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La inesperada vitalidad del costumbrismo asturiano
El histórico género teatral ha renovado en las dos últimas décadas público y temáticas con una mirada irónica a la sociedad asturiana del siglo XXI.
Por
Diego Díaz Alonso
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Diego Díaz Alonso
Diego Díaz Alonso
Historiador y activista social. Escribió en La Nueva España, Les Noticies, Diagonal y Atlántica XXII. Colabora en El Salto y dirige Nortes.
Carreño celebra este mes en el Teatro Prendes de Candás la 34 edición del Salón del Teatro Costumbrista, un evento organizado de manera interrumpida desde 1995, que ni si quiera la pandemia paró, y que para sorpresa de propios y extraños llena cada mes de agosto el patio de butacas con un público cada vez más intergeneracional. Gonzalo Bengoa, que lleva 15 años cubriendo el festival para La Nueva España destaca la presencia cada vez mayor de un público juvenil y familiar, así como de turistas atraídos por el “exotismo” de la propuesta, muchas veces simplemente por la curiosidad de saber cómo suena el asturiano.
No siempre fue así. Alain Fernández, director del Teatro Prendes y apasionado del costumbrismo asturiano, señala que en 1995, año de la primera edición, tan sólo cuatro compañías actuaron en el Salón: “Hoy en cambio son 13”. Para el programador la clave de esta vitalidad es la renovación temática que el género comienza a experimentar a principios de 2.000 con autores como José Ramón Oliva que escriben nuevas obras, respetando los códigos y arquetipos del costumbrismo, pero con nuevas temáticas y ambientaciones plenamente urbanas, ya no en la aldea bucólica, sino en la Asturies contemporánea, en gran medida postindustrial. “Se empezó a hablar de temas más actuales y el público, que estaba muy envejecido, empezó también a renovarse” explica Fernández, promotor asimismo de los Premios “Aurora Sánchez”, algo así como los Goya o los Oscars del costumbrismo asturiano, un galardón que en su opinión ha contribuido a dignificar el trabajo de las compañías y mejorar la calidad de los espectáculos, que a pesar de su carácter amateur, señala, tienen una factura y producción cada vez más asimilable a la del teatro profesional.
Un género centenario
Alain Fernández señala que en todas partes hay costumbrismo, pero que en ningún otro lugar de España, “existe un arte teatral continuado, renovado y con tantas compañías como en nuestro caso”. Para Fernández se puede comparar un poco con el monologuismo gallego o los bertsolaris vascos, pero con la diferencia de que aquí hablamos de obras de teatro con sus escenarios, libretos, iluminación y actores y actrices. “Para mí es comparable al kabuki japonés” explica Alain, en alusión al centenario teatro japonés, declarado Patrimonio de la Humanidad. “El kabuki nos enseña la cultura japonesa, igual que el costumbrismo nos explica la forma de ser de los asturianos” resume.
Recopilación de monólogos del mierense “Anxelu”.
El costumbrismo asturiano toma cuerpo a finales de los años 20, se desarrolla durante la Segunda República, sobrevive a la Guerra Civil y a la identificación de algunos de sus representantes con el bando antifascista, remonta en la postguerra y mantiene su popularidad durante el desarrollismo, llegando incluso a grabarse en discos algunos monólogos y obras. Es pues un género ligado a la industrialización, la urbanización y la castellanización de Asturies. Justamente con el declive de la sociedad campesina y el retroceso del idioma asturiano, al público se le hace más atractivo reencontrarse en clave de humor con temas rurales y populares, contados con un asturiano popular. El costumbrismo se convierte así en una expresión de la nostalgia por una Asturies en vías de extinción, de familias enfrentadas por fincas, borrachines de chigre, ingenuos romances de aldea o indianos que regresan al pueblo tras hacer fortuna en América.
Pachín de Melás y Agapita con sus hijos: Germán Horacio, Enriqueta, Mercedes y Pilar.
El género está asociado también a un nombre, la Compañía Asturiana de Comedias, quizá el grupo teatral más antiguo de España, cuyos orígenes se remontan a la Primera Guerra Mundial, y que ha sobrevivido hasta el día de hoy poniendo en escena textos de autores como Pachín de Melás, Eladio Verde o Eloy Fernández Caravera.
En sus momentos de mayor popularidad la Compañía llegó a actuar no sólo en Asturies, sino también en el resto de España, así como en América, haciendo reír al público asturiano de la emigración en Cuba, Puerto Rico o República Dominicana. Gonzalo Bengoa apunta que la diáspora asturiana, nostálgica de su tierra, siguió demandando esa “Asturias de los tipismos” que se mantuvo hasta una reciente renovación con temas como el fin de la minería, las prejubilaciones o el empoderamiento femenino. En “El Calendario” de José Ramón Oliva por ejemplo un grupo de monjas deciden hacer un calendario con poses sexys para sacar de la ruina a su convento, del que el arzobispo se ha desentendido por completo. Otra obra del mismo autor aborda en clave de humor el confinamiento por la pandemia.
Alain Fernández, director del Teatro Prendes de Candás. Foto: Gonzalo Bengoa.
“El calendario” de José Ramón Oliva.
Una representación de “Les Ayalgues”.
Una representación del Grupo de Valdesoto.
El futuro del género
Toda esta red teatral es posible gracias al trabajo voluntario de unos aficionados que ensayan duro durante todo el año y echan también su tiempo en construir los escenarios de las obras. No obstante, aunque los grupos siguen estando compuestos por actores y actrices amateur en algunos casos ya hay directores y directoras profesionales. Estamos hablando de espectáculos que llegan a girar con bastantes funciones en el conjunto de Asturies, y que incluso a veces logran salir de la comunidad. Fernández apunta además que hay una escuela costumbrista que también se percibe en otro tipo de propuestas profesionales: “Está claro que gente como Maxi Rodríguez, Cellero o Escena Apache beben de esa tradición”.
Aunque el repertorio clásico sigue gozando de buena salud, tanto Bengoa como Fernández destacan que el futuro del género irá cada vez más por esa renovación temática que se percibe desde principios del siglo XXI, y que respetando la esencia costumbrista ha logrado trascender el público tradicional. “La mejor manera de saber cómo somos los asturianos está en el teatro asturiano costumbrista” resume Fernández: “Nos tomamos los buenos momentos con alegría, y los malos con un poco de sorna”.
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