Midiendo el tamaño del las defensas de la zona euro
Richard Barley.WSJ
España insiste en que no necesita un rescate. Pero el incremento de la rentabilidad de la deuda estatal española está consiguiendo que las herramientas de la eurozona para combatir la crisis se analicen con lupa. El Fondo Europeo de Estabilidad Financiera ha logrado aumentar sus poderes y se ha adelantado la entrada en vigor del nuevo Mecanismo Europeo de Estabilidad en un año. ¿Pero cómo funcionarán en la práctica?
La eurozona afirma que el FEEF y el MEDE juntos pueden prestar otros 700.000 millones de euros. Pero esta cantidad no está disponible inmediatamente. Al FEEF aun le quedan 248.000 millones de euros, que están disponibles hasta mediados de 2013, cuando el FEEF deje de existir. El MEDE entrará en vigor en julio de 2012. Tiene un volumen crediticio máximo de 500.000 millones de euros, pero el importe total no será accesible hasta 2014, dado que los países deben aportarle capital en un periodo de dos años. Y el MEDE, al igual que el FEEF, tendrá que pedir dinero prestado en los mercados para poder conceder fondos.
El importe de los fondos disponibles, junto al desajuste temporal, hace que la barrera sea inadecuada para hacer frente a crisis importantes. Después de todo, si se produce un desastre, los inversionistas querrán acceder al dinero inmediatamente en lugar de tener que esperar meses. RBS calcula que la cifra total de ayudas --en caso de que Italia y España la necesiten, y que Grecia, Irlanda y Portugal requieran más fondos-- podría ascender a entre 1,1 billones de euros y 1,2 billones de euros (millones de millones) en los próximos tres años. Por ahora, lograr ayuda fuera de la eurozona parece improbable.
Un rescate con éxito de un país grande, por tanto, tendrá que incluir un mecanismo para preservar su acceso a la financiación de los mercados. Aquí es donde entra en juego la nueva flexibilidad del FEEF. Puede comprar bonos en el mercado primario o secundario, conceder un préstamo para recapitalizar los bancos o incluso proporcionar a los países una línea de crédito preventiva. Los planes de compra de bonos pueden hacer ganar tiempo al intentar frenar la subida de la rentabilidad, que asustaría a los inversionistas del sector privado. Mientras, las ventas del mercado primario podrían favorecerse mediante un seguro de crédito parcial provisto por el FEEF. Y las compras en el mercado secundario podrían contar con el impulso de fondos de inversión en los que los inversionistas han comprometido 60.000 millones de euros.
El problema es que estos instrumentos no se han puesto a prueba. En una fuerte pérdida de confianza de los mercados, el seguro parcial podría no suponer el incentivo suficiente para que los inversionistas compren, dados los temores de pérdidas extremadamente elevadas en un escenario de impago. Las compras del mercado secundario podrían simplemente dar a los inversionistas actuales un salida más que atraer nuevos compradores.
El mayor obstáculo podría ser que para que cualquiera de estas opciones esté disponible, un país debe pedir ayuda, y la eurozona debe estar de acuerdo a la hora de darla. Esto será un amargo trago político para ambas partes. Además corre el riesgo de que la confianza del mercado se vea mermada antes de que se entregue la ayuda. Incluso un préstamo para recapitalizar los bancos exigiría un tratamiento delicado para evitar el pánico.
Debido a los fallos de la barrera, el Banco Central Europeo podría verse de nuevo forzado a jugar el papel de bombero reacio.
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