viernes, 7 de mayo de 2021
Una Llanísca en el recuerdo..
María Luisa Castellanos, la primera sufragista asturiana
Nacida en Llanes en 1892, y fallecida en el exilio mexicano en 1974, se comprometió con el feminismo y la República, y fue una pionera en casi todo.
Por
Elena Plaza
Es periodista, formadora en cuestiones de género, contadora de historias y enredada entre ruralidades.
María Luisa Castellanos es el ejemplo de mujer pionera (feminista sufragista, escritora, periodista, mujer formada e intelectual, de las primeras en estudiar en la Universidad de Oviedo, perteneciente a la Generación del 14…) conocida y reconocida en su tiempo pero que la historia ha sepultado bajo toneladas de casposidad. Con un discurso rompedor, sin pelos en la lengua, sigue hoy muy vigente, cien años después, con temas tan de actualidad como el matrimonio igualitario, la trata de mujeres, “la bestialidad” de los piropos o la igualdad, libertad e independencia de las mujeres. Ya cuestionaba, treinta años antes de que lo hiciera Simone de Beauvoir, qué es la mujer.
María Luisa Castellanos (Llanes 1892-México 1974) defendía la educación, formación y el trabajo de las mujeres como herramienta de independencia (afirmaba, por ejemplo, que “la mujer que sabe trabajar para sí tiene andado la mitad del camino para ser feliz”). No en vano esta llanisca de familia madrileña tuvo gran acceso a la lectura, la cultura y a los intelectuales de la época facilitado, en un primer momento, por el apoyo paterno de Luis Castellanos, de ideas liberales, algo muy común en las mujeres que hacían cosas diferentes; “al fin y al cabo la figura paterna era la que decidía”, afirma la experta e historiadora Sonia García Galán, investigadora de María Luisa Castellanos.
“De su madre sólo sabemos que se llamaba Pilar, que es lo que solía pasar, pero de su padre se sabe que fue procurador y dirigió el semanario El Pueblo de Llanes entre 1908 y 1918. Por su casa pasaba mucha gente que puso a María Luisa en contacto con intelectuales, sabemos que había muchos libros y de su temprana relación con la escritura y el periodismo”, repasa García Galán.
La historiadora Sonia García Galán. Foto: Iván G. Fernández.
El recorrido biográfico de María Luisa Castellanos es del todo fascinante, con un discurso rompedor y crítico con la sociedad y la femineidad tradicional que cuestionaba el mito del amor romántico, los matrimonios por conveniencia, la figura de las damas de compañía para las cursis señoritas de clase media-alta o la violencia de género, estableciendo ya entonces una clara relación entre ésta y la desigualdad social que sufrían las mujeres.
Llanes a principios del siglo XX.
Estudió Bachillerato en Oviedo, que era mixto. Explica García Galán que el Bachillerato ya se estudiaba para ir a la Universidad, “y como las mujeres no iban a ésta, no hacían Bachillerato”. Estudió en la Escuela Normal de Maestras, donde había segregación de sexos, y quiso estudiar Medicina, pero como era una carrera “para hombres”, según recoge Constantino Suárez El Españolito, hizo Derecho, siendo una de las dos primeras mujeres en estudiar en la Universidad de Oviedo. “Antes de eso fue Dama Enfermera de la Cruz Roja. La figura de las enfermeras entonces estaba más ligada a la beneficencia y el cuidado; en los años 20 del siglo XX es cuando empieza a consolidarse la enfermería más en la línea de lo que conocemos hoy en día y las primeras en Asturias se formaron en la Escuela de Puericultura de Gijón”, explica la experta.
Aunque no acabó sus estudios universitarios al casarse en 1921 y emigrar a América, García Galán califica de “interesante” la época universitaria en Oviedo, donde se alojó en la Academia Ojanguren, por manejarse en un ambiente masculino, intelectual, de literatos, como José Pepe Díaz, escritor muy vanguardista autor de La Venus mecánica y que no sobrevivió a la Guerra Civil, quien relata cómo Castellanos paseaba en aquellas tertulias que mantenían por el Campo San Francisco. “Era la única chica, y esta relación de amistad de chicos con chicas es muy novedosa por la segregación que vivían tras la infancia”, aclara la investigadora.
Sonia García Galán. Foto: Iván G. Fernández.
Autora prolífica ya desde joven, publica en prensa primero en locales, como El Pueblo de Llanes o El Oriente de Asturias, para pasar al ámbito regional (Noroeste de Gijón) y después al nacional y en América. Entre sus obras destacan La leyenda de la Guía (1913), El poema de la mariposa (1916) y sus dos obras más emblemáticas, ambas de 1919, “aunque aún no se conoce todo”: Lulú la soñadora y La mujer antes, en la guerra y después, un ensayo pilar de su discurso del que no existen copias ni en la Biblioteca Nacional: García Galán tuvo la suerte de encontrar a alguien que dio con un ejemplar en Cataluña.
Militancia sufragista
Castellanos es “pionera por sus estudios, como escritora y lo que defiende en sus escritos, por acceder a espacios masculinos, y pertenecer a la Generación del 14, en la que estaría Juan Ramón Jiménez, Ramón Gómez de la Serna, María de Maeztu, María Lejárraga…”, desgrana la profesora de Historia.
“Entra en la primera generación de feministas que se definen como tales y se reconocen en el término. Pertenece a una asociación que se define como sufragista, aunque en España el sufragismo tuvo menos capacidad de movilización social que en otros países; aquí llegó con cierto retraso la petición del voto, herederos del sistema electoral de La Restauración (en Inglaterra hay un sufragismo más fuerte al ser un país liberal, con unas ideas más claras de los derechos y libertades; el liberalismo en España es más débil y no cala tanto) y toda esa época estaba muy desprestigiada, mucho caciquismo y porque en España había un feminismo más social que político que decía que lo importante era que las mujeres se educasen, que tuviesen mejor formación para ser mejores madres, pero no un feminismo político tan igualitarista, de los mismos derechos, igualdad… eso costó más plantearlo. Como ejemplo Victoria Kent, con su idea de primero vamos a educar a las mujeres y después que voten”, explica García Galán.
Castellanos milita en la Unión de Mujeres Españolas (UME), con domicilio en Madrid. Se constituye entre 1918-1919 presidida por la Marquesa del Ter (Lilly Rose Schenrich), esposa del diplomático Ramón Cabrera. “María Luisa está ahí porque no pierde la relación con Madrid y está abierta a un mundo que es más que Asturias, Llanes u Oviedo. Esta asociación la nombra delegada en Asturias”. En esta época existían otras asociaciones sufragistas, como la AMNE (Asociación Nacional de Mujeres Españolas), “que es más pro derechos políticos y sufragista, a veces dicen que más conservadora”. Y la UME aunque también pide el voto, es un feminismo más social, insiste en la necesidad de educar a la mujer, en proteger a las obreras, que se acabe con la desigualdad salarial que afectaba a las mujeres, en la protección a la infancia, la legislación del trabajo infantil, la mejora de la enseñanza de niños y niñas… se preocupaban por las mujeres de todas las clases sociales aunque ellas eran de clases más desahogadas. Un liberalismo progresista podríamos decir: no eran revolucionarias pero tampoco conservadoras”, contextualiza.
Aunque para la época ya resultaría bastante revolucionario que pidieran la patria potestad de los hijos (porque era sólo del padre), el derecho al usufructo de sus bienes (en el caso de las mujeres casadas era del marido) y medidas a favor de las mujeres trabajadoras (reglamentación de horarios y demás): es decir, voto, derechos políticos, condición jurídica de la mujer y dimensión social.
Militó en las filas sufragistas y denunció la explotación sexual
Una preocupación especial de María Luisa es la trata de mujeres con fines de explotación sexual. “Se comentaba ya que había mujeres que llegaban a América, las engañaban y eran víctimas de explotación. También se decía que este argumento era para que las mujeres no fueran solas por ahí, para tenerlas controladas, pero algo habría. Pedía hacer una acción conjunta de todas las mujeres para recibir en los puertos a las inmigrantes y ayudarlas para que pudieran empezar una nueva vida y que no cayeran en estas redes mafiosas, una postura también súper actual”. Algo similar ocurría con las que emigraban de lo rural a la ciudad y allí las recogían mujeres para protegerlas. “Muchas de las primeras feministas estaban en contra de la prostitución, y tendría una connotación moral, católica o lo que fuera, pero estaban en contra y buscaban alternativas”, relata.
La mujer antes, en la guerra y después
Se trata de la pieza central de la obra de Castellanos: “escribe este ensayo en un momento muy importante en la historia europea y mundial porque la I Guerra Mundial acaba de terminar. Es un conflicto que inicia el siglo XX y supuso una movilización tan masiva de hombres en el frente que las mujeres asumieron espacios y responsabilidades antes copadas por los hombres. La imagen de mujeres conduciendo vehículos es muy rompedora y cuando termina la guerra tienen que volver a casa, pero muchas no están dispuestas. Esto ya venía de atrás, pero la guerra acelera estas dinámicas y cobran más fuerza, como la petición del voto, o la formación de las mujeres, cuyo único futuro era casarse”. El trabajo de las mujeres no era deseable, pero se toleraba en las clases obreras, otra cosa eran las acomodadas, donde dependían del padre para pasar después al marido.
“Los padres, ciegos de los tiempos, sólo se preocupan de hacer de sus hijas seres inútiles” escribía Castellanos, que planteaba un matrimonio más igualitario, con una mujer formada también intelectualmente. “Es lo que se reconocía como un amor-amistad y amor-compañerismo fundamentado en la igualdad”. Daba por hecho que los hombres querían “compañera por amor” y que la mujer se valiera por sí misma suponía también una mayor estima tanto para ellas como para ellos. También defiende el divorcio “cuando el engranaje no funciona”.
De hecho “ese ideal de femineidad que existía para Castellanos era el de una mujer inútil” y se fijaba en las extranjeras. Decía “yo conozco un montón de señoritas extranjeras y todas van solas por las más populosas urbes, a los monumentos y a todos los sitios por los que concurren los turistas”. “Es que hay que viajar. Igual que ella iba a Madrid y conocía a señoritas extranjeras, hay que moverse por el mundo y ver lo que hay, y ella veía que había sitios donde las mujeres eran más libres. Castellanos no sólo introduce el tema de la igualdad, sino también el de la libertad”, aclara García Galán, que reconoce que todo esto “también es un desafío a la masculinidad en esa época”.
“Cuando una mujer tiene un trabajo y no necesita un marido, la masculinidad se ve atacada, por eso ya hay tantos antifeministas, como ahora. Cuando el feminismo está fuerte, el antifeminismo es más virulento. Es una reacción porque el hombre había construido su identidad en la idea de que era el que mandaba en casa, proveía de recursos al hogar y mantenía a la familia; y ahora se encuentra con una mujer que quiere trabajar, que no depende de él económicamente, que busca un matrimonio más igualitario no como una relación de un superior y una mujer que obedece, sino que puedan compartir inquietudes, conversación. Y eso era un desafío para la masculinidad”, expone la investigadora.
Castellanos afirma que “al reclamar sus derechos la mujer moderna no lo hace como enemiga del hombre, sino como su aliada”: la idea de que hay que sumar a la mujer. “Para que un país progrese hay que contar con la mitad del género humano, las mujeres”, señala Sonia García Galán.
El Lyceum Club de Madrid, semillero del feminismo español de los años 20.
Introduce la coeducación, poniendo como ejemplo Inglaterra entre otros, y critica cómo se mete miedo a las mujeres con historias de brujas y a los hombres diciéndoles que las brujas con las mujeres. Y pone en evidencia la educación frívola que ellas reciben: “no es más que una hipocresía distinguida con que pretenden conseguir el mejor partido de la sociedad donde vegetan”. Son palabras duras que no dejan de cuestionar “la idea de mujer como objeto, la feminidad tradicional, esa manera de ser mujer que nos han vendido. Y ella cuestiona que ése sea el modelo ideal de mujer. Y responsabiliza a los padres de esto”. De ahí que también considere “de lo más lamentable en nuestra sociedad el noviazgo al uso actual”. “No deja de ser una crítica al mito del amor romántico y de hecho Lulú la soñadora es una crítica al amor ciego dice ella, que no atiende a razones”, comenta García Galán: cuestionaba el amor como sufrimiento y denunciaba la violencia de género, denominada crimen pasional. Establecía la relación entre la violencia hacia las mujeres y la desigualdad así como la importancia de la educación para corregirla. Habla del riesgo de seguir educando a las generaciones futuras de la misma manera, “un debate que sigue encima de la mesa”.
México y el franquismo
Emigra a México en 1921 al casarse y retorna a Madrid en los años 30 por enfermedad de su hijo. Abre una escuela y escribe algunos artículos, como en la revista anarquista Mujeres libres en el año 38, pero no hay datos exactos y en algún momento, durante la guerra o después, vuelve a América, donde muere en 1974 y termina su carrera profesional. De México se sabe poco, que vivió del mundo de la enseñanza, y fundó su propio centro educativo, “aparte de eso no sabemos mucho más”.
La de Castellanos, en este punto, es la misma historia de las mujeres del exilio porque “sus ideas no coincidían con la España de Franco. Al llegar el franquismo hay una ruptura. Esta escritora sí era conocida en España antes de la guerra, antes de Franco, pero el conocimiento de ella no sobrevive al franquismo porque no es una figura para reivindicar entonces. Entre lo último que escribe Españolito de ella en los años 30 hasta 1996 que Elvira María Pérez-Manso publica su libro hay un silencio sobre su figura”.
Entre el 64 y el 68 publica de nuevo en El Oriente y en el 63 ve la luz Baluarte de gracia, “una obra más histórica que política; en España no podría publicar política con todo lo que ella reivindicaba”. Afirma Sonia García Galán que “la I Guerra Mundial es fundamental en el concepto de la mujer moderna y María Luisa Castellanos lo entendió perfectamente. No hay más autoras, o no las he encontrado, que hablen tan claro de esto. Castellanos es una figura que hay que reivindicarla”.
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