiano espera llegar a los 300.000 usuarios de Conecta en 2025 4 enero 2025 Diego Díaz Alonso Diego Díaz Alonso Historiador y activista social. Escribió en La Nueva España, Les Noticies, Diagonal y Atlántica XXII. Colabora en El Salto y dirige Nortes. Javier Ugarte (Cuideiru, Asturies, 1963), es licenciado en filosofía por la Universidad de Oviedo/Uviéu, y doctor en esa misma materia con una tesis sobre Michel Foucault. Autor de varios estudios sobre homosexualidad, ha publicado entre otros libros “Sin derramamiento de sangre. Un ensayo sobre la homosexualidad” (Egales, 2005) y “Las circunstancias obligaban. Homoerotismo, identidad y resistencia” (Egales, 2011). Profesor de enseñanza media en Madrid y colaborador de NORTES, su último libro es “Como un alumbrado general. Modos de producción, familia y sexualidad” (Postmetrópolis, 2024), un ambicioso recorrido por la historia económica de Occidente, desde el esclavismo hasta el capitalismo neoliberal de nuestros días. Concebido casi como un manual de historia, el libro, escrito con un estilo didáctico y muy accesible, condensa en 446 páginas 2.000 años de historia. Se trata de una obra de historia económica, así que por lo tanto el género, la sexualidad, la reproducción y la familia, forman parte inseparable de su trama. ¿Por qué “Cómo un alumbrado general?” El título está sacado de la Contribución a la crítica de la economía política de Marx, que afirma que estudiar las dinámicas de la rama económica más productiva alumbra lo que sucede en las demás ramas y, por extensión, en el modo de producción. Esto es lo que sucedía con el trabajo fabril en época de Marx, con el taller de montaje (fordismo) en la segunda mitad del siglo XX y con el sector de las telecomunicaciones en la actualidad. Por lo tanto, la producción de riqueza influye en la organización social con mayor profundidad de lo que podría parecer. ¿Quién vivía peor, el esclavo o el siervo? Sin ningún género de dudas, los esclavos vivían peor porque siempre temían los castigos, las torturas o el asesinato; en contrapartida, la comida y el techo estaban asegurados. De todos modos habría que distinguir entre los esclavos en la Antigüedad, que en los casos de los griegos en Roma eran tratados con cierto aprecio, frente a los esclavos africanos de la Edad Moderna, quienes se extenuaban en plantaciones americanas de azúcar o tabaco. Con estos últimos, los propietarios carecían de miramientos porque los consideraban bárbaros, así que los explotaban al máximo: los africanos raramente vivían más de diez años, una vez desembarcados en Virginia, las Antillas o Brasil. Javier Ugarte en Xixón. Foto: David Aguilar Sánchez A los esclavos no les beneficiaba reproducirse porque, a menudo, los señores les quitaban a sus hijos para venderlos o regalarlos. Si los esclavos se hubieran reproducido en número suficiente para reemplazar a los fallecidos, el esclavismo hubiera durado más tiempo. En cambio, los siervos no eran comprados ni vendidos en mercados especializados, sino que nacían y morían en el mismo sitio y, además, conservaban a sus hijos. Quizá esa transición del esclavismo al feudalismo haya sido uno de los cambios más trascendentales en la historia de la humanidad Sin duda, aunque se trató de una transformación imposible de prever y azarosa. Es decir, el feudalismo fue el resultado de un conjunto de elementos, cada uno de los cuales tenía su propia dinámica, por lo que la configuración del trabajo servil, junto al feudalismo que lo representa políticamente, no era inevitable. ¿Por qué se produjo ese cambio de algo que había funcionando durante miles de años? Diversas razones: la imposibilidad de recuperar a los esclavos fugados, una vez colapsado el Imperio romano; la escasez de dinero con el que comprar esclavos a los mercaderes; la lucha entre los barones por hacerse con tierras y mano de obra; la ruina de la actividad manufacturera y comercial; por último, el interés de los siervos por reproducirse para que sus hijos les ayudaran en las tareas agropecuarias. Solemos tener una imagen muy oscura del feudalismo, pero tu lectura dice que realmente la gente no trabajaba tanto La gente trabajaba bastante menos que en la actualidad, puesto que casi la mitad de los días del año eran feriados; en contrapartida pasaba hambre y frío, sus condiciones higiénicas eran deplorables (por lo que la Peste negra causó estragos) y temía las razias normandas o árabes, junto al capricho de sus señores. Por ello, no debe romantizarse el periodo, al modo de Walter Scott o Gustavo Adolfo Bécquer, quienes contemplan los sucesos solo desde el punto de vista nobiliario. Ahora bien, los campesinos libres siempre vivían mejor que los siervos, aunque todos debieran obediencia a algún noble, así como a los obispos. En la ciudad se vivía con más autonomía que en el campo porque los ciudadanos sufrían menos el vasallaje y la servidumbre. “La gente trabajaba bastante menos en el feudalismo que en la actualidad” ¿Refuerza el patriarcado el paso del feudalismo al capitalismo? No lo afirmaría. Durante la Edad media, que prefiero denominar “Edad autárquica”, puesto que todas las edades podrían considerarse medias o intermediarias entre otras edades o siglos, la extensión de la agricultura de arado y cereales perjudicó a las mujeres porque los arados siempre son utilizados por varones, así que el papel económico de las mujeres se resintió. Este cambio sucedió durante la Baja Edad media (siglos X-XV). En cambio, en la primera fase del capitalismo tecnológico (1770-1870), el trabajo femenino era muy demandado en el sector textil, que durante siglos había sido la principal manufactura europea. Javier Ugarte. Foto: David Aguilar Sánchez En general, el patriarcado sale reforzado cuando las mujeres carecen de ingresos, así que los periodos prósperos y el empleo masivo femenino lo debilitan. No obstante, en la actualidad sería más correcto hablar de “falocracia”, puesto que los patriarcas residen en asilos, a menudo están muy solos y nadie solicita su consejo. Los trabajos mejor pagados y los puestos reconocidos son realizados por varones adultos, no por ancianos; de ahí “falocracia” en lugar de “patriarcado”. “El patriarcado sale reforzado cuando las mujeres carecen de ingresos, así que los periodos prósperos y el empleo masivo femenino lo debilitan” En el libro relacionas siempre las fases de mayor o menor tolerancia con la homosexualidad masculina y el control de la natalidad a una cuestión de necesidad o abundancia de mano de obra, ¿por qué? Expuse esa conexión en el libro Placer que nunca muere. Sobre la regulación del homoerotismo occidental. El hecho es el siguiente: Occidente es una civilización expansionista, tanto por razones dignas (igualitarismo, universalismo) como criticables (codicia, colonialismo). En contrapartida, tanto la civilización china como la india han estado contenidas en sus fronteras históricas. Otra manera de explicar el hecho se basa en que Occidente era y es deficitario en sus intercambios comerciales con Oriente, por lo que necesitaba proveerse de materias primas, en especial metales preciosos con los que pagar especias, seda, porcelanas y gemas. Así pues, tanto por motivos económicos como ideológicos, las naciones europeas han roto las costuras de sus fronteras previas. Ello conlleva que los Estados necesiten un gran número de varones para convertirlos en trabajadores y soldados, así como en marinos de barcos mercantes o armadas; a eso súmesele la necesidad de brazos para trabajar en minas, así como los frecuentes accidentes. Además, el éxito de una monarquía, en periodos donde las armas eran poco efectivas, dependía del número de batallones y armas. En suma: la mortalidad masculina era muy superior a la femenina, fuese por naufragios, bajas bélicas o accidentes laborales, lo que provocaba escasez de solteros en relación con solteras y viudas. Por lo tanto, las autoridades obligaban a los varones a formar una familia y reproducirse; con ese fin bloquearon las vías alternativas de placer y ahí es donde entra en juego la represión del homoerotismo (homosexualidad). Quienes carecían de interés en el sexo podían entrar en religión, pero aquellos que buscaban desahogos debían hacerlo dentro de una sexualidad reglada; por lo tanto, la prostitución provocaba muchas dudas. Para Tomás de Aquino, la prostitución era aceptable porque evitaba males mayores; sin embargo, otros teólogos la condenaban. En cambio, el homoerotismo fue unánimemente reprimido desde el siglo IV de nuestra era hasta la segunda mitad del siglo XX. En el libro señalas que la persecución de la homosexualidad y del aborto suelen ir de la mano Son fenómenos comunes a las políticas natalistas. Durante el régimen nazi se incrementó la persecución de los homosexuales y del aborto con una oficina especial de la Gestapo, mientras que en Gran Bretaña la homosexualidad y el aborto se despenalizaron el mismo año, 1967, precisamente porque se había reducido la presión natalista. En la despenalización también influyen los movimientos sociales feminista y homosexual, que cogen mucha fuerza a partir de los años 60 Sí, hay demandas sociales muy fuertes, pero en los años 30 también existieron movimientos por la despenalización del aborto y de la homosexualidad, y fracasaron frente a gobiernos que eran muy natalistas. La diferencia a partir de los años 60 es que estos movimientos van a encontrar apoyo de gobiernos que ya no están tan preocupados por aumentar la natalidad. ¿Fueron los 50-70 el mejor momento del capitalismo occidental? Lo fue para la clase obrera, lo que provoca nostalgia en quienes vivieron ese periodo, aunque en España la nostalgia sea reducida porque padecíamos la dictadura franquista. Durante unas tres décadas (1945-1975), la producción aumentó mucho más que la población; además, el fenómeno se acompañó de medidas socialdemócratas que aumentaron el nivel de vida. Así nació el Estado del bienestar, que resultó de la necesidad de reconstruir Europa, tras la Segunda Guerra Mundial, así como del hecho de que los países del llamado “Socialismo real” (Unión Soviética y Europa del este) constituían una alternativa al capitalismo liberal. Por lo tanto, las autoridades necesitaban ganar la simpatía de la clase trabajadora con el fin de evitar que votaran al partido comunista de su país. Cuando el bloque del Socialismo real colapsó en la década de 1990, no hizo falta el apoyo obrero para gobernar, así que la globalización ganó impulso con el fin de reducir costes por medio de la fabricación en países de bajos salarios, normas ambientales laxas y reducidos impuestos. El lugar preferido para invertir fue el este del continente asiático (China, Corea del Sur, Vietnam), aunque México también cumple ese papel en relación con Estados Unidos y Canadá. Javier Ugarte. Foto: David Aguilar Sánchez Yo no diría que ahora el capitalismo occidental esté peor que en la década de 1960, aunque la clase obrera indudablemente haya empeorado su situación, pese a que su esperanza de vida haya aumentado a consecuencia de mejoras en higiene, así como en farmacología y cuidados médicos. La clase obrera está peor porque su desempleo es mayor, su participación en la distribución de rentas capital/trabajo también es menor y su autoestima ha decaído, junto al declive de los sindicatos obreros. ¿Qué mutaciones detectas en el sistema económico actual? Además de la deslocalización fabril que acabo de señalar, dos tendencias más: una apuesta por la financiarización y la extensión indirecta de la jornada laboral. En relación con lo primero: quien hoy se compra una vivienda por 100.000 euros y la vende cinco años después por 150.000 euros, obtiene enormes ganancias. En consecuencia, la inversión en el sector inmobiliario desincentiva la apuesta por nuevas empresas o tecnologías que siempre conllevan riesgo y cuyos beneficios resultan inciertos. Así, una inversión masiva en “ladrillo” vuelve la economía menos productiva, además de marginar a la población que es incapaz de comprar vivienda. Cuando la burbuja estalla, los daños en el sector productivo son enormes, así que el fenómeno se podría calificar como “pan para hoy, pero hambre para mañana”. “Una inversión masiva en ladrillo vuelve la economía menos productiva” En relación con lo segundo: contra las utopías tecnológicas de la década de 1990, los ordenadores con internet, junto a los teléfonos móviles, no han reducido el tiempo de trabajo, sino que lo han prolongado de manera informal. El motivo se debe a que, cuando las personas regresan a su domicilio, han de seguir resolviendo problemas o respondiendo a llamadas de clientes. Se trata de un tiempo de trabajo no reconocido, ni pagado, que agota a las personas, estresa a las familias y quiebra las parejas. Ahora no estamos sometidos a la cadena de montaje (fordismo), pero nuestra autonomía no es mayor que entonces y, además, sufrimos un estado de malestar, frente al previo Estado del bienestar. Javier Ugarte. Foto: David Aguilar Sánchez El libro pasa de puntillas por el otro gran modo de producción, el socialismo. ¿Por qué? Si te refieres a la Unión Soviética, el motivo es que se trataba de un capitalismo de Estado, no de auténtico socialismo, puesto que los trabajadores no decidían el destino de lo producido ni organizaban el trabajo. Además, fue un capitalismo de Estado poco productivo, dado su consumo masivo de recursos para obtener una producción comparable a la occidental. La Unión Soviética abundaba en recursos naturales, pero era pobre en capital, así que llegó un momento que no pudo competir con Occidente en la carrera armamentística; esto sucedió durante la década de 1980. Además, las tecnologías de la información (ordenadores, robots) exigen libertad de expresión e información, por lo que funcionan peor allí donde existe censura, como sucedía en los países del Socialismo real. ¿Y China? Se me podría objetar que China es una economía productiva, pese a que el gobierno ejerce censura. Respondo que China se ha beneficiado de una masiva inversión occidental porque, a diferencia de la Unión Soviética, no desafía la hegemonía de Estados Unidos. No obstante, justo ahora, las tornas están cambiando, así que China sufrirá una retirada de inversiones occidentales en los próximos años, lo que reducirá mucho su crecimiento económico. En consecuencia, su aspiración a reemplazar a Estados Unidos como hegemón se encuentra en cuestión. ¿Cómo se puede unir la producción con la reproducción? Para mí, esa conexión constituye uno de los grandes éxitos de la teoría marxista, contra la opinión de Malthus y de Darwin de que la población crece siempre por encima de los recursos. El hecho es que cada modo de producción tiene su peculiar sistema de reproducción, vía estructura familiar. Así, las familias nobles (lo que incluye al patriciado romano) eran extensas porque los recursos daban para sostener a los parientes pobres. Los esclavos alumbraban pocos hijos porque ellos eran los bienes que se repartían, así que carecían de interés en reproducirse. Por su parte, los siervos se reproducían para mantener la explotación en manos de la familia; en consecuencia, los niños sobrantes eran abandonados a las puertas de conventos o en bosques. En la Edad Contemporánea tuvo lugar un boom demográfico en las regiones que experimentaron una revolución industrial durante el siglo XIX, caso del Reino Unido, Bélgica y sur de Alemania; en cambio, las regiones de menor desarrollo económico (por carecer de carbón) experimentaron una menor natalidad, caso de los países mediterráneos y nórdicos. En la actualidad, a causa del reducido poder de compra de los salarios en relación al coste de mantener y educar hijos, la tasa de natalidad de los países occidentales se ha hundido hasta el punto de que, contra la habitual pauta histórica, actualmente son las parejas más ricas las que alumbran más descendencia: si Malthus lo supiera, se quedaría estupefacto.

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