domingo, 30 de mayo de 2021
Justificando el 2050.....
La prospectiva en el Estado moderno (de Joaquín Garrigues a Iván Redondo)
Antonio PapellPor ANTONIO PAPELL 2 días
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Prospectiva
España ha ingresado en el territorio selecto de la prospectiva, ante la carcajada siniestra de quienes, desde el púlpito, desde el micrófono o desde ambas tribunas, desprecian machadianamente cuanto ignoran, inquisidores irredentos de la España eterna cuajada de supersticiones y de injusticias. Carlos Herrera se ha cubierto de gloria en este menester hilarante, en que más le vale al necio estar callado que hacer el ridículo.
Este gobierno, en el que el presidente Pedro Sánchez ha tenido el acierto de formar a su alrededor un equipo de talla indiscutible —solo los mediocres temen la competencia de sus colaboradores brillantes—, ha creado en enero de 2020 la Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia de País a Largo Plazo con el objetivo explícito de frenar las tendencias cortoplacistas en la gestión pública y velar por los intereses estratégicos de España en los próximos 30 años. Su misión consiste —explicaba un medio de comunicación citando fuentes gubernamentales— en «analizar de manera sistemática la evidencia empírica disponible para identificar los posibles desafíos y oportunidades (demográficos, económicos, geopolíticos, medioambientales, sociales o educativos…) que España tendrá que afrontar en el medio y largo plazo, y de ayudar al país a prepararse para ellos». Y en el texto de la norma se aclaraba que “uno de los grandes defectos de la democracia es el cortoplacismo. En la frenética cotidianeidad de los gobiernos, lo urgente a menudo eclipsa a lo importante. Esto genera a su vez otros problemas como falta de pensamiento estratégico, de respuesta a la demanda de la sociedad, obsolescencia legislativa, oportunidades no aprovechadas o escasa anticipación, que están en la base de fenómenos como el cambio climático, el vaciamiento rural o la pérdida de relevancia económica para una nación”. Para combatir aquel cortoplacismo y velar por los intereses futuros de España como nación, se ha creado la referida dependencia, sugerida e implementada por el Director del Gabinete de la Presidencia del Gobierno, Iván Redondo.
Uno de los grandes defectos de la democracia es el cortoplacismo
Estas líneas salen al paso de algunas groseras burlas que se han producido cuando la susodicha Oficina ha publicado “España 2050”, un volumen intenso y apasionante en el que se recoge un proyecto de renovación para nuestro país, no con la visión alicorta del futuro inmediato sino a un plazo de treinta años. El trabajo ha sido encomendado a cien economistas provenientes de no menos de treinta universidades de reconocido prestigio, o sea que no se trata de una ocurrencia personal sino de un trabajo en equipo. Como ha explicado Iván Redondo en un artículo al hilo de estas actuaciones, “se trata de un ejercicio de Estado protagonizado por diferentes expertos e instituciones, y por encima de ideologías y de partidos. Los principios para la Estrategia se construyen sobre más de 1.600 referencias bibliográficas, modelizaciones matemáticas y 350 gráficos basados en 500 series de datos. Hemos estudiado los principales modelos anticipatorios del mundo. Hemos colaborado con organismos como el Banco de España, la Comisión Europea, la OCDE o la AIReF”.
Es obvio que quien acertara siempre en sus previsiones a largo plazo sería más un demiurgo, un mago, que un científico o un político con visión, pero no se trata de esto: el diccionario Oxford define prospectiva como aquella ciencia que se dedica al estudio de las causas técnicas, científicas, económicas y sociales que aceleran la evolución del mundo moderno, y la previsión de las situaciones que podrían derivarse de sus influencias conjugadas. Y su utilidad es manifiesta: no solo esta previsión permite tomar decisiones de presente que eviten desviaciones y estrangulamientos (si conocemos la población probable de una urbe en el futuro, podremos edificar sus infraestructuras convenientemente antes de que se congestione) sino que también es capaz de mitigar contratiempos futuros. Si hubiéramos tenido —esta vez a escala europea o global— mejor información sobre el riesgo de los virus pandémicos de origen animal, quizá hubiéramos podido evitar la covid-19 o disponer de vacunas o de tecnologías vacunales adecuadas, con el consiguiente ahorro en vidas y en recursos.
De cualquier modo, en contra de lo que creen algunos críticos pazguatos que no saben en qué mundo habitan, esta iniciativa no está aislada: en los últimos tiempos se han creado unidades de prospectiva estratégica en Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Finlandia, Singapur, Suecia y Reino Unido, entre otros países, y también en organismos internacionales como la OCDE, la OTAN, o la Comisión Europea.
Estas reflexiones estratégicas españolas no están aisladas sino que acompañan más bien a una movilización general: el día 21, la ministra de Exteriores, González Laya, participó en la reunión ministerial del Consejo de Europa, celebrada en Hamburgo, que sirvió para poner las bases de una reflexión estratégica, con el objetivo de adoptar, en el próximo comité ministerial en 2022, una visión amplia para esta organización de cara a los próximos años. Asimismo, el pasado 9 de mayo, día de Europa, arrancaba en el seno de la UE la Conferencia sobre el Futuro de Europa, que tiene objetivos semejantes a los que España se ha fijado en su aventura prospectiva particular. Estamos, pues, en la línea de las inquietudes de los países más avanzados del mundo, y sólo un necio o indigente intelectual puede troncharse de risa por el hecho de que la superestructura intelectual y política más refinada del país trate de adelantarse a los acontecimientos.
Curiosamente, como menciona Iván Redondo en el referido artículo, esta iniciativa tiene un notable precedente: Joaquín Garrigues Walker, un brillantísimo político y uno de los escasos liberales compasivos que en la Transición no tenían pasado franquista, proyectó y puso en pie a finales de los años setenta del pasado siglo, como ministro sin cartera —ya se le había declarado la leucemia que lo llevó a la tumba—, un Instituto Nacional de Prospectiva con el mandato de estudiar “con un carácter multidisciplinar los problemas del futuro” y asistir al país en aquellos años clave. Han debido pasar más de cuarenta años para que aquel designio auspiciado por Adolfo Suárez encontrara un digno epígono que lo llevara a término.
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