domingo, 19 de marzo de 2023
Vista a la Izquierda....
Yolanda Díaz, Canal Red, las peleas de siempre y algunas razones escondidas
19/03/2023
Yolanda Díaz
La vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, y el líder de Más País, Iñigo Errejón.- FOTO EDUARDO PARRA (EUROPA PRESS)
¿Será que vienen elecciones?
El ruido político sube en relación directamente proporcional a la cercanía de las elecciones. Dos más dos son cuatro. Siempre ha sido en estas fechas cuando han estallado las falsas acusaciones contra Podemos, cuando los jueces se han convertido en actores políticos y las tertulias han puesto a pleno funcionamiento su máquina del fango -después de una estrategia temporal que pasa por haber depurado sus plantillas de tertulianos críticos-. Esta certeza no quita que tengamos derecho a separar el grano de la paja.
En esta discusión sobre el papel de la izquierda en las cercanas elecciones municipales y autonómicas echo en falta que todos los actores sinceren qué hay detrás de sus argumentos. Es evidente que no hace falta ese ejercicio en OK Diario, en La Razón o El mundo, en El programa de Ana Rosa o el de Susana Griso, en el telediario de Vallés, con los discursos e invitados de Motos en El Hormiguero o con las homilías de Federico Jiménez Losantos, Carlos Herrera o Carlos Alsina. Tampoco hace falta con VOX ni con el PP ni con Ciudadanos. Juegan a la democracia con las cartas marcadas y son capaces de robarse el dinero de la Operación Chamartín de turno, el destinado a niños hambrientos de África, el de una visita del Papa o del bono eléctrico pensado para las familias vulnerables.
No olvidemos que una de las estrategias centrales de la derecha, sabiendo que alguien de izquierda nunca les votaría, es desalentar a esos votantes progresistas y que no vayan a las urnas
En cambio, en los ámbitos más entreverados, en esos donde el periodismo no responde a pautas mercenarias y, en la política, donde se mantienen un ámbito de respeto a la virtud pública más allá de los intereses particulares personales o de partido, la confusión no es menor y eso termina golpeando a los intereses democráticos del conjunto de la ciudadanía. No olvidemos que una de las estrategias centrales de la derecha, sabiendo que alguien de izquierda nunca les votaría, es desalentar a esos votantes progresistas y que no vayan a las urnas.
Ante tanta turbiedad, claridad. Habría que apelar, aunque es ingenuo, a la honestidad del político o del opinador de la política -pues ambos van configurando un ánimo público que decidirá las elecciones-para que expresaran realmente qué hay detrás de sus afirmaciones. Leo argumentos y con cada vez más frecuencia creo que están razonando con fines diferentes a los que enuncian. El chat GTP suele ser más sincero.
Como ocurre cotidianamente en los medios y en las redes sociales, hay una legión de malpagados que reciben su soldada buscando argumentos para descalificar cualquier mensaje que venga de la izquierda
Con mayor o menor consciencia. La astucia de la razón hegeliana es precisamente eso: que junto a tu voluntad y tu libre albedrío no dejas de ser hijo de tu tiempo, de tu condición social y de tu manera de estar en el mundo. En las ciencias sociales, para explicar el comportamiento de los actores políticos y de la ciudadanía en general invitamos a mirar desde cuatro sitios: desde las teorías de la elección racional, que nos presuponen egoístas y maximizadores de nuestra utilidad (utilidad material o de estatus o de prestigio); desde las instituciones en donde operamos (con sus restricciones y también las capacidades que brinda); desde los diferentes "círculos de reconocimiento" en donde nos miramos; y desde el compromiso individual de cada cual con lo que es bueno, bello y verdadero. Es decir, desde la decencia y la honestidad.
Es importante clarificar porque, como viene siendo común, es más el ruido y la tinta que oscurece el trasfondo que la claridad de los argumentos. Como ocurre cotidianamente en los medios y en las redes sociales, hay una legión de malpagados que reciben su soldada buscando argumentos para descalificar cualquier mensaje que venga de la izquierda. Hay que señalarlos.
Pero la izquierda sabe que con una katana no puede ganar a los cañones. Ha aprendido más de El último samurai que de Novecento. En estos días ha habido polémica porque desde el aire de familia de Podemos, una guerrilla mediática que está ojo avizor a los movimientos de la derecha o de la izquierda "realista" para contrarrestar su enorme capacidad de tiro ha sacado sus herramientas, no siempre habiéndolas engrasado antes. Es verdad que en ese ejercicio cae algún troyano al lado de los tirios, pero no dejan de ser pedradas de David contra los Goliath del panorama mediático. Es sorprendente que en la Europa de los medios que defendieron las armas de destrucción masiva en Irak, la que controla cientos de fábricas de bots, la que dedica cantidades ingentes de dinero para mentir en las redes se señale a la izquierda porque pone unos cuantos tuit. Quizá la inminencia de la puesta en marcha de Canal Red, un proyecto televisivo por internet que impulsa el ex vicepresidente Pablo Iglesias, explique por qué aumentan las expectativas y las diatribas.
Pero la izquierda sabe que con una katana no puede ganar a los cañones. Ha aprendido más de El último samurai que de Novecento.
¿Qué piensan los que no nos cuentan lo qué piensan?
Como decía el doctor House, "todos mienten". Parece que el ejercicio intelectual por excelencia en la actualidad es desvelar lo que reposa debajo de las mentiras. Dedicar más tiempo a desaprender que a aprender. Tiene ventaja la izquierda a la hora de defender la verdad, porque al querer superar el sistema tiene menos necesidad de mentir. Sin embargo, ¿es toda la izquierda igual? ¿Hay argumentos que no se enuncian? ¿Qué buscan los actores políticos en el campo progresista?
En un ejercicio apresurado de lectura de intenciones podríamos señalar las siguientes hipótesis:
Thank you for watching
PSOE: es decir, Pedro Sánchez, que quiere seguir gobernando y para ello sabe que necesita que las fuerzas de izquierda ajenas al bipartidismo saquen un resultado suficiente. Al mismo tiempo, suspiran por aniquilar a Podemos, empezando por sus líderes y sus ex líderes, aunque eso sería su fracaso (y Sánchez sabe que su fracaso se lo cobrarán muy caro los Page, Lamban y demás derecha del PSOE). Por un lado, porque no les darían los escaños: hay gente de izquierda que ya nunca votará al PSOE. Además, alejaría a Bildu y ERC y pondría en peligro el nuevo bloque de gobierno. Esas pasiones contradictorias explican la sensación de veleta del PSOE (y también los bandazos de lo que se empieza a conocer como la "progresía mediática"). Necesitan que Yolanda Díaz, de la que piensan que ha perdido demasiado tiempo, haga la tarea que se le encomendó, y piensan que si sigue enfadando o ninguneando a Podemos el proyecto naufragará. Aunque Tezanos les dijera lo contrario, saben que si se divide la izquierda no habrá votos para sumar una mayoría frente al PP-VOX. Además, desde el PSOE no contaban con que las cesiones a la derecha iban a reforzar el liderazgo de Irene Montero (en parte, y era impredecible, por el capricho soberbio de Pilar Llop, la Ministra de Justicia). Desde que se fue Iván Redondo y a alguien se le ocurrió la moción de censura de Murcia, no son pocas las veces en donde parece que la estrategia socialista falla.
Podemos: siente que ha sufrido desde 2014 una cacería indigna de una democracia y que los que pretenden beneficiarse de los ataques que ha sufrido no tienen coherencia de izquierda. Sabe también que les atacan porque son los que han cambiado España (y que cuando te vas de Podemos, todo se suaviza. Pensar que algún líder de Podemos hubiera cobrado ilegítimamente el bono social nos lleva a un escenario de portadas, tertulias, informativos y linchamientos que no han existido cuando ha sucedido en otras izquierdas. Escucho a algún asesor de la izquierda madrileña errejonista diciendo: "aguanta, que se pasa y vamos a seguir como si no pasara nada". Alguno que nunca podría decirse desde Podemos porque nunca nada se pasa). Al tiempo, Podemos piensa que todos los que le critican acusándole de fragmentar a la izquierda son gente que estaban en Podemos, se hicieron famosos gracias a Podemos y ahora todos han fundado partidos contra Podemos o que quieren sustituir a Podemos (Íñigo Errejón con Más País, Teresa Rodríguez con Adelante Andalucía, Alberto Rodríguez con Drago o Yolanda Díaz con Sumar). Sabe que ha sido su coherencia y su consistencia la que ha logrado las principales leyes sociales en España y tiene en su cuerpo las cicatrices que le ha producido arrancarle al PSOE esas políticas (de las cuales luego el PSOE hace gala y se cuelga medallas). Como fuerza avasallada y asediada, recuperó su autoestima tras el fiasco de las elecciones andaluzas (un desastre creado al alimón entre Izquierda Unida y el equipo de Yolanda Díaz con la colaboración de Más País). Y después de que Errejón creara a sus espaldas un partido con los once liberados que le entregó Podemos, no está dispuesto a repetir esa experiencia. Sabe también que el PSOE está más cómodo con Yolanda Díaz que con Ione Belarra o Irene Montero y, por coherencia personal y respeto a los militantes, va a defender con firmeza la plaza. Podemos, con la nueva dirección, ha empezado a hacer por vez primera partido. Y eso le otorga un largo aliento que le ayuda a pensar que no se lo juega ya todo a una carta. Por eso presiona con lo que considera que es justo y con la firmeza del que no va de farol.
Izquierda Unida: en verdad había que decir el PCE. El histórico partido comunista de España, que mantuvo la bandera de la dignidad en solitario y luego en Izquierda Unida durante mucho tiempo, vio en 2011 cómo el 15M le arrollaba. No supo leer el cambio de los tiempos y despreció lo que significaba la gente en las calles. Después, el PCE decidió "migrar" a Unidas Podemos igual que antes había migrado a Izquierda Unida. Aunque perdió en Unidas Podemos la centralidad que tenía en IU cuando era el principal partido de la coalición. Ahora ha decidido volver a migrar, en esta ocasión a Sumar, confiando en que la militancia en el Partido Comunista de España de Yolanda Díaz le permitiría recuperar la centralidad perdida. Es lo que explica por qué Enrique Santiago y Alberto Garzón están entregados al proyecto de Sumar y, concierta sorpresa, a Yolanda Díaz, pese a que ideológicamente estarían más cerca de Podemos. (Pensemos, por ejemplo, en las posiciones en la guerra de Ucrania, recordando que Izquierda Unida nació del movimiento Anti-OTAN). Y es también lo que explica que los que ayer argumentaron como una de las razones para irse de Podemos el pacto con Izquierda Unida, ahora pacten entre sí, como pasó en Andalucía. La nueva política a veces se parece mucho a la vieja. Y por eso no es extraño que en ese viaje acompañen al viejo comunismo todos aquellos y aquellas que sueñan con una izquierda inmaculada, que prefieren no gobernar para no tener que enfrentarse a la dureza de saber que dios no existe y que prefieren odiar a Podemos antes que enfrentar la realidad y cambiarla.
La ira entre Podemos y el errejonismo está ahí, si bien es condición necesaria que se supere. Los votantes, salvo los más concienciados, no entienden las disputas.
Más País-Más Madrid: Más País tiene dos escaños. Relevante no es. En cambio, el partido más fuerte de la izquierda madrileña es Más Madrid. Por un lado porque Podemos no se presentó a las elecciones municipales después de la espantá de Errejón y Manuela Carmena; por otro, porque Mónica García, como médico anestesista, supo hacer una oposición a Díaz Ayuso que, si bien no fue eficaz tuvo brillo. El partido que lidera Mónica García es una referencia obligada para salir de la barbarie de Díaz Ayuso y de Martínez-Almeida. Pero se sabe en los mentideros de la villa que la relación entre Errejón y la dirección de Más Madrid no es buena. Han sido notorias las ausencias en su espacio político en defensa de Mónica García con el caso del innecesario, torpe e injustificable cobro del bono social y el bono térmico (siendo una familia acaudalada). Tampoco ha salido Yolanda Díaz a defenderla, pese a que era evidente que es o era su aliada en Madrid. Más País nació del error de cálculo -o la mentira programada- de que iba a sustituir a Podemos en las elecciones de 2019. La historia es conocida: Errejón sacó su escaño y los verdes otro. Dos escaños. Podemos perdió al menos trece. Pero el apoyo mediático ha sido enorme (como le pasó a Albert Rivera). Ferreras, el del es burdo pero voy con ello contra Podemos, no hay día que no le brinde su apoyo. Más País es un proyecto que suena a desesperado (hemos visto un acto en Canarias de Errejón con Alberto Rodríguez, pese a que no le apoyó cuando le quitaron injustamente el escaño. En ese acto en Canarias también estaba un tipo aupado por Jesús Gil, el corrupto de Marbella, condenado por fraude electoral). Pese a las cuitas pendientes, hay que pensar en cómo suturar las heridas. La ira entre Podemos y el errejonismo está ahí, si bien es condición necesaria que se supere. Los votantes, salvo los más concienciados, no entienden las disputas. Mónica García se negó a la alianza en Madrid con Podemos que le propuso Alejandra Jacinto y Roberto Sotomayor. Podemos ahora se encuentra con que el cobro del bono social por Mónica García -que si los medios hubieran apretado hubiera devenido en una dimisión- quizá baje los humos y haga más fácil el entendimiento.
Si la irrupción de Podemos en 2014 supuso la ruptura del bipartidismo, la emergencia de Canal Red es probable que suponga el fin del duopolio privado de los medios en España
La progresía mediática: quizá el humor que más acompañe al periodismo progresista es el que dice que le corresponde a Podemos salvaguardar el gobierno de coalición cediendo cada vez que hay un conflicto con el PSOE. Llama la atención que apenas se les identifiquen señalamientos duros al socio mayoritario, al PSOE, mientras que constantemente le dicen a Podemos lo que tiene que hacer, que consiste, por lo general: en no levantar la voz ni criticar los incumplimientos del PSOE, en aceptar lo que Sánchez imponga como Presidente del Gobierno, en ceder ante cualquier vendaval mediático que dirija la derecha, en aceptar y celebrar lo logrado y dejar para otra ocasión lo no conseguido, en definitiva, en convertirse en un gestor complaciente de las políticas que el PSOE esté dispuesto a tolerar. Esta izquierda mediática es útil en la medida en que defiende al gobierno de coalición, pero suelen contemporizar en tiempos de zozobra y, llegado el caso, terminan culpando a Podemos de la "polarización" -aunque sea responsabilidad de jueces haciendo política o del PSOE incumpliendo los acuerdos de gobierno- y al final son rehenes de la lógica general de los medios en los que trabajan. Para la progresía mediática el ideal es un gobierno de coalición entre el PSOE y Yolanda Díaz, donde Podemos pierda su capacidad de dar un golpe en la mesa del Consejo de Ministros y quede como un Pepito Grillo que oriente el rumbo, y donde la incorporación de Bildu y ERC a la gobernanza de España sea sustituido por apoyos del PNV y de sectores oportunistas del independentismo catalán.
Pablo Iglesias y Canal Red: Después de la creación de Podemos, la siguiente carga de profundidad contra los residuos del régimen del 78 es la creación de una televisión que opere al margen del oligopolio que configuran Mediaset (de Berlusconi y ahora reorientándose hacia la derecha española), AtresMedia (del grupo Planeta, es decir, del PP y con simpatías con VOX) y RTVE (en manos del partido de gobierno de turno o, ahora mismo, por la brillantez de Bolaños, del PP). Iglesias salió del gobierno por propia voluntad pero desde el hastío de no haber podido desarrollar las transformaciones que había imaginado. Toda esa tarea pendiente, más la constatación de que la derecha española y acompañantes no hacen prisioneros -juicios, fomento de las divisiones, un año asediándole a él, a su compañera y a sus hijos en la puerta de su casa, bulos cotidianos demonizando o intentando quebrar el ánimo, traiciones políticas y persecuciones constantes a los compañeros y compañeras- le llevan a Iglesias a desarrollar un proyecto mediático carente de cualquier ingenuidad. Canal Red va a ser un actor esencial en la reconfiguración de la izquierda española y su único riesgo es él mismo, es decir, alimentar el marco del asedio y dar la sensación de estar asediado, configurando una política de "nicho" que no permita crecer al espacio como hizo Podemos en 2014 leyendo correctamente el 15M. Si la irrupción de Podemos en 2014 supuso la ruptura del bipartidismo, la emergencia de Canal Red es probable que suponga el fin del duopolio privado de los medios en España, que ha sido la condición necesaria del rapto democrático que hemos sufrido en manos del bipartidismo.
Ninguna idea política tiene fuerza si no se convierte en una emoción.
Conclusión
Estas notas pretenden dar cuenta, con la urgencia de una nota periodística, de las corrientes de fondo que se expresan en la izquierda. Se leen sobre todo, como ocurre en los partidos, desde la lógica de las teorías de la elección racional: todos buscan, con egoísmo de grupo o individual, maximizar su utilidad, aunque hay más o menos incursiones de honestidad y decencia. En España -no así en otros lugares- el marco institucional aún funciona, aunque lo que le está haciendo el PP al poder judicial está poniendo en riesgo la credibilidad de la división de poderes. Estamos, como venimos repitiendo, en la paradoja de que es la izquierda la que está defendiendo la democracia liberal y sus pesos y contrapesos. La idea del "círculo de reconocimiento" (que desarrolló Alexandro Pizzorno) nos muestra que esa referencias de comportamiento ahora mismo son un factor de división entre las diferentes familias de la izquierda, porque tienen enormes dificultades para comunicarse entre ellas. Por último, ¿qué queda de la mirada generosa, de la ideología de izquierdas basada en la fraternidad, del humanismo que implica compasión, de la mirada para la que y nada de lo que es humano nos es ajeno? Pues hay que convenir que no está en su mejor momento. Y eso es un error. Ninguna idea política tiene fuerza si no se convierte en una emoción.
La política en la izquierda no puede ser solamente un pulso permanente. Si te haces con dragones terminas siendo igual que los caminantes blancos.
Yolanda Díaz ha gastado una parte de su capital simbólico, igual que le ha pasado algo similar a todas las fuerzas de la izquierda (es evidente que el Podemos de 2023 no es el Podemos de 2015 y que el PSOE agotó su crédito por su papel en el bipartidismo). Yolanda Díaz aceptó el reto para superar este bache. Es muy probable que las hendiduras en la nave de la izquierda solo puedan superarse recuperando la idea de unidad. La unidad sólo se va a construir con una suerte de generosidad y de reconocimiento. Hasta ahora, la generosidad ha brillado por su ausencia salvo en el caso de Podemos (hay que recordar que el PCE y Alberto Garzón se opusieron a que Yolanda Diaz fuera Ministra, pese a que ahora se desborde el incienso en su relación). La política en la izquierda no puede ser solamente un pulso permanente. Si te haces con dragones terminas siendo igual que los caminantes blancos.
Le corresponde a la Ministra de Trabajo organizar creativamente esa suma de generosidad y de reconocimiento para que la unidad sea la foto de la izquierda en las elecciones. Vuelve a ser un error no colaborar en las elecciones municipales pensando que un debilitamiento de las fuerzas de la izquierda significa un reforzamiento de Yolanda Díaz. Decía Platón en Las leyes que en los asuntos complejos hacía falta la comparecencia de Zeus. Pero el maldito Zeus sigue empeñado en guardar silencio.
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