sábado, 14 de mayo de 2016

Bankia, cuatro años después....

Cinco cosas que aún no sabías del caso Bankia cuatro años después del rescate

Se cumple esta semana el 4º aniversario de la intervención del Estado en BFA-Bankia, con muchos interrogantes aun abiertos.

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Rodrigo Rato, durante la salida a Bolsa de Bankia, en verano de 2011.                  
Rodrigo Rato, durante la salida a Bolsa de Bankia, en verano de 2011. - Foto EFE
  • Rodrigo Rato, durante la salida a Bolsa de Bankia, en verano de 2011.
Esta semana se han cumplido cuatro años del rescate de BFA-Bankia por parte del Gobierno. El 10 de mayo de 2012 el Ministerio de Economía intervenía y nacionalizaba la entidad ante una situación desesperada en la economía y el sector financiero españoles. Que dicho rescate conllevó la dimisión de Rodrigo Rato y la llegada del actual presidente, José Ignacio Goirigolzarri, o que la entidad acabaría necesitando una inyección de dinero público de más de 22.000 millones de euros son cosas ya de sobra conocidas.
Pero en el caso Bankia quedan aún numerosas incógnitas por despejar. La primera y más importante es la responsabilidad, penal o no, de los antiguos gestores de la entidad (y las cajas que la precedieron) tanto por la salida a Bolsa como por las numerosas operaciones irregulares sometidas a investigación por parte de los jueces. También siguen abiertas (aunque al borde de la apertura de juicio oral) la pieza separada que instruye la causa de las tarjetas black, y la que investiga la comercialización de las participaciones preferentes entre pequeños inversores. Estos grandes interrogantes están todavía por responderse. Sin embargo, hay al menos cinco historias relacionadas con Bankia que merecen ser conocidas...
Espías para investigar trapicheos
Tras la fusión de las siete cajas que dieron como resultado a BFA-Bankia, las suspicacias entre los equipos directivos procedentes de Caja Madrid y las de Bancaja se hicieron cada vez más insostenibles, toda vez que los primeros sospechaban que una parte sustancial de los segundos habían concedido de forma sistemática operaciones irregulares. Tales eran las sospechas que José Manuel Fernández Norniella, uno de los hombres de confianza del entonces presidente Rodrigo Rato, llegaron a contratar a firmas de forensic (especializadas en analizar operaciones complejas) y hasta a compañías de espionaje industrial para investigar los posibles delitos cometidos en la antigua caja valenciana.
En concreto, y tal y como se detalla en el libro Bankia Confidencial (Deusto, 2015), la entidad contrató a la firma K2 Intelligence, porque había entramados de sociedades tan complejos que una simple consultora no era capaz de llegar al fondo. "El nivel de trapicheo era increíble", según relató un antiguo directivo de Bankia. Uno de los ejemplos paradigmáticos en opinión de este antiguo alto cargo sería el de la compañía Sercapital, participada por Bancaja, que había invertido cerca de mil millones en suelo húngaro presuntamente calificado como logístico, pero que resultó ser agrícola.
Las otras Bankias antes de Bankia
La fusión de las siete cajas no fue ni mucho menos la única operación de fusión o integración que analizaron los gestores de Caja Madrid durante los meses posteriores a la aprobación del decreto que obligaría a las entidades a unirse para poder recibir ayudas. Salvo con los dos gigantes del sector financiero español, prácticamente se intentó todo. Especialmente sonado fue el intento de fusión con La Caixa, si bien no ni mucho menos el único. Así, Rodrigo Rato y sus asesores del banco de inversión Lazard analizaron operaciones para integrarse con Caja Ávila, Caja Segovia y el Banco Guipuzcoano (conocido como Proyecto Unión). Otro de los planes analizados fue el llamado Proyecto Masa, que pretendía fusionar a la caja madrileña con Banco Sabadell, lo que hubiera dado lugar a una de las mayores entidades europeas.
Acme era el nombre de otro de los proyectos analizados por Rato y su equipo: en esencial suponía la entrada de Caja Madrid en el SIP ya acordado entre la CAM, Cajastur y otras tres pequeñas cajas de ahorros. Dicha operación no siguió adelante entre otras razones por la negativa posterior de la entidad asturiana a integrarse con la antigua Caja del Mediterráneo. Hubo más todavía: se estudió una posible fusión con las cajas gallegas, la adhesión de Caja Badajoz y otra con Unnim.
Goiri dijo "no" a Rato
El actual presidente de Bankia, José Ignacio Goirigolzarri, rechazó entre 2011 y 2012, en varias ocasiones, los cantos de sirena de Rodrigo Rato. El entonces presidente llamó en varias ocasiones al banquero vasco, prejubilado tras su marcha de BBVA, para ocupar el puesto de consejero delegado. Era el favorito del Banco de España para ocupar ese puesto y tenía el beneplácito tanto del Gobierno como de los mercados para llevar las riendas de la entidad y afrontar su reestructuración.
Pero Goiri dijo que "no" en todas las ocasiones, a pesar de que incluso le llegaron a ofrecer plenos poderes ejecutivos. No sería hasta la renuncia de Rodrigo Rato (forzada por el Ministerio de Economía) que el banquero vasco aceptaría el puesto de presidente ejecutivo, ofrecido ya entonces por Luis de Guindos.
Las dietas de Caja Madrid, las mayores
Los consejeros de Caja Madrid, más allá de las polémicas tarjetas black, eran los mejor remunerados del sector por asistir a las reuniones del Consejo de Administración y de las distintas comisiones que celebraba (Control, Auditoría...). El conjunto de los administradores de La Caixa, por ejemplo, recibieron entre 376.000 y 395.000 euros anuales de 2004 a 2006 en concepto de dietas de asistencia. Sus homólogos madrileños, por su parte, prácticamente les triplicaban con unas dietas globales de entre 1.037.000 y 1.200.000 euros en ese mismo periodo.
¿Cómo se explicaba esta diferencia? La principal razón estaba en la cantidad de reuniones a las que acudían los consejeros: Mientras que en La Caixa se celebraban una docena de reuniones del Consejo de Administración al año, en Caja Madrid la cifra era de al menos una veintena.
La salida de depósitos se triplicó tras el rescate
Aunque la intervención del Gobierno en BFA-Bankia buscaba calmar a los mercados, lo cierto es que los datos del Banco de España desmontan este argumento. Bien al contrario, la nacionalización de la cuarta entidad financiera del país y el agujero detectado en la entidad despertaron tales niveles de alarma entre los inversores y ahorradores que se produjo una auténtica fuga de depósitos en España, que no se detuvo hasta que Mario Draghi pronunció sus ya célebres palabras de "haré lo que sea necesario" para salvar al euro.
Entre enero y abril de 2012, cuando teóricamente las dudas era mayores sobre España y sus sistema financiero, el saldo negativo de depósitos en la banca española fue de unos 34.084 millones de euros, de los que la mitad eran ahorradores extranjeros. Pero entre mayo y agosto, los meses inmediatamente posteriores al rescate, la cifra de depósitos que huyeron de España se multiplicó hasta los 133.020 millones de euros, según datos del Banco de España. 

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