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Manuel Chaves cena en secreto con Cebrián y Delkader
@Redacción - 10/09/2009
En tiempo de crisis, la gente bien, incluso la de ideología socialista, sigue prefiriendo cenar en los buenos restaurantes, con desprecio del alegre gazpacho y el honesto bocata de calamares. Es lo que piensa Manuel Chaves, vicepresidente tercero del Gobierno y ministro de nadie sabe qué, que anteayer martes cenaba en un reservado del restaurante Zalacain con Juan Luis Cebrián, consejero delegado de Prisa, y Augusto Delkader, mismo cargo en la SER, ambos dos del Grupo Prisa.
Zalacain es una de las fondas más caras de España (no menos de 200 euros per cápita), pero eso no parece importarle al presidente del PSOE, un político que acaba de hacer declaraciones reclamando austeridad a los cargos públicos de todos los partidos, incluido naturalmente el suyo, a cuenta de la crisis en curso. Y, ¿qué pensarán de esta cena las entusiastas gentes del mitin de Rodiezmo?
Mucho más interesante que esta nueva reedición del viejo refrán de que una cosa es predicar y otra dar trigo, es el hecho de que un vicepresidente del Gobierno se entreviste en secreto con los dos capos del grupo que, a juzgar por los recientes escritos de Cebrián, le tiene declarada la guerra a Zapatero. Y es que muchas de las cosas que ocurren en España solo se explican desde el conocimiento de estas coyundas orquestales que se suceden en la oscuridad.
El pasado 21 de agosto, el hombre fuerte, al menos de momento, de Prisa, se despachaba con un artículo en “La Cuarta” de El País poniendo a caldo al presidente del Gobierno a cuenta de la aprobación, con nocturnidad y alevosía, cierto, del decreto ley de la TDT de pago, arbitrario acto administrativo que, por vía de urgencia, ha vuelto a poner contra las cuerdas el futuro de Prisa. Sencillamente Cebrián llamó “corrupto” a Zapatero.
El mismo día, el aludido se ratificaba -e incluso ampliaba la arremetida- en la SER, afirmando que “estar en el poder no autoriza al Gobierno a gobernar de manera caprichosa y arbitraria, comportándose como el de una república bananera”. Ítem más: “Zapatero está utilizando sus relaciones personales para tratar de organizarse su propio y peculiar grupito de medios en torno a él, con desprecio a la libertad de mercado”.
Quien más quien menos pensó que esta era una declaración de guerra en toda regla, y que Cebrián se había embarcado en un viaje sin vuelta atrás. Pero el dinero, o más bien la angustiosa necesidad del mismo, es capaz de obrar los prodigios más asombrosos. Llegados a este punto, la pregunta es obligada: ¿estaba Zapatero al corriente de esta cena? ¿Le informó Chaves de que se disponía a conspirar con quien hace cuatro días le insultaba tan gravemente?
Prisa necesita a mediados de octubre -lo contaba este diario el viernes pasado- una inyección de liquidez de no menos de 300 millones de euros para hacer frente a sus compromisos de pago. Su situación es tan apremiante que no resulta extraño pensar que Cebrián -donde dije digo, digo Diego-, haya peregrinado de rodillas a Moncloa dispuesto a pedir perdón al gran capo ofendido, pero también pudiera ser que la historia no fuera exactamente así.
Porque Chaves es el último mohicano de la estirpe felipista que queda en este Gobierno -exceptuado, naturalmente, el gran Rubalcaba-, y ya se sabe que fue con los Gobiernos de Felipe González cuando el grupo Prisa vivió sus días de máximo esplendor. Ocurre que don Alfredo está muy quemado para cualquier tipo de operación que implique defender los intereses de Prisa ante ZP. ¿Estaba Chaves conspirando contra Zapatero, dispuesto a echar una mano a los grandes amigos de Felipe?
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