Ver ese programa fue como mirarse en el espejo de los sueños de Aznar. Vimos un hombre que leía todos los periódicos de pequeño y quería ser Di Stefano. Un hombre que conoció a una mujer, le pidió matrimonio a los tres días y ella le dijo sí. Un hombre que hace dos mil flexiones al día -ochocientas más que Bertín- y se sacó las oposiciones en un año. Un hombre familiar, con tres hijos y siete nietos. Que presentó su dimisión a Fraga pero Fraga rompió la carta. Que refundó un partido que vagaba entre las sombras. Que sobrevivió a un atentado de ETA. Que se convirtió en presidente. Que salvó España. Que salvó Irak. Que nos dio el euro. Y sin embargo, un hombre risueño, afable, cercano. Nuestro hombre: José María Alfredo Aznar López, nacido en Madrid el 25 de febrero de 1953.
El Aznar que vimos era éxito condensado y puro. Pero Aznar también es el que creó empleo inflando la burbuja inmobiliaria. El mismo que presidió en los años de oro un partido que hoy investigan por desfalcos y corrupciones como si fuera una banda criminal. El mismo que nos hizo responsables de una guerra irresponsable, injustificable, de la que brotaron más guerras y el terrorismo Daesh. El mismo que trató de engañar a la opinión pública tras el 11-M, y que se limpió las manos con el accidente del Yak.
-Cambiarían esos aviones, ¿no?
La respuesta de Aznar:
-Tenía su encanto, tenía su encanto.
ETA acaparó buena parte de la charla, pero la ETA de la que hablaba Aznar también parecía girar en torno a él. Dijo que el objetivo primordial de ETA había sido impedir una alternancia política. Los terroristas, según él, sabían que el PP sería mucho más duro que el PSOE (sí, el PSOE de los Gal). En su lista de triunfos personales estaba, por supuesto, la derrota de ETA, y aquí, prueba de su deslealtad, no hubo mención ni a las víctimas socialistas ni a los logros del Pacto. Para Aznar estaba bien pensar en ETA como un dragón, siempre que el papel de San Jorge le tocase a él.
En la última parte de este interminable ejercicio de psiquiatría televisada, Aznar ridiculizó a Rajoy y a todo político en activo. De Iglesias dijo que, si llegase a gobernar, Bertín y él irían a la cárcel como Leopoldo López. A Rivera se refirió como "buen chico". Cuando Bertín le preguntó quién había sido el mejor presidente de los últimos tiempos, Aznar dijo dos veces que él mismo, (una por cada legislatura), y como Bertín pedía otro nombre hubo que remontarse a Maura y Cánovas del Castillo.
Hay que reconocer a Aznar, sin embargo, un mérito destacable. La mejor pregunta del programa se la hizo él a Bertín:
-Si yo te hubiera propuesto para algún cargo del PP cuando era presidente, ¿qué hubieras dicho?
Bertín, como Botella, dijo sí.
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