lunes, 4 de noviembre de 2013

Una décima no hace...


Una décima, un trimestre…no es el fin de la recesión

Jorge Fabra Utray (@JorgeFabraU) es miembro de Economistas Frente a la Crisis
El tenue crecimiento económico del tercer trimestre del año no es suficiente para proclamar el fin de la recesión. Una recuperación que ataje la principal debilidad de la economía española, el desempleo, está lejos de vislumbrarse y esa es la única luz que queremos divisar al final del túnel. Las recientes previsiones del FMI indican que el PIB se contraerá en 2013 el 1,3% mientras que en 2014 tan sólo experimentará un anémico crecimiento del 0,2%. Por séptimo año consecutivo la demanda doméstica será negativa. Esta atonía impide afirmar que la ciudadanía vaya a notar recuperación alguna. El propio Gobierno reconoce que en 2014 la destrucción de empleo continuará. No debemos confundir el fin de la recesión técnica con el fin de la recesión ni de la crisis. A estas alturas juegos de palabras , no.
Tres causas fundamentales lastran la recuperación. En primer lugar las altas tasas de paro, y también de pobreza, que convierten cualquier discurso triunfalista en una falta de respeto hacia quienes las sufren como un drama humano. Mientras que de Europa no vengan señales nítidas de un cambio de la política fiscal, será difícil que la economía retome el impulso necesario para crear empleo neto. La teoría de la austeridad expansiva, abrazada con entusiasmo por nuestro Gobierno, ha resultado ser un error académico y político que no merece más nota que la que se escribe con millones de parados. Las elecciones europeas serán la oportunidad de los ciudadanos.
En segundo lugar, la fragmentación financiera del euro y las dudas sobre el balance de los bancos continúan dificultando la transmisión de los bajos tipos de interés del BCE a la economía productiva. En España persiste el descenso del crédito de las entidades financieras: un 13% menos en julio. La Unión Bancaria con sus tres pilares (supervisión, resolución y garantía de depósitos común) es la gran apuesta europea contra la fragmentación. En los próximos meses el BCE analizará el balance de los bancos mediante una revisión de la calidad de sus activos y pruebas de esfuerzo. Se trata de limpiar los balances de activos fallidos o de dudoso cobro, reforzando así la estructura de capital y el sistema bancario. Sin embargo, este ejercicio no estará libre de riesgos y en el corto y medio plazo podría agudizar el comportamiento procíclico del crédito. Pese a esto, la transparencia y la credibilidad bancaria son una prioridad irrenunciable.
Pero en el diseño de la Unión Bancaria han primado los intereses alemanes. Los elementos que de facto suponían una mutualización del riesgo, como la recapitalización directa por parte del MEDE, el establecimiento de un Mecanismo de Resolución Único o el Fondo Común de Garantía de Depósitos, se ha pospuesto y su implementación no está ni mucho menos asegurada.
Por último hay que hacer referencia a los elevados niveles de deuda privada, uno de los principales desequilibrios a los que se enfrenta la economía española. La  consolidación fiscal contractiva ha coincidido con el necesario proceso de desapalancamiento privado, lo que ha agravado la intensidad de la crisis. La dificultad para repagar las deudas en un entorno recesivo se ha traducido en miles de millones de euros en activos de dudoso cobro. La sequía de crédito, la recesión de la demanda y el débil crecimiento previsto para los próximos años suponen un lastre para el sistema financiero español. Una inexorable y silente reestructuración de la deuda privada se está imponiendo en la economía española. Son las quiebras, las suspensiones de pagos, los procesos concursales, la mortalidad empresarial, correlato de la destrucción de empleo y del paro.
En esta crisis nos estamos dejando muchas cosas por el camino que nos hacían mejores como sociedad, una sangría que tiene que ser cortada. Estamos asistiendo a un golpe al Estado del Bienestar, la propuesta de Europa a los europeos y al mundo que si triunfa habrá acabado con Europa como proyecto.
Europa, como España, necesita un cambio de rumbo que introduzca sentido común a la política económica. Los economistas no podemos levantar los ojos de la realidad. Y hoy, no hay más realidad que la de millones de ciudadanos bajo el miedo y la incertidumbre. Tenemos que reinventar España con mayor protección social, mejor sanidad, más educación, mas investigación, más tecnología… porque de su mano aumentará nuestra competitividad, transformaremos nuestro modelo productivo, saldremos, entonces sí, de la recesión y de la crisis.

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