Si Nadal no ha conseguido hacerse con este torneo, único importante que le falta, es por partidos como este, donde su físico acaba dando un par de notas menos de lo habitual y obligando a su cabeza a tener que aceptar la claudicación ante un tenista de gran calidad y en mejor forma. Así ocurrió en la otra final disputada en Londres, en 2010 ante Federer. Y de nuevo le ha pasado en este 2013. Por cierto, ya son 19 finales ante Djokovic, de las cuales el serbio ha ganado diez.
Aun así, esta temporada que toca a su fin ha sido para enmarcar para el balear. Los dos Grand Slam, más cinco Masters 1.000 y otros tres torneos más le han devuelto a lo más alto del ranking mundial, acabando el año por tercera vez en su carrera dominando esta lista. Y todo tras superar las dudas físicas que sus rodillas levantaron en 2012, asustando a todos sus seguidores. Lo que está claro es que la guerra por ver quién es el mejor tenista del momento va a continuar mientras Djokovic y él sigan citándose en finales como la de este lunes.
Nadal, frágil en su servicio
El primer set puso rápidamente en evidencia el mejor estado de forma del serbio en este final de año, y con su juego agresivo consiguió llevarse los puntos decisivos, para desesperación de un Nadal cuyas piernas no alcanzaron a dominar nunca el duelo. El dominio del servicio que tuvo Nole contrastó con las dificultades para ganar sus juegos que tuvo siempre Nadal, con algunas dobles falta que terminaron por sacarle del choque. El segundo break de Djokovic en el momento de mayor intensidad de la noche, con algunos puntos de esos que hacen levantarse del asiento hasta a los telespectadores, puso la ventaja necesaria para acabar 6-3 a favor del balcánico la primera manga.
En la segunda siguió el mismo guion, con las bolas al límite de Djokovic yendo mucho más rápidas que las piernas y la cabeza de Nadal, en una superficie, que de todos es sabido, beneficia al serbio. Pronto cedió el break Rafa, que puso rumbo a la victoria al número dos. El español, lejos de rendirse, eso nunca está en sus planes, siguió intentando meterse en el partido y ¿cómo?, pues de la única manera que sabe, trasladándole a su rival todo el miedo que debería tener él. Así remontó lo que parecía ser el 5-2 en contra que dejaba para sentencia el título. Finalmente, el número uno no aguantó el siguiente envite y acabó dando su brazo a torcer, no sin pelear hasta el último golpe, en poco más de una hora y media por 6-3 y 6-4. Quizá en estos duelos sería mejor jugarlos a cinco sets. Todo con tal que no se acaben nunca.
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