viernes, 7 de mayo de 2021
La Vacuna en el diván...
Cuando las vacunas se convierten en un test de personalidad online
La pandemia se ha transformado en entretenimiento en Estados Unidos. Es una sociopatía supercapitalista y, también, prueba de que la experiencia pandémica ha sido deformada por internet.
Por Amanda Hess
6 de mayo de 2021
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¿Cuál es tu contenido favorito relacionado con las vacunas? El mío es el siguiente tiktok: un hombre adulto sonríe con seguridad ante un grupo imaginario situado fuera del encuadre. “Sí, nos vemos mañana”, les dice y luego gira para susurrar algo con urgencia al teléfono que tiene pegado a la oreja. De repente, los ojos se le llenan de lágrimas. “Mamá, ¿puedes venir por mí?”, suplica. “Sí, porque odio este lugar. He trabajado tanto y cometo un error y ahora todo el mundo intenta cancelarme. Sí, y Moderna y Pfizer”, continúa, son las personas más malas “que he conocido”. Un rótulo en la pantalla identifica al hombre como “Johnson & Johnson”.
El 13 de abril, el despliegue de la vacuna contra la COVID-19 de Johnson & Johnson se detuvo (temporalmente) en todo Estados Unidos mientras las autoridades investigaban casos de un inusual pero grave trastorno de coagulación de la sangre. Dos días más tarde, se publicó este tiktok, en el que el esfuerzo de vacunación tomaba la forma antropomorfa de una pandilla de adolescentes dramáticos que se habían puesto en contra del miembro más débil. Johnson & Johnson era interpretado por @nursenatee, quien apareció en TikTok en enero y comenzó a publicar atrevidos videos cómicos inspirados en gran medida en la vida de un enfermero itinerante en la era de la COVID-19. Hay algo hipnotizante en su trabajo: cómo parece pavonearse a través de la pandemia y transforma su terrible realidad en material divertido con un chasquido de dedos.
Como enfermero influente cuya popularidad ha aumentado junto con el recuento de casos de COVID-19, @nursenatee interpreta un papel en un drama mayor: la transformación de la pandemia en entretenimiento. Durante meses, las redes sociales han operado como si la muerte masiva y el trauma colectivo pudieran procesarse (o al menos ignorarse) mediante la entrega rigurosa de memes de actualidad en nuestros teléfonos. Ahora, el largo drama de la covid parece acercarse a su final en Estados Unidos, algo que se expresa con un aluvión de contenido sobre las vacunas.
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Las fotos de cartillas de vacunación son símbolos de estatus. El emoticón de la jeringa aparece por todas partes. Hay tiktoks de ficción hechos por admiradores de las vacunas en los que las marcas farmacéuticas adquieren personalidad y también hay listas de reproducción llenas de canciones paródicas como la farsa sexual “Vaccinated Attitude” y el video musical de Saturday Night Live llamado “Boomers Got the Vax”. Dolly Parton, cuyas donaciones benéficas ayudaron a financiar la investigación de la vacuna de Moderna, convirtió su canción “Jolene” en “Vaccine” cuando se vacunó. Incluso hay un ídolo de las vacunas: Huge Ma, el “papi de las vacunas” que está detrás de la cuenta de Twitter @TurboVax y que difunde las citas de vacunación disponibles en Nueva York.
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En los primeros días de la pandemia, como muchos otros, descargué Contagio, la película de suspenso de 2011 dirigida por Steven Soderbergh sobre una pandemia, en busca de pistas sobre cómo podría desarrollarse nuestro propio desastre mundial. En la película, la enfermedad y la muerte se exhiben con profusión: comienza con Gwyneth Paltrow echando espuma por la boca junto a su barra de desayuno y concluye con Kate Winslet marchitándose en una especie de almacén de cadáveres gestionado por el ejército. Lo que la película no anticipa es que, al mismo tiempo que somos testigos colectivos de la muerte de medio millón de estadounidenses y contando, también experimentaremos la pandemia a través de una serie de diversiones anestésicas. En Contagio, la gente no ve Contagio para entretenerse.
Al principio, internet se llenó de victorias del espíritu humano, como enfermeras con equipos de protección personal bailando sus propias coreografías y médicos que interpretaban “Don’t Stop Believin’” de Journey al tiempo que empujaban en sillas de ruedas a los pacientes recuperados. Los trabajadores de la salud fueron presentados como figuras chamánicas que podían ayudarnos a superar la pandemia tanto a nivel médico como espiritual.
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Sin embargo, al poco tiempo cambiaron los ánimos. Vivir una pandemia era, de manera inesperada, tedioso. Empezamos a buscar en las publicaciones de nuestros muros no a héroes, sino a payasos. En un video de Instagram, un descamisado Chet Hanks, hijo de dos celebridades, anunció que sus padres Tom Hanks y Rita Wilson estaban infectados. Nicholas Braun, el primo Greg en Succession, lanzó un satírico sencillo benéfico llamado “Antibodies (Do You Have The)”. Las personas empezaron a hablar de la pandemia como si se tratara de un programa de televisión; cuando llegó la segunda ola el otoño pasado, se quejaron del guion de la segunda temporada de COVID-19.
Ahora la vacuna llega como una especie de giro argumental de camino hacia el final. “Dénmela directo en la vena” solía ser una forma de referirnos a algún producto cultural que queríamos consumir con avidez, pero ahora ocurre lo contrario: vivimos la aplicación de la vacuna como si fuera un codiciado producto cultural.
En internet circula una gran cantidad de fotografías de personas que con todo respeto y seriedad muestran el hombro y agradecen a la ciencia por su inyección. No obstante, la variedad de marcas de vacunas, cada una con sus propios protocolos y síntomas típicos, ha dado lugar a que estas se consideren una suerte de prueba de personalidad en internet, con toda la identificación irracional de un signo astrológico o un test de BuzzFeed.
Cuando una joven tiktokera llamada @idrinkurmilkshake se identificó a sí misma como perteneciente a la “Pandilla Pfizer”, dio el disparo de salida a una rivalidad jocosa que se extendió como la pólvora en la red. “Umm, solo las personas atractivas se vacunan con Pfizer”, dijo, colocando con elegancia un reluciente rizo detrás de la oreja. “Si te pusiste Moderna, entonces, no sé qué decirte, reina”. En otro video popular, @ellynmariemarsh aparece como hablante y oyente de una conversación telefónica, en la cual interpreta a Pfizer como una celebridad engreída que sorbe champán de una copa de flauta mientras charla con su menos conocida amienemiga Moderna.
Parece algo muy estadounidense convertir nuestro mayor roce con la medicina socializada en un ejercicio de marca personal basado en el culto a las empresas farmacéuticas. El apoyo en internet a la vacuna de Pfizer —“¡suena rico, decadente, lujoso!”, como dijo un TikToker— ha inspirado la preocupación de si este discurso elitista podría desalentar la aceptación de otras marcas, como detalló Heather Schwedel en Slate.
Pero ese es el chiste: estas representaciones de las vacunas están teñidas de una sociopatía supercapitalista. Parte del comentario es que nuestra experiencia de la pandemia ha sido profundamente deformada por internet.
El contenido de internet en torno a las vacunas proporciona a los vacunados una sensación de cierre, incluso cuando las infecciones siguen propagándose y la inmunidad de rebaño está fuera de nuestro alcance. El despliegue de la vacuna también ha proporcionado contenido para el mundo del revés de las redes sociales, en el que los escépticos de la COVID-19, los teóricos de la conspiración y los influentes antivacunas dirigen el espectáculo y prevén un giro muy diferente. En un video de TikTok, una influente conservadora que manifiesta su dramático rechazo a una vacuna es golpeada hasta la muerte por su insolencia y sube al cielo. Puede que los guionistas del programa de las vacunas estén ocupados redactando su final, pero no todo el mundo está en sintonía.
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Amanda Hess is a critic-at-large for the New York Times. She writes about internet and pop culture for the Arts section and contributes regularly to The New York Times
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