La doctrina del shock como estrategia y oportunidad para privatizar los sectores y los servicios públicos del “estado del bienestar”
Para las grandes multinacionales, inversores y grupos de interés, les es indispensable para su permanente crecimiento de negocio con el que obtener grandes beneficios económicos, privatizar todo lo que esté en manos del Estado, ya sean sectores o servicios públicos, en aras a la eficacia y eficiencia del libre mercado. En diferentes países se han privatizado a lo largo de los años sectores públicos como: ferrocarriles, servicio postal, seguridad, centros penitenciarios, gas, electricidad, telefonía…, o servicios públicos de educación, salud, asistencia social…, aprovechándose de las situaciones de crisis financieras y económicas, de guerras o de catástrofes naturales. Para este modelo fundamentalista de capitalismo depredador de libre mercado globalizado, que se ha impuesto en todo el mundo, cualquier tipo de crisis, guerra o catástrofe, es una oportunidad de negocio que no quieren desaprovechar.
Pero para poder llevar a cabo la privatización de los sectores y servicios públicos, las grandes multinacionales, inversores y grupos de interés, necesitan de una atmosfera de crisis a gran escala y de unos partidos políticos que defiendan sus intereses y de unos gobiernos afines que estén dispuestos a ello, y quien mejor que los gobiernos ultraliberales, y si no es así, buscaran los pretextos para imponer a tecnócratas económicos que lleven las riendas de los países (casos de Grecia e Italia), tal y como lo entendía Milton Friedman, impulsor de la Escuela de Economía de Chicago.
Para Friedman, las únicas funciones del Estado consistían en: la protección de las libertades contra los enemigos del exterior y del interior, la defensa de la ley y el orden, garantizar los contratos privados y crear el marco para unos mercados competitivos, así como la de procurar la eficiencia de los mercados financieros. Es decir, un ejército que defienda el libre mercado en todo el mundo (política de defensa preventiva de EE.UU junto con sus socios de la OTAN) y que pueda actuar en el interior del país en defensa de los mismos intereses; unas leyes que coarten la libre manifestación de los ciudadanos ante las injusticias sociales; una policía que reprima las manifestaciones y disturbios e infunda temor entre los ciudadanos; unos sectores económicos y financieros completamente desregulados y la prevalencia de los sectores privados frente a los públicos, incluidos la educación y la salud igualitaria, por considerarla una interferencia injusta ante las leyes del mercado.
Friedman articuló la táctica del capitalismo contemporáneo y observó que sólo una crisis real o percibida da lugar a un cambio verdadero. Cuando esa crisis tiene lugar, las acciones que se llevan a cabo dependen de las ideas que flotan en el ambiente. Según Friedman, la función básica es desarrollar alternativas a las políticas existentes, para mantenerlas y reactivarlas hasta que lo políticamente imposible se vuelve políticamente inevitable. Friedman estaba convencido de que era importante actuar con rapidez, para imponer los cambios rápida e irreversiblemente, antes de que la sociedad afectada se pudiera dar cuenta de lo que le venía encima. Estimaba que una nueva administración disfruta de seis a nueve meses para poner en marcha cambios legislativos importantes; si no se aprovechaba la oportunidad de actuar durante ese período concreto, no se volvería a disfrutar de otra ocasión igual. “Vale más comunicar de una sola vez las malas noticias”, decía Maquiavelo.
En momentos de prosperidad o estabilidad económica es muy difícil, por no decir imposible, que una sociedad acepte la privatización de los servicios públicos básicos del “Estado del bienestar”, educación y salud. Para que una sociedad pueda llegar a aceptar la privatización de estos servicios es indispensable que se encuentre en un estado de shock. Pero, para que una sociedad se encuentre en estado de shock tienen que haber ocurrido hechos violentos, grandes catástrofes o grandes crisis, ya sean estas reales o percibidas.
Llegados a este punto, algunos se preguntaran ¿pero que es la doctrina del shock?. La doctrina del shock es una estrategia que se mueve en el ámbito de la psicología social, la psiquiatría y la terapia de choque, que tratan de vaciar la mente para reconducirla y retroalimentarla para que haga concesiones en contra de su voluntad quebrando “las fuentes que se resisten a cooperar” (Método descrito en dos manuales de la CIA desclasificados a finales de los años 90). Esta estrategia ya había sido perfeccionada por Friedman y sus colaboradores, a la que llamaron estrategia del “shock económico”, pero para aplicarla habría que esperar a que se produjeran grandes crisis o crearlas si estas no se producían. Estas grandes crisis suelen aparecer tras fuertes movimientos especulativos y desregulación de los mercados financieros, y/o a través de la total liberalización de los mercados de materias primas, agrícolas y manufactureros, lo que hoy conocemos como “globalización”, motivado por los intereses de las grandes multinacionales que se imponen en las cumbres de la Organización Mundial del Comercio, doblegando a los propios gobiernos. Además de las deslocalizaciones de muchas empresas, multinacionales o no, que buscan instalarse en países donde puedan producir sus manufacturas a un coste inferior al de sus propios países de origen, sin importarles el dumping social que se pueda producir. Como quiera, que las grandes crisis producirían en los países que las sufriesen un aumento de sus déficits públicos y de su deuda soberana, y que al no poder hacer frente a la misma, se verían avocados a solicitar préstamos del Fondo Monetario Internacional, quien a su vez, les exigiría la aplicación de las tres medidas básicas y habituales del FMI; es decir, privatización de los sectores y servicios públicos, desregulación estatal y recortes en el gasto social. A las sociedades, sus gobiernos les pedirían comprensión y sacrificios económicos y sociales ante la esperanza de que estas medidas salvarían al país de mayores desastres y les conduciría a la salida de la crisis económica. Los ciudadanos, atónitos en un principio, enarbolarían la bandera del malestar social rechazando las medidas que irían a adoptar sus gobernantes. Para contrarrestar este malestar social de los ciudadanos, los gobiernos, junto con el partido o los partidos políticos que lo sustentan, y los grupos de interés, realizarían campañas de desprestigio contra la ineficacia de lo público frente a la eficacia de lo privado; defenderían la privatización y la liberalización de los sectores y servicios públicos; la desregularización económica; y la imperiosa necesidad de realizar recortes en el gasto social para equilibrar las cuentas públicas. Para realizar estas campañas se utilizarían los métodos tradicionales (hoy en día altamente tecnificados y perfeccionados) de la publicidad, la propaganda y la contrapropaganda, con el objetivo de persuadir y convencer a los ciudadanos. Además, los políticos utilizarían el discurso, la arenga y el verbalismo vacio que conduce a la esterilidad mental; la repetición como medio y como fin; las ideas reiteradas, para conseguir personas repetidas. He ahí los objetivos perseguidos. Los medios de comunicación social harían el resto, con articulistas, comentaristas y tertulianos al servicio de los sectores ultraliberales, que defenderían con ahínco las medidas gubernamentales. Al mismo tiempo en que se realizarían las campañas anteriormente expuestas, los gobiernos aprobarían de forma rápida y autoritaria las medidas a adoptar, sin negociar con los partidos políticos en oposición ni con los agentes sociales. Los efectos de las campañas de desprestigio, de la publicidad, de la propaganda y de la contrapropaganda, de las intervenciones de los políticos y de los medios de comunicación social, tanto a favor como en contra de las medidas gubernamentales, generarían entre los ciudadanos diferentes opiniones controvertidas. Ya se sabe que las verdades a medias, la profusión de muchos datos y cifras, el engaño con las promesas incumplidas de los políticos, las animadversiones ideológicas o de clase social, la xenofobia y el racismo, la envidia, el catastrofismo, y un largo etcétera; conllevaría a los ciudadanos a un estado de confusión y división, que aderezados en un contexto de crisis económica: con el cierre de empresas, desempleo, pérdida de poder adquisitivo y de derechos sociales, haría que los ciudadanos entraran en un estado de abatimiento, de languidez y de apatía en el que asumirían las reformas y los recortes sociales y estarían predispuestos a aceptar las privatizaciones de los sectores y servicios públicos. Pero abría otros ciudadanos que se indignarían y mostrarían su rechazo a las reformas y recortes sociales con huelgas y manifestaciones; a estos ciudadanos se les aplicarían las leyes y toda la fuerza necesaria para mantener el orden público, a fin de atemorizarles y socavarles su voluntad; esto haría que otros ciudadanos no se sumase a sus protestas. La complacencia, la sumisión y el temor se instalaría entre la ciudadanía, esto vaciaría su mente que sería reconducida y retroalimentada para que hiciera concesiones en contra de su voluntad, entraría en un estado de shock que quebraría “las fuentes que se resisten a cooperar. A partir de ahí, los gobierno ya podrían comenzar a privatizar rápidamente los sectores y los servicios públicos y poderlos vender al mejor postor. Cuando los ciudadanos se recuperasen del trauma, las privatizaciones ya serían permanentes.
Según la periodista canadiense Naomi Klein, en su libro “La doctrina del shock: el auge del capitalismo del desastre”, nos da una versión de como se aplicó la doctrina del shock en varios países a raíz de guerras, catástrofes y crisis financieras y económicas: Golpe de Estado en Chile, Guerra de las Malvinas (Reino Unido), Bolivia, Polonia, Rusia, Sudáfrica, Estados Unidos (después del 11S y del huracán Katrina en Nueva Orleáns), economía de los Tigres (crisis financiera asiática 1997), Irak… En la actualidad la doctrina del shock se está aplicando en los países en crisis en sur de Europa, Grecia, Portugal, Italia y España; sin olvidar que también se está aplicando en Irlanda, Reino Unido, Francia y ahora en Holanda.
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