¿Podrá Goldman Sachs salvar su dañada imagen
El Economista
El banco se ha visto sacudido por el supuesto desdén con que sus empleados tratan a los clientes. Greg Smith se fue atacando a su antigua empresa. ¿Podrá el consejero delegado Lloyd Blankfein salvar la imagen y a sí mismo?
En la animada segunda planta del edificio River Court de Goldman Sachs, cerca de Fleet Street, en el centro de Londres, nadie parecía fijarse en la mesa vacía.
La sala de operaciones de la sede europea del gigante bancario de Wall Street es muy bulliciosa y alberga a una colección de agentes ultra competitivos, avariciosos y en algunos casos brillantes. Trabajan largas jornadas en unos escritorios abarrotados de pantallas de ordenador y teléfonos. Si son buenos, ganan millones. Si no rinden, duran poco.
El martes fue otro día febril, con los mercados americanos en auge y los agentes británicos inmersos en especulaciones sobre los presupuestos. Greg Smith, un sudafricano que se trasladó desde Nueva York hace un año para vender derivados de acciones americanas a compradores europeos, no apareció por la oficina. Sus compañeros descubrirían pronto la razón.
Smith se había ido y no lo hizo discretamente. Escribió una carta abierta al New York Times en la que atacaba a su antigua empresa y tildaba su cultura de "tóxica y destructiva".
Organización rapaz
La entidad, famosa por la lealtad que provoca en sus empleados, había perdido su concentración en el cliente, decía. Se había convertido en una organización rapaz que premiaba la "corrupción moral". Los directivos llamaban " teleñecos " a sus clientes. Los agentes disfrutaban "sacándole los ojos" a quien se dejara engañar para comprar lo que vendían.
"Creo sinceramente", escribió, "que el declive de la fibra moral de la empresa representa la amenaza más grave para su supervivencia a largo plazo".
Goldman se apresuró para limitar los daños. Publicó a toda prisa una declaración que pintaba a Smith de ejecutivo mediocre entre más de 30.000. "Discrepamos de las opiniones expresadas, que no reflejan nuestra forma de gestionar los negocios", decía. "Sólo tendremos éxito si también lo tienen nuestros clientes".
Aun así, algunas fuentes importantes del banco dijeron que era más que el berrinche puntual de un empleado descontento. La insatisfacción interna ha amenazado a la reputación del banco desde que Lloyd Blankfein, su consejero delegado, hizo unos comentarios aparentemente triviales de una serie de vistas en EEUU sobre operaciones de hipotecas basura.
'Calamar vampiro'
Se metió en la boca del lobo cuando dijo al Sunday Times que Goldman hacía "la obra de Dios". La revista Rolling Stone tildó al banco de calamar vampiro y con esa expresión se ha quedado. Un agente de Goldman llamado Fabrice Tourre admitió haber forzado operaciones "de mierda" a los clientes y se supo que la empresa había orquestado una operación que ayudó a Grecia a ocultar el estado de sus finanzas frente a la totalidad de los órganos reguladores europeos.
Blankfein no ha sido capaz o no ha estado dispuesto a contener el flujo de operaciones dudosas y mala prensa. Según fuentes de alto nivel, los mandos del banco cada vez están más convencidos de que su imagen empañada empieza a afectar a los negocios y que lo mejor sería que Blankfein se marchase. El viernes, Goldman aseguró estar revisando su sistema de control y difusión de posibles conflictos de interés.
No está claro lo que hizo a Smith volverse contra la empresa. Fuentes próximas a Goldman explican que cuando se pagaron las bonificaciones anuales en enero, no se olvidaron de Smith pero su paga fue, como mucho, modesta.
Tal vez la tormenta que ha levantado se pase pronto pero la pregunta sigue en el aire: ¿tenía razón? ¿Hay algo podrido en el corazón de Goldman , un banco con 143 años que ha cultivado la reputación de dar empleo a los operadores más afilados de Wall Street y la City?
¿Ha ido demasiado lejos en su búsqueda incansable de beneficios? ¿Seguirán las grandes empresas e inversores pagando millones por sus consejos cuando aumentan las sospechas de que el banco siempre juega a dos bandas en las operaciones?
Smith fue al grano. Sus excompañeros se sintieron traicionados. Otros le aplaudieron. Todos se sorprendieron. "Tío, ¿qué coño ha pasado?", escribió un amigo en su página de Facebook. "Estaba desayunando y lo he visto en la CNN".
La salida al mercado de Goldman Sachs el 4 de mayo de 1999 fue un gran acontecimiento. La empresa, fundada en 1869 por Marcus Goldman , un inmigrante judío alemán, tenía mística.
Era uno de los últimos grandes bancos en pasar de sociedad a empresa cotizada. Los inversores se pegaban por un trocito de la mayor máquina de hacer dinero del mundo.
La empresa tenía la reputación de dar trabajo a los más listos. Cuando salió a bolsa, los 221 socios cosecharon los beneficios. Su parte combinada se convirtió a una bolsa de acciones valoradas en 16.000 millones de dólares, con una media de 72 millones cada uno. Cuando terminaran el periodo de trabajo necesario para cobrar las acciones, ninguno tendría que volver a trabajar. La cuenta atrás hacia el éxito de los hacedores de lluvia había comenzado. Fuentes de la empresa y clientes actuales y antiguos ven la salida a bolsa como un punto de inflexión.
En 1999, gran parte de los ingresos de Goldman (el 43 por ciento) procedía de la banca de inversiones (asesoramiento, recaudación y liderazgo de subidas de divisas).
Hoy, sólo el 15 por ciento de su facturación procede de lo que antiguamente era su sustento. No es que la banca de inversiones haya encogido (los 3.200 millones de euros que generó el año pasado fueron iguales que en 1999), sino que el negocio de las operaciones ha subido como la espuma y ahora representa el 60 por ciento de los ingresos de la empresa.
Los clientes explican que el cambio del centro de gravedad ha sido palpable. Hank Greenberg, que convirtió a AIG en la mayor aseguradora del mundo antes de que le echaran, era cliente de Goldman . La semana pasada dijo que "cuando salieron a bolsa, se destapó el capital de los socios y tuvieron que cumplir con las expectativas de las ganancias por acción. Eso fue un cambio de cultura. Ya no había banqueros de inversión dirigiendo la empresa, sino que lo hacían los agentes y tienen muy poca memoria".
Lo que está claro es que en un mundo post-recesión, los bancos de inversión se han ganado el desprecio del público. La empresa se ha hecho un flaco favor. Pagó 550 millones de dólares para zanjar un pleito de fraude interpuesto por los reguladores americanos por vender valores garantizados por hipotecas mientras apostaba por su hundimiento. La crisis de la eurozona ha vuelto a centrar la atención en el papel de Goldman en el ocultamiento de la deuda griega.
Apostar por el capital propio
El propio modelo de banca de inversiones está en el punto de mira. La ley Dodd-Frank de EEUU introdujo una serie de normas destinadas a erradicar los riesgos sistémicos que ayudaron a provocar la crisis financiera. Sobre todo, impone restricciones a la capacidad de los bancos que captan depósitos para apostar capital propio.
Las nuevas leyes sobre el capital en Europa han elevado la cantidad de efectivo que los bancos deben guardar en reserva. El cúmulo de normativas, junto con los moribundos mercados post-recesión, ha creado un cóctel mortífero para los negocios.
Sólo el año pasado, más de 60.000 altos banqueros se quedaron sin su empleo en la City y Wall Street, una cifra sorprendentemente alta en un sector tan especializado y bien remunerado.
Y Goldman no ha salido ileso. Sus 4.400 millones de dólares en beneficios en 2011 representaron una caída de dos tercios respecto a 2009, cuando recaudó 13.900 millones.
Las bonificaciones han sufrido un tijeretazo. Un exdirector gerente de Goldman ha dicho que "el modelo entero está en peligro. Las presiones para conseguir cualquier tipo de ganancia a corto plazo han aumentado enormemente".
Lo que nos lleva de vuelta a Smith. ¿Cuáles fueron sus verdaderos motivos? Su carta tenía tufillo a directivo fracasado. Los logros que destaca son elocuentes. Ganó una medalla de bronce (no el oro) en ping pong en los Juegos Macabeos (las olimpiadas judías), fue finalista en una beca Rhodes pero no le seleccionaron. En Goldman , no le ascendieron a director gerente y siguió siendo uno de los 12.000 vicepresidentes.
Hay pegas obvias a sus acusaciones. El año pasado, Goldman fue el principal asesor en fusiones y adquisiciones del mundo, según Thomson Reuters. También fue el número uno en ayudar a las empresas a salir a los mercados de capital. En los premios de las mejores empresas donde trabajar del Sunday Times este año se sitúa en el cuarto puesto junto a las grandes compañías. "Nada de lo que dice Smith es un misterio", explica un alto banquero de la competencia. "Sus clientes son mayores de edad y saben qué se esperan cuando contratan a Goldman. Puede que sean tiburones pero son muy eficaces".
Vuelta a los buenos tiempos
La adquisición de El Paso Energy en mayo por 15.738 millones de euros fue una vuelta a los días del auge. La compra muy apalancada del capital privado de una de las grandes productoras de gas natural de EEUU significa millones en honorarios para los asesores.
Pocos se sorprendieron cuando Goldman Sachs recibió el encargo, aunque los inversores se enfadaron cuando se supo que Goldman también era uno de los principales accionistas del comprador, Kinder Morgan.
El juez Leo Strine, gran arbitrador de casos de negocios en los Estados Unidos, ha dado el visto bueno a la operación este mes, pero en las 34 páginas de su sentencia fustiga a Goldman por jugar a dos bandas. "No estoy dispuesto a ver a Goldman como un ejemplo emersoniano del planteamiento no absurdamente incoherente de la avaricia que persigue el lucro en una situación de conflicto mientras ignora simultáneamente en su mente colectiva la oportunidad de un lucro mayor", dictaminó el referido magistrado en la sentencia.
El banco vuela muy al sesgo de la ética. En la compra de British Airports Authority (BAA, propietaria de Heathrow y perteneciente al grupo español Ferrovial) en 2006, Goldman empezó siendo el principal asesor de la empresa pero en cuanto se calentó la puja, se retiró y lanzó su propia oferta.
Perdió, pero la sensación de que la lealtad de Goldman está dirigida sobre todo a sí misma, sigue ahí. Deshacerse de la imagen de una empresa en conflicto inherente (una operación voraz que se alimenta de la inteligencia de otras partes del negocio, incluidos sus propios clientes) es la tarea de Blankfein.
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