domingo, 1 de enero de 2023

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Meritocracia, la falacia de las élites y la igualdad de oportunidades Cesar Rendueles protagonista del último Alcuentro NORTES con un alegato igualitarista Por Víctor Guillot 31 diciembre 2022 Marta Ortega comenzó doblando camisetas antes de hacerse con el imperio textil Inditex, Elon Musk en un garaje antes de adquirir Twtitter, la posibilidad de que el sistema te ofrezca la misma oportunidad como a todos los demás…Quieto…quieto… Hay algo que chirría en todo esto. ¿Y si fuera una falacia, una trampa, y si realmente eso que la socialdemocracia elaboró bajo el nombre de igualdad de oportunidades, sólo fuese un concepto que afianzaba la desigualdad desde el patio trasero de las palabras? Esa es la pregunta y esa es la reflexión que el filósofo Cesar Rendueles propuso este viernes en el último Alcuentros de NORTES, celebrado en Les Cigarreres de Gijón, con motivo de su último libro “Contra la igualdad de oportunidades. Un panfleto igualitarista (Seix Barral, 2020). HISTORIA Y DIAGNÓTICO El mundo es peor, algo ha cambiado para peor. No es que el aire esté más contaminado o el planeta esté más caliente. Es otra cosa. Rebobinemos, quizá no siempre el mundo fue así de siniestro…o sí. “Existían una serie de preocupaciones que me llevaron a escribir este libro. Por las encuestas y estudios de la crisis del 2008, se constató que se había producido un crecimiento de la desigualdad. Es curioso como hasta ese año, las noticias sobre exclusión social eran un tema tabú y, sin embargo, desde entonces hasta hoy forman parte del debate política”, comenzó explicando Rendueles ante un auditorio concurrido. A partir de la crisis de, en España la sociedad es más consciente del crecimiento de la pobreza, pero no tanto de la desigualdad. “De hecho, nadie quiere reconocer que forma parte de la clase baja. Tampoco los que forman parte de la clase alta reconocen públicamente que son miembros de la clase alta”. Todos se han instalado en un lugar común, ficticio, convencional, denominado clase media. Y es cierto. Nadie habla de dinero. Nadie dice si tiene o no un buen salario. Nadie lo dice en la calle, en el bar. No poder pagar el alquiler de casa o la cuota de la hipoteca e irse al último Primavera Sound se han homolagado. Dicho de otra manera: en el relato de nuestras vidas, la necesidad y el deseo son recibidos como un mismo resultado. ¿Pero realmente lo son? Obviamente no. Christian Ferreiro y Cesar Rendueles, durante el último Alcuentros de Nortes, en Les Cigarreres. Foto de Luis Sevilla. “La distancia entre los que más tienen y los que menos nos hace peores”, afirmó Rendueles. Efectivamente, son peores los indicadores de educación, de vida, de salud, de consumo de drogas. “La vida se hace más invivible”. Sin embargo, la preocupación creciente por la pobreza y la desigualdad no se corresponde con un crecimiento simétrico por la importancia de la igualdad y ahí es donde entra otro elemento, otro factor: la igualdad de oportunidades” Desde la II Guerra Mundial hasta la crisis del Petroleo, los idearios de izquierdas y de derechas habían construido un imaginario sobre la igualdad que, por métodos distintos, pretendieron limitar las desigualdades extremas. De hecho, se produjo “un crecimiento de la igualdad sin precedentes en las sociedades de mercado gobernadas por la izquierda o la derecha”. Unos y otros, desde los gobiernos más liberales a los más socialdemócratas, incorporaron hasta la década de los 70, sistemas tributarios que hoy parecerían confiscatorios, soviéticos: “Las políticas tributarias de entonces son hoy una fantasía bolchevique y, a sus ojos, las de hoy parecen fruto de una distopía“. Y sin embargo… CONTRA LA IGUALDAD DE OPORTUNIDADES Nos cuesta imaginar políticas ambiciosas que transformen nuestras vidas y en gran medida es porque en las sociedades se han instalado perfectamente en sistemas de privilegio que aceptamos como normales. “·Nos cuesta imaginar proyectos más inclusivos. Se diría que la desigualdad se nos ha metido en los huesos y no encontramos alternativas” diagnosticó Rendueles. Foto: Luis Sevilla El sistema de igualdad de oportunidades es muy sano en los procesos competitivos, bien para un partido de fútbol o una oposición, pero cuando se convierte en norma de justicia general esconde una trampa perniciosa. A juicio de Rendueles, “Renunciar a la igualdad real de cada cual en función de lo que se merece, es otra meritocracia“. La igualdad de oportunidades se transforma en una falsedad que no funciona en el sistema educativo ni tampoco en el trabajo. Tan sólo amplia y reproduce las desigualdades. Es un “elitismo bueno”. Marta Ortega se merece dirigir Inditex y Elon Musk se merece controlar Twitter y todos nosotros les merecemos…El argumento moral que justifica la igualdad de oportunidades se sostiene bajo una premisa aparentemente legítima: a cada cual según sus méritos, a cada uno según lo que realmente se merece. Sin embargo, desde una posición eminentemente marxista, la igualdad debería apoyarse bajo otro axioma: a cada cual según lo que necesita “para su autodesarrollo personal y para que pueda desplegar sus mejores talentos”. Público escuchando a Cesar Rendueles. Entre los asistentes, Laura Tuero, Xune Elipe y Covadonga Tome, candidatos autonómicos de Podemos, en Les Cigarreres. Foto de Luis Sevilla. La socialdemocracia y el modelo de igualdad de las oportunidades ingenió un ascensor social que sólo se eleva con la resignación de los que no ascienden. En realidad, este ascensor se acerca más al funcionamiento de una cafetera de émbolo. Eleva a unos pocos por aplastamiento de todos los demás, como un perverso ingenio social que ha encontrado la legitimación universal. “Que unos asciendan implica que otros se tienen que quedar”. La premisa marxista, a cada cual según sus necesidades, es hoy una idea escandalosa “porque presupone que todos los desarrollos personales tienen la misma dignidad. Messi y un discapacitado para hablar, . Se trata de limitar las desigualdades de los resultados”. La meritocracia que se esconde en el sistema de igualdad de oportunidades sólo justifica los privilegios de las élites. “La meritocracia es una muy buena traducción de la aristocracia que, desde los años 80 del pasado siglo hasta hoy, ha elaborado programas de circulación de las élites, con rasgos más destructivos y nihilistas que han liberado a los más poderosos de cualquier tipo de responsabilidad”, indicó Rendueles. Y así es. Quien alcanza el éxito, queda exonerado de cualquier obligación. Un hombre sin responsabilidades es sólo una parodia de sí mismo, pero una parodia injusta y cruel que, en el fondo, nos provoca una mueca. Sólo las responsabilidades compartidas nos hacen más iguales. Quién sabe, algún día podremos llegar a ver a Marta Ortega doblando realmente camisetas.

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