Un conflicto laboral por la reorganización de turnos encendió la mecha en el pozo Nicolasa y después «ocurrió lo que parecía imposible al iniciarse una movilización que creció como una bola de nieve». El seis de abril de 1962, hace ahora cincuenta años, comenzó en la cuenca minera asturiana una huelga histórica que marcó un antes y un después de la dictadura franquista. El escritor y periodista Jorge M. Reverte, que escribió el libro titulado 'La furia y el silencio', sobre aquellos acontecimientos, no duda al asegurar que «la transición política española comenzó en aquel momento».
El despido de ocho picadores en el pozo Nicolasa, que protestaban por las duras condiciones de trabajo, evidenció el descontento social existente por la incipiente crisis y la carestía de la vida, pero también que una generación de jóvenes que no habían participado en la guerra civil estaban dispuestos a hacer frente a las condiciones del régimen. Las protestas tuvieron un gran eco en la opinión pública europea, justo cuando el régimen daba los primeros pasos para acabar con su aislamiento. Convertir un conflicto laboral en una batalla política fue uno de los errores del régimen. Las protestas tuvieron poco eco en la prensa nacional, pero ocuparon grandes espacios en diarios como 'Le Monde', 'The New York Times', 'Il Corriere della Sera' o 'Allgemeine Zeitung'.
Conocida popularmente como la 'huelgona' el conflicto de dimensiones históricas finalizó dos meses después con la consecución de algunas reivindicaciones y con un numeroso grupo de mineros deportados. Varios protagonistas de aquellos acontecimientos cuentan en primera persona cómo se vivió la primavera de 1962.
La chispa
En la mañana del seis de abril de 1962 un ingeniero del pozo Nicolasa, propiedad de la empresa Fábrica de Mieres, que también tenía otros pozos e instalaciones siderúrgicas en las cuencas, llamó uno por uno a los picadores que habían iniciado el conflicto para comunicarles su despido. Los mineros pedían más dinero por el trabajo a destajo que realizaban y, como la empresa no accedió, empezaron a laborar a jornal. Tras el despido de sus compañeros, los mineros del Nicolasa se negaron a trabajar. Unos días después fueron despedidos otros 25. Sin consignas y en silencio recogían los equipos de las perchas, se vestían con la ropa de trabajo y bajaban al pozo, pero nadie arrancaba el carbón.
Avelino Pérez, que en abril de 1962 era picador en el pozo Venturo, en San Martín del Rey Aurelio, cree que «lo que empezó siendo una huelga exclusivamente laboral y reivindicativa por unas condiciones de trabajo difíciles, se convirtió posteriormente en un movimiento político contra el franquismo». Pese a que ya se percibía un cierto clima de protesta contra la dictadura entre los jóvenes, Pérez cree que «el éxito de la huelga fue toda una sorpresa que no nos esperábamos».
Marcelo García, ex concejal del PSOE y en la actualidad presidente de los socialistas gijoneses, trabajaba en aquella fecha en la mina La Camocha, donde también se extendió la 'huelgona'. Opina que la protesta tenía un carácter exclusivamente laboral por «las difíciles condiciones de trabajo en las minas y por lo poco que nos pagaban».
Que una huelga triunfara en aquellas condiciones extremas de control policial y represión política era «muy complicado» y nadie podía creérselo. Los protagonistas insisten mucho en que todos sabían muy bien lo que había que hacer y «con mirarnos bastaba» para entender las cosas. Por eso tuvo tanta importancia el silencio y con ese nombre también se conoció a la 'huelgona'.
Además de otras industrias del del Principado, a las protestas se sumaron también trabajadores de otras comunidades y estudiantes. Un grupo de intelectuales encabezado por Ramón Menéndez Pidal, Ramón Pérez de Ayala, Ignacio Aldecoa, Camilo José Cela y José Luis López Aranguren le remitieron un escrito a Manuel Fraga en el que, entre otras cosas, le decían que «estamos seguros de que no ha podido ocultarse a su sensibilidad la gravedad de ciertos hechos que estamos presenciando». Le señalaban también que «la prensa y la radio extranjeras nos dan cuenta de que en la región minera de Asturias se produce un movimiento de vastas proporciones. Algunos días después estos medios nos precisaron que las huelgas afectan a unos cien mil trabajadores y que en algunas provincias del País Vasco, Levante y Andalucía, se registran otros brotes determinados por simpatía. Entre tanto la prensa y la radio española permanecen en silencio, como si tales hechos no debieran interesar a nadie».
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