Un buen año para las Bolsas, aunque con sabor agridulce en la española
Cristina Vallejo
La renta variable cierra un ejercicio rentable que en el caso de la española sabe a poco por el potente arranque y el lastre que supuso la política en el último tramo
El año que termina ha estado lleno de acontecimientos, sobre todo políticos, con el arranque de la legislatura de Donald Trump en EE.UU. o las elecciones en Holanda, cuyo resultado redujo los temores respecto a las francesas que vendrían después y en las que Emmanuel Macron resultó vencedor derrotando al temible Frente Nacional. Después llegarían los comicios alemanes, en septiembre, que aún no han dado lugar a un Gobierno, y finalmente, los catalanes, en diciembre, tras dos tensos meses en España. Entre medias, también saltaron ciertos miedos geopolíticos, como los causados por el enfrentamiento entre EE.UU. y Corea del Norte, aunque en ningún momento las Bolsas se los tomaron demasiado en serio.
El año también ha proporcionado noticias puramente económicas, como la intervención del Popular, con la que se inauguraba el mecanismo europeo de resolución y que demostró que el «efecto contagio» a la deuda soberana y a otras entidades es un fenómeno que ya forma parte del pasado, si descontamos el coletazo temporal que sufrió Liberbank. El Santander se quedó con el Popular y además de esta accidentada operación, hubo otras, como la integración de Bankia y BMN, las sendas ofertas que recibió Abertis, la de Colonial por Axiare o la de Barceló sobre NH, así como las, este año sí, en general exitosas salidas a Bolsa de Unicaja, Gestamp, Neinor, Aedas, Prosegur Cash o Gestamp, todas ellas favorecidas, como apunta Victoria Torre, de Self Bank, por el interés de los inversores extranjeros, la abundante liquidez existente y los bajos costes de financiación. Porque, de fondo, el crecimiento económico global ha apoyado a los mercados, así como las aún benévolas políticas monetarias de los bancos centrales que la aún baja inflación permite.
Tranquilo y decepcionante
En resumen, como apunta Jesús de Blas, de Bankoa Crédit Agricole, el que termina ha sido un año tranquilo: «No hemos tenido los grandes disgustos de ejercicios anteriores, salvo en algunas compañías puntuales, a las que se castigó mucho por sus malos resultados (como a Técnicas Reunidas o a Gamesa)». Pero, en opinión de De Blas, de su balance final también se desprende una cierta decepción en particular en la Bolsa española, así como una sensación de oportunidad perdida. El 7,4% de revalorización que se apunta el Ibex es inferior a las subidas de la mayor parte de los otros índices europeos y se encuentra muy lejos de las ganancias de Wall Street. Esa misma decepción comparte Victoria Torre, que muestra cómo el Ibex-35 ha terminado quedándose rezagado, pese a haber empezado el año fuerte y a que la solidez de la economía doméstica hacía posible esperar un mejor resultado del finalmente obtenido.
«2017 deja un sabor agridulce», coincide Eugeni Siscar, de BNP Paribas Personal Investors. «En la primera mitad del año, el Ibex-35 tiraba de Europa por los buenos datos macro españoles, pero la incertidumbre política ha terminado pesando», añade Siscar, que reconoce que el ejercicio no ha estado mal, en realidad, en el Ibex-35, en términos de rentabilidad. «A partir de finales de agosto, el Ibex se ha quedado atrás por el tema catalán», precisa De Blas. Al final ha cerrado más de mil puntos por debajo de los máximos anuales. Pese a todo, 2017 ha sido su mejor año desde 2013 y el primero que termina en verde tras dos seguidos de recortes.
Félix López, de Atl Capital, también resalta que un rendimiento del Ibex-35 del 7,4%, al que se suma una rentabilidad por dividendo de entre un 2% y un 3%, da como resultado un retorno bastante bueno. Pero, asimismo, señala que el éxito del inversor ha dependido del momento en que haya entrado: el que lo hiciera el 1 de enero gana dinero, pero quien comprara en primavera, una vez se despejó el riesgo de que en Francia venciera Le Pen, aún pierde.
Pero, para Félix López, lo que no era normal era que en marzo el índice acumulara una rentabilidad superior al 15%. Y tampoco cree que la economía esté para que el Ibex-35 hubiera ganado mucho más de lo que lo ha hecho. Así, en su opinión, que las Bolsas europeas hayan subido algo menos que los beneficios favorece que ahora estén más baratas que a principios de año, mientras que las americanas se han encarecido. Ese es el precio que Wall Street ha de pagar por, como apunta De Blas, haber sido la plaza ganadora este año. A su favor ha jugado que finalmente Donald Trump haya podido sacar adelante su reforma fiscal, dado que en esa esperanza se habían amparado las compras de acciones americanas.
La victoria de Trump iba a traer más inflación, pero, según De Blas, se anticipó demasiado pronto la recuperación de los precios y de los tipos de interés por lo que, al no materializarse, el comportamiento de los bancos no ha llegado a ser brillante. Mientras, Torre recuerda que el sector ha seguido pendiente, además, de las nuevas exigencias regulatorias. En todo caso, en el sector financiero reside otra de las razones por las que el Ibex-35 se ha quedado rezagado, lo que se ha sumado al hecho de que otros grandes valores, como Telefónica, Inditex o las eléctricas, tampoco han tenido un comportamiento demasiado positivo. La potencia de los avances de Cellnex, IAG, Amadeus o Abertis no ha sido suficiente para que el selectivo español lograra una revalorización de dos dígitos.
La inflación y la deuda
Que la inflación no aflorara y que los bancos centrales no hayan tenido que endurecer su política monetaria más de lo esperado ha hecho posible que el comportamiento de la renta fija haya sido positivo un año más, especialmente, como precisa Félix López, cuanto mayor riesgo se haya incorporado a la cartera. O, como añade Ana Rivero, de Santander AM, en la medida en que se hayan gestionado activamente las posiciones en activos de deuda, puesto que, dentro del movimiento lateral-alcista en el que se encuentran los intereses, han tenido bastante volatilidad: el rendimiento del diez años alemán, por ejemplo, ha estado tanto en el 0,6% como en el 0,3%.
Si la inflación no terminó repuntando, tampoco lo hizo el dólar, y ha sido el euro el que ha registrado su mejor año frente al billete verde desde 2003, al apreciarse más de un 14%, desde niveles que rozaban la paridad hasta la cota de prácticamente 1,20 dólares. Quizás ha pesado contra las Bolsas del Viejo Continente, como apunta De Blas, o, por el contrario, puede ser el reflejo, como señala Eugeni Siscar, de la salud de la economía europea.
El petróleo, un quebradero de cabeza en 2016 por sus caídas, este año ha recuperado y el Brent ha pasado de los 54 a los más de 66 dólares.
El apetito por el riesgo de los inversores que refleja el buen comportamiento de las Bolsas occidentales ha llegado a las emergentes, muy rentables también este año.
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